23.7.15

La violencia de la muerte como oficio

Narrativa brasileña. Los trabajadores de un matadero protagonizan De ganados y de hombres, de la brasileña Ana Paula Maia, que cuestiona las nociones de civilización y barbarie

Ana Paula Maia. Se la considera heredera del tono realista de Rubem Fonseca por su escritura concisa y cruda./revista Ñ.
De ganados y de hombres de Ana Paula Maia.
Seca, contundente, como el golpe certero del matarife que aturde a los animales, De ganados y de hombres , la novela de la joven escritora brasileña Ana Paula Maia, ingresa en un territorio áspero y brutal que la cultura contemporánea prefiere ignorar, el bajofondo del fast food y la cuota Hilton, la trastienda bárbara de nuestra civilización, el matadero. Un universo estrictamente masculino, habitado por personajes lacónicos cuyas trayectorias se asemejan a prontuarios. Allí, los trabajadores ostentan habilidades precisas y primitivas: degollar, apalear, cazar y descuartizar. Son seres rústicos, en una frontera casi indiscernible con el animal que sacrifican.
El argumento de la novela es mínimo. Pequeños conflictos pueden desatar enormes tragedias que, sin embargo, pasan al olvido en un lugar donde la muerte es cotidiana. El dueño del matadero, Don Milo, pide a Edgar Wilson que deje por un momento su rol de “aturdidor” para ir a cobrar una factura al frigorífico donde se elaboran hamburguesas. La tarea de Edgar consiste en pegar con una maza en la cabeza de las vacas que así quedan desmayadas y listas para ser degolladas. Edgar desempeña su rol de verdugo de manera “piadosa” y se resiste a dejar en su lugar a Zeca, un “loquito” que disfruta al hacer sufrir. La visita a la fábrica es un descubrimiento para Wilson, como la hamburguesa misma, que come por primera vez: “Así, redonda y bien condimentada, no parece que haya sido una vaca. Nada deja vislumbrar el horror desmedido detrás de algo tan delicado y sabroso.” Al volver, descubrirá que el “loquito” se ha excedido en su tarea sanguinaria. Por la noche, se deshace de Zeca con su maza de aturdidor. Sólo el patrón, Don Milo, registra esa muerte pero deja pasar el incidente con tal de no perder a su mejor empleado.
La desaparición sucesiva del ganado pone en guardia a los hombres del matadero. Se suceden las hipótesis y las pesquisas. Es un depredador. Quizá sean ladrones de ganado. Las excursiones en busca de los animales perdidos los llevan a descubrir lo que parece un suicidio masivo. “Se acostumbraron a nosotros”, intenta explicar Edgar.
El planteo filosófico –desde Derrida a Peter Singer y Giorgio Agamben– que cuestiona las jerarquías humano/ no humano, y la violencia contra los animales, considerados “vivientes”, es un intertexto pertinente para leer la novela de Maia que resulta, en ese sentido, muy contemporánea.
La barbarización de los hombres y la conducta casi humana del ganado no sólo cuestionan la oposición entre civilización y barbarie, sino que denuncia la falacia del modo de producción capitalista que esconde su trastienda del horror. Como sostiene Gabriel Giorgi en Formas comunes “se escenifica el “hacer vivir” y el “hacer morir” del capital”, las vidas a proteger y las vidas que son empujadas hacia la muerte. En esta contigüidad entre animales sacrificados y trabajadores explotados, se denuncia el sacrificio de los primeros que representan metonímicamente a los segundos. Todos pertenecen a ese orden de las vidas a descartar.

22.7.15

'Los malos', de Leila Guerriero, un retrato de la perversidad humana en América Latina

Guerriero ha explicado, que el libro está pensado como un todo, como un mapa global de la maldad en Latinoamérica bajo todas sus formas

Leila Guerriero, periodista y escritora argentina.


Los Malos, edición recopilada de Leila Guerriero./lainformacion.com
La columna vertebral del mexicano Santiago Meza, El pozolero, estaba muy dañada. Incluso, su doctor le había advertido que si continuaba como obrero de la construcción, quedaría invalido. Así que Meza cambió de trabajo, y se convirtió en el que todas las noches disolvía en soda cáustica los cuerpos de las víctimas de los narcos. Evitó la discapacidad, pero no la cárcel.

Este es uno de los 14 perfiles incluidos en el libro  Los Malos (Universidad Diego Portales), elaborado por periodistas latinoamericanos y dirigido y editado por la periodista y escritora argentina Leila Guerriero.

Guerriero ha explicado, en declaraciones a Europa Press, que el libro está pensado como un todo, como un mapa global de la maldad en latinoamérica bajo todas sus formas. O como ella misma escribe en el prólogo, "un libro de perfiles que dibuje un mapa oscuro e inverso de América Latina".

