29.1.10

Almudena Grandes, una mujer sin miedo

Autora de 'Las edades de Lulú'

Esta madrileña ha narrado a través de historias íntimas crudas verdades de la época del franquismo y la Guerra Civil española. Entrevista.
Almudena Grandes, escritura
Foto: David Campuzano.fUENTE:El espectador.com
La escritora Almudena Grandes después de terminar 'El corazón helado', prepara seis novelas a manera de episodios sobre la posguerra.

"Almudena Grandes (Madrid, 1960) estudió historia en la universidad, pero renegó por años de esa elección, sin sospechar que en su madurez la vida la pondría de "hocicos" en la comprensión del pasado de su patria, de su generación, de su familia, que le haría agradecer con creces aquellos años de lecturas interminables. La posguerra, la dictadura y la Guerra Civil española eran temas "de mal gusto", de los cuales más valía no hablar en los años en que creció, pero convencida de que no se podía afrontar un futuro con una infección intacta y ya casi maloliente, Almudena echó mano de los viejos libros y de su puño y con historias íntimas, con conflictos amorosos levantó en muchos de sus lectores capas endurecidas de olvido. La novela que la catapultó fue Las edades de Lulú, una aventura sexual que, aunque parece estar lejos de hablar de Franco o la República, les recordó a muchos que el uso del cuerpo, que lo que se hace con él en la intimidad también es un gesto político.

'Las edades de Lulú' (1989) fue su primera novela, ¿qué la llevó a adentrarse en las minucias de la vida sexual de una jovencita?

Esta es una novela muy generacional, que tiene que ver con lo que fue la España de los años ochenta y con lo que hemos sido los españoles que tuvimos 20 años por esas décadas. Es una historia que jóvenes de todos los países asumieron como su manual de educación sentimental y tiene mucho que ver con esa especie de explosión de libertad que llegó después de la dictadura a España, la apuesta por vivir peligrosamente a la que nos dedicamos todos y a una experiencia muy particular e irrepetible, la de vivir el exceso con alegría.

Su escritura tiene fuertes tintes políticos, ¿se podía ver eso desde esta primera novela?

Esta es una novela erótica en la que cuando Pablo seduce a Lulú le dice: "Esta es una forma de socavar la dictadura", nosotros también lo estamos haciendo, es una aproximación a una generación que aparte de luchar en la calle e ir a la cárcel tenían una vida privada y desde ahí intentaba socavar el orden.

¿Usted entonces ha logrado con sus libros encarnar la voz de una generación? ¿Cuál es esa generación?

Cuando tenía 11 años, en 1972, mi madre me contó un día sin darle mucha importancia que mi abuela había visto bailar desnuda a Jocelyn Barker en Madrid en un teatro. Para mí, que era una niña que venía del franquismo, que mi abuela pudiera haber visto bailar a una mujer desnuda era algo inconcebible. Creo que todo lo que he hecho sobre mi país arranca en ese momento, del pasmo tremendo que me supuso descubrir que en contra de lo que creía el progreso no era una línea recta en la que sería más moderna que mi madre y mi madre más moderna que mi abuela, pero de repente descubrimos que no, que nuestros abuelos habían sido más modernos que nosotros. Somos una generación que se ha tenido que curar el miedo.

Sus novelas son una lucha constante en contra del olvido, ¿qué le diría a un país como Colombia que se debate en la conveniencia o no de la memoria?

Esas estrategias de olvido, de silencio, no suelen dar mal resultado, sino resultados contraproducentes a largo plazo. El silencio produce paz social a muy corto plazo y perplejidad, desajuste y desconciertos a largo plazo. Los países que no tienen el coraje de reconocer su propia historia con todo lo que contiene acaban siendo países de identidad débil, con seres humanos débiles.

¿Aún hay más que decir de la Guerra Civil española?

La Guerra Civil española y la Segunda República son dos de los grandes momentos de la humanidad y por eso nunca se van a acabar. El Imperio Romano está más lejos y todos los años los ingleses hacen una nueva serie. Lo que sí es verdad es que en España están muy explotados y agotados algunos puntos de vista sobre la guerra. El problema es que durante 70 años sigue habiendo una sola visión que se alimenta de la pervivencia de la versión franquista y se refuerza por los complejos de inferioridad de los partidos de izquierda. Faltan muchas miradas que contar, así que sigue siendo un filón extraordinario para un narrador.

Pero más allá de los grandes eventos, ¿son posibles, por ejemplo, las historias románticas en sus libros?

Claro, en El corazón helado, mi más reciente novela publicada, queda claro que a mí no me interesan las historias de grandes personajes de la historia, yo escribí una novela de españolitos, personas corrientes y vulgares que se podrían confundir con muchos otros, y abordé el tema de la gran tragedia desde el punto de vista sentimental, es el punto de vista en el que voy a insistir, no me interesan los héroes públicos, me interesan más lo anónimos, y tampoco me interesan las conciencias inquebrantables, me interesa más la ambigüedad, las experiencias de personas que comprenden sus propias contradicciones. La Historia con mayúscula se infiltra en la pequeña vida de pequeños personajes en mis libros."

Muere J.D. Salinger, autor de 'El guardián entre el centeno'

OBITUARIO

Autor de culto, innovador de la literatura de EE UU, vivió apartado de la escena pública.- Tenía 91 años


Adiós a un mito

Otra de las pocas imágenes que hay de J. D. Salinger, en la que está agrediendo al fotógrafo en los años ochenta.- Foto; fUENTE:El País.com

"Un personaje misterioso, esquivo con los medios de comunicación, del que apenas se conocen imágenes. Jerome David Salinger, autor de El guardián entre el centeno (1951), una novela que ha marcado a miles de jóvenes de todo el mundo, falleció ayer a los 91 años en New Hampshire (EE UU). El diario The New York Times, el primero en dar la noticia, lo califica de "recluso literario".

Escritor "de talento infinito", como le definió Ernest Hemingway tras conocerle en París durante la segunda guerra mundial, años antes de que publicara su obra magna, Salinger llevaba lejos de la vida pública prácticamente cinco décadas, cuando tras el inesperado éxito de El Guardián entre el centeno, convertido en best seller el mismo año de su publicación, 1951, decidió abandonar Nueva York e instalarse en el campo, en la misma casa en la que falleció. Se acercaba así al deseo del mordaz y afilado protagonista de su novela, Holden Caufield, quien en un pasaje del libro afirma: "me gustaría encontrar una cabaña en algún sitio y con el dinero que gane instalarme allí el resto de mi vida, lejos de cualquier conversación estúpida con la gente".

[Lee aquí el arranque de El guardián entre el centeno ]

Aquel libro, del que se han vendido más de 60 millones de ejemplares en todo el mundo y del que aún se venden 250.000 cada año, estaba dirigido a los adultos pero su protagonista inmediatamente se convirtió en el antihéroe por excelencia de toda una generación, la de los adolescentes crecidos en plena guerra fría, que vieron en sus críticas feroces contra el mundo y la moral de los años cincuenta el reflejo de sus propias inquietudes y angustias. El enfrentamiento entre el mundo de los jóvenes y el de los adultos reflejaba también el deseo universal de no crecer, otra cara de uno de los muchos sueños americanos y que de alguna manera, se repite generación tras generación -de ahí su éxito universal-. La novela, en la que Holden Caufield rememora en primera persona desde un hospital psiquiátrico los días posteriores a su expulsión del colegio, se convirtió en novela de culto, algo que fue llevado al extremo por uno de sus máximos fans, Mark David Chapman, el hombre que asesinó a John Lennon en 1980. Chapman llegó a citar el libro del escritor como el lugar en el que encontrar la explicación a aquel acto.

Quizá parte de la fascinación que despierta El guardián... se deba también al halo de misterio que ha rodeado a su autor. Una de las pocas imágenes que de él se conservan lo muestran en actitud amenazante contra el fotógrafo. Huyó de los focos y del ruido mediático. Sólo concedió una entrevista, en 1974 a The New York Times y por vía telefónica, para defender su vida privada.

"Hay una paz maravillosa en no publicar. Es pacífico. Tranquilo. Publicar es una terrible invasión de mi vida privada. Me gusta escribir. Amo escribrir. Pero escribo sólo para mí mismo y para mi propio placer", dijo Salinger en aquella única entrevista [léela en inglés].

Un niño problemático

Al igual que Holden, Salinger también fue un niño problemático que fue expulsado de diferentes escuelas. Nacido en Nueva York en 1919, comenzó a escribir en su adolescencia, a la luz de una linterna bajo las sábanas y durante los cuatro años que sirvió en el ejército durante la II Guerra Mundial, siempre llevó consigo una máquina de escribir. Pronto comenzó a buscar colaboraciones en diversas revistas y fue The New Yorker (su revista de referencia, que hoy publica en versión digital todas sus colaboraciones) la que identificó su talento y con la que firmó un contrato de casi exclusividad. Fue ahí donde pudieron leerse los primeros fragmentos de El guardián entre el centeno, aunque Holden Caulfield había visto la luz años antes en una historia titulada Last Day of the Last Furlough, publicada en 1944.

En la cima de su fama Salinger decidió apartarse del mundo. Se mudó a Cornish e hizo de su casa una suerte de fortaleza inexpugnable. Encontrarle se convirtió casi en deporte nacional entre la prensa, que se ha pasado especulando sobre él y su extraña vida desde entonces. Todavía tres obras suyas verían la luz: Franny and Zooey (Franny y Zooey), en 1961, Raise High the Roof Beam, Carpenters and Seymour: An Introduction, en 1963 (Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción) y, su última pieza publicada, Hapworth 16, 1924, un cuento corto que llenó las páginas de The New Yorker, en junio de 1965.

Contra las ediciones ilegales y contra lo que él consideraba invasiones a su intimidad, Salinger y sus abogados lanzaron numerosas querellas. La última, en julio de 2009, que prohíbe la publicación del libro de un autor sueco cuyo protagonista es un Holden Caulfield septuagenario.

En 2000 su hija, Margaret, publicó unas memorias tituladas Dream Catcher (El guardián de los sueños), que permitió a sus incondicionales descubrir algo más de la vida privada de Salinger: allí se retrata a un hombre que vivía en semirreclusión, consagrado a su obra y tiránico con sus familiares. Entregado primero al budismo, luego a la Cienciología y después a la Ciencia Cristiana: un enfermo que bebía su propia orina y estaba obsesionado con la religión. Margaret llega incluso a decir que abusó de su segunda mujer, Claire Douglas, a la que mantuvo como una "virtual prisionera".

