Patricio Tapia
Celebrado, criticado, homenajeado, hostigado, Carlos Fuentes (1928) prosigue escribiendo, como si los ataques (que son más espaciados) no le quitaran ánimo ni los agasajos (más comunes), tiempo. En noviembre del año pasado, con ocasión de cumplir los 80 años, se planearon y efectuaron diversas actividades, desde reediciones y colecciones de sus obras hasta una serie de festejos (que requirieron comités de organización) para una trayectoria tan amplia como distinguida. Fuentes no sólo es uno de los grandes supervivientes del boom de la literatura latinoamericana y uno de los escritores más célebres en el mundo, sino también un autor comprometido en causas políticas, cuya movida vida pública (conferencias, entrevistas) explican, tal vez, su figuración más allá de lo estrictamente literario.
De la narración al cine
La obra de Fuentes es amplia, considerando que ha escrito en una variedad de géneros: teatro, guiones de cine, periodismo, memorias, ensayos, desde los literarios a los de artes plásticas (en el proyecto de Obras reunidas que está publicando el Fondo de Cultura Económica en catorce gruesos volúmenes, hay uno dedicado al teatro y cuatro al ensayo). Tan sólo en el ámbito narrativo, su producción comienza en 1954 con Los días enmascarados y desde entonces ha publicado un conjunto de relatos y novelas tanto experimentales como clásicos, que pueden ser muy breves o larguísimos, relacionando el realismo con lo mítico, las situaciones individuales con las nacionales, e ir de las referencias ultraliterarias a las del melodrama. Las dimensiones crecientes y desbordantes de esta labor lo llevaron a intentar darle un orden a su obra narrativa, englobando el conjunto de ella bajo la denominación "La edad del tiempo" y organizándola en ciclos (que ahora son 15), integrando los libros anteriores y presentando cada nuevo título como una entrega más del total en progreso. En 2008 publicó una gran novela -cuando menos en extensión, pues tiene más de 500 páginas-, La voluntad y la fortuna , seguramente importante para el propio Fuentes, pues configura ella sola el ciclo VIII de "La edad del tiempo" y que es, entre otras cosas, la historia de dos amigos, Josué -cuya cabeza cortada hace las veces de narrador- y Jericó, que crecen muy unidos, pero se separan cuando uno se adentra en el mundo empresarial mientras el otro se dedica a la política. Un año después publica una novela más breve, Adán en Edén -cuarta parte del ciclo XII, "El tiempo político"-, en donde un arribista, Adán Gorozpe, que ha logrado trepar al poder económico, explora la posibilidad de entrar en la arena política, instigado por otro Adán (un levemente siniestro encargado nacional de seguridad). En ambas novelas la suspensión voluntaria de la incredulidad de que hablaba Coleridge, se lleva una gran golpiza. Ambas, por otra parte, están atravesadas por temas comunes.
La presentación de Adán en Edén en la Feria del Libro de Santiago es "mundial", la primera, incluso antes que en México. Al efecto, Fuentes emprendió su viaje a Chile, el mismo día de su cumpleaños (un 11 de noviembre). A los 81, luce tan jovial y lúcido como siempre.
-Aunque los medios de transporte son más rápidos, salió de México con 80 años y llegó a Santiago con 81.
-Sí, gané un año, o perdí uno, ¿quién sabe? Pero como llegué a Chile cuando tenía once años, siento que nunca me he ido.
-¿Y hubo alguna celebración o ya está harto de ellas?
-Sólo una muy íntima, con mi esposa, en el avión: tomamos una copa de champagne y listo. Ella se extraña de que siga celebrando mi cumpleaños porque las mujeres ya no lo hacen.
-¿Qué prefiere: la voluntad o la fortuna?
-Ambas. El título se basa en la tríada de Maquiavelo: la voluntad, la necesidad y la fortuna. Pero "necesidad" es una mala palabra para un título. Cuando la pensaban traducir al inglés proponían un título en una traducción literal, Will and Fortune , que más bien parecía el título de un dúo de vaudeville. Pero luego tuve un encuentro con el historiador Eric Hobsbawm y él me sugirió otro, Determination and Destiny . Así quedó, y claro que es un mejor título.
-Sus dos últimas novelas están narradas en primera persona, lo que no es común en su obra. ¿Alguna explicación?
-No tengo ninguna explicación. Fue una exigencia del libro. La novela le habla a uno, le exige cosas. Así como Aura me exigió la segunda persona y me exigieron la tercera otras novelas mías, estas dos me han reclamado la primera persona y, cómo no, se las he dado.
-En ambas hay problemas que se repiten: las relaciones (a veces demasiado íntimas) entre el mundo económico y el político, la presencia del narcotráfico, el recurso autoritario en aras de la seguridad.
-Son, creo yo, problemas fundamentales. Y tal vez principalmente el último. En América Latina, terminadas las dictaduras militares -apoyadas muchas de ellas por Estados Unidos en el clima de la Guerra Fría- se han establecido democracias que han creado instituciones y procedimientos para tratar de saldar una cuenta pendiente con quienes viven en la pobreza y la desprotección. Pero en el intento por cumplir las obligaciones para superar ese déficit social, nuestras democracias podrían caer en la tentación autoritaria para lograrlo más rápidamente, pero los autoritarismos han demostrado que no solucionan nada y normalmente empeoran las cosas.