"Es una radiografía, una muestra de los patrones por los que corre lo peor de lo más bajo de la miseria humana en América Latina. Quería que cada una de las personas perfiladas fueran malos con recorrido, con convicción, no podía ser alguien que hubiera cometido tan solo un crimen. Eso es un caso policial", ha añadido la periodista argentina.

Torturadores y asesinos

Además del caso de El pozolero, el libro incluye al chileno Manuel Contreras, creador de la policía política de la dictadura de Augusto Pinochet, al argentino Jorge Acosta, líder del centro de detención clandestino de la dictadura militar de su país, al colombiano Alejandro Manzano, paramilitar, sicario y descuartizador en más de cien crímenes confesos.

También cuenta la historia del chileno Julio Pérez Silva, acusado de violar y matar a 14 mujeres, de la argentina Mirta Antón, juzgada por 211 delitos contra militantes de izquierda en la década del 70, la brasileña Bruna Silva, que degolló, destazó, cocinó y devoró a varias mujeres, el venezolano Wilmer Brizuela, al mando de un ejército de reclusos capaz de extender su zarpa dentro y fuera de la cárcel, o del argentino Rubén Ale, asociado a la trata de mujeres.

Asimismo, narra las semblanzas del panameño Luis Antonio Córdoba, policía que se ganó el apodo de 'el inventor del miedo' durante la dictadura, del argentino Norberto Atilio Bianco, médico cargado de atender los embarazos y partos de las torturadas por la dictadura, del peruano Féliz Huachaca Tincopa, integrante del movimiento Sendero Luminoso, de la chilena Ingrid Olderock, entrenadora de perros con los que violaba a los detenidos durante la dictadura de Pinochet, o del salvadoreño Miguel Ángel Tobar, miembro de la Mara Salvatrucha y asesino de prostitutas, viejos, y rivales.

"Son productos de nuestra contemporaneidad política. Contreras y Acosta no hubieran sido posibles en un país sin una dictadura tan terrible como la argentina o la chilena. En un contexto democrático, estos tipos hubieran buscado otros caminos. Detrás de estos malos hay una trama social y política que se sostiene en una estructura de corrucion, sobornos e impunidad", ha explicado Guerriero.

Según la escritora argentina, la apuesta principal del libro, y por ende uno de sus mayores retos, fue el de humanizar a estos 'malos'. "Es mucho más perturbador que mostrar un vecino, que nos los topamos en la panaderia y en el supermercado, que pasea con sus hijas, pero que durante sus horas de trabajo tortura embarazadas con una picana eléctrica", ha asegurado.

'Los malos' es la segunda colección de perfiles que edita Guerriero. El primero fue 'Los malditos', un compendio de semblanzas sobre escritores cuyas muertes (y vidas) se dieron en circunstancias singulares. "Esta vez fue algo distinto, ya que en los malditos elegí yo los perfiles y después pensé en quiénes podían escribirlos, y en este caso fue al revé, aunque hubo algunos casos en los que ya yo tenía claro que tipo de perfiles quería, como en Colombia o en México", ha afirmado Guerriero.

La periodista ha adelantado que ya existe un tercer proyecto similar, aunque prefiere no revelar sobre qué tratará. "No es tan densa como 'Los malos' y 'Los malditos', sino que es una idea provocadora e insolente", ha manifestado.

20.7.15

Burroughs homicida

El sumario guardado en el Archivo del Distrito Federal sobre el procesamiento del escritor por matar a su esposa en 1951 arroja nueva luz sobre el caso

El escritor William S. Burroughs, fotografiado con una pistola y unas dianas de tiro al blanco. /elpais.com

No hubo orificio de salida. La bala quedó alojada en el cerebro de Joan Vollmer. Cayó al suelo y el vaso que tenía sobre su cabeza rodó por el salón. En la mesa había cuatro botellas vacías de ginebra Oso Negro, y en su frente un orificio de siete milímetros de diámetro. Un agujero circular y oscuro por el que William Seward Burroughs entró de lleno en la literatura. Aquel 6 de septiembre de 1951, en el número 122 de la calle de Monterrey, en la Ciudad de México, Burroughs acababa de matar de un disparo a su esposa. Había nacido, con una Star automática en la mano, una leyenda del siglo XX. Burroughs, el homicida. El maldito por excelencia. “Todo me lleva a la atroz conclusión de que jamás habría sido escritor sin la muerte de Joan”, escribiría 34 años después.
Esa misma tarde fue detenido. El crimen llegó a las portadas de los periódicos. “Quiso demostrar su puntería y mató a su mujer”, titulaba La Prensa. Las fotos de primera página muestran a Burroughs, de 37 años, intentando taparse el rostro, y a su esposa ya cadáver. A las pocas horas fue ingresado en la penitenciaria de Lecumberri. El expediente del caso permaneció durante más de 60 años perdido. Un error en la transcripción del nombre lo mantuvo oculto en el Archivo Histórico del Distrito Federal. Hace tres años volvió a la luz. Son 19 folios que recogen desde decisiones judiciales a testimonios claves, como el de Lewis Marker, marino, amante y por quien Burroughs escribiría la asfixiante y autobiográfica novela Queer (Marica).
Burroughs, en la foto policial