28.1.10

Los Decretos de la Emergencia Social son una burda burla a los derechos de todos los colombianos


Los Decretos de Emergencia Social son una burla a todos los colombianos y una burda intimidación tanto a los profesionales de la salud como a los afiliados para que no lesionen financieramente el Sistema, que en solo 16 años, es decir, desde la entrada en vigencia de la Ley 100 de 1993, ha colocado a las Empresas Aseguradoras (EPS) entre las 20 empresas mas grandes y poderosas del país.

En adelante, ya no será posible acceder a los servicios No POS mediante Tutela. Dichos Decretos se burlan no solo de todos los colombianos que lograban mediante la Tutela acceder a los servicios que les niegan las EPS, sino que además se burlan de la Corte Constitucional que creo y desarrolló dicha herramienta en defensa de los derechos fundamentales, como son la salud y la vida.

Además, son claramente una maniobra intimidatoria que obliga a los pacientes a no pedir o exigir un nivel óptimo de calidad en salud, bajo la amenaza expresa de tener que pagar por los servicios no incluidos en el POS, ofreciéndole como única alternativa que recurra a sus propios ahorros, sus ahorros pensionales, sus cesantías o que recurra a los prestamos en el sector bancario y/o cooperativo. Y en caso de que dicho "Paciente" no tenga posibilidades de recurrir a ninguna de las anteriores posibilidades, entonces tendrá que responder financieramente su núcleo familiar.

Son también una intimidación a todos los profesionales de la salud, conminándolos a no prescribir exámenes y medicamentos que puedan "ocasionar un daño Económico al Sistema", nuevamente bajo la amenaza expresa de ser sancionados con una multa de 10 a 50 SMMLV, es decir entre 5 y 25 millones de pesos.

De esta manera se consolida lo que desde el Sector Salud se ha denominado "una abusiva intromisión del Estado en la Autonomía Profesional", la cual no es otra cosa que la capacidad que tienen los profesionales de la Salud para decidir libremente lo que es mejor para un paciente, y no como ahora, en donde el Sistema los ha convertido en una especie de verdugos obligados o verdugos a la fuerza de todo un país, al imponerles de manera velada pero inequívoca, limites en las cantidades y calidades de medicamentos, exámenes de apoyo diagnostico y remisiones a especialistas, bajo la amenaza del despido y en aras de lo que ellos mismos (EPS) denominan "la contención del gasto".

En conclusión, la Salud en Colombia no es más que un buen negocio, manejado y administrado por "los negociantes de la Salud", cuyo insaciable apetito por el dinero y en un claro contubernio con el gobierno, pretenden imponernos lo que en una palabra resulta abominable. Confiamos en que el Congreso de la Republica y la Corte Constitucional saldrán en defensa de la gente de Colombia.

Q  Antes de imprimir este mensaje o cualquier documento, asegúrese de que es necesario. Proteger el medio ambiente también es decisión suya

27.1.10

Intimidad de nueve mujeres solas

ENTREVISTA

En Hay cosas que una no puede hacer descalza , primer libro de relatos de Margarita García Robayo, la periodista colombiana explora los aspectos ocultos del mundo femenino

García Robayo, de la crónica a la ficción Foto: JUANA GHERSA.fUENTE: adnCULTURA

Por Martín Lojo

"Es difícil adivinar la oscuridad y la melancolía de las historias que se ocultan tras la vivaz mirada morisca y el suave acento colombiano de Margarita García Robayo (Cartagena, 1980). En su primer libro de relatos, Hay cosas que una no puede hacer descalza , la joven periodista, autora de las crónicas "La ciudad de la furia" en el diario Crítica , desnuda la intimidad de nueve mujeres solitarias, abandonadas por los demás y por sí mismas, con la esperanza puesta en un destino redentor que nunca llega. En la calidez de su casa, en la provincia de Buenos Aires, García Robayo cuenta a adncultura cómo tramó estos relatos de mínimos detalles cotidianos, en los que devela los aspectos más vulnerables de la subjetividad femenina.

-Comencé a escribir los cuentos en un momento muy particular, cuando me mudé a Buenos Aires. Me dedicaba al periodismo, pero quise escribir algo de ficción para hablar del desarraigo y la soledad, en ese momento muy presentes en mi vida. Entonces hurgué en los recuerdos de mi familia y de mi cultura. Siempre he tenido la idea de que el rol de las mujeres en el Caribe es tan ambiguo como importante: se muestran muy sumisas, pero en el fondo es una estrategia para manipular su entorno. Al pensar en las mujeres de mi familia y en esa situación de desarraigo, surgieron personajes funcionales para hablar de la soledad.

-¿Quiénes son las mujeres de tus relatos?

-Son una mezcla de personas que conozco. Mujeres solas que atraviesan situaciones cotidianas adversas. No les pasa nada muy grave o muy particular, están afligidas de una manera existencial. Creo que los cuentos suceden en ese momento en que las relaciones de los personajes con su entorno ya están malogradas y lo que queda es la resignación vital; aunque eso les permite sobrellevar sus circunstancias de soledad.

-¿Qué personaje sentís más cercano?

-Miriam. En ese cuento se pone en escena la disparidad, casi siempre cruel, de la relación entre padres e hijos. Es una mujer viuda que espera impaciente cada noche a que el reloj marque las ocho en punto, porque a esa hora llega su hija del trabajo y la puede llamar por teléfono. Para la hija, Diana, (a su vez personaje de otro cuento) la llamada es una tortura con la que tiene que lidiar sólo porque eso es lo que hacen los hijos por sus padres. Diana no disimula el fastidio y Miriam hace todo lo posible por no molestarla. Pero al final cede al impulso de decir alguna ridiculez que sabe que ofuscará a su hija. Los cuentos narran una pequeña situación que puede tornarse trascendente o desgarradora para ciertos personajes. La relación entre padres e hijos es uno de los temas fuertes. No es un libro feliz, pero es un libro intenso que tiene la pretensión de condensar en pocas páginas una serie de sensaciones que pueden coexistir, aunque no sin cierta incomodidad, como el desasosiego y la desesperanza, combinadas con el humor, la ironía y la ternura.

-Aunque el estilo directo y fresco podría parecer propio de la típica literatura femenina sentimental, tus relatos exponen a estas mujeres en situaciones muy oscuras y humillantes.

-Que me pudieran encasillar en la chic lit fue en algún momento un temor importante, del que creo haberme liberado. Hoy ser mujer y elegir personajes femeninos te encasilla inmediatamente en esa onda, y es terrible, porque las etiquetas en la literatura funcionan como los prejuicios en la vida real. Al final entendí algo que debe de ser obvio para alguien con más experiencia que yo en estas lides: que los libros no son tan vulnerables como uno piensa. Encuentran su camino, sus lectores, y no necesitan que uno salga a defenderlos.

-¿Por qué decidiste narrar ese aspecto de lo femenino?

-Me interesan los personajes oscuros, me interesan las perversiones, la crueldad, la desesperanza. También me interesan las situaciones menores, mínimas, que pueden revelar algo muy complejo de la condición humana. Una de las circunstancias que posibilita este tipo de relatos es la soledad. Y en ese sentido los personajes femeninos me parecían ideales para hablar de estos temas. No es una cuestión de militancia de género. Me gusta la manera en que una mujer expresa su soledad, me gusta esa dignidad con la que sobrelleva situaciones duras. En cambio creo que los personajes masculinos tiran más hacia el patetismo. Quería mostrar personajes más bien lánguidos, que se regodearan en su soledad con cierto morbo resignado y triste. Quería que los personajes revelaran esos aspectos oscuros de la condición humana, femenina en particular, que al mismo tiempo son tan naturales e irremediables cuando se convive todos los días con lo peor de uno mismo: los miedos, la frustración.

-Fuiste columnista de cine y profesora de análisis fílmico. ¿Qué creés que hay de tu experiencia con el cine en tus cuentos?

-Mi relación con el lenguaje cinematográfico es de amor profundo. Suelen decirme que mis relatos y columnas son muy visuales, y eso debe tener que ver con el hábito de mirar los detalles estéticos de una escena, detenerme en ciertos planos más que en otros para dibujar la historia a mi antojo. Los detalles son el esqueleto de una narración sólida. Es importante saber elegirlos: no es lo mismo caricaturizar un personaje, que despreciarlo o tratar de darle cierta dignidad, aun cuando no se la merezca. En la literatura tienes sólo la palabra para mostrar lo que quieres, y aunque inviertas muchísimo en detalles de caracterización y contexto, al final cada lector decide qué quiere ver. Eso podría ser angustiante para quien escribe, pero no, es fascinante. Cada vez que alguien se acercó a darme su versión de algún personaje del libro le agregó detalles nuevos, algunos de ellos sorprendentes."

© LA NACION

24.1.10

Haití, cómo inventar un país

ANÁLISIS HISTÓRICO

El Ángel de la Historia ha regresado a Haití con su equipaje de ruinas. Dos siglos de terrible historia corroborados por un terremoto devastador. Y sin embargo, la catástrofe descubre, tras la pobreza y el analfabetismo, un país con una cultura tan viva como poco conocida que se impone ahora la tarea de reinventar el futuro. Tal es la apuesta del primer intelectual haitiano, René Depestre (Jacmel, 1926), joven poeta y revolucionario en Puerto Príncipe, aventurero, viajero irredento por mil países, amigo de los más grandes escritores del siglo, que desde su actual residencia en Francia y su conocimiento de primera mano de la cultura haitiana, nos descubre la potencia actual de sus letras. Ofrecemos también algunos de sus últimos poemas inéditos traducidos por el grupo que dirige la profesora de la Universidad de Granada Joëlle Guatelli-Tedeschi, y por la Fundación Sinsonte.
Haití, siempre un país en reconstrucción. Foto; fUENTE: El Cultural.es

El terremoto ha sido una catástrofe de dimensiones trágicas. Haití, por su estructura, por la falta de un estado de derecho, por todas sus infinitas carencias, no estaba preparada de ninguna manera para enfrentarse a tal calamidad. He podido contactar gracias a Internet con amigos y familiares. La Red ha desempeñado un papel fundamental porque por teléfono resultaba imposible hablar. He podido saber de mi hermano, que se ha salvado, así como los otros miembros de mi familia, pero grandes amigos han fallecido, como el escritor e intelectual George Anglade, que ha muerto junto a su mujer.

