21.10.09

Un genio del periodismo

Entrevista con Gay Talese, quizá la figura más brillante de la crónica novelada, quien revela los secretos de sus ejemplares investigaciones. Además, reproducimos un texto donde el maestro del relato verídico defiende el derecho a los pequeños placeres de la vida cotidiana
Por Paula Escobar Chavarría Nueva York, 2009
¿Quieres un gin tonic ? -dice Gay Talese, sonriendo.
Son las cuatro de la tarde y hay un silencio total en el living de su casa. No se escuchan los bocinazos cercanos de Park Avenue, tampoco se siente el calor de los últimos días del verano neoyorquino.
Delgado, estilizado, pómulos marcados, ojos oscuros siempre alertas, vestido de traje de tres piezas hecho a medida, corbata fina, pañuelo de seda en la chaqueta, sombrero blanco, parte raudo a la cocina -impecable como él-, y no vuelve con gin sino con agua muy fría, servida en perfectas copas de cristal. Hay olor a flores frescas y a los libros que visten casi cada muro. Óleos clásicos, fotos en blanco y negro y muebles antiguos completan la impronta de distinción: suya y de su casa.
En este edificio de cuatro pisos ha vivido cinco décadas, casi toda su vida adulta, este prestigioso escritor y periodista estadounidense de 77 años, autor de cinco best sellers: El reino y el poder (1969, sobre el New York Times ), Honrarás a tu padre (1971, un retrato de la mafia), La mujer de tu prójimo (1980, acerca la revolución sexual de los años 70), Unto the Sons (1992, sobre la historia de su familia de inmigrantes italianos), y A Writer´s Life (2007, sus memorias periodísticas).
Con algunos de ellos ha ganado millones de dólares, mucha fama y también críticas. En especial, con La mujer de tu prójimo , por su estilo "participativo" de investigación. Como era un libro acerca de la revolución sexual de los años 70, vivió meses en un centro nudista en California y regenteó una casa de masajes que quedaba a pocas cuadras de su casa, todo eso mientras estaba casado.
Estas paredes han visto transcurrir su matrimonio -también de cinco décadas- con la destacada editora de Random House, Nan Talese; aquí nacieron sus dos hijas, la mayoría de sus libros y, por cierto, sus legendarios artículos, que lo han consagrado como un ícono del periodismo mundial, y uno de los padres -junto con Tom Wolfe- del movimiento llamado Nuevo Periodismo, que intentó darle al relato de no ficción la misma categoría e importancia que la ficción, y cuya influencia se manifiesta hasta nuestros días, en el actual periodismo literario o narrativo, presente en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. De hecho, "Frank Sinatra está resfriado", su célebre perfil del cantante escrito para Esquire , fue elegido el mejor artículo publicado por esa revista en toda su historia y se usa hoy en las escuelas de periodismo como ejemplo de maestría en la escritura y en la habilidad para entrevistar.
-¿Quieres conocer mi casa? -pregunta, mientras comienza a subir las escaleras con la agilidad y elegancia de un bailarín. Él, que tanto se ha interesado por la privacidad ajena, por las voces contradictorias, por las duplicidades de los otros, ahora muestra la propia intimidad.
-Esto fue lo primero que compré -dice, mostrando con orgullo el ex departamento 3 F, de un ambiente, que hoy es su dormitorio matrimonial, blanco y luminoso, donde -aclara- él sólo duerme con Nan.
De a poco fue comprando cada departamento, hasta tener el edificio completo a su nombre, en 1973. Como si fuera un modelo para armar, Talese tiene en esta casa un espacio específico destinado a cada actividad. En el segundo piso está la sala de estar, un living informal, donde están muy bien sentados en hermosos sofás sus dos perros terrier australianos, que comienzan a ladrar. Ellos -cuenta Talese- tienen una niñera que los cuida de 9 a 5.
Aquí, en el tercer piso, duerme con Nan, pero no toma desayuno ni tiene su ropa ni sus libros. No hay nada de él aquí: ni siquiera su cepillo de dientes. Es el reino de ella, con sus manuscritos, su vestidor, su escritorio, su ropa. En el cuarto piso está el escritorio de Talese. Uno de sus muchos escritorios, habría que decir. Porque tiene dos en esta casa, otro en Ocean City, y se está haciendo uno más en la casa de campo que Nan acaba de comprar sin preguntarle.
Es un escritorio en forma de U, lleno de libros, carátulas gigantes de sus obras, traducciones, fotos y muchas cajas, con fichas de cosas que le han pasado. De todas las cosas que le han pasado. Talese tiene todo archivado, incluida su propia vida. En este lugar se baña, desayuna, contesta correspondencia y llamadas telefónicas, revisa cuentas. Y, lo más importante, se viste.
-Aquí está mi ropa -dice, abriendo el clóset y mostrando con entusiasmo su, a estas alturas, famosa colección de trajes. De distintos colores, todos de gran corte: mal que mal, es hijo de un sastre, y éstos los hace un discípulo de su padre que vive en París.
En el piso inferior tiene su "otra" oficina, su búnker. Allí es donde escribe, y no hay distracciones de ningún tipo. Tanto es así que tiene una entrada independiente de la de la casa. Escribe en tiras de cartulina que saca de la tintorería. Hace allí dibujos de las escenas y estructura que les dará a esas escenas, antes de sentarse a escribir, cada día, no muchas líneas. Él trabaja como lo hacía su padre: cosiendo, con elegancia y finura, las líneas, los párrafos, las escenas, de modo que queden como un traje a medida, perfecto y fino, donde no se notan las costuras.
En estos días, su trabajo diario es terminar un libro que espera lanzar en 2011. ¿El tema? Su matrimonio de 50 años, en lo que de alguna manera será una secuela de La mujer de tu prójimo y su investigación sobre cómo afectó ese libro -y esas experiencias- su vida junto a Nan. Además de basarse en las cartas, fotos y su recuento diario de esos años, también contrató a periodistas para que entrevistaran objetivamente a Nan sobre el tema.
-¿No le parece algo suicida escribir algo así?
-Bueno, escribir es difícil, ya sea sobre tu matrimonio o sobre el matrimonio de otro... Desde que era un joven periodista, me di cuenta de que además del tema mismo que estaba investigando, era la intimidad lo que realmente me interesaba. Y es lo que estoy haciendo ahora: investigando sobre la intimidad, la mía. Pero es una antigua búsqueda.
-¿Por qué?
-Pienso que es en parte por quién soy, por dónde nací. Tiene que ver con estar mentalmente fracturado desde muy joven. Porque tenía un padre italiano en un tiempo en que era muy difícil serlo: Estados Unidos estaba en guerra contra Italia. Yo estaba en el colegio y me daba cuenta de que, de alguna manera, estábamos en el lado incorrecto de la guerra, mentalmente. No es que fuera fascista, pero sabía que los hermanos de mi padre estaban en las fuerzas armadas italianas, que eran fascistas. Crecí sintiéndome diferente.
-¿Cómo se notaba eso?
-En la duplicidad... En ser en la superficie norteamericanos, algo que éramos y somos, colgar la bandera en el frente de nuestra tienda (mi padre era sastre, mi madre tenía una tienda de vestidos), atender a nuestros clientes muy bien y siempre en inglés y muy patrióticamente. Pero en la noche, cuando la tienda se cerraba y subíamos a nuestro departamento que estaba arriba de la tienda, ahí escuchaba conversaciones distintas sobre la guerra, o la radio con noticias de la guerra. Mi padre estaba muy preocupado por qué iba a pasar con Italia y con sus parientes. Nunca hablaba así durante el día, pero sí en la noche. Vivíamos en un edificio, uno de muchos en una pequeña ciudad, Ocean City, Nueva Jersey, donde todo el mundo se conocía. Pero a nosotros nos conocían sólo de día, no de noche. Entonces, como periodista o escritor, tengo esta idea de que la gente no es lo que parece. Son más que lo que ves.
-Usted se sentía una especie de outsider .
-Sí, pero también estaba adentro. Estaba siempre adentro y afuera, luchando entre dos mundos, ¡aunque no era lo suficientemente grande como para manejar una bicicleta!
-¿Qué ha aprendido de la naturaleza humana, tras estos cincuenta años de trabajo?
-Que nunca sé todo. Nunca. Pienso: ¿cuál es la totalidad de esta persona? Quizás veo un 40% de ella y entiendo quizás un 50%. Pero hay toda una parte de la vida de una persona, incluyendo a mi esposa, que podría ser sorprendente para mí conocer. Todos tenemos grandes partes secretas e inexploradas. Si conocieras la verdad completa de esas personas llamadas simples, te sorprenderías. La naturaleza humana es interminablemente impactante, si conoces la historia completa.
-Como periodista, nunca le interesó escribir sobre gente exitosa o famosa, ¿por qué?
-Porque publicar una historia de alguien que no sea famoso es más desafiante, debes esforzarte más, pues debes convencer a un editor de que vale la pena. Y la única forma de lograr eso es que la historia esté escrita de una manera en que no puedas dejar de leerla. Que vean el primer párrafo y digan: déjenme leer el segundo. Cuando logras eso, es el arte de la escritura. Y eso hace del periodista un artista. Como periodista puedes -o debes- ser un artista. No es incompatible. Son considerados incompatibles por la comunidad del mundo de las comunicaciones, donde el artista es el poeta o el dramaturgo o el novelista. Sin embargo, novelistas o dramaturgos le roban al periodismo temas todo el tiempo. Cambian los nombres de la gente, dramatizan aquí y allá, y lo llaman ficción. Pero si puedes escribir no ficción (pero que parezca ficción porque la historia está tan bien contada, sin nada falso o exagerado), si puedes hacerlo, ¡eso es arte! Creo que eso hace que valga la pena seguir una carrera.
-¿Cree que hoy el periodismo de calidad está en peligro?