Incompletos, los papeles ofrecen una visión fragmentaria pero muy cercana del histórico proceso. En ellos se advierte, por ejemplo, el cambio de declaración de Burroughs que, nada más haber matado a su esposa, confesó haber disparado mientras emulaba a Guillermo Tell. Ya ante el juez esta versión desapareció. La muerte se redujo a un puro accidente cuando iba a mostrar el arma. Una fiesta, mucha ginebra y un disparo fortuito. Un relato, creado para lograr la pena mínima por homicidio accidental, que validó el testimonio más que parcial de Marker. “Estuvieron ingiriendo bebidas alcohólicas y en un momento dado sacó de su funda una pistola, jalándola el carro, produciéndose un disparo que ocasionó la muerte de la hoy occisa”, señala el sumario.
Tras la detención, la familia de Burroughs, nieto del millonario inventor de la máquina calculadora, se movilizó para salvarle. El hermano se desplazó a la Ciudad de México y logró, posiblemente mediante sobornos, que saliera bajo fianza. El escritor había permanecido sólo 14 días preso. Fue, según los papeles, un buen reo. Pero al volver a la calle, el autor de El almuerzo desnudo vería el mundo con otros ojos. En su interior se había abierto el abismo que alimentaría su obra. “Mi pasado fue un río envenenado, del que tuve la fortuna de escapar y cuya amenaza aún siento años después”, diría en el ocaso de su vida.

Viajes enloquecidos

Burroughs y Vollmer se habían conocido en Nueva York en plena efervescencia beat. Él, homosexual y heroinómano; ella, psicótica y enganchada a las anfetaminas. La enloquecida pareja, íntima de Jack Kerouac y Allen Ginsberg, había saltado de una ciudad a otra huyendo de los cargos por consumo y posesión de drogas contra él, hasta que en otoño de 1949 recalaron en la Ciudad de México.
Documento del juez de 1953 para dejar en libertad a Burroughs.
A su nuevo destino les acompañaron dos niños: Julie, hija de una anterior relación de Volmer, y Billy, el hijo de ambos, nacido en 1947. Pese a esta compañía familiar, la capital mexicana apareció ante los ojos del prófugo como un continente libre, cargado de heroína barata y “fabulosos burdeles”. “Era una ciudad de un millón de habitantes con aire claro y brillante, y un cielo de ese tono especial de azul que tan bien combina con los buitres, la sangre y la arena: el puro, amenazador y despiadado azul mexicano”, escribió.
Bajo esa luz extraña, Burroughs dio rienda suelta a sus pulsiones heroinómanas y combinó el inicio de su novela Yonqui con sus escarceos homosexuales y sus viajes alucinógenos a Centroamérica. Vollmer, cada día más inestable, se fue desintegrando en alcohol. El propio Ginsberg, de visita en 1951, se alarmó ante su degradación.
Esta relación crepuscular no aparece en los documentos judiciales. Por el contrario, los testimonios presentados por la defensa con el ánimo de rebajar la acusación dibujan al escritor y su compañera como una pareja bien avenida y preocupada por sus hijos. “Por el trato que se daban entre sí y por las atenciones a sus hijos, la testigo cree que los esposos Burroughs eran felices”, indica el sumario.
Esta edulcoración y el dinero pagado por la familia surtieron efecto. En 1953, dos años después de quedar libre bajo fianza, el proceso se cerró con una condena en suspenso de dos años por homicidio. Para entonces, el escritor había dejado México y Joan Vollmer había sido enterrada en la ciudad que la vio morir. Queer, la novela nacida de aquella tragedia, no vería la luz hasta 1985. Pero Burroughs, maldito y abismal, jamás dejaría ya de escribir. Para él no hubo salida. La bala del calibre 38 también había quedado alojada en su cabeza.

17.7.15

Amores kafkianos

Un libro repasa la desgraciada historia de las relaciones de Franz Kafka con las mujeres

Grete Bloch.

Dora Dymant.

Franz Kafka junto a Felice Bauer.


