1.7.08

ESCRIBIR DETRAS DE LOS TIROS DE RIO DE JANEIRO

JOAO PAULO CUENCA
El autor brasileño João Paulo Cuenca reflexiona sobre la responsabilidad social y el posicionamiento moral de los escritores latinoamericanos ante la realidad de sus países y reivindica la libertad de espíritu para la creación. "No escribo sobre tiros, nunca sobre los tiros, pero, si estoy sin suerte, sí bajo los tiros", afirma

La semana antes de embarcarme a Madrid para la Feria del Libro fui a una fiesta en Leme, barrio de clase media de Río. Pasé parte del tiempo en el balcón, solo, bebiendo cerveza. Miraba las ventanas de los apartamentos del otro lado de la calle y los pequeños cuadros iluminados me mostraban familias comiendo, casi todas frente a un televisor.
Poco después de las siete de la tarde, a lo largo de los extensos corredores de hormigón que en Leme y en Copacabana separan los morros del mar, empezaron a oírse unos tiros. Primero estampidos producidos por pistolas y luego intermitentes balazos de fusil. El carioca medio es un connaisseur cuando se trata de identificar el ruido producido por las armas de fuego: sabe distinguir el sonido de un revólver calibre 38 del de una ametralladora antiaérea, o del de un AK-47, el fusil ruso que, por estos pagos, le ha robado la popularidad al AR-15.

En Leme, donde un apartamento en la avenida Atlántica con vistas infinitas al mar puede valer algunos millones de euros, hay una favela en estado de guerra. No contra la policía, sino contra otra favela controlada por el bando rival que pretende invadirla. Cuando hay un intercambio de tiros en la Zona Sur que dura más de diez minutos, surgen los agentes del orden. Y esto fue lo que sucedió: aparecieron vehículos de la policía a gran velocidad, con sirenas zumbando y fusiles ostensiblemente apuntados para fuera.

Dentro de los apartamentos, simulamos indiferencia ante el ruido de los tiros y de las granadas que ahora empiezan a retumbar. La anfitriona ofrece más cerveza, hace un comentario gracioso ("¡eh!, hoy la fiesta va a acabar más tarde...") y aumenta el volumen de la música para eclipsar el inconveniente bullicio que llega de fuera. Antes de que todo aquello llegue a transformarse en noche buñuelesca e interminable, decido, desoyendo todos los consejos, irme de allí.

Ya en la calle, anduvimos bajo las explosiones y la mira de las armas como si no nos importásemos. Para distraerme de las balas, invento oxímoros, escribo haikus en silencio, silbo una sonata de Schubert, pienso en la distancia que me separa de la mujer que perdí. Algunos abandonan la timidez y corren por las calles, pero la mayoría caminamos despacio, con la cabeza erguida, los ojos fijos mirando hacia adelante. Otros beben en las tascas donde los omnipresentes televisores transmiten la repetición de un partido de fútbol.

Me acordé de ese poco más que banal episodio ya en Madrid donde participaba en una mesa sobre Realidad social en América Latina y su impacto sobre las letras. En una de las intervenciones se dijo que muchos escritores latinoamericanos daban la espalda a la dura realidad de sus países. Se citó el término "Belíndia", acuñado por el economista Edmar Bacha para definir el contraste social en Brasil, y se insistió en que algunos escriben como si estuvieran en Bélgica, olvidándose de la "India" que hay en el seno de sus países, escapando de una supuesta responsabilidad social en su literatura. (En el caso de Río de Janeiro, donde la desigualdad tiene ese lado, digamos, más belicista, podría hablarse de "Beliraq").

Después alguien preguntó, con un sentido del humor claramente involuntario: ¿no sería inmoral que un escritor huya de su país, de la violencia de su país?

Antes de que diga que pedir responsabilidad social y posicionamiento moral a escritores es lo mismo que esperar talento o capacidad inventiva de un cura, preciso decir que en mis novelas y cuentos nunca nadie sintió hambre.

Y además, nadie disparó nunca un tiro en una favela.

Escribo crónicas para periódicos desde hace cinco años, sobrevivo en Río de Janeiro desde hace treinta y, prácticamente, nunca me ocupé del tema. Podría decir que esta ha sido la primera vez (y tal vez la última). No me siento obligado a hacerlo. No siento que deba retractar algo que no forme parte de mi extravagante proyecto literario, cuyo rumbo está determinado exclusivamente por mí, y hasta hoy no me he sentido influenciado por eventos tan vulgares como un tiroteo. Por suerte, otros escritores brasileños contemporáneos, como Sérgio Sant'Anna, Bernardo Carvalho, Joca Reiners Terron, Daniel Galera y otros muchos más especímenes originales que podría citar aquí, comparten esa misma libertad de espíritu.

Cuando escribo, tan extranjero soy en Madrid como en Río de Janeiro o en París, donde me encuentro ahora. Brasil, país que adoro y detesto a partes iguales, me interesa en la medida de mis curiosidades y de mis mutantes obsesiones. Nada debo a Brasil y nada me debe a mí Brasil, impuestos aparte.

El gran escritor de esta nación insular, y uno de los mayores del planeta de todos los tiempos, se llamaba Machado de Assis y era un carioca mulato, descendiente de esclavos. Pasó décadas siendo tachado de alienado y despolitizado porque, supuestamente, nunca se comprometió con los problemas sociales de su país, por entonces, preabolicionista. Lo cierto es que Machado nunca necesitó ser didáctico o panfletario, cosa que, lamentablemente, muchas veces se espera de un escritor, sobre todo si es tercermundista. Las contradicciones de aquella sociedad estaban presentes, y no podían dejar de estarlo, en todas y cada una de sus palabras.

La libertad de no colocarse bajo ningún paraguas folclórico o ideológico y salir a la calle, perdido en medio del tiroteo, huyendo de la frívola fiesta en la que pudimos permanecer, obviamente no es confortable. Pero me es muy querida esa sensación de incomodidad, y creo que toda una generación de nuevos escritores latinoamericanos se ha expresado a través de ella, con la libertad de escribir, incluso, sobre sus aldeas y sus propias guerrillas. No como escritores latinoamericanos, sino como escritores, punto. Escritores terráqueos, si se prefiere.

En mi caso puedo decir que no escribo sobre tiros, nunca sobre los tiros, pero, si estoy sin suerte, sí bajo los tiros. Que se reflejan explícitamente o no en mi literatura y en mi sanidad mental. -


João Paulo Cuenca es autor de Corpo presente y O dia Mastroianni y es columnista del diario O Globo. Forma parte de la selección Bogotá 39, realizada por Hay Festival en 2007. Traducción de José Manuel Revuelta.

18.5.08

FELIZ CUMPLEAÑOS

LUIS BRITTO GARCIA



1

¿Qué hará de su vida este impetuoso Carlos Marx que cumple diecisiete años? ¿Se hará narrador? ¿Se graduará de abogado para enriquecerse? ¿Trepará socialmente casándose con la chica más hermosa de Treveris, la aristócrata Jenny Westphalen,? ¿Sólo la presunción adolescente lo lleva a escribir en 1835 un plan de vida que parece epopeya?: "Quien elija aquella clase de actividades en que más pueda hacer en bien de la humanidad, jamás flaqueará ante las cargas que pueda imponerle, ya que éstas no serán otra cosa que sacrificios asumidos en interés de todos; quien obre así, no se contentará con goces egoístas, pequeños y mezquinos, sino que su dicha será el patrimonio de millones de seres, sus hechos vivirán calladamente, pero por toda una eternidad, y sus cenizas se verán regadas por las ardientes lágrimas de todos los hombres nobles."

2

¿Pensar, no es la actividad que más bien o más daño puede hacer a la humanidad? ¿Pensar bien, no es hacer el bien? ¿Pensó bien Marx? ¿Será verdad el idealismo, o el materialismo? ¿Puedo comer una idea de pan? ¿Debo comer un pan para pensar una idea? ¿La conciencia determina la vida? ¿La vida determina la conciencia? ¿Mi ideología produce mi posición social, o mi posición social produce mi ideología? ¿No son siempre las ideas dominantes las ideas de la clase dominante, porque así como ésta posee los medios de producción material, posee también los de producción intelectual, academias, universidades, periódicos? ¿Se puede interpretar el mundo sin modificarlo? ¿Se puede modificar el mundo sin interpretarlo? ¿Contra la injusticia armada valen las armas de la crítica? ¿O la crítica de las armas?

3

¿Flaqueó Marx ante las cargas que su tarea pudiera imponerle? ¿Vaciló ante el veto de la prensa, el exilio trashumante, la miseria vergonzosa, la persecución policíaca, la incomprensión envidiosa? ¿Necesitó más que el amor de Jenny y la amistad de Federico Engels? ¿Mintió? ¿Puede alguien negar que las sociedades están divididas en clases sociales? ¿Puede esconder que las dominantes explotan a las dominadas? ¿Qué el amo explota al esclavo, el señor feudal al siervo, el capitalista al obrero? ¿Que nada son el terrateniente sin sus peones, el industrial sin sus obreros, el banquero sin sus ahorristas? ¿Qué la lucha es la relación constante entre clases dominantes y dominadas? ¿Qué, como apuntaron Marx y Engels, la Historia de la Humanidad es la de la Lucha de Clases?

4

¿Se pueden asumir sacrificios en interés de todos, cuando toda la humanidad es sacrificada al interés de pocos? ¿No es todo valor creado por el trabajo humano? ¿No es entonces la ganancia o plusvalía trabajo arrancado al trabajador, que no se le reintegra ni remunera? ¿Será falso que en tales condiciones el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí? ¿Qué el trabajador alienado está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo, que cuando el trabajador labora no se pertenece a sí mismo, sino a otro? ¿Qué en el capitalismo los que trabajan no adquieren, y los que adquieren no trabajan? ¿Qué si el trabajo lo crea todo, quien no trabaja no es nada?

5

¿Se contentaron Marx y Engels con goces pequeños, egoístas y mezquinos? ¿Qué mayor contento que el de iluminar el camino hacia la Revolución? ¿Existirá otro camino? ¿Acaso ha dejado de concentrarse el capital en un número cada vez menor de manos? ¿No ha aumentado la pauperización de los trabajadores? ¿No ha sido el capital comercial dominado por el industrial, y éste por el financiero? ¿No ha acelerado el capitalismo su carrera predatoria en busca de recursos, mano de obra barata y mercados? ¿No son las crisis capitalistas cada vez más frecuentes, más profundas, más destructivas? ¿No sufrimos una de ellas, quizá la última? ¿Qué impide que la infinita mayoría de los expropiados expropie a la minoría ínfima de los expropiadores? ¿Qué la violencia sea partera de la sociedad nueva que no termina de surgir de la vieja? ¿Qué los trabajadores ganen todo al perder sus cadenas?