-No. Tendrán que hacer ajustes y los están haciendo. Pero contar historias siempre será importante. Si fuera el editor top del New York Times , tomaría a tres cuartas partes de los periodistas que están en Washington y los sacaría de ahí, para que fueran a buscar historias. Es ridículo lo que hacen: se están cubriendo entre sí. Cada día u hora ves eso: periodistas hablando con periodistas...
Entra Alejandra, la paseadora de perros. Saluda con acento colombiano y se lleva los perros, que ladran mientras bajan la escalera. Él se distrae sólo un poco, y cuando los ladridos se acaban, sigue con los periodistas:
-En mis días, éramos outsiders .
-¿Qué habilidades deben desarrollar los periodistas en el siglo XXI?
-Desarrollar un gran sentido de la historia. Ser capaces de dramatizar. Hacer que el lector vea y sienta. Todo lo que es importante y relevante (por ejemplo, la salud pública, un gran tema hoy aquí, o la guerra) debe ser contado en forma de historia. Hoy muchos periodistas están imbuidos en sus laptops , se están aislando con la tecnología. No deberían estar todo el día sentados frente a una pantalla, sino afuera, descubriendo cosas de primera mano. Los periodistas deben tener un sentido innato de la curiosidad y ser gente automotivada. Deben ser exploradores, buscadores solitarios de grandes historias que contar. Historias que valgan oro; deben ser mineros e ir a lugares y cavar en ese material, y después pulirlo y hacer una joya, arte, de ese material que es real. El arte de la realidad. Es la manera de seguir en el negocio: crear algo hermoso. La gente quiere calidad. Aunque sean pobres, si pueden optar por algo muy bien hecho y valioso, lo elegirán. Nadie quiere los hechos contados rápido sino la verdad. Y los diarios les pueden dar la verdad y de una manera atractiva e interesante, contando una historia. Creo que el mercado apoyará eso. Y eso no lo sacas de la TV ni de blogs . ¡Todo lo que es real, todo lo que ellos comentan lo sacan de los diarios! La recopilación de los hechos la hacen los que trabajan en los diarios y lo recolectan en terreno, donde tienen que ir, de las calles. Nadie vivió "happily ever after"
La luz ya se está haciendo menos intensa, ha sonado el teléfono un par de veces y Talese se excusa para contestar. Es sabido que él nunca contesta el teléfono, tampoco tiene celular ni correo electrónico. El medio para comunicarse con él es el fax. En este momento de la tarde comienza uno de esos momentos muy "Gay Talese". Como buen periodista, en vez de contestar preguntas, prefiere entrevistar al entrevistador: "¿Tú estás casada? ¿Mucho tiempo? ¿Cuántos años?, ¿cuatro?, ¿diez? ¿Te llevas bien con tu marido?". Como una metralleta, dispara y dispara preguntas. Abre los ojos y mira fijo hasta que escucha respuestas. Y sigue: "¿Tienes hijos? ¿Cuántos? ¿Crees que tu matrimonio durará otros diez años?". Se entretiene con las respuestas ajenas mucho más que con las introspecciones propias.
-Y usted, ¿qué ha aprendido sobre el matrimonio después de 50 años juntos?
-Bueno, no es que nos hayamos sentado en este sillón por 50 años... Hemos tenido una vida muy activa. Mi mujer no es de las que se quedan en la cocina haciendo sopa. Ella es una mujer de carrera. Cuando tenía 25 años, trabajaba y ahora, también. Siempre ha tenido una vida profesional muy rica, y yo también... Entonces somos dos personas en la misma casa pero no vinculados claustrofóbicamente. Eso no significa que tengamos seis amantes cada uno. No, eso significa que tenemos nuestras propias opciones, y no es nunca una trampa. El matrimonio no es una trampa. Ésa es una de las razones por las que yo creo que nuestro matrimonio ha funcionado. Quizás a otra gente le gustan las trampas, les gusta estar atados y quieren estar encadenados...
-¿Por qué cree que la gente se divorcia tanto hoy?
-Las razones son muy complejas. ¿Por qué la gente se divorcia? Porque no son felices. ¡Pero la infelicidad no es una razón para divorciarse! -exclama, abriendo mucho los ojos y moviendo las manos-. La infelicidad no es una razón para hacer nada. La vida no siempre es feliz y uno debe ser consciente de eso. Algunas personas no tienen suficiente educación, suficiente madurez, para ver que la infelicidad es parte de la vida. El miedo es parte de la vida, el error es parte de la vida. Y no llegas y arrancas de la falla, la infelicidad... Eso no significa que debas sufrir innecesariamente. Pero significa que a veces el sufrimiento es necesario y es bueno. A veces es una experiencia de aprendizaje.
-¿Qué mata a un matrimonio?
-Lo que mata a un matrimonio, o a una relación en general, es la falta de respeto. Lo que mantiene una relación es, de todas las cosas, el respeto. Y nunca es el sexo lo que mantiene una relación. ¡Es tan inmaduro pensar eso! Porque el sexo no es amor.
-Pero pueden ir juntos, ¿no?
-Sí, pueden ir juntos, por 15 minutos, ¡¡¡cuando tienes 23 años!!! -se ríe-. Claro, puede ser cuando eres joven y apasionado, obsesionado e infatuado, y estúpido. Quizás. Pero luego el realismo toma control. El realismo, como lo opuesto a la fantasía. Eso de que vivieron felices para siempre es pura fantasía. Simplemente no es verdad. Nadie vivió "happily ever after"...
-El tema de su matrimonio también estuvo en su libro La mujer de tu prójimo, con gran escándalo, en 1980. Para escribirlo, usted vivió en un centro nudista y administró una casa de masajes.
-Fue un libro muy radical, que me trajo muchas críticas, particularmente por estar casado con una mujer destacada y tener hijas adolescentes que estaban entonces en el colegio. En las clases a las que iban las chicas había chismes sobre ese padre decadente y todo eso. Pero nunca sentí que había hecho algo malo. Era claramente un libro sobre la infidelidad y sobre la prevalencia de ella en la revolución sexual previa al sida. Y si escribes sobre eso, como he dicho, no lo haces desde una sala de prensa, como un periodista deportivo describe un torneo de fútbol... Yo quiero saber. Mi deseo era saber, y me refiero a realmente saber, no de segunda mano, sino de verdad. O eres capaz de hacerlo o no. Yo fui capaz y no me avergüenzo.
-¿No lamenta nada de eso?
-No. El hecho es que si quería escribir acerca de ese centro sexual en California, que es el centro de ese libro, tenía que vivir ahí. Viví como nudista. Es fácil...
-Hay que sacarse la ropa...
-Claro, y ajustarse a las circunstancias. Conocer a la gente, estar ahí... Quería conocer esa sociedad. Tienes que ser capaz de decir: "Yo vi lo que escribí". Y yo estaba ahí. ¿Y qué hacía? Lo que hacía, y describía eso. Y también observaba. Soy un observador apasionado. Si no puedes hacer eso, quizás debes ser un abogado o un doctor... Nunca pensé que había ahí una divergencia con mi estilo usual de investigación. Y bueno, ahora llevo 50 años de matrimonio en este mismo edificio en el que estamos hoy. Misma dirección, mismo techo, misma mujer, 50 años. Pensé: ésta es una historia. Segundo: tengo curiosidad. Tercero: tengo registros de todo. Guardo cartas, notas, todo. El rey de la fiesta
Boina negra, pantalones negros, zapatos oscuros con algo brillante en la punta, chaqueta roja. Nan, su mujer, es estilizada, de ojos grandes, facciones finas, una dama. Tiene una cartera gigante, de donde saca una libreta llena de anotaciones, y donde busca sin éxito una tarjeta.
Nan Talese se sienta en primera fila en una charla de la Universidad de Nueva York, donde un grupo de académicos habla de la vigencia de la obra de Talese, a propósito de la reedición de La mujer de tu prójimo y de Honrarás a tu padre . Talese habla, bromea, seduce, recibe aplausos de una multitud de estudiantes, que le piden que autografíe libros o se saque fotos, como si fuera una estrella de rock.
La noche sigue en un restorán. Cómo no, son los lugares favoritos de Talese, y cada noche come en alguno de ellos. Desde niño le fascinan. El de hoy es el Bar and Grill, en el Bowery.
-¡Este lugar es fantástico! -dice ya sentado, con su gin tonic cerca, y comienza a entrevistar a los comensales. Nan pide ceviche. Llegan, además, burritos, tacos, camarones con salsas. Talese le toma la mano a la mesera.
-¿Cuál es su nombre? Usted nos acompañará toda la noche, ¿verdad? -le pregunta con coquetería.
-Sí, claro. Pero necesito sus documentos ahora -dice ella, para estar segura de que no haya menores de edad tomando alcohol.
Los mas jóvenes muestran sus documentos. Él, a sus 77, se ríe a carcajadas. Cuenta más historias sobre personajes talesianos: un dueño de motel de Denver, que tenía cámaras y micrófonos instalados en las habitaciones y que le escribió para decirle que le pasaba sus registros para que él los transformara en un libro. O de Héctor López, a quien conoció hace unos meses cuando escribió sobre el río Hudson para el New York Times . López trabajaba con una retroexcavadora y Talese quedó tan fascinado por la prolijidad con que hacía su trabajo, que le dio su teléfono y le pidió que lo llamara porque quería escribir sobre él. O sobre los asentamientos judíos en Palestina, que es la historia que quisiera escribir ahora. "¿Cómo viven? ¿Tienen televisión por cable? ¿Qué hacen?", exclama, moviendo las manos, arqueando las cejas en una sonrisa, poniendo voces distintas. Es el rey de la fiesta y Nan parece su pareja perfecta. Se ríe, le toma la mano a veces, termina de contar sus historias.
De vuelta, en el taxi, la abraza por los hombros. Le pregunto a Nan por su trabajo con los autores a los que edita: Ian McEwan, Margaret Atwood, Pat Conroy, entre otras luminarias. Ella contesta con entusiasmo. De pronto, dice: "Soy muy afortunada".
-¿Por qué?
-Por estar casada con él -sonríe y le toca la rodilla. Gay Talese le devuelve la sonrisa.
Y el taxi ya avanza raudo rumbo a Park Avenue, hacia el mundo privado de los Talese, donde están su poder y su reino.
© El Mercurio /GDA