Milena Jesenská./elperiodico.com

La figura y la obra de Franz Kafka puede ser examinada desde muchos puntos de vista parciales. El judaísmo. La tensión existente con la figura paterna. La conexión entre los sueños y su ficción. El humor, el absurdo... Sus vínculos con Praga, y la convivencia de las culturas alemana y checa. O su relación con las mujeres, que es como se aproximó a Kafka el erudito Nahum N. Glatzer en un libro publicado en 1986, Los amores de Franz Kafka, traducido por primera vez al castellano para Ediciones del Subsuelo. Un vaciado, comentado e interpretado, de la información dispersa en la correspondencia y los diarios de Kafka, de sus amantes y de su amigo Max Brod.
Como todo lo que tenga que ver con el escritor checo, no se trata de una cuestión fácil. Kafka siente repugnancia ante el acto sexual -el deseo "de una bien definida abominación, de algo levemente repugnante, penoso, inmundo"- pero mantiene relaciones que no se quedan ni mucho menos en lo epistolar. No deja de sentir la necesidad de ser amado por una mujer, por una después de otra, o al mismo tiempo, pero la opinión sobre las capacidades de estas es como poco displicente -"es curiosa la falta de agudez de las mujeres"-. Se siente inválido para el matrimonio -"no soy espiritualmente apto", dice-, pero se compromete tres veces (dos con la misma mujer). Demasiada confusión, que lleva a Glatzer a preguntarse, ya en la primera línea del prefacio, "si Franz Kafka sabía qué es el amor".
La editora Laura Claravall cree que, al margen del valor de la selección de textos que Glatzer utiliza, este muestra "ecuanimidad, al margen de interpretaciones sensacionalistas y con el espíritu de dar una imagen lo más clarificadora posible".Glatzer repasa cada una de las relaciones que mantuvo Kafka (incluyendo la fraternal con quien cree que fue su verdadero amor, su hermana Ottla): un primer intercambio carnal con una dependienta que, en la habitación de una pensión, realiza "una pequeñísima cosa repugnante" que le hace retraerse; el encuentro, relación epistolar, compromiso y ruptura, entre 1912 y 1917, con la secretaria de dirección berlinesa Felice Bauer, una mujer "con los pies en el suelo, sana, enérgica y de gustos básicamente burgueses"; durante este periodo, la relación en un balneario con la jovencísima suiza Gerti Wasner y con la amiga de Bauer Grete Bloch, que debía mediar entre ambos y acabó, según su versión, teniendo un hijo con Kafka, fallecido a los 7 años; tras la ruptura con Felice, la relación con la traductora y escritora Milena Jesenská, de 1919 a 1923, truncada por la enfermedad de Kafka y las reticencias de ella, de las que se lamentaría amargamente, a romper con su matrimonio; y finalmente, en el último año de su vida, su desesperado proyecto de vida con la militante sionista Dora Dymant, con quien fantaseaba con abrir un restaurante en Palestina y que le acompañó hasta su muerte en 1924.
En lo más parecido a una síntesis de la cuestión con la que empieza el libro, Glatzer concluye: "El amor no era lo bastante fuerte para superar su soledad, mientras que su soledad era demasiado fuerte para permitir que el amor creciese".

15.7.15

Sergio Ramírez dice que su última novela es "transgresora" porque "reinterpreta el papel de la mujer"

Afirma que hablar "dentro de la mente y el corazón de una mujer es un verdadero desafío" 

 
Sergio Ramírez, autor nicaragüense  de su última novela,Sara./lainformacion.com
Sara de Sergio Ramírez.