6

¿No ha sido la dicha de Marx patrimonio de millones de seres? ¿No estallaron revoluciones socialistas que se mantuvieron por casi un siglo en países que casi comprendieron la mitad de la población del mundo? ¿No aseguraron para la totalidad de sus pueblos la educación, trabajo y seguridad social que no garantiza ni un solo Estado capitalista? ¿No inventaron la estética del cine, el constructivismo, el abstraccionismo? ¿No impulsaron sus fuerzas productivas del arado de palo a la carrera del espacio? ¿No derrotaron el fascismo? ¿Sin revoluciones, habríamos pasado de la Edad de Piedra? ¿Sin Revolución, ha salido del subdesarrollo algún país dependiente?

7

¿Sus hechos vivirán calladamente? ¿Incluso ante la vileza contrarrevolucionar ia? ¿Qué ganaron los países que abandonaron el marxismo? ¿La Unión Soviética que cayó de segunda potencia del mundo a botín de las mafias? ¿Europa Oriental vuelta rompecabezas de sangrientas secesiones? ¿El mundo saqueado y envenenado moral, económica y ecológicamente por la codicia de una casta de parásitos? Ni el keynesianismo, ni el reformismo, ni el funcionalismo, ni el pragmatismo, ni el imperialismo, ni el postmodernismo ni el neoliberalismo alumbran esperanza alguna. A nosotros nos corresponde liberar el trabajo, abolir la propiedad privada de los medios de producción, acabar con las clases y el Estado, arrancar los velos de la ideología, saltar al Reino de la Libertad.

8

En marzo de 1883 en el cementerio de Highgate sólo ocho personas despiden a Carlos Marx. Lo entierran junto a su amada Jenny. Habla Engels, su mejor amigo: "El mayor pensador viviente ya no pensará más. El mundo sentirá pronto el vacío que deja la muerte de este Titán… Su nombre y su obra vivirán durante siglos".

Sus cenizas se verán regadas por las ardientes lágrimas de todos los hombres nobles.

Marx, amigo: la Humanidad está contigo.

22.4.08

"LA NATURALEZA NO ES MUDA"

Eduardo Galeano

22-04-2008

El mundo pinta naturalezas muertas, sucumben los bosques naturales, se derriten los polos, el aire se hace irrespirable y el agua intomable, se plastifican las flores y la comida, y el cielo y la tierra se vuelven locos de remate.
Y mientras todo esto ocurre, un país latinoamericano, Ecuador, está discutiendo una nueva Constitución. Y en esa Constitución se abre la posibilidad de reconocer, por primera vez en la historia universal, los derechos de la naturaleza.
La naturaleza tiene mucho que decir, y ya va siendo hora de que nosotros, sus hijos, no sigamos haciéndonos los sordos. Y quizás hasta Dios escuche la llamada que suena desde este país andino, y agregue el undécimo mandamiento que se le había olvidado en las instrucciones que nos dio desde el monte Sinaí: “Amarás a la naturaleza, de la que formas parte”.
Un objeto que quiere ser sujeto
Durante miles de años, casi toda la gente tuvo el derecho de no tener derechos.
En los hechos, no son pocos los que siguen sin derechos, pero al menos se reconoce, ahora, el derecho de tenerlos; y eso es bastante más que un gesto de caridad de los amos del mundo para consuelo de sus siervos.
¿Y la naturaleza? En cierto modo, se podría decir, los derechos humanos abarcan a la naturaleza, porque ella no es una tarjeta postal para ser mirada desde afuera; pero bien sabe la naturaleza que hasta las mejores leyes humanas la tratan como objeto de propiedad, y nunca como sujeto de derecho.
Reducida a mera fuente de recursos naturales y buenos negocios, ella puede ser legalmente malherida, y hasta exterminada, sin que se escuchen sus quejas y sin que las normas jurídicas impidan la impunidad de sus criminales. A lo sumo, en el mejor de los casos, son las víctimas humanas quienes pueden exigir una indemnización más o menos simbólica, y eso siempre después de que el daño se ha hecho, pero las leyes no evitan ni detienen los atentados contra la tierra, el agua o el aire.
Suena raro, ¿no? Esto de que la naturaleza tenga derechos... Una locura. ¡Como si la naturaleza fuera persona! En cambio, suena de lo más normal que las grandes empresas de Estados Unidos disfruten de derechos humanos. En 1886, la Suprema Corte de Estados Unidos, modelo de la justicia universal, extendió los derechos humanos a las corporaciones privadas. La ley les reconoció los mismos derechos que a las personas, derecho a la vida, a la libre expresión, a la privacidad y a todo lo demás, como si las empresas respiraran. Más de 120 años han pasado y así sigue siendo. A nadie le llama la atención.
Gritos y susurros
Nada tiene de raro, ni de anormal, el proyecto que quiere incorporar los derechos de la naturaleza a la nueva Constitución de Ecuador.
Este país ha sufrido numerosas devastaciones a lo largo de su historia. Por citar un solo ejemplo, durante más de un cuarto de siglo, hasta 1992, la empresa petrolera Texaco vomitó impunemente 18 mil millones de galones de veneno sobre tierras, ríos y gentes. Una vez cumplida esta obra de beneficencia en la Amazonia ecuatoriana, la empresa nacida en Texas celebró matrimonio con la Standard Oil. Para entonces, la Standard Oil de Rockefeller había pasado a llamarse Chevron y estaba dirigida por Condoleezza Rice. Después un oleoducto trasladó a Condoleezza hasta la Casa Blanca , mientras la familia Chevron-Texaco continuaba contaminando el mundo.
Pero las heridas abiertas en el cuerpo de Ecuador por la Texaco y otras empresas no son la única fuente de inspiración de esta gran novedad jurídica que se intenta llevar adelante. Además, y no es lo de menos, la reivindicació n de la naturaleza forma parte de un proceso de recuperación de las más antiguas tradiciones de Ecuador y de América toda. Se propone que el Estado reconozca y garantice el derecho a mantener y regenerar los ciclos vitales naturales, y no es por casualidad que la Asamblea Constituyente ha empezado por identificar sus objetivos de renacimiento nacional con el ideal de vida del sumak kausai. Eso significa, en lengua quichua, vida armoniosa: armonía entre nosotros y armonía con la naturaleza, que nos engendra, nos alimenta y nos abriga y que tiene vida propia, y valores propios, más allá de nosotros.
Esas tradiciones siguen milagrosamente vivas, a pesar de la pesada herencia del racismo que en Ecuador, como en toda América, continúa mutilando la realidad y la memoria. Y no son sólo el patrimonio de su numerosa población indígena, que supo perpetuarlas a lo largo de cinco siglos de prohibición y desprecio. Pertenecen a todo el país, y al mundo entero, estas voces del pasado que ayudan a adivinar otro futuro posible.
Desde que la espada y la cruz desembarcaron en tierras americanas, la conquista europea castigó la adoración de la naturaleza, que era pecado de idolatría, con penas de azote, horca o fuego. La comunión entre la naturaleza y la gente, costumbre pagana, fue abolida en nombre de Dios y después en nombre de la civilización. En toda América, y en el mundo, seguimos pagando las consecuencias de ese divorcio obligatorio.

17.4.08

"UNA NOVELA ES UN TERRITORIO"

ENTREVISTA


Después de 10 años sin publicar ficción, obtuvo el prestigioso Premio Herralde de novela con El pasado. En esta charla, Alan Pauls habla de las ideas y las "enfermedades" que lo llevan a escribir, y de la minuciosa tarea de "fabricar un mundo" en su última novela.


Con la publicación, en 1987, de El pudor del pornógrafo, su primera novela, Alan Pauls se convirtió en una de las jóvenes promesas de la literatura argentina. Después de El coloquio (1990) y Wasabi (1994), tuvieron que pasar 10 años para que apareciera El pasado, ganadora del Premio Herralde. Alan Pauls ya no es un joven escritor. Y si bien esta novela lo confirmó como uno de los escritores argentinos más interesantes, también lo dejó en el espacio más amplio e incierto de la madurez.
¿Por qué tanto tiempo sin publicar ficción?
Antes me sentía condenado a escribir, escribía con un grado de apremio y de obligación que ahora ya no siento. En un momento dado, en esos diez años, descubrí que podía no escribir, que me podía estar esperando una vida sin escribir, y en ese momento sentí un gran alivio. Curiosamente, después de pensar eso, empecé a escribir con mucho más placer. También tuve una hija, y yo diría que probablemente no hubo nada que me interesara más que la ficción de ver crecer a mi hija. Lo único que puedo decir es que algo cambió en mi manera de pensar la literatura, sobre todo la relación entre la literatura y la vida. Elaborar esos cambios y destilar de ese proceso las herramientas que a mí me podían servir para seguir escribiendo me llevó ese tiempo.
¿En qué consistió ese cambio?
Hubo algo que entró en crisis en mi concepción de la literatura, sobre todo en ese repertorio de creencias y de incertidumbres que uno tiene que tener para poder escribir. Cambié de disco rígido, de software, de todo. Dejé la idea de que para escribir tenía que estar en el centro de una fortaleza inexpugnable y que la vida tenía que quedar afuera. Lo que perdí en sistematicidad y rigidez, lo gané en permeabilidad, en libertad, en disposición al contagio en el campo de la escritura.
Hay muchos puntos de contacto entre El pasado y Wasabi, tu novela anterior.
Yo también creo que hay mucha conexión. Wasabi puede ser leída ahora, retrospectivamente, como una especie de embrión de El pasado. La diferencia importante para mí es que Wasabi no llegaba a constituir realmente un mundo, y en El pasado una de las cosas que más me interesaba era construir, fabricar un mundo. La pretensión de El pasado, en todo caso, es tragarse a los lectores, lograr que vivan adentro de la novela, igual que yo viví adentro de la novela durante los casi cinco años que tardé en escribirla.
¿Esa es tu propuesta de lo que debe ser una novela?
Todo lo que diga puede aplicarse a las novelas que ya escribí. No tengo idea de lo que puede pasar de aquí en adelante. No tengo un programa literario. Si hay plan, eventualmente, ese plan se deducirá retroactivamente. Con El pasado yo decidí que para escribir una novela como esa tenía que fijar de algún modo el perímetro del mundo. Descubrí como un truco, un mecanismo que me permitía, una vez delimitado ese territorio, que era el territorio de la novela, hacer adentro cualquier cosa. Perderme. Y me di cuenta de que una novela es un territorio. No es una flecha, ni una línea, ni un vector, ni un viaje, sino que es un territorio.
En El pasado hay grandes hechos (momentos decisivos de los personajes, por ejemplo muertes) que están omitidos, ¿por qué?
Yo escribo en general historias de personajes que se dan cuenta tarde de las cosas. Me gusta mucho esa especie de delay que hay entre el momento en que las cosas pasan y el momento en que alguien se da cuenta de que las cosas pasaron, y qué representan para su vida. Es como el costado idiota de los personajes de mis libros. Yo creo que en eso se abre un mundo, una dimensión emocional, que me parece mucho más interesante para escribir que la narración del hecho mismo. Yo tiendo a pensar incluso que los hechos no existen, que no son importantes, que lo que importa es el momento en que los hechos reaparecen en una conciencia, o en una inconsciencia, mucho tiempo después.