20.10.09

Presentan el libro de los viajes con Borges

La viuda del escritor presentó hoy el libro "El Atlas de Borges", que
recoge las reflexiones y fotografías


Jorge Luis Borges

La viuda del escritor argentino Jorge Luis Borges, María Kodama, presentó hoy en Francfort el libro "El Atlas de Borges", que recoge las reflexiones literarias de él y las fotografías que hizo ella durante los viajes por el mundo que ambos realizaron.
Kodama inauguró en el Instituto Cervantes de Fráncfort una exposición de 130 fotografías y textos seleccionados que dan una imagen íntima de la vida del escritor.
La muestra invita a participar del universo de Borges desde su forma de ver, interpretar y vivir el mundo que recorrió y que reflejó a través de su obra.
Kodama (Buenos Aires 1945), que es escritora, traductora y profesora de literatura argentina, recordó que "para Borges era inútil viajar si uno no tenía idea de la literatura y del arte del país al que iba".
La inauguración de esta exposición, que comenzó su andadura en la ciudad argentina de Mendoza, coincidió con la apertura de la Feria del Libro de Fráncfort al público.
El ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Hernán Lombardi, presente en el acto de inauguración, dijo que "son fotos del cariño y de la intimidad", a través de las que el observador "puede asomarse a los viajes de una pareja feliz por el mundo".
La directora del Instituto Cervantes de Fráncfort, Mercedes de Castro, explicó que en 1979 Borges fue el primer escritor latinoamericano galardonado con el Premio Cervantes, equivalente al Nobel de Literatura en castellano.
"Qué era un atlas para nosotros, Borges?. Un pretexto para entretejer en la urdimbre del tiempo nuestros sueños hechos del alma del mundo", dice uno de los textos expuestos.
Kodama recuerda: "antes de un viaje, cerrados los ojos, juntas las manos, abríamos al alzar el atlas y dejábamos que las yemas de nuestros dedos adivinaran lo imposible: la aspereza de las montañas, la ternura del mar, la mágica protección de las islas".
Borges (Buenos Aires 1899 - Ginebra 1986) publicó ensayos breves, cuentos y poemas.
El Instituto Cervantes de Fráncfort se encuentra en la "Casa de América", edificio construido en 1956 por los arquitectos estadounidenses Skidmore, Owings & Merrill en cooperación con el arquitecto alemán Otto Appel y declarado monumento histórico.
La semana pasada el poeta español Antonio Gamoneda inauguró la biblioteca del Instituto Cervantes de Fráncfort, que lleva su nombre y tiene un fondo inicial de 5.000 volúmenes y capacidad de 25.000 volúmenes.

El milagro secreto, un cuento de Jorge Luis Borges

fuente: EFE http://jmarconsusescribanias.blogspot.com

17.10.09

Donde habitan novelas imposibles



Lorenzo Valencia*
Una cierta orfandad respecto a la tradición literaria nacional es sana porque socava cualquier presunción y abre búsquedas. Como consecuencia, a medida que el escritor recorre otras literaturas y descubre afinidades y retos, la literatura del propio país revela caminos inesperados que prescinden de ausencias paternales. En el caso de Ecuador no se ha contado con un novelista de renombre universal, autor de obras que se consuman de un tirón -con la excepción de Jorge Icaza por una sola novela, Huasipungo- y que, además de precursor, se convierta en profeta desatando lo que podría llamarse el género de las estrategias para asumir, disimular o esquivar la influencia de grandes padres literarios, que en otros países latinoamericanos se llaman García Márquez, Vargas Llosa o Carlos Fuentes. Icaza murió en 1978 y de su impronta quedan rastros en tesis doctorales, ediciones críticas y una mala conciencia literaria por no hacer novelas comprometidas que, a veces, da coletazos anacrónicos. Aunque también son ciertas las ventajas de contar con un novelista que, con su ejemplo de rigor, ponga en jaque cualquier concesión en la escritura. Si eso no se produce, lo mejor es cortar por lo sano, irse de casa y medirse con otras literaturas sin tantos miramientos. En Latinoamérica ese desplazamiento ha ocurrido desde Rubén Darío y Onetti hasta Castellanos Moya y Rodrigo Rey Rosa. Esto es posible porque la literatura no es nunca un asunto doméstico, ni limitado a las fronteras nacionales. La lengua, decía Edmond Jabès, es hospitalaria porque no toma en cuenta nuestros orígenes y sólo puede ser lo que logramos sacar de ella.


