Trotta y Alba editan dos ensayos sobre la obra del autor checo
"Durante el periodo de entre guerras, en el Barrio Viejo de Praga ("Jerusalén de Europa", se llamó) florecen dos antiquísimos mitos judíos que se renuevan en la cumbre de la fantasía más alucinógena del siglo XX. Gustav Meyrink despierta al golem del rabino Loew, Franz Kafka aporta entre otras cosas la parábola cabalística del castillo. Moisés Maimónides (s. XII) la usaba al final de su 'Guía de perplejos' (capítulo 51 de la parte tercera): el rey (Dios) en el interior del castillo, y, desperdigados, en estancias más o menos apartadas, los vasallos, errabundos, en su busca.
Aunque la obra de Kafka es tan grande, tan universal que sin querer se puede uno enfangar en controversias hermenéuticas. La herencia hebrea del escritor es un tema complicado, un tema de matices, de bibliografía fina y notas de pie de página (Benjamin, Arendt, Buber, Canetti...). Recientemente, 'Kafka y el holocausto' (Trotta), de Álvaro de la Rica, y 'El mundo formidable de Franz Kafka' (Alba), de Louis Begley, dan cuenta de esto.
Entonces, ¿el laberinto que se extiende entre el desasistido agrimensor y el distante conde Westwest en 'El castillo' es alegoría de un Dios ausente, o de la hipertrofia burocrática del Imperio Austrohúngaro? ¿El relato 'En la colonia penitenciaria' recoge algo del "caso Dreyfus"? Es como si todas las hipótesis se hicieran banales al lado del concienzudo enigma estético que albergan sus pesadillas, descontextualizadas, frías y atroces. Los exégetas De la Rica y Begley toman temas similares (los temas típicos del kafkismo), citan en ocasiones las mismas cartas: a su padre, a su dos veces prometida Felice, a Brod. Aunque sus propuestas son diferentes.
'Kafka y el Holocausto' es un ensayo poco ceñido a una sola temática contra lo que parece por el título. Si bien, De la Rica insiste en la calidad profética del corpus kafkiano. Emparenta al novelista con Juan de Patmos y con Daniel de Judá. Su obra, dice, es el "primer apocalipsis moderno". El checo, que murió tuberculoso, jubilado con sólo 40 años, se salvó (por la vía trágica) del auge antisemita. El III Reich se comió sus tres hermanas (Valli, Elli, Ottla), y algunos conocidos y amantes. Adiós Jerusalén de Europa.
Pero no hay una documentación fiable que permita asumir que tal asociación (obra y antisemitismo) haya sido pretendida. Al fin y al cabo, como dice De la Rica, se trata de "un mundo surrealista que pertenece más al sueño que a la vigilia, a lo que está fuera de la realidad ordinaria, aunque venga directamente de ella". Joseph K. y el escarabajo Samsa entran en escena al despertar (acaso sólo aparentemente)de un sueño.
Begley y De la Rica ponen de manifiesto las vinculaciones fronterizas que tiene su hombre con los diversos sectores de la extinta Bohemia. Él era un germanohablante, judío asimilado a la cultura Occidental, cosmopolita, con sueños de publicar como sus precoces compañeros nocturnos y de instalarse en Berlín, autónomo, lejos del influjo de los Kafka. Reniega del "judaísmo de la comunidad aldeana", como le escribe a su padre.
Para completar el cuadro, Begley trata largamente sus tensiones sexuales y su vida amorosa con base en su correspondencia. Los kafkianos se deben congratular por el riquísimo material epistolar que fue acumulando noche tras noche, a la vuelta del Instituto de Seguros de Accidentes de los Trabajadores.
'Claustrofobia de avances'
Begley habla de una "claustrofobia de avances" del escritor, según él, poco puesto en los pasos que por entonces, tiempos de expresionismo y cabaret, daba la nueva literatura. A pesar de su raíz onírica, Kafka sólo se entiende en las lúgubres zozobras de su tiempo. La Ley no es, como para los clásicos, una creación de libertad, sino, al contrario, una restricción de oxígeno, una normativa hostil, profundamente ajena, que aquí (en Kafka) asume la forma pesadillesca de una postergación indefinida. Acuérdense de 'Ante la Ley' (parábola incluida en 'El proceso': en la película se Welles sirve de bello inicio): "...esta entrada era sólo para ti. Ahora voy a cerrarla".
Sus pasivos personajes se someten a una perversa necesidad, a una culpa que es misterio pues tampoco la falta es conocida. Una sofisticada renovación y amalgama de imaginarios y géneros (burocracia, terror, surrealismo, profecía...), una alegoría que no remite a nada, porque justamente es la alegoría de un absurdo radical. Mientras los comentaristas (como los agudos De la Rica o Begley) buscan asediar el castillo kafkiano, la obra permanece inexpugnable a las referencias, muda en su altanero cosmos de silencio."
Álvaro Cortina | Fotos/fUENTE:ElMundo.es
'Kafka y el Holocausto', de Álvaro de la Rica. Trotta. 139 páginas.
'El mundo formidable de Franz Kafka', de Louis Begley. Alba. 227 páginas.
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