Pero quizás, aunque sea terrible decirlo, los haitianos nos hallamos ante la oportunidad de levantarnos. Haití ha sido a lo largo de su terrible historia víctima de un terremoto permanente. Es una de las sociedades del mundo que más duras pruebas ha sufrido. Y es que, si bien fue, en 1804, el primer país colonizado que se rebeló contra la dominación francesa, no es menos cierto que hizo una entrada falsa en la historia. En lugar de defender los grandes ideales de la Revolución francesa, como el de un nuevo Estado nacional, se perdió en la problemática racial, en los conflictos entre negros, mulatos, etc., lo que perjudicó su desarrollo. Es cierto que las potencias europeas, desde el Congreso de Viena de 1815, le impusieron un cordón sanitario e hicieron lo imposible para impedir su crecimiento, pero no deberíamos servirnos de ningún chivo expiatorio. Somos responsables de nuestras desdichas, porque hubiéramos podido beneficiarnos de una soberanía temprana y no hicimos nada por la escolarización del pueblo, por constituir un Estado democrático...

Y paradójicamente, Haití no es hoy una nación Estado propiamente dicha, pero sí es una nación cultural. Mientras que ni el Estado ni una verdadera sociedad civil se han desarrollado nunca, sí lo hicieron la cultura, la pintura, la música, la literatura. Hay una conciencia cultural y no se puede decir, sin embargo, que exista una conciencia nacional. Es un fenómeno sui generis, excepcional, el de la cultura haitiana. No se encuentra ni en áfrica, ni en el sureste asiático ni en otros lugares del tercer mundo una sociedad comparable en cuanto a su evolución y desarrollo. Hoy en día contamos con fantásticos escritores como Daniel Laferriere, Lyonel Trouillot, Jean Métellus o Frankétienne. Grandes poetas, novelistas, ensayistas,marcados unos por el exilio y otros por el extraordinario imaginario colonial: la plantación, los esclavos, su revuelta. Es cierto que hay un gran analfabetismo pero no es un país inculto. Mi propia vida puede ilustrarlo.

Decidí que era poeta a los 15 años. Nací en un pueblo cerca del mar en una familia muy interesada por la literatura. Leí mucho desde muy joven. Conocí a Alejo Carpentier, a Nicolás Guillén, a André Bretón... Publiqué mi primer libro a los 19 años. Tuvo un cierto éxito que me permitió viajar a París. Prueba de la agitada vida cultural de Haití fue lo que ocurrió durante la visita de Breton a Puerto Príncipe en 1945. Aprovechamos para publicar en la revista de vanguardia Ruche, que había fundado ese mismo año con mis amigos Baker, Alexis y Gerald Bloncourt, un especial de homenaje al surrealismo. El número causó un escándalo tremendo, fue censurado, los estudiantes se sublevaron y tuvo lugar un auténtico despertar político. Breton fue expulsado y nosotros, encarcelados.

El exilio
Tuve que exiliarme entonces a París, donde el propio Breton me ayudó a conseguir una beca universitaria. Después fui nuevamente expulsado de Francia en 1952 por mi actividad en el movimiento anticolonialista de la Negritud. Fue aquella aventura una tentativa para los negros de diferenciarse y adquirir su identidad tras el fin de la colonización francesa. Supuso también una forma de rebeldía contra el colonialismo que dio lugar a obras maestras fundamentales de la literatura como el Cuaderno de Regreso al país natal, de Aimé Césaire.

Más tarde, en 1956, por primera vez los negros tuvimos acceso a la Sorbona en el Primer Congreso Mundial de Escritores Negros en el que participaron norteamericanos, caribeños, africanos, suramericanos... Allí todos profundizamos juntos en el papel de los negros tras salir de la plantación y la esclavitud en la formación de culturas nuevas en Brasil, Venezuela, Cuba, Haití... Hoy en día todo ha cambiado, el factor racial posee menos importancia y la llegada de Obama abre definitivamente una nueva época.

Tras la expulsión de Francia viví en Chile, Argentina y Brasil. Fui secretario de Pablo Neruda y conocí a Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Jorge Amado, Vinicius de Moraes. ¿Mis influencias literarias? Los poetas españoles que Neruda me descubrió, Machado, García Lorca, Aleixandre. Y Carpentier, Miguel ángel Asturias, Gabriel García Márquez, el realismo mágico... En 1959 llegué a Cuba invitado por el Ché Guevara y allí me quedé casi veinte años. Fui muy afín a la Revolución. Hasta que la relación de los intelectuales con el poder se hizo insostenible. El Régimen comenzó a apretar en los años 70, desapareció por completo la libertad de expresión y creación. Y rompí entonces con el gobierno cubano.

El desencadenante final fue el affaire Padilla. Fui de los pocos intelectuales presentes en La Habana que se solidarizó con Heberto Padilla la misma noche de la acción contra él. Fui apartado de todo y marginado, sin trabajo, sin nada, hasta que pude marchar a París a trabajar en la UNESCO. Y me despedí definitivamente del comunismo y de la extrema izquierda. Mis ojos hoy en Latinoamérica están más puestos en Lula que en Chávez. Lo que ocurre en Brasil me parece mucho más importante y esperanzador.

Regreso a Haití. Deseo fervientemente que tras esta desdicha llegue una nueva época para el país. Haití es un país de jóvenes dispuestos a luchar a pesar de todas sus carencias. Hay además una clase intelectual potente que puede tomar las riendas. Soy optimista respecto a la posibilidad de salir de la tragedia sin fin que hemos conocido y que nos sitúa hoy en una encrucijada definitiva. No se presentará otra. Con la globalización tecnológica y financiera tiene lugar un cambio en la percepción del mundo actual, se está creando una idea de la Tierra concebida como Tierra patria. Entramos en una época donde la solidaridad debe tomar una nueva dimensión, una dimensión sin precedentes.

Haití es un país de un gran imaginario cultural, y es lo que va a salvarlo. Es el momento de inventar un país mejor.

20.1.10

Uno de los grandes "raros" de la literatura

Con una galería de personajes anormales y una prosa vanguardista y experimental, el ecuatoriano Pablo Palacio buscó desestabilizar los convencionalismos de su época.

VANGUARDISTA. Palacio se dedicó a dinamitar las certezas del arte burgués, a principios del siglo veinte.Foto; fUENTE: Revista Ñ

"Mucha bibliografía ha sido escrita hasta el momento sobre las vanguardias históricas y, especialmente, sobre la relación que, bajo el influjo de este movimiento, se estableció en América Latina entre tradición y ruptura en el interior de su sistema literario. Muchos libros incluso nos han hablado de la influencia de las vanguardias en la poesía, de los lugares señeros que ocupan allí las poéticas de Oliverio Girondo, Vicente Huidobro y César Vallejo.

Sin embargo, todavía sigue dando mucho que hablar a la crítica el lugar que ocupa la prosa en esta serie de experimentaciones vanguardistas que, al decir del crítico alemán Peter Burguer, dinamitan para siempre las certezas del arte burgués a partir del procedimiento del montaje y del nuevo concepto de obra de arte inorgánica. Y es aquí desde donde se puede hablar de la extraña obra del ecuatoriano Pablo Palacio (1906-1947), una especie de Antonin Artaud latinoamericano que ostenta el raro privilegio de ser triplemente marginal: por la desestabilización que sus textos provocan; por el lugar periférico del país donde nació y por formar parte, también, de otra periferia si se quiere: la vanguardia desde su apropiación latinoamericana.

Como señala Celina Manzoni (una de las críticas que más ha hecho por estudiar y difundir la obra de Palacio en la Argentina), las primeras lecturas que se hicieron de la breve obra del ecuatoriano sólo pudieron leer en sus textos las anomalías. Y en este sentido es interesante el prólogo de Un hombre muerto a puntapiés (su libro de cuentos de 1927), donde se puede encontrar un verdadero método de trabajo: "Con guantes de operar, hago un pequeño bolo de lodo suburbano. Lo echo a rodar por esas calles: los que se tapan las narices lo habrán encontrado carne de su carne". Aquí puede leerse un momento importante en la estética de Palacio: poner el ojo en "el asco de nuestra verdad actual", exacerbando sus contradicciones evidentes hasta llegar muchas veces a lo absurdo, a lo inverosímil. Desde allí su galería de personajes "anormales": el hombre muerto violentamente a puntapiés a partir de un supuesto intento de abordaje homosexual; la mujer de doble cuerpo, el antropófago que no puede resistir su compulsión por la carne humana y ataca a su propio hijo a dentelladas. Criaturas miserables colocadas en situaciones minimalistas, sórdidas, a veces crueles, donde no hay cabida para los héroes.

Lector de Lautrémont y por lo tanto afecto a cierto nivel de morbo en sus creaciones, es evidente en Palacio la intención de desestabilizar aquellas clasificaciones con que la medicina higienista de fines del siglo XIX y principios del XX construyó sus categorías de lo "anormal", "lo inmoral"; "lo enfermizo". Y es desde allí donde la crítica lo leyó durante más de treinta años, sobre todo teniendo en cuenta que el escritor murió en un manicomio, después de una internación de siete años y como consecuencia de la sífilis que contrajo a partir de su relación estable con una prostituta. Otro raro caso donde la vida copia al arte, ya que este mismo argumento había sido trabajado por Palacio en su cuento "Luz lateral". Allí, el narrador protagonista decide abandonar a su mujer debido a la desagradable costumbre que ella tiene de pronunciar la expresión "¡claro!" cada vez que habla. Exactamente como en la vida real le sucedería al propio autor, en el relato el protagonista se encuentra después de la separación con una prostituta que le contagia la sífilis, lo que lo termina sumiendo en la demencia.

Sin embargo, más allá del extremo biografismo con que la obra de Palacio fue leída durante años, desde hace ya un largo tiempo la crítica pudo descubrir en él a uno de los más exquisitos creadores de la serie de la prosa vanguardista, donde sin lugar a dudas descuella Vicente Huidobro y en la cual nuestro Macedonio Fernández es un visionario. Estamos en un momento de cambios importantes en las letras ecuatorianas, donde el Grupo de Guayaquil ofrece una clara renovación a la estética realista de Jorge Icaza, y su denuncia sobre el exterminio de los indios en la famosa novela Huasipungo.