La droga de la enfermedad


En El pasado, el cuerpo de los personajes está muy presente: sufren sarpullidos, enfermedades. ¿Cómo pensás la relación entre el cuerpo y la ficción?

Me gusta mucho pensar la enfermedad como laboratorio de transformación de las cosas, de los cuerpos, de las materias, de las sensaciones. Me parece que las enfermedades son de algún modo como drogas. Me interesa pensar las enfermedades como maneras de percibir el mundo, no solamente como afecciones, como estados en los que el cuerpo es víctima de alguna fuerza desconocida. Es esa especie de positividad alucinógena de la enfermedad. Detesto el insomnio, es una cosa espantosa, pero al mismo tiempo no puedo evitar pensar que muchas veces, cuando uno sale a la calle, el modo en que uno mira todo después de una noche de insomnio es increíble. Por eso me gusta pensar a las enfermedades como drogas, y a los hipocondríacos como drogadictos.
Uno de los que trabaja con su propio cuerpo es Riltse, el artista conceptual de El pasado. ¿Cómo surgió ese personaje?
Me tentó mucho la posibilidad de usar la novela para escribir una biografía de un pintor más o menos apócrifo, que fuera una mezcla un poco vulgar entre Bacon y Orlan, entre un artista de vanguardia pero clásico y un artista de vanguardia contemporánea. Además, desarrollé la idea de contar la biografía del pintor a través de la biografía de uno de sus cuadros. Al mismo tiempo me parece que el personaje de Riltse entró muy bien en la novela. Lo que venía a hacer Riltse era realizar esa idea de cómo se puede convertir una vida, o dos vidas, en una obra de arte. Sofía y Rímini viven eso como pueden, y de hecho la relación estalla y se convierte en una ficción gótica, o pesadillesca, después de que Sofía le dice a Rímini: "Somos una obra de arte". Pero Riltse sí lleva esa idea hasta las últimas consecuencias, y convierte su propia vida en una obra de arte, que es lo que hace buena parte de los artistas conceptuales hoy.
En esa biografía del cuadro de Riltse hay un personaje que recuerda a Fogwill...
Más bien para mí Fogwill fue como un punto de partida para ese personaje. Yo trabajé con él, de muy joven, en una agencia de publicidad que Fogwill tenía. De modo que estuve muy cerca y fue alguien que a mí me marcó mucho. Es un personaje que en esa época me producía una fascinación increíble. Me di cuenta tarde de eso, pero siempre lo vi como un personaje totalmente de ficción. Creo que cuando lo conocí, dije: este es un escritor. Incluso si Fogwill no publicaba nunca un libro en su vida, para mí siempre iba a ser un escritor.

Al hablar de gustos e influencias, Pauls pasa de las referencias obvias (Juan José Saer, Ricardo Piglia, César Aira) a las menos célebres (Juan José Becerra, Luis Chitarroni, Daniel Guebel). Pero se detiene al mencionar a Marcel Proust. "Por supuesto me gusta mucho Proust, que aparece bastante en El pasado, y me enseñó a pensar la literatura como experiencia. En un momento dado, escribiendo esta novela me pasó que pensé que podía seguir escribiéndola toda mi vida. Me di cuenta de que eso justificaba todo. Incluso en un momento pensé que con una pequeña decisión podía cambiar de arte sin cambiar nada. Me dije: ¿por qué no cobro entrada para que la gente venga a verme escribir? Podía hacer una obra llamada El Escritor, con un tipo que está escribiendo una novela que sólo va a terminar con su muerte. Era un salto de la literatura al teatro, o al performing"

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El Pasado
Editorial Anagrama

12.4.08

HABLEMOS DE COSAS MUY FEAS

JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
12/04/2008



La política como asunto literario vuelve a protagonizar la narrativa latinoamericana. El autor colombiano Juan Gabriel Vásquez analiza la memorable tradición de esa literatura que desenmascara realidades, como lo hizo Ricardo Piglia con Respiración artificial, a quien Casa de América, de Madrid, rinde homenaje
Hace poco, hablando de literatura colombiana en Madrid, mencioné la frase de La cartuja de Parma que Orhan Pamuk utiliza como epígrafe de Nieve: "La política en una obra literaria es un tiro en medio de un concierto, algo grosero y sin embargo imposible de ignorar... Estamos a punto de hablar de cosas muy feas". Por esos días se publicó Palacio quemado, la última novela de Edmundo Paz Soldán, y no me sorprendió para nada que uno de los epígrafes de la novela fuera la segunda parte de la cita de Stendhal. De hecho, esas cosas muy feas han sido la materia prima de buena parte de la literatura latinoamericana. Esto, claro, no quiere decir que la literatura latinoamericana haya tenido una relación fácil con la política; pero ahora se me ocurre que el epígrafe de Palacio quemado es una especie de cifra o de símbolo de una cierta tendencia, más o menos reconocida, de la novela latinoamericana más reciente. Pues para bien o para mal (y aquí me ocuparé sólo de los casos que hay para bien) esa fuerza oscura que es la vida pública está volviendo a interesar a nuestros novelistas.

Que quede claro: no digo que alguna vez se haya ido del todo. Pero hubo un momento, hace acaso un par de décadas, en que la vida política como asunto literario se movilizó un poco a la periferia. Si el boom amplió las fronteras de lo que entendíamos por novela política -uno piensa en Conversación en La Catedral, en La muerte de Artemio Cruz-, e incluso conoció la manera en que la política es capaz de hundir una novela -uno piensa en El libro de Manuel-, algunas generaciones después se hizo evidente que la emoción predominante era el desencanto, o en cualquier caso la apatía: una célebre revolución había fracasado, un célebre muro había caído, y en todas partes las ideologías y los idealismos pasaban a mejor vida. Para esos novelistas que nacían cuando el boom comenzaba, para aquéllos cuya fecha de nacimiento coincide con La región más transparente o La ciudad y los perros, la presencia de lo político en la ficción dejó de ser franca y directa, y se volvió indirecta, lateral, elíptica. Así novelas como Asuntos de un hidalgo disoluto, de Héctor Abad, o Kamchatka, de Marcelo Figueras. (También Roberto Bolaño, nacido al mismo tiempo que El llano en llamas, es autor de una gran instancia de elipsis política: La literatura nazi en América).

Son novelas que dicen sin decir: ese rasgo es lo que las define, y en ese sentido son hijas, o por lo menos sobrinas, de una de las grandes creaciones en lengua española de las últimas décadas: Respiración artificial, de Ricardo Piglia. Con esas doscientas páginas de 1981 Piglia redefinió para siempre la relación entre lo público y lo privado, entre historia y ficción, y demostró las infinitas posibilidades con que cuenta la literatura para ser política sin hacer política. Estas líneas se publican dos días antes de que la Casa de América de Madrid dedique su semana de autor a la obra de Piglia, con lo cual no es impertinente recordar la cantidad de puertas que abrió Respiración artificial para los novelistas latinoamericanos, que aprendieron, gracias a las investigaciones de Emilio Renzi en el pasado argentino, el arte de hablar de algo sin jamás mencionarlo. Durante mucho tiempo, ese acercamiento a lo político marcó y definió el modus operandi de los autores literarios en Latinoamérica; pero ahora, me parece, hay un cambio de tercio, y poco a poco los nuevos narradores van decidiéndose nuevamente, como lo hizo el boom, a mirar a los ojos a la Gorgona política. Los caminos de la genética literaria son inescrutables.

He comenzado hablando de Palacio quemado, que recoge la situación boliviana en 2002 por medio de una figura desaprovechada de la mitología latinoamericana: el escritor de discursos. Pero el inventario es (gozosamente) más extenso. En Los ejércitos, Evelio Rosero acaba de lograr lo que incontables novelas colombianas han intentado en vano desde hace treinta años: contar el conflicto armado sin patrioterismos, sin sentimentalismos, sin retórica. En A quien corresponda, Martín Caparrós pone la primera piedra en el caso que Latinoamérica deberá construir contra la Iglesia católica y su responsabilidad en las diversas desgracias del continente. En las maravillosas mil trescientas páginas de la trilogía que se cierra con Un millón de soles, Jorge Eduardo Benavides da un nuevo sentido al epígrafe de Conversación en La Catedral: "La novela es la historia privada de las naciones". Siempre poniendo en escena destinos individuales, siempre respetando la ambigüedad y la ironía que son las señas de identidad de la novela como género, nunca rebajándose a la denuncia barata ni cediendo a las peligrosas tiranías del compromiso, los novelistas que he mencionado vuelven a hacer lo que la literatura latinoamericana ha hecho con tan buena fortuna en otros tiempos. Las verdaderas experiencias son siempre sociales, dice Piglia en cierta entrevista. De un tiempo a esta parte, la novela latinoamericana vuelve a preguntarse si eso es verdad. Veremos qué respuesta nos trae.




Juan Gabriel Vásquez nació en Bogotá en 1973. Sus últimos libros son Historia secreta de Costaguana y Los amantes de Todos los Santos (ambos en Alfaguara).