El camino que gradualmente he descubierto en la literatura ecuatoriana es el de su extrañeza, una verdadera periferia de la escritura, en la que Ecuador es una especie de Uruguay andino, por la cantera de novelas extrañas que se escapan de lo previsible, con cierto humor negro, con cierto inacabamiento, como si hubieran retenido su impulso originario por encima de su normalización editorial. Así ocurrió en Ecuador a fines del siglo diecinueve con la póstuma Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, de Juan Montalvo, como ha ocurrido con Pablo Palacio, o como está empezando a ocurrir con el rescate de Humberto Salvador y su obra de 1930 recientemente reeditada en España, En la ciudad he perdido una novela... (Ediciones Escalera), que a pesar de los tres puntos suspensivos de su título le habría gustado al uruguayo Mario Levrero, porque está compuesta por un recorrido en tres etapas, la última, también luminosa, titulada 'Novela', de apenas siete páginas. A veces quisiera imaginar a otros uruguayos, como Felisberto, Onetti o Butazzoni, leyendo a ciertos ecuatorianos que parecen ser su correlato o estricta sombra; la que no es imaginaria es la alusión de Lautréamont en su Poesía a la ecuatoriana Dolores Ventimilla.
Lo cierto es que el gran padre literario a enfrentar en Ecuador es la política. Las tres maneras de no dejarse afectar por ella en la escritura han sido el delirio, el exilio o la proximidad de la muerte. No menciono una fuerte consciencia estética o el humor, porque ambos tienen su parte delirante y exiliada. Las novelas que han recurrido a esas tres vías son de lo mejor que se ha escrito en Ecuador y, al mismo tiempo, son novelas imposibles. El caso de Humberto Salvador (1907-1982) es sintomático de la injerencia política que tuvo la novela ecuatoriana a lo largo del siglo veinte, injerencia que condiciona la expresión literaria si el autor no sabe resistirla, esquivarla o reinventarla desde adentro. Salvador escribió En la ciudad he perdido una novela... y un par de libros de cuentos cuando tenía veintidós años. Pero luego cedió a la presión de los camaradas de su tiempo y publicó novelas comprometidas, sometiéndolas al condicionante mimético de lo inequívoco, con las que cosechó algunas traducciones y el aplauso internacional, ahora fantasma. Hacia la segunda parte de su vida quiso volver a sus comienzos pero no recuperó el fulgor de esa primera novela escrita en el puro trance de una novela imposible. Con Salvador ni siquiera puede uno dejarse seducir por su título de 1942, La novela interrumpida, porque no hay novela ni discontinuidad, sólo los pasajes inverosímiles de una escritura allanada.
El halo de imposibilidad de varias novelas ecuatorianas, una especie de inmolación en el inacabamiento, la parodia y la extrañeza, que se dio en las novelas de Montalvo, Palacio o Salvador, ocurrió también con la última novela de Alfredo Pareja Diezcanseco, La Manticora, que arrasaba con su propia trayectoria de autor realista, o en novelas como El espejo y la ventana, de Adalberto Ortiz; Siete lunas y siete serpientes, de Aguilera Malta; Entre Marx y una mujer desnuda, de Jorge Enrique Adoum; Pájara la memoria, de Iván Égüez; El viajero de Praga, de Javier Vásconez; Las tertulias de San Li Tun, de Juan Andrade Heymann, o una que es mi preferida, Carta larga sin final, de Lupe Rumazo, por su combinación de géneros, entre el diario, la carta y el ensayo, en una progresión que se abisma ante la muerte de un familiar. Todas estas novelas han permitido una trasgresión frente a la imagen de un Ecuador restrictivamente andino, de un realismo chato y testimonial. Acercarse a ellas sorprenderá a un lector sin prisa y sin referentes mediáticos, porque esos autores, saboteando las nociones convencionales de la novela, han buscado la escritura, esa patria de la que Blanchot decía que no permite profetas.



*Leonardo Valencia (Ecuador, 1969) es escritor. Su última novela, Kazbek (Funambulista, 2008), acaba de ser reeditada en Buenos Aires con la editorial Eterna Cadencia.

11.10.09

Los olvidados del Nobel

REPORTAJE
Ni Mendeleyev ni Gandhi ni Tolstói recibieron el premio - La selección implica a
6.000 expertos, y la Academia prefiere omisión a escándalo


A la izquierda, la científica Barbara McClintock. A la derecha, el escritor Jorge Luis Borges.- AP
JAVIER SAMPEDRO
¿Qué premio Nobel explicó la física cuántica de la radiactividad, postuló la versión moderna del Big Bang, propuso que las estrellas brillan por reacciones termonucleares y descubrió el concepto de código genético? Ninguno. La persona existió -se llamaba George Gamow-, pero no recibió el premio. Ni el de física ni el de medicina.
Tampoco lo recibió Dmitri Mendeleyev, cuya tabla periódica decora las escuelas de todo el mundo; ni Oswald Avery, que demostró que el ADN es la molécula portadora de la información genética; ni Lise Meitner, descubridora de la fisión nuclear; ni Julius Lilienfeld, creador del transistor; ni George Zweig, codescubridor de los quarks. Es sólo el arranque de una larga lista de ilustres no premiados nunca con un Nobel de ciencias.
Y fuera de las ciencias es peor aún. El pacifista más célebre del siglo XX, Mahatma Gandhi, no recibió el Nobel de la paz, a diferencia de Henry Kissinger o Yasser Arafat. Y el de literatura ha tenido que afinar realmente su puntería para no recaer en León Tolstói, Anton Chejov, Franz Kafka, Marcel Proust, James Joyce, Henry James, Vladimir Nabokov, Graham Greene o Jorge Luis Borges, por citar sólo a los muertos.
El Nobel, con todo, sigue siendo el premio más prestigioso que puede recibir un intelectual en este planeta. Y su prestigio no se debe a la tradición -¿por qué tendría el mundo que respetar una tradición sueca?-, sino a su exhaustivo mecanismo de selección. Los premios que hemos conocido esta semana son el resultado de un año de investigación sobre los candidatos.
La Real Academia Sueca de Ciencias (que concede los premios de física, química y economía), el Instituto Karolinska (medicina), la Academia Sueca (literatura) y el Comité Nobel Noruego (paz) invitaron en octubre del año pasado -como hacen cada otoño- a 6.000 expertos de todo el mundo a presentar las nominaciones (nunca de sí mismos).
Eso son unos 1.000 expertos por premio, entre ellos, los anteriores premios Nobel de cada área, y el resultado suelen ser 100 o 200 nominaciones en total. Los seis comités Nobel, uno por premio, empezaron en febrero a seleccionar esas nominaciones, y sólo han acabado hace un par de semanas. Durante este proceso consultan a muchos expertos externos, y de ahí suelen venir los rumores sobre la identidad de los premiados, por lo general escasos y poco fiables.
Una selección de este tipo garantiza que todos los premiados merecen serlo -en ciencia ha habido pocas concesiones controvertidas-, pero no que todos los merecedores sean premiados. Es lógico por lo tanto que la mayoría de las decisiones polémicas de la Academia lo hayan sido sobre todo por ausencia. O por tardanza, que sólo difiere de la ausencia en la longevidad del candidato. Pero lo cierto es que cada caso es un mundo.
Edison y Tesla se quedaron sin premio porque no se podían ni ver el uno al
otro

