1.10.09

Pamuk: "Hay cosas más importantes que la felicidad"

ENTREVISTA
Orhan Pamuk, premio Nóbel de Literatura en 2006, publica 'El museo de la inocencia'

Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura en el 2006, reside estas semanas en una espaciosa casa de Cambridge, a las afueras de Boston. Le ha llevado hasta allí una serie de lecturas que pronuncia en Harvard, donde ha comentado con este diario su nueva novela, la primera del autor turco desde que fue consagrado en el templo de los más grandes. Es una novela sobre una locura de amor, pero también sobre su ciudad, Estambul, de la que, con la excusa de las clases, se ha alejado.
Ha dicho que los libros son una segunda vida para los lectores, ¿y para el escritor?

No, estás en el medio. La literatura te permite vivir mundos alternativos. No te olvidas del tuyo pero tienes otra vida, que hace al primer mundo más inteligible e interesante. El mundo novelístico mejora al otro. Escribir novelas es buscar un sentido a la vida.

En las lecturas que hace en Harvard, pone el acento en lo que denomina naif –ingenuo– a la hora de escribir y leer, en oposición a lo sentimental o más artificial. ¿Es usted naif?

Lo naif tiene más que ver con no cuestionarte lo que haces. Yo sostengo es que un novelista debe ser las dos cosas.

Sus lectores occidentales ¿son más ingenuos que los lectores turcos?

Cada lector es ingenuo, pero por motivos diferentes. Hay lectores occidentales que cogen de forma literal lo que digo sobre el islam, y a la inversa. El occidental lo es por unas razones, ven todos los problemas, pero el turco también. Ingenuo es el que no percibe el artificio en la creación.

¿No ven su burla de la religión?

Nunca me he burlado de la religión. En todo caso he bromeado. Cada cosa es artificial y real a la vez. En esto se basa la comunicación entre lector y escritor. Todo lo que describo en este libro es real, aunque luego esté elaborado. Es lo que he visto en mi vida, en las calles. El contenido de este libro se nutre de mis vivencias, y de mis relaciones familiares.

Tanto que se autocita como uno de los conocidos de Kemal, el protagonista...

Mucha gente me pregunta: "¿Señor Pamuk, usted es Kemal?" No, no soy Kemal, pero no vamos a discutir por eso. Lo entiendo, nuestra vida es parecida: somos de clase alta, disfrutamos los placeres de la vida. Los dos compartimos eso, la incomodidad de ser ricos en un país pobre. Él sale de su grupo social, se individualiza.

¿Descubre otro mundo?

Se individualiza más y eso supone abandonar su egoísmo y, a su vez, desarrollar la capacidad de ser distinto a su grupo.

Del champán y el sexo pasa a una vida menos sofisticada, de la frivolidad a la dignidad.

Es una novela diferente a las que siguen los cánones en Turquía, las que desde oriente se dirigen a occidente, con temas como el de la joven pobre que se hace actriz y acaba de prostituta. Mi libro va en el sentido contrario, de oriente a occidente. Kemal no hace este camino de forma triunfante.

Kemal, a pesar de todo, dice que ha tenido una vida feliz...

Vida y felicidad son las dos palabras con que se abre y se cierra el libro. Empieza con Kemal recordando el momento más feliz de su vida. Y acaba así. La primera frase pasa sin problemas, todo el mundo la considera probable. La última ya es más problemática, porque se lee en un contexto en que muchos considerarían que Kemal ha llevado una vida de lo más infeliz. Y desde determinados puntos de vista lo es, muchos de sus antiguos amigos burgueses se apiadan de él. El lector decidirá si ha sido feliz o no.

Hace años que la escribe, pero es la primera novela tras el Nobel, ¿ha cambiado su vida?

En el discurso dije que no me cambiaría, pero sí. Tengo más lectores. Se ha incrementado la cuenta bancaria y los e-mails. Pero en mi dedicación a la literatura tengo también un compromiso mayor. El premio me hizo un hombre feliz, y ocupado.

¿Desde el escándalo por la condena del genocidio armenio, no vive en Turquía?

Sigo en Turquía, sí, pero paso mucho tiempo dando clases en el extranjero, tengo que resignarme a llevar guardaespaldas. Pero creo que no se deba a tanto a mis posicionamientos políticos como al hecho de ser premio Nobel y tener tanta visibilidad.

¿No habla de política?

Seguiré hablando de política siempre que me parezca, en eso no soy como Kemal, y me alegro. A Kemal sólo le interesa, sólo busca la felicidad. Yo no soy así. Yo creo que la felicidad no lo es todo en la vida. Hay personas para las que lo importante en la vida es cumplir unos objetivos antes que sentirse felices.

Usted escribe que los museos son la esencia de la cultura occidental...

En 1975, que es cuando empieza la novela, en Turquía no había museos que no fueran los del Estado, muy aburridos. Desde entonces se ha progresado mucho, los ricos han empezado a coleccionar y a exponer. Si esto es una prueba de modernidad, también se ha de decir que Europa ha continuado modernizándose.

Turquía y Europa, ¿una relación imposible?

Las puertas se han cerrado y las perspectivas son malas, la oleada conservadora en Europa, con Merkel en Alemania y Sarkozy en Francia, o la misma Turquía que no ha hecho los deberes en materia religiosa y libertad de expresión... Y más allá de gobiernos, hay una cuestión cultural.

fuente:lavanguardia.es http://jmarconsusescribanias.blogspot.com

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