La incorporación del habla cotidiana de cholos y montuvios en los relatos del grupo de Guayaquil marca una notoria diferencia con la tradicional novela de la tierra, donde el narrador queda a gran distancia lingüística de sus personajes. Sin embargo, la renovación de Pablo Palacio va en otra dirección. En sus dos novelas, Débora (1927) y Vida del ahorcado (novela subjetiva), de 1932, sus rupturas apuntan a desmantelar el código de la representación realista. Se trata de textos inquietantes, que desestabilizan un orden y una tradición. Textos excéntricos, que, como toda prosa vanguardista, muchas veces resultan difíciles de leer y que, como certeramente apunta Celina Manzoni, aparecen "como una zona enferma que altera la homogeneidad y la normalidad y que, en consecuencia, debe ser extirpada". Un desafío para las buenas costumbres, que posiblemente explique el largo tiempo que la obra de Pablo Palacio necesitó para ocupar su lugar en la literatura latinoamericana."

15.1.10

Kafka y los kafkianos





Trotta y Alba editan dos ensayos sobre la obra del autor checo

[foto de la noticia]

"Durante el periodo de entre guerras, en el Barrio Viejo de Praga ("Jerusalén de Europa", se llamó) florecen dos antiquísimos mitos judíos que se renuevan en la cumbre de la fantasía más alucinógena del siglo XX. Gustav Meyrink despierta al golem del rabino Loew, Franz Kafka aporta entre otras cosas la parábola cabalística del castillo. Moisés Maimónides (s. XII) la usaba al final de su 'Guía de perplejos' (capítulo 51 de la parte tercera): el rey (Dios) en el interior del castillo, y, desperdigados, en estancias más o menos apartadas, los vasallos, errabundos, en su busca.

Aunque la obra de Kafka es tan grande, tan universal que sin querer se puede uno enfangar en controversias hermenéuticas. La herencia hebrea del escritor es un tema complicado, un tema de matices, de bibliografía fina y notas de pie de página (Benjamin, Arendt, Buber, Canetti...). Recientemente, 'Kafka y el holocausto' (Trotta), de Álvaro de la Rica, y 'El mundo formidable de Franz Kafka' (Alba), de Louis Begley, dan cuenta de esto.

Entonces, ¿el laberinto que se extiende entre el desasistido agrimensor y el distante conde Westwest en 'El castillo' es alegoría de un Dios ausente, o de la hipertrofia burocrática del Imperio Austrohúngaro? ¿El relato 'En la colonia penitenciaria' recoge algo del "caso Dreyfus"? Es como si todas las hipótesis se hicieran banales al lado del concienzudo enigma estético que albergan sus pesadillas, descontextualizadas, frías y atroces. Los exégetas De la Rica y Begley toman temas similares (los temas típicos del kafkismo), citan en ocasiones las mismas cartas: a su padre, a su dos veces prometida Felice, a Brod. Aunque sus propuestas son diferentes.

'Kafka y el Holocausto' es un ensayo poco ceñido a una sola temática contra lo que parece por el título. Si bien, De la Rica insiste en la calidad profética del corpus kafkiano. Emparenta al novelista con Juan de Patmos y con Daniel de Judá. Su obra, dice, es el "primer apocalipsis moderno". El checo, que murió tuberculoso, jubilado con sólo 40 años, se salvó (por la vía trágica) del auge antisemita. El III Reich se comió sus tres hermanas (Valli, Elli, Ottla), y algunos conocidos y amantes. Adiós Jerusalén de Europa.

Pero no hay una documentación fiable que permita asumir que tal asociación (obra y antisemitismo) haya sido pretendida. Al fin y al cabo, como dice De la Rica, se trata de "un mundo surrealista que pertenece más al sueño que a la vigilia, a lo que está fuera de la realidad ordinaria, aunque venga directamente de ella". Joseph K. y el escarabajo Samsa entran en escena al despertar (acaso sólo aparentemente)de un sueño.

[foto de la noticia]

Begley y De la Rica ponen de manifiesto las vinculaciones fronterizas que tiene su hombre con los diversos sectores de la extinta Bohemia. Él era un germanohablante, judío asimilado a la cultura Occidental, cosmopolita, con sueños de publicar como sus precoces compañeros nocturnos y de instalarse en Berlín, autónomo, lejos del influjo de los Kafka. Reniega del "judaísmo de la comunidad aldeana", como le escribe a su padre.

Para completar el cuadro, Begley trata largamente sus tensiones sexuales y su vida amorosa con base en su correspondencia. Los kafkianos se deben congratular por el riquísimo material epistolar que fue acumulando noche tras noche, a la vuelta del Instituto de Seguros de Accidentes de los Trabajadores.

'Claustrofobia de avances'

Begley habla de una "claustrofobia de avances" del escritor, según él, poco puesto en los pasos que por entonces, tiempos de expresionismo y cabaret, daba la nueva literatura. A pesar de su raíz onírica, Kafka sólo se entiende en las lúgubres zozobras de su tiempo. La Ley no es, como para los clásicos, una creación de libertad, sino, al contrario, una restricción de oxígeno, una normativa hostil, profundamente ajena, que aquí (en Kafka) asume la forma pesadillesca de una postergación indefinida. Acuérdense de 'Ante la Ley' (parábola incluida en 'El proceso': en la película se Welles sirve de bello inicio): "...esta entrada era sólo para ti. Ahora voy a cerrarla".

Sus pasivos personajes se someten a una perversa necesidad, a una culpa que es misterio pues tampoco la falta es conocida. Una sofisticada renovación y amalgama de imaginarios y géneros (burocracia, terror, surrealismo, profecía...), una alegoría que no remite a nada, porque justamente es la alegoría de un absurdo radical. Mientras los comentaristas (como los agudos De la Rica o Begley) buscan asediar el castillo kafkiano, la obra permanece inexpugnable a las referencias, muda en su altanero cosmos de silencio."

Álvaro Cortina | Fotos/fUENTE:ElMundo.es


'Kafka y el Holocausto', de Álvaro de la Rica. Trotta. 139 páginas.
'El mundo formidable de Franz Kafka', de Louis Begley. Alba. 227 páginas.

14.1.10

Invitados de peso al Hay Festival

Conozca quiénes asistirán al encuentro literario en Cartagena de Indias del 28 al 31 de enero.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa será uno de los invitados especiales a la próxima edición del Hay Festival, en Cartagena. Foto: Efe. fUENTE VIVE.IN

"El escritor peruano Mario Vargas Llosa y el canadiense Michael Ondaatje (El paciente inglés) encabezan la lista de invitados internacionales que llegarán a Cartagena para participar en el Hay Festival, del 28 al 31 de enero.

Junto a ellos estarán, también, Raul Zelik, de Alemania; Zoé Valdés, de Cuba; Judith Thurman y Jon Lee Anderson, de Estados Unidos; Mathias Enard, Oliver Guez y Francis Pisani, de Francia; Paolo Giordano, de Italia; Joumana Haddad y Habib Selmi, del Líbano; Mario Bellatín, Michael Christopher Domínguez, Chloe Aridjis, Guillermo Fadanelli y Jordi Soler, de México; Ibrahim Nasrallah, de Palestina; Sergio Dahbar y Francisco Suniaga, de Venezuela, y el músico camerunés Manu Dibango.

Por su parte, la delegación colombiana supera los 30 participantes, entre periodistas, escritores, historiadores y promotores culturales (ver nota anexa).

A ella, se unen las otras dos representaciones de invitados más numerosas: la del Reino Unido y la de España.


Paolo Giordano (Italia)

El joven escritor Paolo Giordano (Turín, 1982) saltó a la fama en el 2008 con su novela La soledad de los números primos, con la que ganó los premios Campiello a la mejor Ópera Prima, Fiesole Narrativa Under 40 y el Strega. A sus 26 años, es el escritor más joven en ganar este último galardón. Según el suplemento del diario La Stampa, la novela de Giordano se convirtió en el libro más vendido en el 2008, al superar el millón de copias.

Ibrahim Nasrallah (Palestina)


El poeta Nasrallah (1954) se ha desempeñado también como periodista, pintor y fotógrafo. Estudió en las escuelas de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente próximo. Fue profesor dos años en Arabia Saudí y trabajó como periodista entre 1978 y 1996. A su regreso a Jordania, colaboró para varias publicaciones.

Mario Bellatín (México)

Mario Bellatín (1960) es considerado una de las voces literarias mexicanas más interesantes de los últimos años, según la crítica de varios medios internacionales. Estudió Teología y Ciencias de la Comunicación, en Lima (Perú). En Cuba realizó cursos de guión cinematográfico en el taller de García Márquez. Su primera novela fue Mujeres de sal (1986). En el 2008 ganó el Premio Mazatlán de Literatura por su novela El gran vidrio.

Zoé Valdés (Cuba)

Una novelista obsesionada con los secretos que esconden los cuadros del Museo de Louvre es la protagonista de la novela más reciente de la escritora cubana Zoé Valdés, otra de las invitadas este año al Hay.
Valdés (La Habana, 1959) ha hecho parte de la delegación cubana ante la Unesco en París y trabajó como subdirectora de la revista Cine Cubano de 1990 a 1995, cuando se exilió en la capital francesa, en donde vive en la actualidad.

En el 2004, ganó el premio Ciudad de Torrevieja con su novela La eternidad del instante.
Es autora, además, de La ficción Fidel (2008), La cazadora de astros (2007) y Bailar la vida (2006).

Joumana Haddad (Líbano)

La poeta Haddad (Beirut, 1970) es también periodista y traductora y coordina las páginas culturales del periódico An Nahar. Es además la administradora del premio Booker árabe y la redactora jefe de la revista Jasad. Entre sus libros, se encuentran Con ladrones del fuego, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Malas costumbres y Espejos de la pasante en el sueño.


Michael Ondaatje (Canadá)

El poeta y novelista canadiense Michael Ondaatje es considerado como uno de los renovadores de la lengua inglesa, junto a sus colegas británicos Martin Amis o Ian McEwan.
Nació en 1943, en Colombo (Sri Lanka), estudió en Inglaterra y a los 19 años se trasladó a Canadá, en donde ha vivido desde entonces.
Poseedor de una gran obra, es más conocido, quizás, por su novela El paciente inglés (1992), con la que ganó el premio Booker y que fue llevada al cine por el fallecido director Anthony Minghella.
Otras de sus novelas son En la piel de un león (1987) y El fantasma de Anil (2000), con la que ganó el premio Medici de novela.
En el campo poético es autor de Los monstruos cotidianos (1967) y El hombre con siete dedos en los pies (1969).
En la actualidad, Ondaatje ejerce la cátedra en la Universidad de York (Toronto).

Jon Lee Anderson (E.U.)