11.4.08

LA HISTORIA QUE DUELE

Un nuevo adelanto de su nuevo libro "Espejos. Una historia casi universal"




Eduardo Galeano



Las clases sociales

En los primeros tiempos, tiempos de hambre, estaba la primera mujer escarbando la tierra cuando los rayos del sol la penetraron por atrás. Al rato nomás, nació una criatura.

Al dios Pachacamac no le cayó nada bien esa gentileza del sol y despedazó al recién nacido. Del muertito brotaron las primeras plantas. Los clientes se convirtieron en granos de maíz, los huesos fueron yucas, la carne se hizo papa, boniato, zapallo...

La furia del sol no se hizo esperar. Sus rayos fulminaron la costa de Perú y la dejaron seca para siempre jamás. Y la venganza culminó cuando el sol partió tres huevos sobre esos suelos.

Del huevo de oro salieron los señores.

Del huevo de plata, las señoras de los señores.

Y del huevo de cobre, los que trabajan.

Organización Internacional del Comercio

Había que elegir al dios del comercio. Desde el trono del Olimpo, Zeus estudió a su familia. No tuvo que pensarlo mucho. Tenía que ser Hermes.

Zeus le regaló sandalias con alitas de oro y le encargó la promoción del intercambio mercantil, la firma de tratados y la salvaguarda de la libertad de comercio. Hermes, que después, en Roma, se llamó Mercurio, fue elegido porque era el que mejor mentía.

División del trabajo

Dicen que fue el rey manu quien otorgó prestigio divino a las castas de la India.

De su boca brotaron los sacerdotes. De sus brazos, los reyes y los guerreros. De sus muslos, los comerciantes. De sus pies, los siervos y los artesanos.

Y a partir de entonces se construyó la pirámide social, que en la India tiene más de tres mil pisos.

Cada cual nace donde debe nacer, para hacer lo que debe hacer. En tu cuna está tu tumba, tu origen es tu destino: tu vida es la recompensa o el castigo que merecen tus vidas anteriores, y la herencia dicta tu lugar y tu función.

El rey Manu aconsejaba corregir la mala conducta: si una persona de casta inferior escucha los versos de los libros sagrados, se le echará plomo derretido en los oídos; y si los recita, se le cortará la lengua. Estas pedagogías ya no se aplican, pero todavía quien se sale de su sitio, en el amor, en el trabajo o en lo que sea, arriesga escarmientos públicos que podrían matarlo o dejarlo más muerto que vivo.

Los sincasta, uno de cada cinco hindúes, están por debajo de los de más abajo. Los llaman intocables, porque contaminan: malditos entre los malditos, no pueden hablar con los demás, ni caminar sus caminos, ni tocar sus vasos ni sus platos. La ley los protege, la realidad los expulsa. A ellos, cualquiera los humilla; a ellas, cualquiera las viola, que ahí sí que resultan tocables las intocables.

A finales del año 2004, cuando el tsunami embistió contra las costas de la India, los intocables se ocuparon de recoger la basura y los muertos.

Como siempre.

Fundación religiosa del racismo

Noé se emborrachó celebrando la llegada del arca al monte Ararat.

Despertó incompleto. Según una de las diversas versiones de la Biblia, su hijo Cam lo había castrado mientras dormía. Y esa versión dice que Dios maldijo a Cam y a sus hijos y a los hijos de sus hijos, condenándolos a la esclavitud por los siglos de los siglos.

Pero ninguna de las diversas versiones de la Biblia dijo que Cam fuera negro. África no vendía esclavos cuando la Biblia nació, y Cam oscureció su piel mucho tiempo después. Quizá su negritud empezó a aparecer allá por los siglos XI o XII, cuando los árabes iniciaron el tráfico de esclavos desde el sur del desierto, pero seguramente Cam pasó a ser del todo negro allá por siglos XVI o XVII, cuando la esclavitud se convirtió en el gran negocio europeo.

A partir de entonces se otorgó prestigio divino y vida eterna al tráfico negrero. La razón al servicio de la religión, la religión al servicio de la opresión: como los esclavos eran negros, Cam debía ser negro. Y sus hijos, también negros, nacían para ser esclavos, porque Dios no se equivoca.

Y Cam y sus hijos y los hijos de sus hijos tendrían pelo motudo, ojos rojos y labios hinchados, andarían desnudos luciendo sus penes escandalosos, serían aficionados al robo, odiarían a sus amos, jamás dirían la verdad y dedicarían a las cosas sucias su tiempo de dormir.

Fundación científica del racismo

Raza caucásica se llama, todavía, la minoría blanca que ocupa la cúspide de las jerarquías humanas.

Así fue bautizada en 1775 por Johann Friedrich Blumenbach.

Este zoólogo creía que el Cáucaso era la cuna de la humanidad y que de allí provenían la inteligencia y la belleza. El término se sigue usando, contra toda evidencia, en nuestros días.

Blumenbach había reunido 245 cráneos que fundamentaban el derecho de los europeos a humillar a los demás.

La humanidad formaba una pirámide de cinco pisos.

Arriba, los blancos.

La pureza original había sido arruinada, pisos abajo, por las razas de piel sucia: los nativos australianos, los indios americanos, los asiáticos amarillos. Y debajo de todos, deformes por fuera y por dentro, estaban los negros africanos.

La ciencia siempre ubicaba a los negros en el sótano.

En 1863, la Sociedad Antropológica de Londres llegó a la conclusión de que los negros eran intelectualmente inferiores a los blancos, y sólo los europeos tenían la capacidad de humanizarlos y civilizarlos. Europa consagró sus mejores energías a esta noble misión, pero no tuvo suerte. Casi un siglo y medio después, en el año 2007, el estadounidense James Watson, premio Nobel de Medicina, afirmó que está científicamente demostrado que los negros siguen siendo menos inteligentes que los blancos.

Inseguridad ciudadana

La democracia griega amaba la libertad, pero vivía de sus prisioneros. Los esclavos y las esclavas labraban tierras, abrían caminos, excavaban montañas en busca de plata y de piedras, alzaban casas, tejían ropas, cosían calzados, cocinaban, lavaban, barrían, forjaban lanzas y corazas, azadas y martillos, daban placer en las fiestas y en los burdeles y criaban a los hijos de sus amos.

Un esclavo era más barato que una mula. La esclavitud, tema despreciable, rara vez aparecía en la poesía, en el teatro o en las pinturas que decoraban las vasijas y los muros. Los filósofos la ignoraban, como no fuera para confirmar que ése era el destino natural de los seres inferiores, y para encender la alarma. Cuidado con ellos, advertía Platón. Los esclavos, decía, tienen una inevitable tendencia a odiar a sus amos y sólo una constante vigilancia podrá impedir que nos asesinen a todos.

Y Aristóteles sostenía que el entrenamiento militar de los ciudadanos era imprescindible, por la inseguridad reinante.

Las agencias de noticias

Napoleón fue definitivamente derrotado por los ingleses en la batalla de Waterloo, al sur de Bruselas.

El mariscal Arthur Wellesley, duque de Wellington, se adjudicó la victoria, pero el vencedor fue el banquero Nathan Rothschild, que no disparó ni un tiro y estaba muy lejos de allí.

Rothschild operó al mando de una minúscula tropa de palomas mensajeras. Las palomas, veloces y bien amaestradas, le llevaron la noticia a Londres. Él supo antes que nadie que Napoleón había sido derrotado, pero hizo correr la voz de que la victoria francesa había sido fulminante, y despistó al mercado desprendiéndose de todo lo que fuera británico, bonos, acciones, dinero. Y en un santiamén todos lo imitaron, porque él siempre sabía lo que hacía, y a precio de basura vendieron los valores de la nación que creían vencida. Y entonces Rothschild compró. Compró todo, a cambio de nada.

Así Inglaterra triunfó en el campo de batalla y fue derrotada en la Bolsa de Valores.

El banquero Rothschild multiplicó por veinte su fortuna y se convirtió en el hombre más rico del mundo.

Algunos años después, a mediados del siglo XIX, nacieron las primeras agencias internacionales de prensa: Havas, que ahora se llama France Presse, Reuters, Associated Press...

Todas usaban palomas mensajeras.

Los campos de concentración

Cuando Namibia conquistó la independencia, en 1990, se siguió llamando Göring la principal avenida de su capital. No por Hermann, el célebre jefe nazi, sino en homenaje a su papá, Heinrich Göring, que fue uno de los autores del primer genocidio del siglo XX.

Aquel Göring, representante del imperio alemán en ese país africano, había tenido la bondad de confirmar, en 1904, la orden de exterminio dictada por el general Lothar von Trotta.

Los hereros, negros pastores, se habían alzado en rebelión. El poder colonial los expulsó a todos y advirtió que mataría a los hereros que encontrara en Namibia, hombres, mujeres o niños, armados o desarmados.

De cada cuatro hereros murieron tres. Los abatieron los cañones o los soles del desierto adonde fueron arrojados.

Los sobrevivientes de la carnicería fueron a parar a los campos de concentración, que Göring programó. Entonces, el canciller Von Bülow tuvo el honor de pronunciar por primera vez la palabra konzentrationslager .

Los campos, inspirados en el antecedente británico de África del Sur, combinaban el encierro, el trabajo forzado y la experimentació n científica. Los prisioneros, que extenuaban la vida en las minas de oro y diamantes, eran también cobayos humanos para la investigación de las razas inferiores. En esos laboratorios trabajaban Theodor Mollison y Eugen Fischer, que fueron maestros de Joseph Mengele.

Mengele pudo desarrollar sus enseñanzas a partir de 1933. Ese año, Göring hijo fundó los primeros campos de concentración en Alemania, siguiendo el modelo que su papá había ensayado en África.

Las desapariciones

Miles de muertos sin sepultura deambulan por la Pampa argentina. Son los desaparecidos de la última dictadura militar.

La dictadura del general Videla aplicó en escala jamás vista la desaparición como arma de guerra. La aplicó, pero no la inventó. Un siglo antes, el general Roca había utilizado contra los indios esta obra maestra de la crueldad, que obliga a cada muerto a morir varias veces y que condena a sus queridos a volverse locos persiguiendo su sombra fugitiva.

En Argentina, como en toda América, los indios fueron los primeros desaparecidos. Desaparecieron antes de aparecer. El general Roca llamó conquista del desierto a su invasión de las tierras indígenas. La Patagonia era un espacio vacío, un reino de la nada, habitado por nadie.

