7.1.10

La desolación

El escritor venezolano, Premio Herralde 2006, acaba de publicar un volumen de cuentos donde recorre los temas de la violencia, el miedo y el delito. Critica a Chávez y también reflexiona sobre la historia y literaturas latinoamericanas.
BARRERA TYSZKA: "Para entrar a América Latina, lo único que sirve es que nos miren desde la complejidad y no desde la simpleza." fUENTE Revista Ñ

Langostinos. Alberto Barrera Tyszka no quiere otra cosa. Unos días en Guadalajara pudieron resquebrajarle el estómago a base de picantes y tequila. Por eso este mediodía propone almorzar algo liviano en El Carnal. Nacido en Caracas en 1960, Barrera Tyszka pertenece a esa tradición venezolana de escritores, guionistas de telenovela y columnistas políticos en la que se cuentan a José Ignacio Cabrujas e Ibsen Martínez. Ganador del Premio Herralde de novela en 2006 con La enfermedad, un relato seco que logra producir desolación, acaba de publicar un volumen de cuentos, Crímenes, donde la violencia se traduce también en una prosa contenida.

-Hay algo que recorre todos los cuentos de "Crímenes" y es la cuestión del deseo. ¿Qué encuentra en ese territorio?

-Es un territorio ambiguo donde la literatura puede desarrollarse. En este libro hay un interés especial desde donde se mueve la narración, que tiene que ver con el deseo, con el miedo y con la culpa. Incluso, en algunos textos, el lector podría preguntarse si el delito realmente existe o si es parte de la mala conciencia. ¿Dónde está el delito? ¿Está en la memoria? ¿Está en el miedo del personaje o realmente está en su deseo? Pienso en un cuento concreto: un hombre que se despierta luego de una gran borrachera y ve en el guardabarro de su coche un pantalón y piensa que ha matado a un indigente. Lo acompañamos en un intento de búsqueda y estamos acompañándolo a recorrer un miedo y un gran deseo. Y finalmente, en la literatura se hace posible que terminemos pensando que si no lo mató, lo va a matar después del punto final. Es la literatura la que construye y le puede dar forma a ese deseo.

-¿Qué descubrió con respecto a un tema tan latinoamericano como la violencia?

-Me gustó encontrar una diversidad de violencias. Pero siempre intento escapar o sabotear aquello que podemos esperar de la literatura latinoamericana asociada al tema de la violencia. ¿Dónde hay más violencia, en un guerrillero y una historia de violencia social o en una relación padre e hijo?

-Eso se plantea en su cuento "Las venas abiertas". ¿Cómo fue el proceso de escritura?

-Ese cuento surge cuando descubro un dato muy interesante: que la publicación de Las venas abiertas de América Latina se da el mismo año que Juan Gabriel saca su primer disco. Son dos eventos. Dos símbolos. Dos representaciones latinoamericanas que me llevaron a recordar la anécdota de un guerrillero amigo mío, de la única tarde que le dieron libre en un año y que todos los combatientes se pusieron a cantar "Querida". A partir de ahí empiezo a mezclar cosas, como el tema del regreso del guerrillero, que es algo que le tocó a mi generación. De esa manera voy complejizando la historia. Y esa sí es una búsqueda del escritor latinoamericano: cómo podemos escribir una literatura que se escape de lo que se cree que debe ser la literatura latinoamericana. Para entrar a América Latina, lo único que sirve es que nos miren desde la complejidad y no desde la simpleza.

-¿Ese cuento refleja su visión sobre lo que le pasó a su generación en los setenta?

-Sí. Y tiene mucho que ver con que nosotros recibimos a unos supuestos héroes que se pacificaron.

-Carlos Monsiváis, en "Aires de familia", habla de cómo el heroísmo se consolida en las guerras de independencia y se pregunta si hoy pueden existir héroes en el continente.
¿Usted qué piensa?