El periodista estadounidense Jon Lee Anderson (California, 1957) es un profundo analista de América Latina. De hecho, su biografía sobre el mítico Che Guevara es uno de los libros más estudiados en las cátedras de perfil periodístico, en diferentes universidades. Junto a los temas regionales, Anderson es un curtido reportero de guerra. En los últimos años se ha dedicado a investigar los conflictos bélicos posteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Numerosa delegación colombiana

Con periodistas, escritores e historiadores, entre otros, la representación colombiana será una de las más numerosas en el Hay.

Entre los participantes se encuentran los periodistas Roberto Pombo, director de El Tiempo; Daniel Samper Pizano; Alejandro Santos Rubino, director de la revista Semana; Jaime Abello Banfi, de la Fudación Nuevo Periodismo; además de Juan David Correa, Juan Gossaín, Mario Jursich, Marianne Ponsford, Catalina Gómez y Marcos Schechtman.

Los acompañarán los escritores William Ospina, Enrique Serrano, Darío Jaramillo Agudelo, Juan Gabriel Vásquez,Óscar Collazos, David Sánchez Juliao, Héctor Abad Faciolince, Ramón Cote, Yolanda Reyes, Celso Román, Hugo Chaparro, Carolina Andújar, Susana Castellanos y los wayuu Vicenta Siosi y José Ángel Fernández.

La presencia colombiana la cierran los historiadores Carlos José Reyes y Eduardo Posada Carbó, el genetista Jaime Bernal Villegas, el antropólogo Weidler Guerra Curvelo, las investigadoras Esthercita Simancas y Margarita Valencia, los promotores culturales Guido Tamayo y Tatiana Jaramillo, el cineasta Sergio Cabrera y el libretista Juan Carlos Pérez Flórez."

13.1.10

Consumo, crispación y pies descalzos

"Ya no hay heladerías, ni ropa, ni vehículos de lujo, ni bebidas, ni libros sino denominaciones industriales que los sustituyen", asegura el autor de Grasa tras un recorrido crítico por la costa bonaerense. "En lugar de la cosa, ahora está el nombre".

LA PLAYA DOMINADA por las marcas. La marca: el hit del verano que impregna todos los paisajes. fUENTE Revista Ñ


"Desde la mirada rapaz del Google Earth puede verse la costa bonaerense como un borde eléctrico en el que los accidentes de la tierra son apenas vibraciones filtradas por las nubes. Pero si se baja más, si el ojo satelital se digna a sobrevolar la superficie en incursiones rasantes se verá, ya a otra escala –la escala de una verdad mayor– una composición más nítida de su realidad geográfica. Esa composición tiene nombres y materia. Va de los asfaltos posnucleares de Santa Teresita a los bosques importados de Cariló, en cuyas sombras se hallan comunidades de pájaros autóctonos, aficionados al coro vocacional y a los servicios indeseables de bicho-despertador, una cierta arquitectura de la vanidad –poco racionalismo, mucho casa FOA– y los rallys espontáneos de Divisadero a espaldas de la vigilancia.

Más allá, Mar del Plata, la ciudad total; la de toda la oferta y toda la demanda del mundo, resumida en un número (dos millones de visitantes por temporada alta, que en movimiento se convierten en dos billones), una serie de nombres plateados: Toledo, Manolo, Montecatini, Boston, Casino, Rambla, Peatonal, Puerto y Farándula; y un nombre dorado que ya no nos pertenece en los hechos pero sí le pertenece a nuestros corazones: Havanna. Y por debajo del nombre consagrado que se alarga, fluorescente, en tipografías de neón retorcido, el verdadero punto de encuentro entre veraneante y verano: la cultura de la cola. Esperar, padecer, donar el tiempo del ocio a la máquina de consumo, prestarse nuevamente al disgusto de la postergación aun en vacaciones, como respondiendo a la nostalgia del trámite –el vicio más frecuentado del año civil–, para obtener a cambio una docena de churros rellenos o un frasco de sardinas apretadas como personas en vagón de subte. O una suprema a la Maryland, el tesoro gourmet de la cadena de felicidad gastronómica Montecatini, en cuyas superficies enormes se arrumban contingentes enteros del llamado turismo gremial que saben hacer valer la sociomoneda de su república: el patrón voucher.

Es cierto que en Mar del Plata no hay puntos de vista superiores al de La Normandina, el Manolo de la costa o Waikiki. Más que puntos de vistas son hermosos sueños marinos en los que actúan embarcaciones de pesca al borde del naufragio, perfiles más bien tiesos de buques mercantes con sus popeyes irascibles por la abstinencia de todo lo que se tiene en tierra y generaciones completas de surfers esperando el desarrollo completo del día: olas, puesta de sol, delivery de marihuana.

Enconado con esas versiones exteriores del veraneo, el paisaje de Montecatini obliga a mirar hacia adentro, hacia un interior prácticamente quemado por las luces de artificio en el que el turista tradicional podrá hacer lo que más le gusta: sentirse como en casa. Es, si se acepta la asociación, un feed lot para humanos que nada tiene que envidiarle en densidad demográfica, rendimiento industrial y caja al West Lake de Changsha, China, un restaurante para cinco mil comensales sentados que ordenan a la carta decenas de platos en forma simultánea. Montecatini es la maqueta o el hermano sudamericano de ese negocio de locos, una especie de monumento a la mandíbula batiente en el que comer es un espectáculo que se da, y en el que ver comer es el plato principal de un teatro mudo de la abundancia.

Pero si se cortara con una plancha de acero esa escena en el centro de Mar del Plata, su zona más comprimida y desdeñosa de la naturaleza, como si un pánico inexplicable de sus habitantes pasajeros no pudiera admitir que la naturaleza se les presente sin la compañía de elementos hiperurbanos como el hacinamiento, la contaminación ambiental y la molestia, y saltáramos al Bosque Peralta Ramos, o al shopping horizontal en el que se convirtió la calle Güemes, o a las playas al sur del faro, ¿qué veríamos de diferente? Veríamos otra gente, es decir otro mercado, pero una misma dificultad para abandonar la cultura que se trae de casa.

Las bikinis que se lucen, cada cual a la altura del cuerpo que la lleva, en las caminatas del parador Honu Beach, por ejemplo, ¿son clásicas o modernas? Porque es cierto que la moda dice que estamos en una temporada de animal print, texturas metalizadas, hebillas, bordados y detalles que resplandezcan –lentejuelas, strass, trenzas de titanio, hierros de obra niquelados, rieles ferroviarios: cualquier cosa–, pero hace falta detenerse a mirar y a recordar un minuto para advertir que, en efecto, los trajes de baño de hoy son más actuales que los de la última temporada, pero también son más antiguos que los de hace veinte años.

El parador es un paraíso de insolación donde duermen densas monas de sardina los avatares de Danny De Vito y Néstor Kirchner. Un desierto sin carpas ni techos de juncos que defiendan al bañista de las tormentas ultravioletas que nos están matando. Mar y playa, y personas casi desnudas buscándose con la mirada como en una orgía que todavía no empezó (estamos en la fase del casting). ¿Nada más? Mucho más, tanto más que para simplificar habría que usar la única palabra capaz de incluir el todo ofrecido a la vista: marcas. De bebidas nocturnas, claro –que se hacen diurnas en la playa–, pero sobre todo de vehículos de doble tracción, verdaderos predadores de naturaleza que en la temporada del dolce far niente y el consumo empujado por la inercia que gobierna los túneles mentales de los manirrotos, el consumo porque sí (porque sobra plusvalía, o porque el consumo en verano es un entretenimiento), se justifican, digamos, existencialmente.

La imagen general de esos brillos de bicapa expuestos al sol es un espejo de lo que sucede en La Frontera, la playa salvaje de Pinamar de la que hace varias temporadas salen en estampida los autos de lujo ante la llegada de ARBA, la tormenta de arena fiscal que dispersa a los beduinos en sus cápsulas climatizadas. Porque si la marca es algo que se desea y se consume para ofrecerla en verano como un blasón seriado (un blasón maldito que tanto podemos tener nosotros como nuestros vecinos), también es algo que, llegado el caso, se defiende del modo en que la mamá leona defiende a sus leoncitos del clan de hienas que planea sonsacarlos del nido y convertirlos en bifes de gran felino.

La marca: el hit del verano que impregna todos los paisajes. Está en los parasoles, en las sombrillas, en los vasos de chopp, en las frases que cuelgan del timón de los aviones que van y vienen, suben y bajan, sobre los vientos enrulados del Atlántico; y en las llamadas promociones donde el beneficiario rugbier armará su tocata con una guinda marca Kevingston, así como el jubilado entrenará con tejos marca Ibupirac 600. Pero ni el centro cívico de Cariló, ni la calle Alem de Mar de Plata –donde bailar es consumir en movimiento varias cosas, además de ofertar una imagen llena de marcas– tendrán un núcleo de incitación al consumo tan intenso e insoportable como el cruce de Bunge y Libertador de Pinamar. Es el punto en el que se muere todo lo que pueda considerarse un fenómeno genérico. No hay heladerías, ni vehículos de lujo, ni ropa, ni bebidas, ni libros sino denominaciones industriales que los sustituyen. En lugar de la cosa, el nombre. El veraneante, que podrá descansar del trabajo pero ya no de la obligación de la compra, ¿se preguntará dónde empezó todo esto? Una ráfaga de memoria trae en oleadas un poco turbias la vieja escollera del Club de Pesca Mar del Plata y los nombres pioneros que se alzaron años ha: Balcarce, Celusal, Quilmes, los primeros interventores del paisaje marítimo que un día podría faltar si se lo reemplaza por un buen artificio."
Juan José Becerra

12.1.10

Lojo: "Sobre héroes y tumbas narra una experiencia única de Buenos Aires"

La ensayista, narradora e investigadora, presenta una nueva edición crítica del libro de Ernesto Sábato. Allí analiza también el contexto del escritor y dice que la obra narra una experiencia única de la ciudad.

EN SANTOS LUGARES. "Las novelas de Sábato exhiben la ambigüedad de una realidad que no se puede reducir a fórmulas simplificadas", dice Lojo. fUENTE Revista Ñ

"Sobre héroes y tumbas, gótico surrealista y argentino, galería de fantasmas familiares, geología fantástica, perverso libro de viajes fabulosos en el corazón de lo cotidiano, nos ofrece la ilusión de recobrar un tesoro siniestro", escribe la investigadora María Rosa Lojo en la nota liminar a la reciente edición crítica de la gran novela de Sabato, que acaba de editar la Colección Archivos de la UNESCO junto a la Dirección General de Asuntos Culturales de Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación.