Una clase minoritaria de no-premiados son los que el físico británico John Gribbin llama los visionarios. Son "más importantes que los premios Nobel", según Gribbin. El paradigma es el mismo Gamow citado en el primer párrafo. Su influencia en la ciencia es incalculable, aunque también en el sentido literal: que no puede calcularse. Son ideas, avistamientos, pautas. Su alcance se debe a cómo han influido en otros científicos, y el Nobel suele ser para éstos.
Gamow nació en Odesa cuando era parte del Imperio Ruso, y estudió física en San Petersburgo cuando se llamaba Leningrado, pero trabajó toda su vida en Gotinga, Copenhague, Cambridge y Boulder (Colorado, EE UU). En 1948 propuso con Ralph Alpher la teoría del Big Bang. Otros físicos habían especulado antes con la idea, pero fue el artículo de Alpher y Gamow el que permitió demostrar el Big Bang 15 años después.
Como Alpher y Gamow parece alfa y gama, Gamow no pudo resistirse a buscar una beta para redondear el artículo. La encontró pronto en uno de los grandes físicos teóricos del siglo XX, Hans Bethe, a quien persuadió de firmar el trabajo pese a su nula contribución. El histórico artículo The origin of chemical elements salió así firmado por Alpher, Bethe y Gamow, a satisfacción de este último. Bethe, al menos, sí recibió el Nobel, aunque por otra cosa.
James Watson y Francis Crick descubrieron la doble hélice del ADN en 1953. Poco después de haber publicado el hallazgo en Nature recibieron una carta de Gamow, a quien no conocían de nada. El físico proponía allí el primer modelo de un código genético: un lenguaje que traducía el orden lineal de las letras del ADN -recién descubierto por los receptores de la carta- en otro tipo de secuencia: la hilera de aminoácidos que constituye las proteínas. Su modelo concreto era incorrecto, pero el concepto de código genético resultó capital.
Thomas Edison patentó 1.093 inventos, entre ellos el fonógrafo, el altavoz y el micrófono del teléfono, las piezas clave del cinematógrafo, el primer generador eficaz y un modelo de ferrocarril eléctrico. Y la bombilla, por supuesto. Entretanto, su colega Nikola Tesla ideaba las dinamos de corriente alterna, la transmisión de la energía eléctrica y la bobina de inducción, que le permitió adelantarse a Marconi en la patente de la radio. Edison y Tesla fueron nominados al Nobel en 1915, pero la Academia los descartó por una razón de peso: no se podían ni ver el uno al otro. Marconi había recibido el galardón seis años antes.
El mayor hito de la biología del XX, la doble hélice, no fue elegido
Durante la primera mitad del siglo, los experimentos en aceleradores descubrieron tantas partículas subatómicas que los físicos las llamaban "el zoo": protones, neutrones, rho, delta, sigma, xi, kaones, antikaones, piones, cientos de partículas elementales. En 1964, Murray Gell-Mann y George Zwieg se dieron cuenta de que podían explicarlas como distintas combinaciones de sólo tres partículas aún más elementales: los quarks. Gell-Mann, que fue quien les puso ese nombre, fue el único de los dos que recibió el premio Nobel. Zwieg los había llamado "ases".
El mayor descubrimiento de la biología del siglo XX, la doble hélice del ADN -la clave de la herencia-, no hubiera sido posible sin un dato previo esencial: que el ADN es el material hereditario. Fue Oswald Avery quien lo demostró en 1944, y contra todo pronóstico, porque casi todos los científicos pensaban lo contrario hasta entonces (y la mayoría siguió pensándolo aún después).
La razón de que Avery no recibiera el galardón ha sido un misterio durante 50 años, el tiempo que tarda la comisión Nobel en hacer públicas sus deliberaciones. Hoy se sabe que el químico sueco Einar Hammarsten bloqueó su candidatura, y que siguió haciéndolo incluso después de que Watson y Crick descubrieran la doble hélice en 1953. Hammarsten creía que la información genética estaba en las proteínas, y su convicción era impermeable a los datos.
Barbara McClintock descubrió los transposones -genes que saltan de un lugar a otro del genoma- en 1948 con una serie impecable de experimentos en el maíz. No sólo demostró su existencia, sino también que suelen alterar la actividad de los genes que tienen al lado, y percibió que debían ser muy importantes en el desarrollo y la evolución. McClintok ya estaba reconocida para entonces como una de las genetistas más brillantes del mundo, pero sus resultados fueron recibidos con escepticismo por muchos científicos, e ignorados por muchos otros.
El resultado fue que McClintock recibió el Nobel, pero 35 años después, cuando ella había cumplido 81. Al menos pudo vengarse en la cena protocolaria de Estocolmo con estas palabras: "Debo admitir que al principio me sentí sorprendida, y después confundida. Nadie me invitaba a dar clases o seminarios, ni a intervenir en comités o tribunales académicos. Pero ese largo intervalo resultó ser una delicia. Me dio una completa libertad para seguir investigando por puro placer y sin interrupciones".
Tienen que pasar 50 años para hacer públicas las deliberaciones
Einstein ganó el premio Nobel en 1921 por su explicación del efecto fotoeléctrico, uno de los artículos clave que publicó en su annus mirabilis de 1905. Esto implica que su teoría de la relatividad, uno de los dos pilares de la física actual junto a la mecánica cuántica, es otro de los grandes olvidados de la Academia, aunque su autor no lo sea. Y la razón tiene esta vez algo de paradójico.
Einstein formuló la relatividad, también en 1905, para responder a la pregunta: ¿qué ocurriría si una persona corriera tan deprisa que lograra alcanzar a una onda de luz? La persona vería una onda de luz que está quieta, como parece quieto un tren que se mueve en paralelo al nuestro. Pero la velocidad de la luz es una ley fundamental de la naturaleza, y por tanto no puede parecerle quieta a nadie.
La solución de Einstein fue aceptar los hechos y derivar sus consecuencias lógicas, por extrañas que pareciesen. La velocidad no es más que el espacio partido por el tiempo. Si la velocidad de la luz tiene que ser constante aunque corras tanto como ella, es que el tiempo y el espacio no pueden serlo. Esta teoría de 1905 se llama relatividad especial, y una de sus consecuencias directas es la célebre ecuación E=mc2, que reveló que la masa (m) y la energía (E) son dos caras de la misma moneda, y que una ínfima cantidad de masa puede convertirse en una gran cantidad de energía al multiplicarse por el cuadrado de la velocidad de la luz (c), que es un número enorme. Es el fundamento de la energía nuclear y de la bomba atómica. También del brillo de las estrellas.
Einstein obtuvo el galardón, pero no por la teoría de la
relatividad
Einstein fue nominado por esta teoría varias veces desde 1910, pero la Academia prefirió esperar a que los experimentos despejaran las dudas. Eso ocurrió en 1915, pero para entonces Einstein ya había desarrollado la relatividad general, la teoría de la gravitación que corrigió a Newton. Y ésta era más chocante aún que la relatividad especial, por lo que Estocolmo se volvió a echar atrás. De modo que el físico fue, en cierto modo, víctima de su propio éxito. Sin embargo, éste es un asunto sobre el que los científicos sólo albergan una duda: si Einstein mereció otros dos premios Nobel, o si más bien fueron tres.
Nobel dijo que el de Literatura fuera para escritores de "tendencia
idealista"

Alfred Nobel, el inventor de los premios -y de la dinamita-, dejó escrito en su testamento que el galardón de literatura se concediera a escritores de "tendencia idealista". El comité se tomó la frase a la tremenda en los primeros tiempos, y la adujo para rechazar las candidaturas de Tolstói, Twain, Ibsen y Zola. Cuando se relajó la norma ya estaban todos muertos.
Karel Capek, el gran escritor checo de la primera mitad del siglo XX -e introductor de la palabra robot-, suscitó las dudas del comité Nobel por sus obras antinazis de los años treinta. A los académicos les parecían demasiado insultantes para el Gobierno alemán. De todos modos quisieron dar una oportunidad a Capek, de cuyos méritos literarios no dudaban, y le pidieron que presentara alguna obra menos controvertida. "Gracias por la intención", respondió Capek, "pero ya escribí mi tesis doctoral". Se quedó sin premio, como es natural.
El caso de 1974 en literatura es poco representativo, pero aún menos eludible. Vladímir Nabokov, Graham Greene y Saul Bellow fueron rechazados ese año para otorgar el premio a Eyvind Johnson (Retorno a Ítaca) y Harry Martinson (Ortigas en flor), dos escritores bastante conocidos en Suecia, entre otras cosas por ser miembros de la Academia Sueca.
Muchos expertos piden nuevas categorías, como matemáticas o cine
No está claro cuánto podrán resistir los Nobel con su esquema actual. Los matemáticos y los paleontólogos siempre se han quejado de que no haya un Nobel para sus disciplinas, pero la lista de agraviados puede crecer pronto hasta límites insoportables. Porque tampoco hay un Nobel de computación, ni de nuevos materiales, ni de nanotecnología ni de climatología. Ni de cine, que se lo podrían haber dado a Ingmar Bergman sin hacer el ridículo.

Las raíces arrancadas de una Nobel

REPORTAJE
Viaje a Nitchidorf, escenario de la juventud perseguida por Ceausescu de Herta
Müller


RAÚL SÁNCHEZ COSTA (ENVIADO ESPECIAL)

La casa, a la altura número 353 de la calle principal de Nitchidorf, es ciertamente anodina. Verde, construida en adobe, parece erigirse contra la misma voluntad del tiempo, ajena a las miradas desdeñosas de "los perros y gatos, a los que, como se cruzan entre sí hace decenios, resulta imposible distinguir unos de otros", según describió Herta Müller en En tierras bajas (Siruela), helador recuento, entre gélido, opresivo y onírico, de la infancia de la autora en este confín de Rumania. "Detrás de la casa balbucea el arroyo, el guijarro apremia, las piedras oprimen".

Aquí, en esta pequeña y agonizante aldea de mil habitantes y calles anchas, donde el frío y el viento hielan la sangre incluso en días de sol como el de ayer, se crió la premio Nobel de Literatura. Aquí creció, nieta de agricultores y comerciantes que perdieron sus propiedades con la llegada del régimen comunista; hija de un miembro de las Waffen SS y de una deportada a un campo de trabajo de Ucrania. Y su antigua casa aún existe, aunque sea contra la voluntad de sus cimientos.