El escritor nicaragüense Sergio Ramírez ha afirmado este martes en Santander que su última novela, Sara, es una obra "transgresora" porque "reinterpreta el papel de una mujer" (el personaje bíblico de Sara) y narra cómo vivió junto al patriarca Abraham "como una mujer marginada, cuya vida está llena de silencios, que vivía escuchando las conversaciones masculinas detrás de una cortina", por lo que ha asegurado que está "emparentada" con  La regenta, de Leopoldo Alas Clarín. "La novela se ocupa de cómo esta mujer intenta ingresar en este mundo que le está vedado y cómo busca su libertad, su independencia, insertándose dentro de este mundo en el que aún le está prohibido reír porque la primera gran prohibición es reírse y reír es una transgresión", ha resumido en una rueda de prensa con motivo de su curso 'El autor y su obra. Confesiones de un fabricante de mentiras', que se celebra en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander. Ramírez, que interviene en los  Martes Literarios, también ha manifestado que La regenta  es "un retrato de una sociedad muy conservadora y vetusta y donde los prejuicios pesan tanto sobre el mundo de una mujer que al final termina siendo una víctima". Por ello, ha comentado que "la gran enseñanza de Clarín" y de su novela es "cómo puede revivir de una manera tan monumental" un tema "tan decimonónico, tan paradigmático en el siglo XIX", en referencia a "la mujer engañada y destruida por los prejuicios de la sociedad en base al engaño sexual", que se trata en obras como Ana Karenina  o Madame Bovary. Y en relación con el personaje de su novela  Sara, Ramírez ha afirmado que entrar dentro de la vida de una mujer y hablar dentro de su mente y su corazón es "un verdadero desafío porque representa un gran misterio". Además, ha asegurado que "es probable" que en la realidad haya existido una mujer que haya vivido este tipo de situaciones porque "la literatura está hecha de las grandes posibilidades y no es más que un espejo de las realidades". "En este caso, no he investigado tanto como para saber cuáles fueron las fuentes de Clarín para formar este personaje, pero estoy segurísimo de que en la tradición de la ciudad (Oviedo) debió haberlo como en cualquier lugar", ha afirmado. Al respecto, ha reconocido que en su propia familia se ha producido esta situación porque una tía suya "fue embarazada por un burlador", que no quiso casarse con ella y eso fue "una verdadera tragedia". LITERATURA FRENTE AL CINE Y LA TELEVISIÓN Igualmente, ha anunciado que está tratando de escribir una secuela de su novela policíaca  El cielo llora por mí porque "quiero hablar de la Nicaragua de hoy en día, la que estamos viviendo", debido a que, a su juicio, la novela negra "no es solo un conflicto criminal, sino que da la oportunidad de hacer un retrato de la sociedad contemporánea". Asimismo, en contraposición con las series televisivas, ha defendido que el mundo visual "nunca va a acercar sus fronteras" a la literatura porque "la gran maravilla" de la literatura es que "las imágenes que yo tengo en la cabeza las transformo en signos, que son las palabras, y esos signos, a su vez, van a ser descifrados por el lector". "Él va a imaginar lo que yo imaginé y lo va a imaginar de manera distinta. Y cada lector que lee imagina a su modo. Esa es la gran maravilla de la literatura con la que ni el cine ni la televisión pueden competir", ha proclamado, porque aunque pueda haber "buenos guionistas, no fabrican imágenes, fabrican diálogos", mientras que el escritor fabrica las dos cosas y "tiene un universo más completo". Igualmente, ha incidido en que desde 1996 "no soy miembro de ningún partido" y está "lejos" del mundo político, pero ha aclarado que opina sobre lo que ocurre en América Latina "como ciudadano" y que se siente "muy bien en el territorio de la literatura". "Tengo más lectores que electores", ha asegurado. LAS ELECCIONES EN NICARAGUA NO SON "NINGÚN RETO DEMOCRÁTICO" Sobre Nicaragua, ha incidido en que es un "país pequeño" con una economía "débil" y dependiente, por ejemplo, del petróleo de Venezuela y ha puesto de relieve que América Latina es un continente "muy vasto" con distintos tipos de países.
Con respecto a las próximas elecciones de Nicaragua, no prevé ningún cambio porque "no puede haber sorpresas electorales en el país" ya que Daniel Ortega volverá a optar a la presidencia y porque "no hay quien cuente los votos, es un mecanismo electoral totalmente sometido al Gobierno y al partido del Gobierno". "Por lo tanto, lo veo como algo cautivo que no presenta para mí ningún reto democrático", ha lamentado. 

14.7.15

Murió Gustavo Sainz

El amor es la pasión más habladora, decía

Gustavo Sainz, autor mexicano de Gazapo, una novela juvenil dentro de la llamada Onda./jornada.com.mx