Y los indios siguieron desapareciendo después. Los que se sometieron y renunciaron a la tierra y a todo fueron llamados indios reducidos: reducidos hasta desaparecer. Y los que no se sometieron y fueron vencidos a balazos y sablazos, desaparecieron convertidos en números, muertos sin nombre, en los partes militares. Y sus hijos desaparecieron también: repartidos como botín de guerra, llamados con otros nombres, vaciados de memoria, esclavitos de los asesinos de sus padres.

La democracia

En 1889 murió la democracia en Brasil.

Esa mañana, los políticos monárquicos despertaron siendo republicanos.

Un par de años después se promulgó la Constitución que implantó el voto universal. Todos podían votar, menos los analfabetos y las mujeres.

Como casi todos los brasileños eran analfabetos o mujeres, casi nadie votó.

En esa primera elección democrática, 98 de cada 100 brasileños no acudieron al llamado de las urnas.

Un poderoso hacendado del café, Prudente de Morais, fue elegido presidente de la nación. Llegó de São Pablo a Río y nadie se enteró. Nadie fue a recibirlo, nadie lo reconoció.

Ahora goza de cierta fama, por ser calle de la elegante playa de Ipanema.

7.4.08

¿CÓMO SE DAN LOS PREMIOS LITERARIOS?

En España abundan los galardones, pero los concedidos por el sector privado tienen razones editoriales y los del sector público, criterios funcionariales y políticos. Harían falta fundaciones de solvencia.
JOSÉ MARÍA GUELBENZU



Qué premian los premios? ¿Para qué sirven los premios? ¿Son libres los premios? Cada año se conceden en nuestro país centenares de premios a muy diversas actividades artísticas, la mayoría de los cuales proceden de toda clase de instituciones públicas y privadas. ¿Vivimos en Jauja? ¿Estamos ante una nueva edad de oro de las artes? ¿Se han extendido los saraos sociales a los frutos de la creación literaria, visual o musical? En medio de todo este aparente esplendor, buscando el origen y sentido de esta proliferación, surge en seguida una pregunta: ¿es el Estado quien tiene el deber de regular los premios culturales o la cosa es así porque no existe otra alternativa?
Los grandes premios de resonancia internacional están en manos de fundaciones privadas

Los premios nacionales nutren sus jurados por un procedimiento rígidamente funcionarial

La sensación que invade al ciudadano atento es la de que sólo el Estado parece garantizar una valoración objetiva de una obra, pues no se siente afectado por las concesiones al beneficio, ya que los suyos (nacionales o autonómicos) son premios a fondo perdido en lo económico. En otros sectores, como el audiovisual, academias de profesionales o entidades privadas otorgan sus premios a la labor de un año o de toda una vida (Goya, Max, Ondas, Fotogramas.. .) y procuran que prime el reconocimiento profesional. Por el contrario, en el mundo literario apenas existen premios que se otorguen a libros ya publicados. Los premios famosos y reconocidos del mundo de la edición son casi siempre a originales inéditos y se han convertido en un lanzamiento editorial de autores bien conocidos. El negocio es el negocio. De manera que los premios-resumen de un año de actividad creadora (literarios sobre todo, aunque también de otros órdenes artísticos) en España los conceden el Estado (Cervantes, Velázquez, el conjunto de los Nacionales.. .) o instituciones paraestatales.

Pero ¿es el Estado verdaderamente neutral? Resulta significativo que los grandes premios de resonancia internacional estén todos en manos de fundaciones y entidades privadas, que suelen ser, cada uno a su estilo, independientes del Estado aunque no sea incierto decir que los interesados (editores, creadores, investigadores. ..) tratan de meter la nariz en ellos, pues generan ventas o fama extraordinarias que allegan grandes recursos a los ganadores. Sin embargo, lo cierto es que generan venta o fama debido a su credibilidad e independencia.

En España quizá pudiera ponerse el ejemplo del Príncipe de Asturias, pero aparte de su vinculación nominal con la familia real, es un premio dedicado a premiarse más bien a sí mismo. Lo que convendría preguntarse es por qué el Estado ha tenido que hacerse cargo de reconocer y distinguir a los creadores mientras el resto de la sociedad lo contempla desde la barrera. ¿Quizá porque en este país el paternalismo del poder y el peso de la religión nos acercan más a lo providencial que al esfuerzo emprendedor del individuo o el colectivo social?

Echando la vista atrás, vemos que si el cenit de la literatura y las artes en España se corresponde con el barroco, es decir, con la primera quiebra de la confianza en el papel de paladines de la cristiandad en el mundo bendecido por Dios, desde entonces no han hecho sino decaer, en especial la literatura, hasta extremos muy provincianos salvo las excepciones de rigor, siempre muy minoritarias y alejadas de los intereses dominantes. En consecuencia, y cada una a su manera, el arte y la sociedad se han resentido de ello. La sociedad española ha sido una sociedad fundamentalmente inculta y sometida a un poder tradicionalmente tan despectivo con el saber como entablerado entre la religión y la reacción. La sociedad española, esa que se despeña por la Corte de los Milagros de Valle-Inclán, fundamentalmente inculta, con extraordinaria tasa de analfabetismo aun en la primera mitad del siglo XX y sin una verdadera tradición civil, ha sido incapaz de generar por sí misma un referente cultural.

En tales condiciones, sería un verdadero milagro que instituciones o entidades privadas, en tanto que emanaciones de esa misma sociedad, alcanzaran notoriedad e influencia en el país. En el último cuarto del siglo XX sólo una intervención del Estado a favor de las artes, las letras e incluso la investigación propició los diversos premios Nacionales en régimen de libertad. Pero la pregunta sigue en pie: ¿es el Estado suficientemente independiente de los intereses del poder como para generar credibilidad o estamos ante un contrasentido insoluble?

El actual Ministerio de Cultura ha planteado lo que denomina "Código de buenas prácticas", que, en principio, pretende acabar con esa idea de que la capacidad de juicio va unida al cargo. Para ello plantea "incorporar a la sociedad civil a la gestión de la cultura". Loable intento que si no aleja del todo la sospecha de intervencionismo, en principio puede mejorar y regular sustancialmente la calidad y coherencia de los premios. Centrándonos en los premios literarios, para no dispersarnos demasiado, cabe decir que, en principio, se trataría de otorgar decisión a personas realmente capacitadas para juzgar en razón de su preparación intelectual y/o su actividad creadora; pero teniendo en cuenta la baja exigencia de buena parte de la crítica española y la endogamia y rutina de la universidad, precisamente dos de las tres patas en las que se apoyan los premios de estirpe anglosajona (la tercera la nutren creadores de reconocido prestigio en países donde no se confunde el prestigio con la popularidad) , no es fácil establecer una rigurosa selección de jurados.

Quizá conviniera más un toque mediterráneo, a lo Goncourt, tan ceremonial, tan ritual, pero cuyos diez miembros son intelectuales de indudable prestigio aunque la sospecha de que trabajen en pro de sus respectivos editores es una sombra que a menudo ha oscurecido la concesión de este premio, que no su acogida por el público lector.

Por ahora, los premios Nacionales (sigamos con este ejemplo) nutren sus jurados por un procedimiento rígidamente funcionarial tanto en la selección de candidatos como en la elección de sus componentes, que contrasta con la amplitud de criterio, libertad de elección, dedicación y solvencia de sus pares extranjeros (Pulitzer, Booker, Goncourt, National Book Awards...), incluso si son acusados de defender en ocasiones intereses más cercanos a una determinada contingencia política, como se ha dicho en ocasiones del Premio Nobel. El sistema español se atiene al criterio de representació n antes que al de la preparación y el conocimiento intelectual y, por lo general, los jurados se componen sobre la marcha con unos candidatos elegidos por el procedimiento antedicho, lo que supone que, junto a personas adecuadas, a menudo figuren otras de dudosa idoneidad o informadas de oídas, que deciden sin tiempo para conocer a fondo la obra u obras que concursan en cada especialidad. De ahí proviene el carácter errático de nuestros premios Nacionales, que son más propensos al partidismo y a la improvisación que a la evaluación razonada de los candidatos.

El punto de partida de la creación de los premios a partir de la democracia procede de un lamentable error: la idea de que el gusto artístico (el que permite apreciar la calidad de una obra) y el criterio que debe de sustentar las opiniones, son democráticos por el hecho de vivir en una sociedad democrática. Nada más incierto: el gusto y el criterio son producto de una intensa y constante formación y confrontación personal, no de un status predeterminado por el cargo. La democracia no concede necesariamente conocimiento, que requiere del esfuerzo del individuo, sino que tiende a eliminar las trabas para acceder a él.

¿Es el Estado quien debe regular los premios o no hay otra alternativa por la falta de una tradición de independencia y solidez cultural de nuestra sociedad? He ahí el problema. De momento, buena parte de las fundaciones son un sumidero de subvenciones, pero quizá llegue el día en que las propias necesidades sociales generen las instituciones capaces de fomentar el conocimiento y el arte con independencia del poder político. La medida ministerial que se anuncia puede ser un paso intermedio y una saludable entrada de aire fresco y buenas costumbres en una situación cuya estabilidad, por el momento, presenta unos índices de polución intelectual muy poco estimulantes.

6.4.08

BOLAÑO SALVAJE



Edmundo Paz Soldán

Gustavo Faverón Patriau
EDITORIAL CANDAYA

Roberto Bolaño (1953-2003) ha pasado, en muy pocos años, de ser un poeta marginal a ocupar un espacio medular en el imaginario de las últimas generaciones de lectores, que perciben en él una nueva manera de concebir el mundo de las letras como una aventura pasional y de asumir la tarea del escritor con la rebeldía de un perpetuo inconforme.

A medida que la influencia de Bolaño crece, la crítica trata de comprender su vida y de acceder a la tierra todavía salvaje y secreta de sus mundos ficcionales. Explorar desde perspectivas y enfoques muy diversos el inagotable universo Bolaño es, precisamente, el propósito de este libro colectivo. Junto a ensayos inéditos (como el de Celina Manzoni, pionera en los estudios de Bolaño, o el de Chris Andrews, su traductor al inglés) que dan una buena muestra de la forma en que la crítica académica aborda hoy la obra del escritor chileno, el lector encontrará en Bolaño salvaje textos más personales de escritores muy cercanos a Roberto Bolaño, como Ignacio Echevarría, Juan Villoro, Rodrigo Fresán, Enrique Vila-Matas o Carmen Boullosa.