La escritora huyó del totalitarismo rumano en 1987 rumbo a Alemania

De aquí huyó de las garras del totalitarismo, tema central en su obra, en 1987. Partió rumbo al sueño de libertad de Alemania Occidental y ahogada en la aplastante conciencia de pertenecer a una minoría germana de suabos. Llegados hace poco más de tres siglos para trabajar el campo durante la ocupación del imperio austrohúngaro en Rumania, Müller y los suyos se vieron abandonados a su suerte por el azar de la historia de Europa Central en la Rumania de Ceausescu. "Hay unas 70 viviendas en ruinas de alemanes en esta localidad de las que el Ayuntamiento no se puede hacer cargo", explicaba ayer el alcalde de Nitchidorf, Ioan Mascovescu, en un paseo por el poblacho, a 30 kilómetros de Timisoara, al oeste de Rumania. "Ni puede venderlas ni tampoco hay fondos para restaurarlas. Ésta, en concreto, fue nacionalizada cuando Herta se mudó a Alemania. Después se vendió a otros alemanes que decidieron marcharse y, en la actualidad, hay un departamento escolar".
Caminando por sus calles, sintiendo la leve caricia de las miradas esquivas, el forastero piensa en la sentencia de Windisch, uno de los protagonistas de El hombre es un gran faisán en el mundo (Siruela). "El final está aquí. Desde que se propuso emigrar ve el final en todos los rincones". Sus viejos conciudadanos son gente "poco dada a hablar del doloroso pasado" y mucho menos aún a dejarse atrapar en la irreversibilidad de una fotografía. Lo más que aciertan a decir es: "Ceausescu vendió el premio Nobel a los alemanes por 8.000 marcos [unos 4.000 euros]".
Es un clamor que se escucha estos días por toda Rumania. Y una inesperada adición a la lista de querellas de la nación con su viejo dictador. El régimen aniquilador de voluntades cambiaba visados de sajones por dinero alemán. Era sólo otra forma de expulsar a "los extranjeros". El precio lo fijaba la cualificación de cada individuo, según fuentes que investigan los archivos del periodo comunista. Ése fue el caso de Müller. Y así fue como dejó Nitchidorf para no mirar atrás: "Me quiero marchar de este dedal de pueblo donde las piedras tienen ojos", relata Müller en su última novela Todo lo que tengo, lo llevo conmigo. "No tenía mucho miedo sino una impaciencia secreta; tan sólo quería irme a un lugar donde nadie me conociera".
En cierto modo, lo logró. Ya son muy pocos aquí los que la recuerdan. Los que podrían hacerlo o bien murieron o bien regresaron a Alemania. Además, no es uno de esos pueblos a los que el siglo XXI respete; eminentemente agricultor, aún se puede ver a los caballos tirar de los carros y a las fuentes (más de 20) repartir agua potable.
Sólo un puñado de los que compartieron la infancia con la escritora reside aún en Nitchidorf. "Tras la clase de gimnasio", explica Eugenia Dragan, antigua compañera de estudios, "solíamos estudiar juntas lengua rumana. Herta sentía que no la dominaba, así que yo la ayudaba".
Tampoco nadie recuerda la última visita de Herta a la aldea. En 2005, las autoridades locales le propusieron cambiar el nombre de la escuela por el de Müller. La escritora, que se encontraba en Timisoara para el lanzamiento de una novela, lo rechazó con violencia. "No quiero que me identifiquen con otra cosa que no sea con mi escritura', dijo ella", según Annelise Ivan, profesora de la escuela de Nitchidorf.

"La Securitate robó mi vida durante mi juventud y me la sigue quitando"


"La Securitate, policía secreta rumana, me robó mi vida durante mi juventud y me la sigue quitando en la actualidad acaparando mi tiempo con mis libros", declaró recientemente Müller a un periódico rumano. Sufrió la tortura, el terror, la angustia del control. Al emigrar descubrió que su mejor amiga de la infancia colaboraba con la Securitate, como otros tantos miles de niños y adolescentes. "Al menos, una de las preguntas más dolorosas ha sido respondida", escribió cuando descubrió que Jenny, su compañera de escuela, formaba parte del "sistema de amor y traición" del aparato político. Su cometido era averiguar sus actividades cotidianas, desde cuando se levantaba hasta que se acostaba, dónde y qué compraba. "En sus libros, la temida policía no es sólo una institución, sino que está revestida de todos los atributos del mal humano, desde la humillación y acoso, hasta el miedo, la tortura y la muerte", explica la traductora al rumano de sus obras, Nora Iuga.
En aquellos días, las palabras le servían de rendijas por las que asomar la cabeza y respirar. "Müller amaba la literatura. Pero más a Goethe que al insigne poeta rumano Mihai Eminescu", recordaba ayer otro ex compañero de colegio, Anton Kohl. "Mi hermano la inició en las profundidades de la literatura, le pasaba libros en alemán".
Ahora que la Academia Sueca ha consagrado su obra, un verdadero monumento a la voluntad humana, aquello adquiere en las callejuelas de Nitchidorf un extraordinario sentido. Una lógica que, por esta vez, aplasta a la sinrazón del autoritarismo. Por más que las raíces de Müller estén cuidadosamente arrancadas de Rumania. Incluso por ella misma. La Nobel escribió recientemente en Die Zeit que aún siente que el pasado revive en el país. Y por eso nunca regresará. "La Rumania poscomunista no se ha quitado las máscaras del horror comunista. Y la más pérfida sigue siendo la delación y, la más cruel, los intentos de aniquilar la intimidad".

fuente:elpais.com http://jmarconsusescribanias.blogspot.com

4.10.09

Rimbaud en Colombia

Sin remedio se traduce al francés

El autor de la novela Sin remedio, columnista estrella de Semana, Antonio Caballero

La gran novela de Caballero cumple 25 años y se traduce al francés. El entusiasmo de la crítica en la prensa gala ha sido tal que ya se han vendido 10.000 ejemplares.
Ricardo Abdahllah*

París

En la primera semana de octubre, Antonio Caballero estará invitado para una charla en la Universidad de Nanterre, el foco original del 68 francés, que agarró a Caballero en París, como el “buen salvaje” del que hablaba su padre. Daniel Samper Pizano dijo alguna vez de ese momento que Caballero era “como Cohn-Bendit, medio extranjero o extranjero del todo. Pero lo mató la timidez: en lugar de ser comandante aguerrido fue prudente espectador”. Un poco como Ignacio Escobar, el “héroe” de Sin remedio, novela que, con el título de Un mal sans remède y bajo el sello editorial Belfond, acaba de aparecer por primera vez en las librerías francesas. A pesar de coincidir con la rentrée littéraire, ese periodo de septiembre en el que las editoriales francesas sacan su cosecha de novelas, con las que llegan a los setecientos nuevos títulos cada año, la publicación del libro de Caballero no pasó desapercibida. “Al fin traducida” fue la manera como el periodista Xavier Housin comenzó su comentario de media página en Le Monde. Se refería a los veinticinco años que separan la publicación original de la traducción francesa. Bernard Quiriny, del Magazine Littéraire, hace notar también la larga espera, pero pone de lado la cronología para decir que Un mal sans remède, es “lo que hubiera hecho Roberto Bolaño si se hubiera propuesto hacer por Bogotá lo que James Joyce hizo por Dublín”. Al igual que Isabelle Rüf en Le Temps de Suiza, Quiriny utiliza la palabra spleen en el título de su reseña. Para él, la narración de Escobar es el spleen bogotano; para ella, el spleen colombiano en general. Los dos recalcan que Caballero critica la burguesía como lo ha hecho durante décadas en sus columnas y caricaturas. “Es la imagen que se tiene de él”, dice Philippe Collin, estudioso de la literatura colombiana y encargado de presentar a Caballero en el coloquio de Nanterre. Los lectores franceses esperan encontrar en Un mal sans remède no solo un viaje interior sino una novela política: “De lo primero hay más que de lo segundo. La novela es la historia maravillosamente contada de un personaje, no un documento sobre la política en Colombia. El libro muestra a Bogotá, pero una Bogotá que ya no existe”. Caballero es el primero en reconocerlo en una entrevista publicada por el periódico de izquierda Marianne, donde Alexis Liebaert recalca que la novela es un libro “barroco, truculento y de una rara ambición”, antes de rematar con las palabras favorables que le dedicó García Márquez y que han sido retomadas en varias de las reseñas de la prensa francesa: “No creía que tanto talento pudiera expresarse en la novela”. “Hay clientes que siguen de cerca la literatura latinoamericana, es a ellos a quienes más interesa el libro”, dice Guillaume Leroux, de la librería Le Merle Moqueur, que ha dado a la obra el sello Coup de Coeur, una especie de garantía de que el libro ha “flechado” a los libreros. “Sin embargo los pasajes de sexo y droga me gustaron menos que el resto. Me sonaron demasiado cercanos al aire de ‘poeta maldito’”, continúa Leroux, quien confiesa no haberse enterado de que la edición original del libro apareció en 1984. Ese “aire de poeta maldito” llevó al semanario vsd a retomar el título del primer capítulo del libro para su reseña: Ignacio Escobar es un aspirante a “Rimbaud colombiano”. La publicación utilizó cuatro veces las palabra “años”: una para referirse a los 31 que tiene Escobar; otra para decir que apenas le quedaban seis para convertirse en traficante de armas como el poeta francés. Y dos más para decir que Caballero le tomó catorce escribir la historia y a Jean Marie Saint-Lu dos traducirla. “Fue un proceso relativamente largo”, dice Saint-Lu, quien además de Mi hermano el alcalde de Fernando Vallejo, ha traducido varias obras de Javier Marías y casi todos los libros de Alfredo Bryce Echenique, “pero me ayudó mucho el hecho de que Caballero habla un francés impecable y por ser la primera traducción de su novela, se tomaba el trabajo de revisar detalladamente cada capítulo para enviarme sus observaciones. Todo por correo electrónico, porque cuando por fin nos encontramos, el libro ya estaba listo”. Lo que más trabajo dio a Saint-Lu fueron las poesías “de un estilo clásico muy riguroso en el ritmo, que nunca había encontrado en los autores que traduzco”. Las preguntas que le hacía a Caballero durante el proceso tenían también que ver con las calles de Bogotá y la manera como en la ciudad la gente llama las cosas. Como hasta ahora no ha visitado la capital colombiana, Saint-Lu no tenía ninguna posibilidad de saber que un “tinto” es un café y no un vino rojo. “E Ignacio Escobar no hace sino beber café”, dice. “Con Sin Remedio, Antonio Caballero se ubica entre los más grandes”, es la conclusión de André Rollin, crítico de libros de Le Canard Enchaîné, un periódico satírico cuyas caricaturas, denuncias y columnas son, dentro de la prensa francesa, lo que más se parece a lo que Caballero ha estado.