-Aunque "La voluntad y la fortuna" es narrada por una cabeza, su tono es más bien épico, pero "Adán en Edén" tiene mucho de farsa...
-A decir verdad, quise que tuviera mucho de periodismo. Pero es cierto que hay un primer plano de farsa o cómico para nivelar el fondo oscuro, criminal y trágico del narcotráfico. Pero no quería escribir un documental sobre el contrabando o el narcotráfico y por eso aparecen las figuras algo cómicas del suegro del protagonista, el Rey del Bizcocho, o su esposa, la Reina de la Primavera, que da bofetadas a sus sirvientas sin motivo alguno. Es también la farsa propia de los malhechores, de su actuación criminal y farsesca.
-En los dos libros hay un personaje que se repite, Filopáter.
-Eso responde a mi admiración por Balzac, en cuyas novelas reaparecen los personajes, cambiados por el paso del tiempo. Es un recurso muy propio de la novela y más aún en una novela, como la mía, que se encaja en un mural más amplio, llamado "La edad del tiempo". Filopáter es un sacerdote colombiano, que será maestro de varios guerrilleros.
-Es de suponer que su novela sobre Carlos Pizarro, el guerrillero colombiano, estará avanzada.
-Está terminada e interminable. Nunca acaban de ocurrir cosas en Colombia que cambian la perspectiva. Carlos Pizarro era parte de una guerrilla muy heroica, muy ideológica, previa a la contaminación del movimiento guerrillero con el narcotráfico. Y como no cesan de ocurrir cosas que cambian la forma de mirar los hechos, tengo que detenerme en algún momento, en la muerte de Pizarro, pero aún no llego a ese punto.
-Habrá que esperar entonces para "Prometeo o el precio de la libertad", su novela de ambiente chileno.
-Esa me cuesta más todavía. En realidad tengo varias novelas "prometidas", pero lo próximo que publicaré es una recopilación de ocho novelas breves, con el título de Carolina Grau , y un libro de ensayos en inglés sobre la novela latinoamericana.
-¿Será este libro en inglés una puesta al día de "La nueva novela hispanoamericana"?
-En parte, sí, pero añado mucha gente nueva: a varios autores colombianos, a Arturo Fontaine, a Tomás Eloy Martínez. El libro me lo pidió la Universidad de Texas y reúno textos antiguos y nuevos. Es una selección mía, según mis lecturas. No abarca tanto como Jorge Volpi en su último libro, que menciona a escritores que yo no he leído siquiera.
-En su "Geografía de la novela" también se ocupaba de autores europeos. ¿Podría indicar algunos "accidentes geográficos" interesantes en la novelística mundial?
-El gran crítico francés Roger Caillois señaló alguna vez que la novela de la primera mitad del siglo XIX correspondía a los europeos; la segunda mitad del XIX, a los rusos; la primera mitad del XX, a los estadounidenses y la segunda mitad del XX, a los latinoamericanos. Pero no es tan así, pues la segunda mitad del siglo XX también pertenece a los sudafricanos, los hindúes, los paquistaníes, los árabes, etc. Hay, por supuesto, grandes escritores europeos, como Günter Grass o Juan Goytisolo, pero no existe la centralidad de un solo lugar, y la novela en parte se ha desplazado hacia el Tercer Mundo.
-En "Adán en Edén" aparece un personaje, un gran poeta, de apellido monosilábico, que dictamina sobre las letras del país, que tiene revistas y camarillas de seguidores. ¿Está inspirado en alguien real o es sólo un producto de la imaginación?
-Está inspirado en muchos. Está inspirado en los caracteres de La Bruyére, quien delineó los diversos tipos humanos en la Francia de Luis XIV. Yo intenté hacer algo parecido. En su momento un señor hizo su agosto identificando los caracteres de La Bruyére: éste es tal y ése cual. Espero que no se haga lo mismo con mi novela. El poeta al que va a ver el personaje Abelardo, y que posibilitaría su inserción en el mundo literario, está inspirado en muchos tipos humanos, la mayor parte de ellos imaginarios. Y es, por lo demás, un episodio menor dentro del libro.
-El artista Francisco Toledo, ¿tiene acaso una muy buena memoria? Usted le dedica "Adán en Edén", dice, "por la memoria de ochenta elefantes".
-Lo que pasa es que él me regaló ochenta elefantes dibujados por él. En memoria de ese regalo, le he dedicado la novela.
-En un momento del libro aparecen conversando los escritores Tomás Eloy Martínez y Sergio Ramírez. Uno de ellos comenta: "Una novela interesante se le escapa de las manos al autor". ¿Cree que eso le ha pasado un poco a usted en su libro?
-Espero que me pase. No creo mucho en las novelas que tienen fin. Creo en la obra abierta (como la llama Umberto Eco), la obra que no se cierra y que le permite al lector, de alguna forma, terminar la novela. Es lo que ocurre con Don Quijote y por eso digo que cada lector de Don Quijote es su primer lector. Me interesa dejar ese espacio de apertura, que tiene que ver con la lección cervantina.
-¿Considera que el fracaso es más literario que el éxito?
-No, qué va. Cada quien tiene su vida. Hay escritores que fracasan, otros que prosperan, otros que prosperan y se suicidan (como en el caso de Hemingway). Y, por otro lado, una cosa es la vida literaria y otra la personal.
Revista Ñ
No hay comentarios:
Publicar un comentario