El escritor y ensayista mexicano Gustavo Sainz, personaje representativo del movimiento de la literatura de la onda de los años 60, murió el 26 de junio a los 74 años, confirmó el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
La noticia del fallecimiento se difundió en México ayer por la tarde luego de que su nombre apareció en el obituario del Herald Times Online, en Bloomington, Indiana, donde vivía Sainz, quien era docente retirado de la Universidad de Indiana en esa ciudad.
Gustavo Sainz nació el 13 de julio 1940 en el Distrito Federal y en 1974 recibió el premio Xavier Villaurrutia. Fue director literario de las editoriales Grijalbo y Joaquín Mortiz, además de titular del Departamento de Literatura del INBA, y se desempeñó como investigador y catedrático de literatura española en las universidades de Indiana y Nuevo México, Estados Unidos.
Entre sus obras destacan Gazapo, Obsesivos días circulares, La princesa del Palacio de Hierro (1974), Compadre lobo (1978), Fantasmas aztecas (1982), Muchacho en llamas (1987) y A la salud de la serpiente.
El escritor estudió derecho y filosofía y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, asimismo, fue asesor editorial de la Secretaría de Educación Pública y Premio Nacional de Narrativa Colima para Obra Publicada 2003 por A troche y moche.
En una entrevista, de 1999, Gustavo Sainz dijo a La Jornada: “Trato de ser honesto conmigo mismo, y si voy a hacer una novela sobre el tema que sea, no puedo pensar que tomaré el modelo de Pavese o Fielding o Payno para hacer el libro. Lo invisible que quiero hacer visible, cuando por fin me decido a escribirlo, adquiere su propia forma, su ritmo, velocidad y disposición tipográfica.
“No hago –prosiguió– que las novelas sean forzosamente de una manera o de otra, no puedo hacer uno de mis libros como una crónica a la manera de Wolfe o de Mailer o de Gore Vidal. Prefiero que la obra fluya a través de mí. Y a la vez hay otra cosa: pienso que en el final de siglo hay estéticas nuevas, como las había a finales del XIX.”
El autor, en esa ocasión a propósito de su obra La novela virtual (atrás, arriba, adelante, debajo y entre), dijo que “el amor es la más habladora de las pasiones”.
“El problema es qué es el amor cuando no es una estampita. Puede ser un impulso eléctrico, una asociación química, el encuentro de dos imaginarios o meramente palabras. En esta novela se confirma esta tesis que sostuve en La princesa del Palacio de Hierro.
“De modo que –añadió– este sentimiento puede ser una red de palabras y lo que hace la novela es un poco investigar qué se esconde atrás del cliché. No es fácil explorar eso. En algún momento del libro se dice, por ejemplo: ‘La mujer no existe, lo que existe son las muchachas y los varones que las destruimos’.”
Luego de impartir cátedra durante más de 19 años en la Universidad de Indiana, continuaba escribiendo y proyectaba la creación de un centro cultural en Saltillo, a cuyo sistema de bibliotecas públicas Sainz tuvo la intención de donar en 2011 toda su biblioteca, de más de 75 mil libros, películas y obras de arte.
El proyecto jamás se concretó por falta de recursos de la entidad para transportar a México tan valioso acervo.
En 2005, Gustavo Sainz narró a La Jornada el motivo de su autoexilio del país cuando la revista La Semana de Bellas Artes –fundada por él y auspiciada por el INBA– publicó un cuento que resultó “ofensivo” para Carmen Romano, esposa del entonces presidente José López Portillo.
Los hechos derivaron en la renuncia de Juan José Bremer –actual embajador de México en Gran Bretaña– a la dirección del INBA, cargo que había desempeñado durante varios años con el beneplácito de buena parte de la comunidad artística e intelectual. “Fui un chivo expiatorio”, dijo Sainz.
No obstante, aseguró que no se fue del país por el problema con la pareja presidencial de entonces. Se fue, dijo, invitado por una universidad de Estados Unidos, que le dio “una beca de 15 mil dólares para preparar una conferencia sobre los dioses aztecas en la obra de Carlos Fuentes. Me pareció que en México jamás iba a tener un pago como ése por una conferencia”.

Zelda y Francis Scott Fitzgerald: la gran resaca de los felices veinte

La pareja se casó en 1920 en plena apoteosis erótica y literaria. Lo tuvo todo y todo lo perdió