*periodista colombiano

fuente Revista Arcadia http://jmarconsusescribanias.blogspot.com

3.10.09

Foucault, el filósofo inolvidable

MICHEL FOUCAULT, la estatua que sonríe. Un filósofo complejo y a la vez vital y contemporáneo.

La publicación por primera vez en castellano de una obra temprana y otra tardía del pensador francés dicen que Kant estuvo siempre en el centro de sus preocupaciones. Hoy en Colombia sería como un faro. Y haría algunas advertencias sobre la "lucha ideológica". El filósofo Tomás Abraham comenta su obra en las páginas siguientes.

Por: Santiago Bardotti
Olvidar a Foucault" como quería Baudrillard, "imaginar a Foucault" tal como hizo Maurice Blanchot, "extrañar a Foucault" como les pasa a quienes no sólo admiran su obra sino que piensan que su palabra sería hoy un faro en tiempos de aguas tan revueltas son distintas maneras de lidiar con su ausencia. No es hora de hacer un balance cuando su palabra, a veinticinco años de su muerte, aún nos habla. Su palabra está viva; prueba de ello es el constante interés que producen las sucesivas reediciones de sus obras como la aparición aquí y allá de innumerables artículos, entrevistas, prefacios. Para seguir escuchando su voz acaban de editarse por primera vez en castellano dos obras suyas: sus lecciones del Collège de France correspondientes al curso 1982-1983, El Gobierno de Sí y de los otros (FCE), y lo que fue parte de su tesis complementaria de doctorado.

Pocos años antes de morir y luego de haberla anunciado repetidas veces, en 1798 Kant publica la Antropología en sentido pragmático. Su traducción al francés, acompañada de una larga introducción, constituyó la tesis complementaria de Foucault para la obtención del doctorado. La tesis principal había sido su impresionante "Historia de la locura en la época clásica" que para nuestra actual sorpresa pasó desatendida en su hora.

Tenemos en estas dos publicaciones por un lado, un Foucault que quizás todavía no ha llegado a serlo del todo, y por otro, un Foucault que de alguna manera se sitúa fuera de su obra y la mira desde cierta distancia. En ambos casos, para sorpresa de muchos, de manera evidente para otros, la referencia central no es Nietzsche sino Kant.

Desde enero del año 1971 hasta 1984, año de su muerte, fue posible escuchar a Michel Foucault en el Collège de France. El nombre de su cátedra era "Historia de los sistemas de pensamiento" y fue creada el 30 de noviembre de 1969 por la asamblea general de profesores del Collège de France, en reemplazo de la cátedra de "Historia del pensamiento filosófico" que hasta su muerte ocupó Jean Hyppolite, quien fuera su maestro. La lección inaugural fue la hoy celebre conferencia "El orden del discurso".

La enseñanza en el Collège de France, una de las instituciones más veneradas y representativas de Francia, obedece a reglas particulares. Los profe­sores tienen la obligación de dictar 26 horas de cátedra por año, cada año deben exponer una investigación original, lo cual les exige una renovación constante del con­tenido presentado. La asistencia a los cursos y seminarios es completamente libre; no requiere inscripción ni título alguno. El profesor tampoco los entrega, se dice que los profesores no tienen alumnos sino oyentes. La primera misión del Collège de France es la enseñanza, no de conocimientos asentados, sino de conocimiento que se está adquiriendo. Tal como escribió Merleau-Ponty: "Desde su fundación, lo que el Collège de France se encarga de impartir a sus auditores no son verdades adquiridas, sino la idea de una investigación libre". Así Michel Foucault abordaba su cátedra, como un investigador: exploraciones para un libro futuro, desciframiento de campos de problematización que solían formularse más bien como una invitación lanzada a eventuales inves­tigadores.

Se cuenta que Foucault subyuga a su auditorio. En aquella mítica lección inaugural, entre muchos curiosos escuchan atentos su amigo y mentor George Dumézil, Claude Lévi-Strauss, Fernand Braudel, Francois Jacob, Gilles Deleuze... Didier Eribon, el biógrafo casi oficial, pone puntos suspensivos con un recato orgulloso, como si fuera una exageración, como si no fuera posible tantas mentes brillantes bajo un mismo techo.

¿Cómo no sentir nostalgia de todo ello? ¿Cómo no haber deseado estar allí y haber sido testigo de todo lo que sucedió? La presencia memorable, las palabras certeras e iluminadas, la ebullición del acontecimiento histórico. Filosofía en tiempo real. Foucault mismo no sabía a dónde llegaría, solía decir que sus libros eran experiencias. De una experiencia uno sale transformado: "Si yo supiera antes de comenzar a escribir qué voy a escribir jamás comenzaría la tarea". El pensamiento como desafío.

Veinticinco años después de su muerte, nos llegan estas dos publicaciones. Una obra que comienza a construirse por un lado, las reflexiones de un hombre maduro y que se sigue cuestionando su labor, por el otro. El temprano estudio sobre Kant tiene toda la aridez que podía esperarse; podemos abrirnos paso en él gracias al estudio preliminar de Edgardo Castro, autor del Vocabulario de Michel Foucault (que será reeditado próximamente por la UNQ y Prometeo), y advertir así con claridad su importancia para lo que estaba por venir, la presencia visible de Nietzsche y la invisible de Heidegger. Foucault vislumbra ya una problemática que estaría en el centro de su obra y que él reveló en toda su complejidad: "La tensión que atraviesa todo el proyecto antropológico, esto es, la alternativa que debe enfrentar todo conocimiento acerca del hombre: ser un conocimiento empírico del hombre o un saber articulado en torno a la definición de su esencia". Con Edgardo Castro podríamos parafrasear entonces el prefacio de Las palabras y las cosas célebremente inspirado en "El idioma analítico de John Wilkins" de Jorge Luis Borges y a partir de ahora decir "esta obra nació de un texto de Kant". Michel Foucault, ese kantiano eminente.

Por su parte, el curso en el Collège de France continúa la publicación ya realizada en el año 2002 de La her­menéutica del sujeto (Fondo de Cultura Económica) correspondiente al ciclo anterior 1981-1982. El inicio de este curso de 1983 ya circulaba con el título "¿Qué es la Ilustración?" que a esta altura opera como una doble referencia, al artículo original de Kant que lleva ese nombre y fue publicado en septiembre de 1784 en la revista Berlinische Monatsschrift y a la lectura de Foucault mismo. Allí Foucault concluye que Kant fue el fundador de las dos grandes tradiciones críticas entre las cuales se repartió la filosofía moderna. Por una parte, Kant fundó esa tradición de la filosofía crítica que plantea la cuestión de las condiciones en que es posible un conocimiento verdadero. De algún modo, con su insistencia en las condiciones de posibilidad de un conocimiento o un discurso, en una lectura a vuelo de pájaro, Foucault mismo podría ser relacionado con esta tradición, pero no: "Dentro de la misma filosofía moderna y contemporánea hay otro tipo de cuestión, otro modo de interrogación crítica... Esta otra tradición crítica no plantea la cuestión de las condiciones en que es posible un conoci­miento verdadero; es una tradición que pregunta: ¿Qué es la actualidad? ¿Cuál es el campo actual de nuestras experiencias? ¿Cuál es el campo actual de las experiencias posibles? No se trata de una analítica de la verdad, se trataría de lo que podríamos llamar una ontología del presente, una ontología de la actuali­dad, una ontología de la modernidad, una ontología de nosotros mismos."