La flamante edición de Sobre héroes y tumbas (Alcion) de más de mil páginas, coordinada por Lojo, incluye estudios cronológicos, análisis de la historia del texto, su recepción y el posicionamiento de su autor, además de diversas lecturas que permiten, según dice en esta entrevista su coordinadora, un reposicionamiento del texto en el ámbito académico nacional e internacional. Justo cuando el nombre de Ernesto Sabato vuelve a sonar para el Premio Nobel de Literatura 2010, tras la reciente propuesta de candidatura del autor -la cuarta consecutiva-, enviada a la Academia Sueca por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) de España.

¿Por qué una edición crítica de "Sobre héroes y tumbas" en en este momento?

Bueno, digamos que no se trata precisamente de una idea surgida "en este momento". El trabajo de la edición crítica me fue encomendado por Amos Segala, fundador y entonces director de la Colección Archivos de la UNESCO, hace ya más de diez años. Uno de los objetivos de esta colección era (y es) presentar ediciones de excelencia de clásicos hispanoamericanos. Aunque los autores considerados como "clásicos" suelen estar muertos, primero, atento a la ya avanzada edad de Sabato (que había cumplido los 87) y a los reconocimientos internacionales recibidos por su obra (entre ellos, el Premio Cervantes), Amos Segala decidió que era oportuno emprender la edición crítica de esta novela, que yo comencé entonces, convocando a un equipo integrado por otros diecisiete especialistas de universidades argentinas y extranjeras. Nuestro trabajo se prolongó durante siete años. A ellos hay que agregarle tres más de espera, ya que el sistema de financiamiento de la colección fue interrumpido por diversas crisis, entre ellas, claro, la crisis argentina de 2001. En suma: que no se trata de algo súbito ni repentista ni oportunista, sino de un proyecto de muy largo aliento, iniciado hace más de una década.

¿Cree que esta edición puede favorecer una relectura del texto en el ámbito académico? ¿Y entre los lectores en general?

Sin duda que favorecerá la relectura de Sabato en el ámbito académico; ése constituye su principal objetivo y sus "lectores modelo" serán los estudiantes y estudiosos especializados. El público en general no está excluido, pero tiene a mano la obra en ediciones normales en todas las librerías, ya que Sabato es un autor que no ha dejado de publicarse.

¿Se podría considerar que "Sobre héroes y tumbas", publicado en 1961, es un libro de su tiempo?

Por supuesto, como todos los libros, en tanto reverberan en ellos, de manera inevitable, las obsesiones, preocupaciones y deseos que cruzan la época en la que fueron gestados.

¿Podría pensarse que se trata una obra que ha envejecido?

¿En qué sentido? En todos los libros hay aspectos que "envejecen" y que tienen que ver con su momento histórico. Hoy sería difícil imaginar a una mujer occidental que se suicidase por los mismos motivos que Anna Karenina. Pero la culpa y la situación de condena social son sentimientos y circunstancias que siguen existiendo. Lo que cuenta es la potencia con la que una obra expresa y resignifica la condición humana.

En pocos años, como consta en varios de los estudios presentes en la edición, esta obra de Sabato alcanzó cifras de ventas récord. ¿En qué medida considera que eso estuvo relacionado con el "boom" editorial de la década del 60 en la Argentina y cuánto con la obra en sí?

Seguramente el boom editorial creó las condiciones para que la obra fuera bien difundida y publicada. El resto lo hizo el interés despertado por esa novela en particular. No todas las ficciones impresas en los mismos años alcanzaron la misma repercusión, ni por los mismos motivos.

Respecto de la recepción de "Sobre héroes y tumbas" en la Academia, ¿cree que con el tiempo el libro y el autor cayeron en desgracia en los claustros?

Puede que esto haya ocurrido en algunos claustros dentro de la Argentina. En el exterior, en cambio, esta novela nunca dejó de ser considerada como una obra fundamental de la literatura hispanoamericana contemporánea. Y me consta que en la actualidad profesores universitarios de diversos países están escribiendo libros sobre Sabato.

Tal como se cita en uno de los estudios de la edición, en 1962 la revista "El escarabajo de oro" se refiere a Sabato como "uno de los intelectuales, más valiosos que tiene nuestro país". ¿Podría, hoy, decirse lo mismo del autor?

Creo que la cuestión está fuera de lugar, ya que, como sabemos, hace tiempo que Sabato, casi centenario y de salud frágil, está fuera de la vida pública activa y tampoco escribe ficción. No por eso el aporte que realizó en su momento es menos importante y significativo.

En el artículo de Karl Kohut se cita a Bernardo Canal-Feijoo cuando afirma que "Sobre héroes y tumbas quiere ser la novela de Buenos Aires". ¿Lo ha logrado?

Creo que sí, y que junto con otras obras, como Adán Buenosayres o Los siete locos, Sobre héroes y tumbas narra una inolvidable experiencia de la ciudad, única, personalísima, y a la vez compartible.

En varios de los análisis, se afirma que "Sobre héroes y tumbas" refleja las antinomias de la identidad cultural argentina. ¿Le ha tocado al libro caer en esas mismas antinomias de las que da cuenta?

Justamente mi tesis de doctorado estuvo dedicada a demostrar de qué manera, a través de una compleja construcción simbólica basada en los ejes luz/oscuridad, visión/ceguera, la novelística sabatiana exhibe la impureza y turbiedad de todas las antinomias, la ambigüedad y la ambivalencia de una realidad que no se puede reducir a fórmulas simplificadas, a pesar de lo que parecen creer, con obstinación maniática, algunos de sus personajes como Fernando Vidal Olmos."

9.1.10

La 'vuelta a la vida' de Harold Pinter

Lady Antonia Frasier, que compartió 35 años con el autor y es por sí misma una consagrada biógrafa e historiadora

Antonia Fraser, viuda de Pinter, en la presentación de su libro en Ciudad de México. | Efe

Antonia Fraser, viuda de Pinter, en la presentación de su libro en Ciudad de México. | Efe fUENTE EL Mundo

Harold Pinter, el dramaturgo británico galardonado con el Nobel de Literatura en 2005 y fallecido de cáncer tres años después, es recordado por su viuda en el libro 'Must you go? My life with Harold Pinter', presentado este viernes en México en primicia.

Lady Antonia Frasier, que compartió 35 años con el autor y es por sí misma una consagrada biógrafa e historiadora, recordó con amor y humor la figura de su marido, en un acto que suscitó la atención de la comunidad intelectual de Ciudad de México.

La frase que da título al libro alude a la que Pinter (Londres, 1930-2008) le expresó la noche que ambos se conocieron, cuando ella iba a partir de una cena en la que ambos habían tomado parte, a raíz del estreno de una obra del dramaturgo dirigida por el hermano de Frasier.

El libro, que se publicará en Reino Unido este mes, está conformado a partir del diario que ha venido escribiendo Frasier a lo largo de su vida y de comentarios a posteriori, realizados específicamente para el volumen.

"Después de su muerte me sentí oscura y llena de desesperación, y pensé que no podía seguir así, que tenía que hacer algo, y por eso decidí escribir", apuntó Frasier.

Los años recogidos están nutridos de pequeñas anécdotas, como la de la primera noche que ambos pasaron casados en su domicilio. "Él me leyó algunos de sus textos, y yo me quedé dormida; más tarde hablé con su primera esposa y me dijo que cuando no podía dormir, le pedía a Harold que le leyera", narró.

La última parte del libro narra los casi siete años que el autor estuvo luchando contra el cáncer, hasta que perdió la batalla, y la experiencia por la que pasó su mujer cuidándolo.

Un autor con vocación reivindicativa

Frasier negó que su esposo, conocido por expresar sus opiniones políticas con firmeza, fuese antiestadounidense por haber criticado repetidamente a los Gobiernos de ese país.

"Si no (hubiera hecho esas críticas) su vida en Estados Unidos no hubiese tenido sentido", dijo, y matizó que Pinter se había pronunciado en contra de la política exterior, no de la sociedad de EE.UU.

Para ilustrarlo, relató como el Nobel fue interrogado en el aeropuerto de Miami cuando volvía a su país desde Nicaragua, en la época del encono de EE.UU. contra los sandinistas.

A punto de perder los nervios por las preguntas incesantes de la agente, ésta se declaró admiradora de su obra y le dio la bienvenida al país. "Es una historia que ilustra la diferencia entre un Gobierno y sus ciudadanos", concretó.

"También criticaba al Gobierno británico", añadió sobre el activismo político de Pinter.

Frasier apuntó que su marido escribía solo cuando le llegaba la inspiración, y nunca trabajaba motivado únicamente por un interés económico.

"Pasó un año leyendo a Proust para hacer un guión de 'La mujer del teniente francés', pero nunca se llevó a cabo", rememoró.

Pinter es autor de piezas teatrales como 'La habitación' (1957), 'La fiesta de cumpleaños' (1958), 'El portero' (1959), 'La colección' (1962), 'El amante' (1963), 'Regreso a casa' (1965) y 'El silencio' (1969).

Por su parte, su viuda tiene en su haber biografías de María Estuardo, reina de Escocia, de Carlos II, de Oliver Cromwell, diversos libros históricos y ocho novelas policíacas.

Entrevista con Peter Florence, director del Hay Festival

ENTREVISTA
Este reconocido hombre de las letras habla de la aventura de llevar literatura a diferentes ciudades.

Peter Florence, director y creador hace 19 años de uno de los festivales literarios más reconocidos del mundo entero, el Hay Festival. fOTO, fUENTE: EL ESPECTADOR


Primero fue la suerte. Una partida de póquer le dio a Peter Florence el dinero para arrancar su idea de crear un festival literario en su ciudad natal, Hay-on-Wye, en Gales. Un año después el Hay empezó a contar con reconocidos escritores, como Arthur Miller, Martin Amis, Salman Rushdie, y con notas en el New Yorker y el New York Times que lo calificaron como una de las fiestas literarias más divertidas e influyentes de toda Europa.

Luego vino la inquietud. Era hora de explorar las voces de otras latitudes y de otros países, y después de llevar el Hay Festival a Londres, Italia y España, Peter Florence envió a sus emisarios para buscar una ciudad en América Latina donde pudiera radicar su festival. Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes jugaron sus cartas para lograr que la ganadora fuera Cartagena, y es por esta suma de eventos: suerte, inquietud y buenas letras que desde hace cuatro años Colombia tiene el privilegio de asistir a un festival en donde afamados escritores con camisa de manga corta, sandalias y con el ánimo desprevenido por la brisa caribeña hablan sobre esos mundos de los que escriben.