INTRODUCCIÓN.

ROBERTO BOLAÑO: LITERATURA Y APOCALIPSIS

En "Apocalipsis en Solentiname", Julio Cortázar indaga en las posibilidades del arte en América Latina: dar una visión naif de la realidad, o testimoniar el horror. En el cuento, el narrador, un escritor argentino llamado Julio Cortázar que vive en Paris, visita Nicaragua en plena revolución sandinista. Ya en el primer párrafo, las contradicciones asoman en el personaje, y se resumen en la dificultad de conciliar un arte comprometido con el pueblo con una escritura difícil, vanguardista, "hermética" (283).

Cuando "Julio Cortázar" llega a la isla de Solentiname, descubre las pinturas de los campesinos, que dan cuenta de una realidad en la que hay una comunión del hombre con la naturaleza, "una vez más la visión primera del mundo, la mirada limpia del que describe su entorno como un canto de alabanza" (285). Esa América Latina de las pinturas contrasta con la sensación del narrador en la misa del domingo, en la que, siguiendo los postulados de la teología de la liberación, el evangelio es leído como si fuera parte de la vida cotidiana de los campesinos, "esa vida en permanente incertidumbre de las islas y de la tierra firme y de toda Nicaragua y no solamente de toda Nicaragua sino de casi toda América Latina, vida rodeada de miedo y de muerte, vida de Guatemala y vida de El Salvador, vida de la Argentina y de Bolivia, vida de Chile y de Santo Domingo, vida del Paraguay, de Brasil y de Colombia" (285).

El arte naif de los campesinos no da cuenta del miedo, del horror de vivir en la América Latina de los setenta. Pero no es difícil rasgar la superficie y encontrar las tinieblas, lo siniestro. En el cuento, el narrador, como un turista agradecido y conmovido más, toma fotos de las pinturas y se las lleva a París. Allí, ya instalado con el proyector a su lado, se pone a ver las fotos de Solentiname. De pronto, en un típico giro cortazariano, ocurre lo fantástico para hacer estallar las estructuras del realismo convencional: aparece en la pantalla, en vez de una pintura de un campesino, la foto de un muchacho con un balazo en la frente, "la pistola del oficial marcando todavía la trayectoria de la bala, los otros a los lados con las metralletas, un fondo confuso de casas y de árboles" (287). Después, más fotos del horror: "cuerpos tendidos boca arriba", "la muchacha desnuda boca arriba y el pelo colgándole hasta el suelo", "ráfagas de caras ensangrentadas y pedazos de cuerpos y carreras de mujeres y de niños por una ladera boliviana o guatemalteca" (287-8).

La mayoría de las fotos remite a la violencia estatal: hay uniformados en jeeps, autos negros de paramilitares, torturadores de corbata y pull-over. Es la violencia de las dictaduras del Cono Sur, tiempos de "guerra sucia" y Operación Cóndor. "Cortázar", en el paréntesis revolucionario de la Nicaragua sandinista, escribe un cuento sobre los límites de cierto arte para dar testimonio de ese destino sudamericano, esa violencia latinoamericana. Lo que el escritor comprometido debe hacer es, sin renunciar a su proyecto artístico, sin simplificar sus hermetismos, enfrentarse a esa realidad atroz y representarla. En el ejercicio literal del fotógrafo/escritor en "Apocalipsis en Solentiname", se debe revelar el apocalipsis que está detrás de los paisajes bucólicos y la mirada prístina de los habitantes del continente.

4.4.08

NARCOTRÁFICO


Luis Britto


Toda sustancia que incorporamos altera nuestro cuerpo y nuestra mente
POR LO TANTO
Ingerir es elegir percepción y estados de ánimo
POR LO TANTO
Quien controla lo que ingerimos nos controla
POR LO TANTO
Los sacerdotes acaparan las sustancias que alucinan, los parásitos las que excitan, los esclavistas las que esclavizan
POR LO TANTO
La obediencia se vuelve un hábito
POR LO TANTO
El hábito es una obediencia
POR LO TANTO
El control de las sustancias es poder
POR LO TANTO
El poder controla las sustancias
POR LO TANTO
El capital reduce la droga a mercancía
POR LO TANTO
La droga eleva el capital a soberano
POR LO TANTO
Los imperios arrasan el mundo tras sustancias que alucinan, excitan o esclavizan
POR LO TANTO
Cinco millones de indígenas y estimulados por la coca perecen en el Potosí excavando dieciséis millones de kilos de plata que harán arrancar el capitalismo en Europa; Thomas de Quincey testimonia que a los ingleses les salía más barato comer opio que pan
POR LO TANTO
Si la religión es el opio de los pueblos, el opio es la religión de los imperios
POR LO TANTO
El armamento que impone la droga y la droga que financia el armamento devienen dos de las más grandes industrias del globo
POR LO TANTO
Según el Reporte Mundial sobre Drogas de 2005 de la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen (UNODC), su mercado global es en 2004 de 322 millardos de dólares ocupando 8% del comercio Mundial (UNODC: World Drug Report 2005; Viena, Austria: UNODC, Junio 2005, p. 127); y las autoridades no decomisan más del 10 al 15% de la heroína y del 30% de la cocaína en circulación (Associated Press: "U.N. Estimates Drug Business Equal to 8 Percent of World Trade," 26 junio 1997)
POR LO TANTO
Según dicho Reporte, en 2003 usaban drogas ilegalizadas 185 millones, el 3% de la población mundial, consuman marihuana 150 millones, anfetaminas 38 millones, opio y derivados 15 millones, cocaína 13 millones, éxtasis 8 millones, mientras la Organización Mundial de la Salud estima que 250.000 personas mueren por abuso en el consumo, un 0,4% de todas las muertes
POR LO TANTO
Los estadounidenses gastan 65 millardos de dólares anuales en droga, 20 más que en alcohol (Associated Press: Olga Rodríguez : “Mexican Drug Lords increasingly powerful” 2005)
POR LO TANTO
Según Franck Pick, editor del Currency Yearbook, las transferencias provenientes de narcóticos requieren técnicas especiales y conexiones gubernamentales y “una tercera parte del circulante que existe hoy en día pertenece a la economía clandestina” (Executive Intelligence Review: Narcotráfico S.A.; The New Benjamín Franklyn House, Nueva York,1985, p.262).
POR LO TANTO
Torrentes de dinero y droga en un país cuyos satélites vigilan cada centímetro del planeta prueban la complicidad de los más altos poderes
POR LO TANTO
Durante la guerra de Vietnam los estadounidenses cultivan amapola en Cambodia y en 1984 asistentes del presidente Reagan financian con droga a los Contras en Nicaragua y los conspiradores en Irán
POR LO TANTO
El complejo militar industrial denunciado por Eisenhower deviene complejo narco militar industrial
POR LO TANTO
La narcoeconomía, la narcopolítica, la narcoestrategia, la narcomilicia, la narcocultura, la narcofinanza se apoderan de los países imperiales y de los intervenidos
POR LO TANTO
Con el pretexto de combatir la droga son derrocados los gobiernos que obstaculizan la producción o el tráfico de la droga
POR LO TANTO
Estados Unidos en 1989 invade Panamá e impone como presidente a Endara, ejecutivo de los bancos lavadores de capitales; en 2001 invade Afganistán, legaliza el cultivo de amapola y según la UNODC el año 2002 dicho país produce las tres cuartas partes del opio en el mundo
POR LO TANTO
Estados Unidos interviene en Colombia con más de 7.000 millones de dólares y más de un millar de combatientes estadounidenses; y dicho país en 2005 totaliza 640 toneladas métricas de la producción mundial de 910, de las cuales sólo 180 provenían de Perú y 90 de Bolivia (UNODC: "World Drug Report 2006, Volume 1:Analysis" ; United Nations: Viena, Austria, 2006, p. 82).
POR LO TANTO
Para 2003 el 77% y para 2004 el 92% de la cocaína entra en Estados Unidos a partir de Colombia por México y el resto por el Caribe, según el oficial de la DEA Antonio Plácido (Rodríguez, loc.cit.)
POR LO TANTO
Jeffrey Davidov, embajador de Estados Unidos en México, confiesa que una encuesta en 1979 indicó que 25 millones de estadounidenses, el 14.1 % de la población mayor de doce años, había utilizado drogas por lo menos una vez durante el mes inmediato anterior (http://www.usembass y-mexico. gov)
POR LO TANTO
Para mantener el flujo de cocaína que manejan los carteles mexicanos de Juárez y del Golfo y en Guatemala los puertos de lanchas rápidas, se fortalece el corredor estratégico del Plan Puebla-Panamá , que conecta Estados Unidos con México y que con apoyo de los sicarios de Chiapas, los paramilitares guatemaltecos y los ejércitos hondureño y panameño culmina con el enclave militar del Plan Colombia.
POR LO TANTO
Todas las fuerzas del bloque de poder de los países interventores y de los intervenidos se centran el el objetivo de someter a los países inmediatos como ámbitos para el tráfico, mercados para el consumo, lavaderos para la legitimación de capitales.
POR LO TANTO
Venezuela, país sin producción de drogas, a su pesar deviene ruta de traficantes, presa de legitimadores de capitales que se apoderan de industrias legales como el transporte o ilegales como el narcotráfico y los casinos, objetivo de una progresiva invasión de paramilitares que ejercen el sicariato contra los luchadores sociales, reemplazan al hampa vernácula y establecen enclaves en las zonas populares, y presa de planes de secesión e intervención para arrebatarle las más ricas reservas de hidrocarburos del hemisferio
POR LO TANTO
O nos defendemos, o perecemos.


http://luisbrittogarcia .blogspot.com

27.3.08

EL IMPERIO DEL CONSUMO

Eduardo Galeano

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar.
La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.
La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.
La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: Para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.
El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica.
EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.
«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas». Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformizació n obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.
El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.
Triunfa la basura disfrazada de comida: Esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificació n de la comida en escala mundial, obra de McDonald's, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminació n de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.
El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald's no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald's dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald's de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.
Un signo de los tiempos: Esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald's viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados de McDonald's, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.
Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra... Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.
Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla.
La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto mámás exclusivas, mejor: Las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?
El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.
Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.
Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?
El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.
El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.
La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.
Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta a unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: Es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.