Zelda Sayre y Francis Scott Fitzgerald, en 1921, un año después de su boda. / Colección Everett./elpais.com
Ni antes ni después, ninguna pareja literaria se codeó con las estrellas como ellos. Tampoco ninguna se despeñaría tan estrepitosamente a la vista de todos. Zelda Sayre y Francis Scott Fitzgerald pasaron del cielo al infierno sin estaciones intermedias. Se amaron mucho y parecieron detestarse aún más, aunque entre sus días de rencor se colaban rayos de ternura y nostalgia. Se bebieron los felices años veinte en todos los sentidos, y acabaron roídos por mezquindades, penurias, adicciones y enfermedades, el signo de los tiempos que arrancaron con el crashde 1929 y desembocaron en la hecatombe mundial de 1940.
Cuando al novelista le preguntaron en una entrevista en 1936 qué había sido de los protagonistas de la generación que amó por igual al jazz y a la ginebra, respondió: “Algunos se hicieron especuladores y saltaron por la ventana. Otros se convirtieron en banqueros y se pegaron un tiro. Otros se hicieron periodistas”. Si alguna duda quedaba sobre su estado de ánimo de entonces —él, un indiscutible de la literatura—, sólo había que leer el arranque del relato El Crack-Up: “Toda vida es un proceso de demolición”.
Zelda y Scott lo tuvieron todo y todo lo perdieron. Las cartas que se intercambiaron a lo largo de su vida, publicadas en EE UU en un solo volumen en 2002 y traducidas al castellano por Ramón Vilà Vernis en la obra Querido Scott, querida Zelda (Lumen), ayudan a entender ese proceso de derrumbamiento. Ayudan pero no despejan la incógnita mayor, la misma que se planteaba Zelda en el otoño de 1930: “Me pregunto por qué no hemos sido nunca demasiado felices y por qué ha sucedido todo esto”.
El cuento había empezado en 1918 en un baile en un club de campo de Alabama, donde coincidieron Zelda, hija del juez Sayre criada con un margen de libertad artístico impropio en jóvenes sureñas, y el alférez Francis Scott Fitzgerald, que aguardaba en Fort Sheridan la orden para combatir en la Gran Guerra. Eran atractivos, ingeniosos, inteligentes: dos luminarias condenadas a atraerse. El 3 de abril de 1920 se casaron en Nueva York, en plena apoteosis erótica y literaria. La tirada inicial de la primera novela de Scott, A este lado del paraíso, se había agotado en tres días. El escritor se había convertido en alguien célebre. Su pareja pronto lo haría también, como la acompañante perfecta de correrías. Nueva York era una fiesta.
Y cuando dejó de serlo se fueron a Europa, más barata, a intentar continuarla. Su primera estancia en Italia y Francia desagradó al escritor: “Que el diablo se lleve al continente europeo. Su interés es meramente arqueológico”. En 1921 nació Frances Scott Fitzgerald, su única hija. También echa a andar —y ya no parará— el carrusel económico y sentimental. Gastan más de lo que ingresan, se pelean más de lo que se divierten. Cuando regresan a Europa, Zelda se obsesiona con la danza y tiene una aventura con el aviador francés Edouard Jozan. “Supe que había pasado algo que nunca podría repararse”, escribió Scott.
Aquellos días acabarían novelados en Suave es la noche por Scott y Resérvame el vals por Zelda. El escritor se indignó al descubrir que su esposa había utilizado el mismo material literario —sus propias vidas— en su primera novela. Hasta entonces él había dispuesto libremente de sus biografías y de fragmentos de cartas y diarios de Zelda, lo que alimentó la teoría de que se había apropiado de su talento. Hemingway, por el contrario, afirma que ella estaba “celosa del trabajo de Scott”. Eleanor Lanahan, nieta de ambos, no lo cree así en ningún caso: “Un rasgo admirable de mis abuelos era su infinita capacidad de perdonar”. Scott ayudó a revisar el manuscrito, aunque Zelda suprimió los párrafos que le exigió.
En 1930, Zelda sufrió una crisis que provocó su primera hospitalización. Poco después se le diagnosticó una esquizofrenia, que la llevaría por distintos centros y tratamientos a veces disparatados. Scott logró salvar de la demolición de su alcoholismo nuevos destellos de talento y, al final de su vida, alcanzó cierto sosiego junto a Sheilah Graham. Falleció en 1940, escuchando un partido de fútbol por la radio. Zelda tuvo un final más horrendo: murió calcinada en 1948 en un incendio en el hospital Highland, en Carolina del Norte. En 1975 los restos de ambos se enterraron juntos. En su lápida se lee el final de El gran Gatsby: “Y así seguimos empujando, botes que reman contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado”.

Apuntes biográficos

Francis Scott Fitzgerald (Saint Paul, Minessota, 1896) fue un precoz triunfador. Su primera novela, A este lado del paraíso (1920), se convirtió en un inesperado éxito. Su talento se corroboró con obras como El gran Gatsby o Suave es la noche y sus relatos (aunque abjurase de ellos). Murió de un ataque al corazón en 1940.
Zelda Sayre (Montgomery, Alabama, 1900) escribió una novela autobiográfica, Resérvame el vals, y cuentos. Sus cartas revelan un notable talento literario. Fue una bailarina frustrada, que dejó el ballet joven y lo retomó mayor. Falleció en 1948 en el incendio del hospital de Carolina del Norte, donde vivía internada.

13.7.15

Los peligros de la verdad

Ensayo. El madrileño Hotel Florida hospedó a personalidades –Capa, entre ellos– como cronistas de la Guerra Civil. Un libro analiza esa experiencia