En esta cuarta versión y como ya es costumbre, llegan del 28 al 31 de enero personajes internacionales de la talla del escritor británico Ian McEwan, el peruano Mario Vargas Llosa, el director mexicano Alejandro González Iñárritu, el italiano Paolo Giordano, el saxofonista camerunés Manu Dibango y Daniel Mordzinski, El fotógrafo de los escritores, quien trae una muestra que reúne más de 180 imágenes de escritores iberoamericanos.

Hablamos con Peter Florence, el hombre de letras, el entrevistador elegido por grandes escritores y el creador y director, desde hace 19 años, de esta fiesta de la literatura.

¿Cuáles han sido los mayores logros conseguidos durante estas tres versiones que han pasado del Festival?

Nosotros hemos explorado la literatura de todo el mundo hispanoamericano, hemos descubierto nuevas voces y compartido historias que pueden cambiar vidas. Lo mejor que pueden hacer los escritores es lograr que sus lectores entiendan el mundo de nuevas maneras. Y lo mejor que puede hacer un festival es hacer que ese placer, ese nuevo entendimiento sea un poco más accesible. Lo maravilloso de los festivales es que nunca sabes qué es lo que puede pasar o qué es lo que va a ser más inspirador, de tal forma que cualquier persona que venga a Cartagena será afectada de manera diferente. Es siempre una sorpresa, una aventura.

¿Cómo seleccionan año tras año los invitados a este festival?

Nosotros seleccionamos a esos escritores cuyo trabajo más admiramos y tratamos de traerlos a una fiesta.

¿Qué le deja un festival literario a una ciudad?

La lectura, que es un placer al que las invitamos, pero además la conversación, el juego, los romances y los pensamientos cotidianos son todos enriquecidos por libros y escritores que se abren ante una audiencia. Pero Cartagena, de todas las ciudades del mundo, ya sabía de eso, de esa cotidianidad afectada por la fantasía y la poesía de Gabriel García Márquez. En realidad, nosotros sólo hemos construido sobre su legado. Los escritores están llenos de mundos interiores fantásticos y lo maravilloso de reunirlos en una pequeña ciudad es que esos mundos se hacen públicos de una manera espontánea e irrepetible.

¿Cómo fue el acercamiento con Ian McEwan para que viniera a Colombia?

McEwan es el escritor británico más exportado por estos días, es caballero de la orden del Imperio Británico y ganador del Booker Prize. Nosotros aspiramos a esa calidad de invitados de todas las culturas y países. Además la reputación de Cartagena como ciudad de ideas y sueños hace muy atractiva nuestra proposición para los escritores de todo el mundo. Pocos se rehusarían a conocer una de las ciudades más bellas del Caribe.

¿Qué es lo que lo alienta a seguir en esta ardua tarea de llevar literatura por tantas ciudades del mundo?

Los escritores dicen verdades que van más lejos que los periodistas o los medios. Ellos cuentas las historias íntimas de la vida de la gente, así que la literatura es siempre intrigante, fascinante y es la mayoría de las veces la mejor forma de conocer acerca de otras culturas.

¿Qué caracteriza e identifica a Cartagena de los otros Hay Festivals que se celebran en el mundo?

Crucialmente el clima, pero lo más importante es la rica mezcla de audiencias.

Ha entrevistado a grandes personajes. ¿Cómo se prepara para esa exigente tarea?

Lo que yo realmente quiero cuando entrevisto a un personaje es perfilarlo a él y casi olvidarme de mí mismo. Cuando uno entrevista a un escritor quiere darle a la audiencia una idea de quién es esa persona, pero además necesita retratar la mayoría de sus trabajos publicados, y tratar sobre todo de obtener de ellos alguna confidencia, alguna confesión sobre su escritura que nunca hayan dicho antes. También es tu obligación hacer de esa entrevista algo divertido para el escritor.

En un hora de entrevista, uno tiene en promedio 12 preguntas, así que tienes que juzgar hacia dónde está yendo la entrevista. La flexibilidad es vital. Esta gente es muy estructurada y brillante, la mitad de las veces sólo tienes que iniciar la conversación y conducirla con gracia.

Invitados del Hay Festival

Manu Dibango. Nacido en Duala (Camerún) en 1933. Saxofonista, director de orquesta, autor, compositor y cantante. Conocido humanista y luchador contra las desigualdades sociales. Manu Dibango fue condecorado en 2004 por el Director General de la UNESCO, Koichiro Matsuura, como "Artista de la UNESCO para la paz" en reconocimiento a su contribución al desarrollo de las artes, de la paz y del diálogo entre las culturas del mundo. Creador del género musical conocido como makossa.

Ian McEwan. Nació el 21 de junio de 1948 en Aldershot (Inglaterra). Novelista británico, apodado en sus inicios "Ian Macabro", debido a la naturaleza de sus primeras obras, que novela a novela se ha convertido en uno de los más solventes de su generación. La primera de sus obras que salió a la luz fue la colección de relatos Primer amor, últimos ritos (1975). En 1997 publicó Amor perdurable, considerada por muchos como una obra maestra. En 1998, y causando gran controversia, le fue concedido el Booker Prize por su novela Amsterdam.

Mario Vargas Llosa. Arequipa, 28 de marzo de 1936. Vargas Llosa es uno de los más importantes novelistas y ensayistas de Latinoamérica, así como uno de los principales autores de su generación. Vargas Llosa subió a la fama en la década de 1960 con novelas como La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1965), y la monumental Conversación en La Catedral (1969). Aún continúa escribiendo prolíficamente en una serie de géneros literarios, incluyendo crítica literaria y periodismo.

7.1.10

La desolación

El escritor venezolano, Premio Herralde 2006, acaba de publicar un volumen de cuentos donde recorre los temas de la violencia, el miedo y el delito. Critica a Chávez y también reflexiona sobre la historia y literaturas latinoamericanas.
BARRERA TYSZKA: "Para entrar a América Latina, lo único que sirve es que nos miren desde la complejidad y no desde la simpleza." fUENTE Revista Ñ

Langostinos. Alberto Barrera Tyszka no quiere otra cosa. Unos días en Guadalajara pudieron resquebrajarle el estómago a base de picantes y tequila. Por eso este mediodía propone almorzar algo liviano en El Carnal. Nacido en Caracas en 1960, Barrera Tyszka pertenece a esa tradición venezolana de escritores, guionistas de telenovela y columnistas políticos en la que se cuentan a José Ignacio Cabrujas e Ibsen Martínez. Ganador del Premio Herralde de novela en 2006 con La enfermedad, un relato seco que logra producir desolación, acaba de publicar un volumen de cuentos, Crímenes, donde la violencia se traduce también en una prosa contenida.

-Hay algo que recorre todos los cuentos de "Crímenes" y es la cuestión del deseo. ¿Qué encuentra en ese territorio?

-Es un territorio ambiguo donde la literatura puede desarrollarse. En este libro hay un interés especial desde donde se mueve la narración, que tiene que ver con el deseo, con el miedo y con la culpa. Incluso, en algunos textos, el lector podría preguntarse si el delito realmente existe o si es parte de la mala conciencia. ¿Dónde está el delito? ¿Está en la memoria? ¿Está en el miedo del personaje o realmente está en su deseo? Pienso en un cuento concreto: un hombre que se despierta luego de una gran borrachera y ve en el guardabarro de su coche un pantalón y piensa que ha matado a un indigente. Lo acompañamos en un intento de búsqueda y estamos acompañándolo a recorrer un miedo y un gran deseo. Y finalmente, en la literatura se hace posible que terminemos pensando que si no lo mató, lo va a matar después del punto final. Es la literatura la que construye y le puede dar forma a ese deseo.

-¿Qué descubrió con respecto a un tema tan latinoamericano como la violencia?

-Me gustó encontrar una diversidad de violencias. Pero siempre intento escapar o sabotear aquello que podemos esperar de la literatura latinoamericana asociada al tema de la violencia. ¿Dónde hay más violencia, en un guerrillero y una historia de violencia social o en una relación padre e hijo?

-Eso se plantea en su cuento "Las venas abiertas". ¿Cómo fue el proceso de escritura?

-Ese cuento surge cuando descubro un dato muy interesante: que la publicación de Las venas abiertas de América Latina se da el mismo año que Juan Gabriel saca su primer disco. Son dos eventos. Dos símbolos. Dos representaciones latinoamericanas que me llevaron a recordar la anécdota de un guerrillero amigo mío, de la única tarde que le dieron libre en un año y que todos los combatientes se pusieron a cantar "Querida". A partir de ahí empiezo a mezclar cosas, como el tema del regreso del guerrillero, que es algo que le tocó a mi generación. De esa manera voy complejizando la historia. Y esa sí es una búsqueda del escritor latinoamericano: cómo podemos escribir una literatura que se escape de lo que se cree que debe ser la literatura latinoamericana. Para entrar a América Latina, lo único que sirve es que nos miren desde la complejidad y no desde la simpleza.

-¿Ese cuento refleja su visión sobre lo que le pasó a su generación en los setenta?

-Sí. Y tiene mucho que ver con que nosotros recibimos a unos supuestos héroes que se pacificaron.

-Carlos Monsiváis, en "Aires de familia", habla de cómo el heroísmo se consolida en las guerras de independencia y se pregunta si hoy pueden existir héroes en el continente.
¿Usted qué piensa?

-Creo que ese es el gran problema de Hugo Chávez: la falta de épica. No tenemos épica o la única épica es mediática. El tiempo de las guerras, de las grandes invasiones, que es el tiempo heorico de Fidel, ya parece haber pasado. Chávez es un hombre que está desesperado buscando esa épica y no la consigue. Bush era perfecto para él por eso. Chávez tiene un discurso que quiere ser glorioso, pero es un hombre de armas, es de la gente que todavía piensa que la historia la hacen los hombres que están a caballo. Vivimos en una retórica gloriosa, heroica. Tenemos un presidente que nos dijo: "A nosotros, los venezolanos, nos toca una tarea más difícil que la que le tocó a Bolívar: tenemos que salvar al planeta".

-¿Se cree un dios?

-¿Cómo se vive con una obligación de ese tipo? Los venezolanos somos muy paganos, por eso supongo que no lo tomamos demasiado en serio.

-¿Usted se siente un intelectual de izquierda?