-Creo que ese es el gran problema de Hugo Chávez: la falta de épica. No tenemos épica o la única épica es mediática. El tiempo de las guerras, de las grandes invasiones, que es el tiempo heorico de Fidel, ya parece haber pasado. Chávez es un hombre que está desesperado buscando esa épica y no la consigue. Bush era perfecto para él por eso. Chávez tiene un discurso que quiere ser glorioso, pero es un hombre de armas, es de la gente que todavía piensa que la historia la hacen los hombres que están a caballo. Vivimos en una retórica gloriosa, heroica. Tenemos un presidente que nos dijo: "A nosotros, los venezolanos, nos toca una tarea más difícil que la que le tocó a Bolívar: tenemos que salvar al planeta".

-¿Se cree un dios?

-¿Cómo se vive con una obligación de ese tipo? Los venezolanos somos muy paganos, por eso supongo que no lo tomamos demasiado en serio.

-¿Usted se siente un intelectual de izquierda?

-Prefiero pensarme sólo como escritor, y el término "izquierda" es un problema. Es casi imposible definir izquierda o derecha. Un amigo dice que somos liberales de izquierda y anticomunistas. Una cosa paradójica.

-¿Cómo cree que se reencarnarán estas ideologías muertas?

-Es complicadísimo. Chávez acaba de proponer que se organice la V Internacional Socialista. Habla del Socialismo del siglo XXI, pero estoy convencido de que no existe un país más diferente al resto de Sudamérica que Venezuela. El Socialismo del siglo XXI es un invento retórico: sólo es posible con el petróleo y con los 800 mil millones de dólares que le entraron al país en los últimos diez años. ¿De qué izquierda estamos hablando si Venezuela, en los últimos años, vivió un festival del consumo?

-Junto a Cristina Marcano escribió "Hugo Chávez sin uniforme", ¿por qué no hablaron con Chávez para esa biografía?

-En Venezuela todo el mundo quería opinar de Chávez. Para decir que era la reencarnación de Bolívar o la reencarnación de Hitler. Fueron tres años de investigación en los que hablamos con todas las personas que tuvieron relación con él, empezando por su madre, y por todos los medios intentamos que nos concediera una entrevista. Nunca lo hizo. Pero creo que fue mejor. El libro hubiera tenido 400 páginas más con su versión de los hechos. Chávez construye diariamente su biografía, todo el día habla de él y además su discurso trabaja con parábolas y cuentos donde siempre el ejemplo es él cuando era chico o jugaba al béisbol. Eso tiene una cosa fascinante: de un mismo hecho tenemos cuatro versiones distintas, cada vez más heroicas, obviamente. Porque él quiere entrar a la liga del Che Guevara y no sabe cómo. El ex presidente brasileño José Sarney tiene una frase lapidaria. Una vez le preguntaron si Chávez se parecía a Fidel y respondió: "Le falta historia y le sobra petróleo". Es un poco la tragedia de Chávez.

-Pero podemos decir que es un buen escritor.

-Es un comunicador extraordinario. Tiene características de fabulador, cuentero. Y además canta, baila. No tiene miedo al ridículo.

-Volvamos a la literatura. El elemento de la sangre, en el cuento "La nada", se relaciona de alguna forma con "Las venas abiertas". Hay gotas de sangre que nadie sabe de dónde vienen. Y tampoco las entendemos.

-Esa interpretación es perfecta. Detrás de nosotros a veces hay una violencia y unos restos de violencia que no sabemos manejar porque hay que aprender a vivir. Y es inútil buscarle ciertas lógicas. Esa violencia está ahí. En "La nada", que relata el descubrimiento de unas gotas de sangre en el departamento de una pareja, primero se le echa la culpa al gato y después a unos murciélagos. En ese cuento la idea es que por más que busques, siempre te quedas con lo que hay. Nosotros somos esta nada, somos nosotros esta sangre que está goteando. Hay una frase de Paul Valéry: "Dios ha hecho todo de la nada. Pero la nada persiste". Esa idea está montada en el cuento: tienes un paraíso, una utopía, tienes una moral, un camino e incluso instituciones que instrumentalizan todo, pero ¿qué haces con la nada, con lo que seguimos siendo?

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