Hotel Florida de Amanda Veill portada original en inglés.
Desde el frente. Hemingway, 1938 (derecha.). Fue uno de los extranjeros que narró el conflicto español./revista Ñ.
Amanda Veill, escritora y editora estadounidense de Hotel Florida. Verdad, amor y muerte en la Guerra Civil.
Es posible escribir la verdad durante una guerra si la información o análisis en un conflicto bélico se carga de subjetividad adicional cuando quien la difunde es alguien comprometido con una causa? El tema de la verdad, de la subjetividad, es uno de los afluentes del relato histórico Hotel Florida. Verdad, amor y muerte en la Guerra Civil de la estadounidense Amanda Vaill, una experta en el conflicto armado en España en los 30 y su libro, uno de los primeros bestsllers en EE.UU. el año pasado.
Hotel Florida no es una historia de la Guerra Civil, es una narración, no un estudio académico pero menos, una ficción. Es una reconstrucción de aquel drama del levantamiento faccioso de la derecha contra un gobierno constitucional de izquierdas, basada en “cartas, diarios y memorias personales –publicadas o inéditas– además de documentos oficiales, bobinas de películas recuperadas, biografías fidedignas, historias y noticias de la época”.
Vaill reconstruye la vida en esos tiempos claves de España de tres parejas de famosos pasajeros del Florida: los periodistas estadounidenses Ernest Hemingway y Martha Gellhorn; los famosos fotógrafos europeos Robert Capa y Gerda Taro; y quiso darle también un rol a un español y eligió al censor republicano de los corresponsales extranjeros, Arturo Barea y su pareja, la austríaca Ilsa Kulcsar. Además cobran vida y dramatismo personajes como John Rodrigo Dos Passos , el soviético Ilya Ehrenburg con su compatriota Mijail Koltsov corresponsal de Pravda y de la inteligencia con llegada a José Stalin y su víctima, al finalizar la guerra. La presencia de famosos escritores como André Malraux o George Orwell, poetas como Pablo Neruda o Nicolás Guillén pasan por esta historia junto a María Teresa León con su marido Rafael Alberti; a veces, viajeros ocasionales como el entonces famoso actor Errol Flyn.
Cuando se produjo el alzamiento de Francisco Franco el 18 de julio de 1936, el gobierno legal recurrió a Francia gobernada por el Frente Popular y al Reino Unido, pero la respuesta fue, al igual que la de EE.UU., la no intervención, pese a la descarada presencia de tropas de armamento de todo tipo y asesores militares de la Alemania nazi y la Italia fascista. En réplica la Komintern organizó las Brigadas Internacionales que convocaron a alrededor de 50 mil personas con y sin preparación militar: quedaron con vida poco más de 8 mil al finalizar el conflicto en 1939. La URSS envió material de guerra que permitió al Ejército republicano enfrentar el levantamiento faccioso. Stalin cobró los envíos con el traslado de las reservas de oro a Moscú.
Si positiva fue la ayuda militar soviética como señala la autora, la de sus servicios secretos a la caza de trotskistas o supuestos izquierdistas resquebrajó la confianza en la República en intelectuales como Dos Passos, muy amigo de su traductor José Robles Pazos reprimido por los comunistas. El autor de Manhattan Transfer viró hacia posiciones derechistas enfrentándose a Hemingway. Este lo acusó de haberse vendido a los fascistas.
El Hotel Florida fue bombardeado como todo Madrid, condicionando la vida de sus huéspedes. En 1960 un pariente de Franco lo hizo demoler para construir la Galería Preciados. Pero también albergó a los corresponsales extranjeros, el Majestic en Barcelona. De allí partían los periodistas hacia diversos frentes como el de Teruel, una verdadera carnicería, pero las notas de Hemingway fueron rechazadas por la agencia NANA para la que trabajaba, porque eran iguales a las del corresponsal del New York Times , Herbert Matthews. Ese año, más tarde, entrevistará a Fidel Castro en la Sierra Maestra popularizando a la guerrilla dentro de EE.UU. El enfoque de la autora es de una antifascista que no se guarda hechos críticos ocurridos en las fuerzas republicanas o en contar historias que no dejan bien parados a mitos del periodismo como Hemingway, Malraux o Gellhorn. Estos nombres y otros fueron a España para apoyar a la República. De hecho fueron “periodistas militantes”, porque creyeron que sus crónicas (o Robert Capa con sus fotos como “Muerte de un miliciano” que dio vuelta al mundo) debían ser la palabra del frente de lucha contra el fascismo ascendente. Lo mismo le ocurrió al holandés J. Ivens con su documental España en llamas , en el cual colaboraron Hemingway, Dos Passos y Capa, que conmovió al público estadounidense pero no doblegó a la Casa Blanca de F. D. Roosevelt.
Vaill es meticulosa y describe el horror de la guerra, los bombardeos sobre ciudades indefensas a través de cómo viven la guerra y trabajan sus protagonistas. Es particularmente destacable el relato sobre Capa y su mujer Gerda quien muere cubriendo combates mientras que el fotógrafo húngaro morirá más tarde en Vietnam al pisar una mina personal.
Se pregunta la autora: ¿Por qué lo hicieron? ¿Por convicciones, por gloria, por dinero? Dirá en un momento el autor de Por quién doblan las campanas : “Es muy peligroso escribir la verdad durante una guerra y llegar a averiguar la verdad es mucho más peligroso aún”. Vaill ayuda a encontrarla.