-Prefiero pensarme sólo como escritor, y el término "izquierda" es un problema. Es casi imposible definir izquierda o derecha. Un amigo dice que somos liberales de izquierda y anticomunistas. Una cosa paradójica.

-¿Cómo cree que se reencarnarán estas ideologías muertas?

-Es complicadísimo. Chávez acaba de proponer que se organice la V Internacional Socialista. Habla del Socialismo del siglo XXI, pero estoy convencido de que no existe un país más diferente al resto de Sudamérica que Venezuela. El Socialismo del siglo XXI es un invento retórico: sólo es posible con el petróleo y con los 800 mil millones de dólares que le entraron al país en los últimos diez años. ¿De qué izquierda estamos hablando si Venezuela, en los últimos años, vivió un festival del consumo?

-Junto a Cristina Marcano escribió "Hugo Chávez sin uniforme", ¿por qué no hablaron con Chávez para esa biografía?

-En Venezuela todo el mundo quería opinar de Chávez. Para decir que era la reencarnación de Bolívar o la reencarnación de Hitler. Fueron tres años de investigación en los que hablamos con todas las personas que tuvieron relación con él, empezando por su madre, y por todos los medios intentamos que nos concediera una entrevista. Nunca lo hizo. Pero creo que fue mejor. El libro hubiera tenido 400 páginas más con su versión de los hechos. Chávez construye diariamente su biografía, todo el día habla de él y además su discurso trabaja con parábolas y cuentos donde siempre el ejemplo es él cuando era chico o jugaba al béisbol. Eso tiene una cosa fascinante: de un mismo hecho tenemos cuatro versiones distintas, cada vez más heroicas, obviamente. Porque él quiere entrar a la liga del Che Guevara y no sabe cómo. El ex presidente brasileño José Sarney tiene una frase lapidaria. Una vez le preguntaron si Chávez se parecía a Fidel y respondió: "Le falta historia y le sobra petróleo". Es un poco la tragedia de Chávez.

-Pero podemos decir que es un buen escritor.

-Es un comunicador extraordinario. Tiene características de fabulador, cuentero. Y además canta, baila. No tiene miedo al ridículo.

-Volvamos a la literatura. El elemento de la sangre, en el cuento "La nada", se relaciona de alguna forma con "Las venas abiertas". Hay gotas de sangre que nadie sabe de dónde vienen. Y tampoco las entendemos.

-Esa interpretación es perfecta. Detrás de nosotros a veces hay una violencia y unos restos de violencia que no sabemos manejar porque hay que aprender a vivir. Y es inútil buscarle ciertas lógicas. Esa violencia está ahí. En "La nada", que relata el descubrimiento de unas gotas de sangre en el departamento de una pareja, primero se le echa la culpa al gato y después a unos murciélagos. En ese cuento la idea es que por más que busques, siempre te quedas con lo que hay. Nosotros somos esta nada, somos nosotros esta sangre que está goteando. Hay una frase de Paul Valéry: "Dios ha hecho todo de la nada. Pero la nada persiste". Esa idea está montada en el cuento: tienes un paraíso, una utopía, tienes una moral, un camino e incluso instituciones que instrumentalizan todo, pero ¿qué haces con la nada, con lo que seguimos siendo?

6.1.10

Murió el caricaturista David Levine

Sus retratos de autores, intelectuales, figuras históricas y políticas adornaban las páginas del periódico literario The New York Review of Books hace casi cincuenta años. Tenía 83 años de edad y su muerte fue causada por un cáncer de próstata. Aquí, reproducimos una nota del gran dibujante Hermenegildo Sábat, sobre Levine, publicada en Clarín en el 2005.



JORGE LUIS BORGES según David Levine. fUENTE Revista Ñ


David Levine: la realidad dibujada

Esta obra, sobre la que Levine trabajó dos años y que encierra múltiples significados, forma parte de la serie "Coney Island". El autor se reencontró con ella hace unos días en Portugal.

Por Hermenegildo Sábat
(publicada orignialmente en la Revista Ñ, el 7 de mayo del 2005)

Acostumbrado a exponer sus dibujos, acuarelas y óleos en la Forum Gallery, de Nueva York, David Levine vive preocupado por los deadlines que le impone The New York Review of Books, donde ha publicado sus magníficos dibujos durante cuarenta años. Si bien la casi exclusiva mayoría de los encargos han sido, y siguen siendo, personalidades literarias, musicales o de las artes plásticas, sus opiniones más fuertes (y memorables) han tenido como modelos a los políticos, en particular los presidentes de su país.

Ese detalle no lo singularizaría en un ámbito acostumbrado a dedicar diariamente espacios a caricaturistas políticos. Las diferencias que ha aportado Levine tienen que ver con sus dotes artísticas, la formación original —que lo llevó a estudiar incluso con el gran pintor alemán Hans Hoffman— y un ámbito familiar donde se sostenían ideas de izquierda.

Su puntería para expresar esas ideas sin palabras permanece en la memoria colectiva de varios millones de compatriotas, y de muchos admiradores extranjeros. Cuando Lyndon Johnson se sometió a una operación intestinal, mostró ante fotógrafos su abdomen tejano cruzado por una cicatriz. El dibujo de Levine fue lapidario: la herida era el mapa de Vietnam. Cuando se estrenó la primera versión de El Padrino, tampoco vaciló y osmotizó a Marlon Brando con el entonces presidente Richard Nixon.

Los años han pasado, se han acumulado distinciones —entre otras, es Caballero de la Legión de Honor en Francia— y a los 78 años David Levine sigue opinando como cuando lloró, siendo un niño, el avance de las tropas de Francisco Franco sobre los republicanos españoles. Pero ahora es testigo de censuras a sus dibujos tanto en la New York Review of Books como en The New Yorker. John Updike ha afirmado que "sus ojos han sido informados por una inteligencia que no entró en pánico". Otro intelectual sugiere que si fuese escritor, "sería Chejov".

El propio Levine no necesita adjetivos o comparaciones: "Soy un pintor sostenido por sus caricaturas", dice.

El año pasado, Levine realizó una nueva exposición en la Forum Gallery, ubicada en la Quinta Avenida de Manhattan. Entre dibujos, acuarelas, carbonillas y óleos, llamaba la atención una tela horizontal de dos metros por un metro titulada "The Front". Por distintas razones, especialmente porque no quería separarse de una obra sobre la que trabajó durante dos años, imaginó, confió que la tela no sería vendida. Pero ya se sabe que las telas nunca se venden; se compran o no. La obra combina la simpatía del autor por Coney Island, playa que adora y a la que ha dedicado durante años muchas otras creaciones, con la visita semanal —desde hace 45 años— a un taller de artes plásticas en su Brooklyn donde dibuja del natural modelos vivos. La superposición de individuos tirados unos encima de otros evoca, desde ya, el verano en Nueva York y en cualquier otra ciudad con playa, pero ese hacinamiento es sospechoso y puede aludir a campos de concentración, matanzas colectivas o rascacielos derribados. Las sugerencias están abiertas y no generarían confusiones ni sospechas. Como suele suceder en las películas emocionantes, las expresiones de deseos de David Levine fueron contrariadas por Luis Ricciardi, un agente de bolsa portugués, que pagó muchos miles de dólares por "The Front" y la trasladó hasta su casa en Estoril, ubicada dentro de cuarenta hectáreas que pertenecieron a Antenor Patiño, el "rey del estaño" de Bolivia.

Cuando Ricciardi ubicó la tela en el living de su casa, advirtió que no estaba firmada, detalle que no singulariza a Levine, si bien lo vincula con Velázquez, con Tiziano y hasta con Mark Rothko, que no solían rubricar sus obras. Velázquez no lo necesitaba: los reyes eran testigos de su genio; sería difícil encontrar a alguien que trate de imitar a Rothko, artista único. Ricciardi persuadió a Levine para que se trasladara hasta Portugal para que inicialara o firmase y allá marcharon David y Kathy Hayes, su esposa, nurse "diplomada", que aconseja tomar mucha agua cuando se tose, y se desempeña como representante de artistas en Nueva York.

El encuentro de Levine con su cuadro fue similar al de familiares que no se han visto durante mucho tiempo. No lloró, pero la procesión fue interna. Tampoco sugirió recomprarla; la melancolía que alcanzó en ese momento podría ser cantada por alguna discípula de Amalia Rodríguez, la reina del fado.

El momento deseado por Ricciardi llegó luego de la cena. Levine había ido preparado con pinceles y óleos y después de observar su obra decidió que la firmaría en el sector inferior derecho de la tela. Intentó una vez y debió borrar lo que estaba haciendo, ya que su entusiasmo lo conducía a pintar, no a firmar. Finalmente, eligió un bermellón y firmó, pero admitió que es más fácil, para él, estampar su nombre en un papel.

Hubo momentos felices y memorables en Lisboa, durante las visitas a tres magníficos museos. Levine, como cualquier amante del arte que se precie, rechaza observar obras en medio de jaurías turísticas que no disfrutan pero vaya si molestan. El museo de la Fundación Calouste Gulbenkian es la colección personal de un magnate que se enamoró con ese país, y que poseyó no sólo una fortuna sino también excepcional rigor, cultura exquisita y habilidad para seleccionar obras maestras. En ese festival visual, donde no hay espacio para reaccionarios u ordinarios, Levine disfrutó con Frans Hals, con Rembrandt, con el autorretrato de Edgard Degas, con los pequeños —y prodigiosos— paisajes de Corot, y se permitió repetir los espacios dedicados a las esculturas egipcias.

Consciente de que es peligroso cansar la vista con muchas obras, visitó el Museu da Arte Antiga, en la Rua das Janelas Verdes, la mañana siguiente. Allí vio a Piero della Francesca, a Hyeronimus Bosch, y también a Alberto Durero. El tercer día, el Museo Antropológico do Carmo sirvió para observar una iglesia que fue destruida por el terremoto de 1755 y recuperada para que sirvera de reunión de tumbas de reyes, reinas y colecciones de piezas primitivas de nuestro continente.

Cuando salimos después de tres días de furiosa ingestión artística, David Levine comenzó a caminar las ondulantes calles lisboetas y luego de observar una rara discusión entre dos individuos que agitaban sus brazos, recordó una situación que le ocurrió en un parque de La Habana. Después de observar un furioso altercado con puños en alto, en lo que parecía ser una batalla dialéctica afín a la revolución cubana, se acercó al grupo, esperando participar, o por lo menos escuchar argumentos. "En todos lados es lo mismo, discutían sobre el resultado de un partido de baseball".