24.2.08

PARADOJAS

Eduardo Galeano

La mitad de los brasileños es pobre o muy pobre, pero el país de Lula es el segundo mercado mundial de las lapiceras Montblanc y el noveno comprador de autos Ferrari, y las tiendas Armani de Sao Paulo venden más que las de Nueva York.

Pinochet, el verdugo de Allende, rendía homenaje a su víctima cada vez que hablaba del "milagro chileno". El nunca lo confesó, ni tampoco lo han dicho los gobernantes democráticos que vinieron después, cuando el "milagro" se convirtió en "modelo": ¿qué sería de Chile si no fuera chileno el cobre, la viga maestra de la economía, que Allende nacionalizó y que nunca fue privatizado?


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En América nacieron, no en la India, nuestros indios. También el pavo y el maíz nacieron en América, y no en Turquía, pero la lengua inglesa llama turkey al pavo y la lengua italiana llama granturco al maíz.


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El Banco Mundial elogia la privatización de la salud pública en Zambia: "Es un modelo para el Africa. Ya no hay colas en los hospitales". El diario The Zambian Post completa la idea: "Ya no hay colas en los hospitales, porque la gente se muere en la casa".

Hace cuatro años, el periodista Richard Swift llegó a los campos del oeste de Ghana, donde se produce cacao barato para Suiza. En la mochila, el periodista llevaba unas barras de chocolate. Los cultivadores de cacao nunca habían probado el chocolate. Les encantó.

Los países ricos, que subsidian su agricultura a un ritmo de mil millones de dólares por día, prohíben los subsidios a la agricultura en los países pobres. Cosecha récord a orillas del río Mississippi: el algodón estadunidense inunda el mercado mundial y derrumba el precio. Cosecha récord a orillas del río Níger: el algodón africano paga tan poco que ni vale la pena recogerlo.

Las vacas del norte ganan el doble que los campesinos del sur. Los subsidios que recibe cada vaca en Europa y en Estados Unidos duplican la cantidad de dinero que en promedio gana, por un año entero de trabajo, cada granjero de los países pobres.

Los productores del sur acuden desunidos al mercado mundial. Los compradores del norte imponen precios de monopolio. Desde que en 1989 murió la Organización Internacional del Café y se acabó el sistema de cuotas de producción, el precio del café anda por los suelos. En estos últimos tiempos, peor que nunca: en América Central, quien siembra café cosecha hambre. Pero no se ha rebajado ni un poquito, que yo sepa, lo que uno paga por beberlo.


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Carlomagno, creador de la primera gran biblioteca de Europa, era analfabeto.

Joshua Slocum, el primer hombre que dio la vuelta al mundo navegando en solitario, no sabía nadar.


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Hay en el mundo tantos hambrientos como gordos. Los hambrientos comen basura en los basurales; los gordos comen basura en McDonald's.

El progreso infla. Rarotonga es la más próspera de las islas Cook, en el Pacífico sur, con asombrosos índices de crecimiento económico. Pero más asombroso es el crecimiento de la obesidad entre sus hombres jóvenes. Hace 40 años eran gordos 11 de cada 100. Ahora, son gordos todos.

Desde que China se abrió a esta cosa que llaman "economía de mercado", el menú tradicional de arroz con verduras ha sido velozmente desplazado por las hamburguesas. El gobierno chino no ha tenido más remedio que declarar la guerra contra la obesidad, convertida en epidemia nacional. La campaña de propaganda difunde el ejemplo del joven Liang Shun, que adelgazó 115 kilos el año pasado.


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La frase más famosa atribuida a Don Quijote ("Ladran, Sancho, señal que cabalgamos") no aparece en la novela de Cervantes; y Humphrey Bogart no dice la frase más famosa atribuida a la película Casablanca (Play it again, Sam).

Contra lo que se cree, Alí Babá no era el jefe de los 40 ladrones, sino su enemigo; y Frankenstein no era el monstruo, sino su involuntario inventor.


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A primera vista, parece incomprensible, y a segunda vista, también: donde más progresa el progreso, más horas trabaja la gente. La enfermedad por exceso de trabajo conduce a la muerte. En japonés se llama karoshi. Ahora los japoneses están incorporando otra palabra al diccionario de la civilización tecnológica: karojsatsu es el nombre de los suicidios por hiperactividad, cada vez más frecuentes.

En mayo de 1998, Francia redujo la semana laboral de 39 a 35 horas. Esa ley no sólo resultó eficaz contra la desocupación, sino que además dio un ejemplo de rara cordura en este mundo que ha perdido un tornillo, o varios, o todos: ¿para qué sirven las máquinas, si no reducen el tiempo humano de trabajo? Pero los socialistas perdieron las elecciones y Francia retornó a la anormal normalidad de nuestro tiempo. Ya se está evaporando la ley que había sido dictada por el sentido común.

La tecnología produce sandías cuadradas, pollos sin plumas y mano de obra sin carne ni hueso. En unos cuantos hospitales de Estados Unidos los robots cumplen tareas de enfermería. Según el diario The Washington Post, los robots trabajan 24 horas por día, pero no pueden tomar decisiones, porque carecen de sentido común: un involuntario retrato del obrero ejemplar en el mundo que viene.


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Según los evangelios, Cristo nació cuando Herodes era rey. Como Herodes murió cuatro años antes de la era cristiana, Cristo nació por lo menos cuatro años antes de Cristo.

Con truenos de guerra se celebra, en muchos países, la Nochebuena. Noche de paz, noche de amor: la cohetería enloquece a los perros y deja sordos a las mujeres y los hombres de buena voluntad.

La cruz esvástica, que los nazis identificaron con la guerra y la muerte, había sido un símbolo de la vida en la Mesopotamia, la India y América.


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Cuando George W. Bush propuso talar los bosques para acabar con los incendios forestales, no fue comprendido. El presidente parecía un poco más incoherente que de costumbre. Pero él estaba siendo consecuente con sus ideas. Son sus santos remedios: para acabar con el dolor de cabeza, hay que decapitar al sufriente; para salvar al pueblo de Irak, vamos a bombardearlo hasta hacerlo puré.


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El mundo es una gran paradoja que gira en el universo. A este paso, de aquí a poco los propietarios del planeta prohibirán el hambre y la sed, para que no falten el pan ni el agua.

