García Robayo, de la crónica a la ficción Foto: JUANA GHERSA.fUENTE: adnCULTURAENTREVISTA
En Hay cosas que una no puede hacer descalza , primer libro de relatos de Margarita García Robayo, la periodista colombiana explora los aspectos ocultos del mundo femenino
Por Martín Lojo
"Es difícil adivinar la oscuridad y la melancolía de las historias que se ocultan tras la vivaz mirada morisca y el suave acento colombiano de Margarita García Robayo (Cartagena, 1980). En su primer libro de relatos, Hay cosas que una no puede hacer descalza , la joven periodista, autora de las crónicas "La ciudad de la furia" en el diario Crítica , desnuda la intimidad de nueve mujeres solitarias, abandonadas por los demás y por sí mismas, con la esperanza puesta en un destino redentor que nunca llega. En la calidez de su casa, en la provincia de Buenos Aires, García Robayo cuenta a adncultura cómo tramó estos relatos de mínimos detalles cotidianos, en los que devela los aspectos más vulnerables de la subjetividad femenina.
-Comencé a escribir los cuentos en un momento muy particular, cuando me mudé a Buenos Aires. Me dedicaba al periodismo, pero quise escribir algo de ficción para hablar del desarraigo y la soledad, en ese momento muy presentes en mi vida. Entonces hurgué en los recuerdos de mi familia y de mi cultura. Siempre he tenido la idea de que el rol de las mujeres en el Caribe es tan ambiguo como importante: se muestran muy sumisas, pero en el fondo es una estrategia para manipular su entorno. Al pensar en las mujeres de mi familia y en esa situación de desarraigo, surgieron personajes funcionales para hablar de la soledad.
-¿Quiénes son las mujeres de tus relatos?
-Son una mezcla de personas que conozco. Mujeres solas que atraviesan situaciones cotidianas adversas. No les pasa nada muy grave o muy particular, están afligidas de una manera existencial. Creo que los cuentos suceden en ese momento en que las relaciones de los personajes con su entorno ya están malogradas y lo que queda es la resignación vital; aunque eso les permite sobrellevar sus circunstancias de soledad.
-¿Qué personaje sentís más cercano?
-Miriam. En ese cuento se pone en escena la disparidad, casi siempre cruel, de la relación entre padres e hijos. Es una mujer viuda que espera impaciente cada noche a que el reloj marque las ocho en punto, porque a esa hora llega su hija del trabajo y la puede llamar por teléfono. Para la hija, Diana, (a su vez personaje de otro cuento) la llamada es una tortura con la que tiene que lidiar sólo porque eso es lo que hacen los hijos por sus padres. Diana no disimula el fastidio y Miriam hace todo lo posible por no molestarla. Pero al final cede al impulso de decir alguna ridiculez que sabe que ofuscará a su hija. Los cuentos narran una pequeña situación que puede tornarse trascendente o desgarradora para ciertos personajes. La relación entre padres e hijos es uno de los temas fuertes. No es un libro feliz, pero es un libro intenso que tiene la pretensión de condensar en pocas páginas una serie de sensaciones que pueden coexistir, aunque no sin cierta incomodidad, como el desasosiego y la desesperanza, combinadas con el humor, la ironía y la ternura.
-Aunque el estilo directo y fresco podría parecer propio de la típica literatura femenina sentimental, tus relatos exponen a estas mujeres en situaciones muy oscuras y humillantes.
-Que me pudieran encasillar en la chic lit fue en algún momento un temor importante, del que creo haberme liberado. Hoy ser mujer y elegir personajes femeninos te encasilla inmediatamente en esa onda, y es terrible, porque las etiquetas en la literatura funcionan como los prejuicios en la vida real. Al final entendí algo que debe de ser obvio para alguien con más experiencia que yo en estas lides: que los libros no son tan vulnerables como uno piensa. Encuentran su camino, sus lectores, y no necesitan que uno salga a defenderlos.
-¿Por qué decidiste narrar ese aspecto de lo femenino?
-Me interesan los personajes oscuros, me interesan las perversiones, la crueldad, la desesperanza. También me interesan las situaciones menores, mínimas, que pueden revelar algo muy complejo de la condición humana. Una de las circunstancias que posibilita este tipo de relatos es la soledad. Y en ese sentido los personajes femeninos me parecían ideales para hablar de estos temas. No es una cuestión de militancia de género. Me gusta la manera en que una mujer expresa su soledad, me gusta esa dignidad con la que sobrelleva situaciones duras. En cambio creo que los personajes masculinos tiran más hacia el patetismo. Quería mostrar personajes más bien lánguidos, que se regodearan en su soledad con cierto morbo resignado y triste. Quería que los personajes revelaran esos aspectos oscuros de la condición humana, femenina en particular, que al mismo tiempo son tan naturales e irremediables cuando se convive todos los días con lo peor de uno mismo: los miedos, la frustración.
-Fuiste columnista de cine y profesora de análisis fílmico. ¿Qué creés que hay de tu experiencia con el cine en tus cuentos?
-Mi relación con el lenguaje cinematográfico es de amor profundo. Suelen decirme que mis relatos y columnas son muy visuales, y eso debe tener que ver con el hábito de mirar los detalles estéticos de una escena, detenerme en ciertos planos más que en otros para dibujar la historia a mi antojo. Los detalles son el esqueleto de una narración sólida. Es importante saber elegirlos: no es lo mismo caricaturizar un personaje, que despreciarlo o tratar de darle cierta dignidad, aun cuando no se la merezca. En la literatura tienes sólo la palabra para mostrar lo que quieres, y aunque inviertas muchísimo en detalles de caracterización y contexto, al final cada lector decide qué quiere ver. Eso podría ser angustiante para quien escribe, pero no, es fascinante. Cada vez que alguien se acercó a darme su versión de algún personaje del libro le agregó detalles nuevos, algunos de ellos sorprendentes."
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