17.2.08

HACE 24 AÑOS SE NOS FUE JULIO CORTÁZAR

Luis Eduardo Saavedrafuente

Hace veinticuatro años se nos fue Cortázar, el 12 de febrero de 1984, en el hospital Saint- Lazare, en París, un domingo radiante después del medio día. "Estaban con él Aurora Bernárdez (su primera esposa) y Luis Tomasello –cuenta el argentino Mario Goloboff, uno de sus mejores biógrafos-. El 14 por la mañana, el coche que se dirigía desde la rue Martel al cementerio de Montparnasse describió un extraño itinerario. El trayecto habría podido ser casi directo, pero una suerte de rayuela involuntaria lo condujo hacia los jardines de Luxemburgo y a pasar por la plaza donde se levanta la estatua de Balzac. La mañana era especialmente fría, húmeda, silenciosa. Depositaron el cajón en la tumba de Carol (su última esposa). No hubo discursos, ni un solo rito particular. Salvo el de la flor, que cada uno de los asistentes fuimos depositando encima. Llamaba la atención la presencia de mucha gente joven, y ese silencio que no se podía contener"
[1]. Se ha especulado mucho sobre la muerte de Cortázar.
Se ha llegado incluso a afirmar que Carol Dunlop lo contagió de sida. Se afirma que Carol la adquirió de unas transfusiones sanguíneas que le practicaron y luego la pasó al maestro. Lo cierto es que murió de dos dolencias: de leucemia y de amor. Cortázar no pudo superar la muerte de Carol. Se le fue el 2 de noviembre de 1982 víctima, a su vez, de la terrible leucemia (es difícil creer lo del sida. Esta enfermedad acababa de ser detectada el año anterior, en 1981, en Los Ángeles. Ni siquiera tenía características de epidemia en Estados Unidos) ¿Quién era Cortázar? Dejemos que el chileno Volodia Teitelboim (recientemente fallecido) nos haga un resumen: "Medía más de un metro noventa. Un aire de perpetuo adolescente. Cara de muchacho bueno, de escocés pecoso, dijo alguien. Tenía un niño en la mirada, agregó otro. La leucemia lo había sentenciado y él lo sabía. Un infarto cardíaco fue el tiro de gracia en el hospital Saint- Lazare, donde había sido internado diez días antes... A los 69 años se fue a dormir cerca de la tumba de Baudelaire en el cementerio de Montparnasse. Acababa de aparecer Los autonautas de la cosmopista, publicado en colaboración con su última esposa, Carol Dunlop (...) Cortázar hizo paradoja literaria, y su vida no estuvo exenta de paradojas: argentino nacido en Bruselas el 26 de agosto de 1914, y murió técnicamente como ciudadano francés"
[2] A propósito de su muerte decía García Márquez: "En las muchas veces que nos vimos años después, lo único que había cambiado era la barba densa y oscura, pues hasta hace apenas dos semanas parecía cierta la leyenda de que era inmortal, porque nunca había dejado de crecer y se mantuvo siempre en la misma edad con que había nacido". Manuel Pereira cuenta que una vez le dijo Lezama Lima: "Julio posee una envidiable enfermedad llamada efebicia que lo mantiene joven al precio de que sus huesos crecen desmesuradamente. "
[3] Cortázar nació en Bruselas cuando su padre, Julio José, fungía de agregado comercial en la embajada argentina en Bélgica. Es significativo el hecho de que Cortázar experimentase una inmensa admiración por Lautréamont. Que entre los dos se diese una especie de reflejo especular. Lautréamont nació en Montevideo de padres diplomáticos franceses. Uno de sus mejores cuentos, según García Márquez, "El otro cielo", está virtualmente dedicado a él. Lo divide en dos grandes secciones, cada una de las cuales se inicia con un epígrafe en francés (en donde no se cita al autor) de los Cantos de Maldoror, obra cumbre de Lautréamont. En este cuento lo describe como un sudamericano "con la expresión de siempre, hermosa y ausente y alunada". El personaje central del cuento sale de la Galería Güemes de Buenos Aires en 1.945 y desemboca, en el siglo antepasado, en la Galería Vivienne de París, en cuyos alrededores vivió y murió Lautréamont. La Maga, su personaje entrañable de Rayuela, era de Montevideo. Edith, que según Goboloff, fue la mujer en que se inspiró para la Maga, era judía de nacionalidad alemana , llegó a la Argentina de niña con sus padres, huyendo del nazismo, y vivió en Buenos Aires hasta los 23 años. Ese lado de acá y ese lado de allá, definen el espacio en que se moverá Cortázar y sus personajes fundamentales en gran parte de su obra. Su familia se estableció en Argentina, de nuevo, cuando tenía cuatro años. Hablaba en francés. Borges, su maestro, cuando era niño hablaba en inglés, porque su abuela que era británica lo impuso como idioma en la casa. Cuenta Rodríguez Monegal en su biografía de Borges, que a principios del siglo XX, en Buenos Aires, las capas medias y altas de la población sólo hablaban en inglés y francés, el español se consideraba de mal gusto y sólo lo hablaban los estratos muy bajos. No deja de ser irónico que este par de monstruos de la literatura hayan desarrollado y perfeccionado hasta límites extremos el español. Se instalaron en Banfield, población suburbana de Buenos Aires. Vivió con su muy querida madre doña María Herminia Descotte y su hermana Ofelia, porque, según Goboloff, el padre los abandonó por otra mujer e, incluso, cuando Cortázar tuvo cierto reconocimiento le envió una carta en donde le prohibió usar su nombre. Tales hechos originaron la muerte histórica de este personaje que siempre ignoró Cortázar. En 1938 aparece su primera publicación: Presencia, un libro de poemas, bajo el seudónimo de Julio Denis. ¿Por qué poemas en un prosista excepcional? Así le responde a Ernesto González Bermejo: "Es conocido: uno repite individualmente el proceso de la especie humana, sus historias. Las primeras obras de la humanidad fueron poéticas. Los primeros textos filosóficos son poemas. Los presocráticos, por ejemplo, los grandes metafísicos; Parménides es un poeta; Platón puede ser considerado un poeta; los grandes textos cosmogónicos son poemas. A la prosa se llega después."
[4] En Los reyes, su segundo libro, "poema dramático" como él mismo lo llamó (1949), está la semilla de sus grandes planteamientos, de sus obsesiones metafísicas, a despecho de lo que el mismo Cortázar expresó: que este libro "no tiene nada o muy poco que ver con lo que escribí después". Tiene mucho que ver con "El perseguidor" , cuento que contiene la simiente de lo que después sería Rayuela. En ese libro, referido al tema mitológico de Teseo y el Minotauro, se invierte la leyenda: Teseo representa el mundo convencional. El Minotauro personifica al héroe, al poeta, al trasgresor de los valores establecidos, hecho que le valió el encierro. Ariadna, su hermana, le profesa un amor enfermizo. Convence a Teseo de que mate al monstruo, con el oscuro convencimiento de que será al revés y de que el Minotauro accederá a su pasión. Este ni siquiera se defiende, agacha su cerviz para facilitar la estocada letal de Teseo y muere para eludir el incesto y partir en busca de su "reino incontable". En "El perseguidor" , Teseo será Bruno, el intelectual, el biógrafo, el fiel representante de la "normalidad" burguesa. Johnny Carter/Charlie Parker, será el monstruo, "esa masa negra informe, sin manos y sin pies", "ese chimpancé enloquecido" , como le dice Bruno. En Rayuela Oliveira es intelectual y monstruo. La Maga tendría que ser ese dulce e inolvidable Minotauro que seguramente se ahogó en un "río metafísico". El "reino incontable" es el mismo reino que desesperada como infructuosamente buscarán sus personajes en la obra ulterior. Es el reino de las notas vibrantes del jazz de Johnny Carter en "El Perseguidor" ; es "el otro cielo" donde incursiona Lautréamont; es el Mandala, el Ygdrassil vertiginoso, el kibuttz del deseo de Oliveira; es el salirse de la "mancha negra" en Libro de Manuel, es ese movimiento incontenible "al otro lado", a esa "segunda realidad", a su entrañable otredad , a ese reino que niega la miseria, la soledad y la desdicha. En su patria tuvo muchos enemigos. Se lo tachó de escritor afrancesado. Que sea Juan Gelman, uno de los más grandes poetas argentinos, el que diga la última palabra: "nunca nos traicionaste. "en corrientes y esmeralda, en otros tiempos, vi pasar a escritores que nunca dejaron el país y escribían como un francés cualquiera. yo entendí mejor a buenos aires leyendo lo que vos escribías en parís. así es tu grandeza, así tu amor."
[5] Luego de su muerte aparecen sus últimas obras: Los autonautas de la cosmopista, Salvo el crepúsculo, Nicaragua tan violentamente dulce, Alto el Perú. Cortázar fue el hombre de la trasgresión, la autenticidad y el amor y solidaridad por los pueblos del lado de acá. Fue un ciudadano latinoamericano, y con Proust, Joyce y Musil, uno de los escritores más grandes del siglo XX.Bibliografía:1.- Mario Goloboff, "Julio Cortázar, la biografía", Bogotá, Planeta Colombiana editorial S. A. 1998, p., 287. El resto de citas de Goloboff se hacen por esta edición. 2.- Revista "Casa de las Américas", Julio- Octubre de 1984, p., 47 3.- Ibid 4.- Ernesto González Bermejo, "Conversaciones con Cortázar", Barcelona, Edit. Edhasa, 1.978, p., 16 5.- Juan Gelman, "Carta a Julio" en Queremos tanto a Julio, Ed. Nueva Nicaragua. Managua, 1984

15.2.08

“UNA FORMA PRIVADA DE LA UTOPIA”




Alfonso Carvajal

En el arte de la novela, que algunos consideran una especie en extinción, hay que recorrer nuevas trochas. Seguramente audaces. La novela del escritor Ricardo Piglia*, Prisión Perpetua, teje con lucidez narrativa el vacío que se cuela por los orificios de la existencia.
El Narrador comienza un diario que se transforma en otras voces, creando una polifonía escrita.Del recuerdo pasamos a la anécdota, a la reflexión, y de la suma de personajes que aparecen en el texto se urde una trama que puede ser infinita. El narrador nos aproxima al misterio: “La literatura es una una forma privada de la utopía”. Toda utopía es búsqueda, en sayo de la perfección. Un acto de soledad.
Y en escena surge Steve Ratliff, un hombre nacido en Nueva York, que sólo publicó cuatro relatos en su vida. “Después quedó atrapado en una obsesión que lo hundió en el silencio y lo llevó a la muerte”, que rememora a la pulsión negativa de escribir del Bartleby y compañía de Vila-Matas. El narrador se sirve de Steve para hacer literatura dentro de la literatura y leemos que la novela moderna “es una novela carcelaria. Narra el fin de la experiencia...el vacío se cubre con el tejido persecutorio de las conexiones perfectas, la estructura cerrada, le mot juste”. La celda del escritor es su lugar de trabajo: la escritura.
En el fragmentado argumento nos topamos con Stephen Stevensen, que creía que la verdad es “un artefacto microscópico que sirve para medir con precisión milimetrica el orden del mundo”: otra modalidad del Aleph borgiano. O un hombre cuyo único hábitat ha sido la prisión y al salir libre parece “ un hombre sin pasado, sin historia, que viene de otro planeta, como si todo lo viera por primera vez”. El Pájaro, otro personaje la pasión de lo que está por venir”
Prisión perpetua es el permanente preguntarse por el arte de escribir. Quizá narrar “es incorporar a la vida de un desconocido una experiencia inexistente que tiene una realidad mayor que cualquier cosa vivida”. La novela dividida en dos relatos logra unificarse en un solo ente narrativo. Piglia(1940) experimenta y de la ficción hace un acto de taumaturgia, una triangulación pensante sobre la literatura. Este sesgo, esta particularidad, le permite narrar iriginalmente “ el fluir de la vida”. La literatura está en los bordes, en los límites, y su racionalidad se alimenta del vértigo de la imaginación.


Prisión perpetua, 151 páginas. Editorial Anagrama.


*Escritor argentino, autor de Respiración artificial, La ciudad ausente, El último lector, entre otras novelas. Renovador del género.

1.2.08

A LOS HOMBRES FUTUROS

"A LOS HOMBRES FUTUROS", de Bertolt Brecht

1
Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
Revela insensibilidad. El que ríe
Es que no ha oído aún la noticia terrible,
Aún no le ha llegado.
¡Qué tiempos estos en que
Hablar sobre árboles es casi un crimen
Porque supone callar sobre tantas alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente por la calle,
¿Lo encontrarán sus amigos
Cuando lo necesiten?
Es cierto que aún me gano la vida.
Pero, creedme, es pura casualidad. Nada
De lo que hago me da derecho a hartarme.
Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara, estaría perdido.)
Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»
Pero ¿cómo puedo comer y beber
Si al hambriento le quito lo que como
Y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.
Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
Apartarse de las luchas del mundo y transcurrir
Sin inquietudes nuestro breve tiempo.
Librarse de la violencia,
Dar bien por mal,
No satisfacer los deseos y hasta
Olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de esto:
Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
2
Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,
Cuando el hambre reinaba.
Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía
Y me rebelé con ellos.
Así pasé el tiempo
Que me fue concedido en la tierra.
Mi pan lo comí entre batalla y batalla.
Entre los asesinos dormí.
Hice el amor sin prestarle atención
Y contemplé la naturaleza con impaciencia. Así pasé el tiempo
Que me fue concedido en la tierra.
En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.
La palabra me traicionaba al verdugo.
Poco podía yo. Y los poderosos
Se sentían más tranquilos sin mí. Lo sabía
Así pasé el tiempo
Que me fue concedido en la tierra.
Escasas eran las fuerzas. La meta
Estaba muy lejos aún.
Ya se podía ver claramente, aunque para mí
Fuera casi inalcanzable.
Así pasé el tiempo
Que me fue concedido en la tierra.
3
Vosotros, que surgiréis del marasmo
En el que nosotros nos hemos hundido,
Cuando habléis de nuestras debilidades,
Pensad también en los tiempos sombríos
De los que os habéis escapado.
Cambiábamos de país como de zapatos
A través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
Donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
Que también el odio contra la bajeza desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
Pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
Que queríamos preparar el camino para la amabilidad
No pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
En que el hombre sea amigo del hombre,
Pensad en nosotros
Con indulgencia.


Bertolt Brecht,
Alemania