Un repaso de sus temas fundamentales revela la vigencia de su pensamiento. Como Borges, Foucault tiene sus tigres, espejos y laberintos: Locura, Castigo, Clínica, Poder, Gobierno, Muerte y Sexualidad. Pero lo que es más vigente aún es un modo de argumentación; la interrogación continua, el desafió de pensar, el rechazo de la haraganería.

Didier Eribon señala también los problemas de la recepción de la obra; un Foucault francés excesivamente apolítico para el gusto de sus críticos contra un Foucault norteamericano siempre en los extremos, ya sea el filósofo de la transgresión o el fogonero de la escuela del resentimiento como lo ha llamado Harold Bloom. ¿Qué hay del Foucault argentino? ¿Acaso hay otro filósofo más leído por aquí? Al menos es el más comprado porque no falta en una biblioteca que se precie de tal. Se puede fantasear con un Foucault analizando la Argentina. ¿Qué diría de nosotros? ¿Qué diría de nosotros un marciano? En una entrevista televisiva decía con humor que el escritor ideal de Las palabras y las cosas hubiera sido un marciano. ¿Qué diría Foucault de nuestra sociedad tan psicoanalizada y a la vez tan medicalizada? ¿Qué diría de una sociedad que oscila hacia uno y otro polo como si fueran respuestas muy distintas a un mismo interrogante? ¿Qué diría de una sociedad paralizada desde hace décadas que vive de su pasado, sea para condenarlo como abyecto o entronizarlo como edad de oro y donde todos los días de a cientos, de a miles, miles de miles, se tira en divanes a ensoñarse con una vida mejor que nunca llega?

Tal vez Foucault diría, al menos, que lo han tomado demasiado literalmente. Cuando una y otra vez le preguntaban acerca de la muerte del hombre y del autor – sus dos grandes crímenes – contestaba: guárdense las lágrimas. Foucault no era un teórico en el sentido tradicional, no tenía una teoría, una visión del mundo para sí y para los otros que hubiera que imitar, que se pudiera repetir como una fórmula. No tenía por ejemplo una teoría sobre la sexualidad; solamente (¡solamente!) había puesto en cuestión la supuesta naturalidad de teorías sobre la sexualidad que circulan como sí nada, cuestionaba el que vivamos en ellas sin saberlo, que las respiremos como el aire. Una y otra vez decía también: ¡Lean mis libros! Sus análisis en Historia de la locura y Vigilar y castigar se detienen antes de la constitución de la psiquiatría tal como es hoy en día, se detienen antes del nacimiento de la prisión tal como hoy la vemos. Pero se los vio como desacreditación en masa de ambas instituciones, se ideologizó libros sumamente complejos. En una famosa y extensa entrevista publicada en una revista italiana realizada en 1978 advierte sobre el placer de muchos intelectuales por la "lucha ideológica". Decía: "Las discusiones sobre temas políticos son parasitadas por el modelo de la guerra: se identifica aquel con ideas diferentes como un enemigo de clase contra el cual habría que batirse hasta la victoria. El gran tema de la 'lucha ideológica' me hace sonreír un poco, siendo que los lazos teóricos de unos y otros, cuando se los mira históricamente, son más vale confusos y fluctuantes y no tienen la nitidez de una frontera fuera de la cual se podría acechar al enemigo... Seguir la ruta de la guerra conduce directamente a la opresión, ella misma es peligrosa".

En esa misma entrevista señala que no hay textos menores; las entrevistas, los prólogos, las clases son espacios para problematizar su obra. La actualidad de los temas de las clases aquí publicadas habla por sí sola, el problema central de la palabra verdadera, del decir veraz cuando se dice, tomo la palabra, la relación de ella, y de la filosofía, con el poder y la política. Todo, con Platón, en especial una audaz relectura de su carta VII como centro de la cuestión. Tenemos entonces a un Foucault algo desconocido, lector atento de Platón y Kant. Un lector que no reniega de las metodologías heredadas (Foucault no olvida que Nietzsche era filólogo) pero que siempre es interpelado por el presente. En un artículo de análisis del curso, Frédéric Gros nos señala "Una de las dimensiones más sorprendentes del curso obedece quizás a la manera cómo Foucault afirma en él, con mucha claridad y serenidad, su relación con la filosofía como palabra de verdad, libre y valerosa". Michel Foucault y el valor de la palabra empeñada.


Foucault Básico
Poitiers 1926- París 1984 Filósofo

Cuando le preguntaban por la filosofía, decía que se trataba de "la política de la verdad". Michel Foucault se crió en una familia de médicos, fue alumno de pensadores como Louis Althusser, un lector obsesivo de Nietzsche y un filósofo que se ubicó a sí mismo en la estela de Kant. Para la historia crítica del pensamiento que cruza toda su obra, le abrió la puerta a disciplinas como la arqueología, la historia y la medicina, e indagó en las representaciones fluctuantes de cuestiones como la locura, la prisión, el poder o el sexo. Se doctoró con una Historia de la locura en la época clásica y se consagró con Las palabras y las cosas (1966). A partir de los 70, dictó en el Collège de France los célebres cursos en los iba volcando sus investigaciones.

fuente Revista Ñ http://jmarconsusescribanias.blogspot.com

1.10.09

Pamuk: "Hay cosas más importantes que la felicidad"

ENTREVISTA
Orhan Pamuk, premio Nóbel de Literatura en 2006, publica 'El museo de la inocencia'

Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura en el 2006, reside estas semanas en una espaciosa casa de Cambridge, a las afueras de Boston. Le ha llevado hasta allí una serie de lecturas que pronuncia en Harvard, donde ha comentado con este diario su nueva novela, la primera del autor turco desde que fue consagrado en el templo de los más grandes. Es una novela sobre una locura de amor, pero también sobre su ciudad, Estambul, de la que, con la excusa de las clases, se ha alejado.
Ha dicho que los libros son una segunda vida para los lectores, ¿y para el escritor?

No, estás en el medio. La literatura te permite vivir mundos alternativos. No te olvidas del tuyo pero tienes otra vida, que hace al primer mundo más inteligible e interesante. El mundo novelístico mejora al otro. Escribir novelas es buscar un sentido a la vida.

En las lecturas que hace en Harvard, pone el acento en lo que denomina naif –ingenuo– a la hora de escribir y leer, en oposición a lo sentimental o más artificial. ¿Es usted naif?

Lo naif tiene más que ver con no cuestionarte lo que haces. Yo sostengo es que un novelista debe ser las dos cosas.

Sus lectores occidentales ¿son más ingenuos que los lectores turcos?

Cada lector es ingenuo, pero por motivos diferentes. Hay lectores occidentales que cogen de forma literal lo que digo sobre el islam, y a la inversa. El occidental lo es por unas razones, ven todos los problemas, pero el turco también. Ingenuo es el que no percibe el artificio en la creación.

¿No ven su burla de la religión?

Nunca me he burlado de la religión. En todo caso he bromeado. Cada cosa es artificial y real a la vez. En esto se basa la comunicación entre lector y escritor. Todo lo que describo en este libro es real, aunque luego esté elaborado. Es lo que he visto en mi vida, en las calles. El contenido de este libro se nutre de mis vivencias, y de mis relaciones familiares.

Tanto que se autocita como uno de los conocidos de Kemal, el protagonista...

Mucha gente me pregunta: "¿Señor Pamuk, usted es Kemal?" No, no soy Kemal, pero no vamos a discutir por eso. Lo entiendo, nuestra vida es parecida: somos de clase alta, disfrutamos los placeres de la vida. Los dos compartimos eso, la incomodidad de ser ricos en un país pobre. Él sale de su grupo social, se individualiza.

¿Descubre otro mundo?

Se individualiza más y eso supone abandonar su egoísmo y, a su vez, desarrollar la capacidad de ser distinto a su grupo.

Del champán y el sexo pasa a una vida menos sofisticada, de la frivolidad a la dignidad.

Es una novela diferente a las que siguen los cánones en Turquía, las que desde oriente se dirigen a occidente, con temas como el de la joven pobre que se hace actriz y acaba de prostituta. Mi libro va en el sentido contrario, de oriente a occidente. Kemal no hace este camino de forma triunfante.

Kemal, a pesar de todo, dice que ha tenido una vida feliz...

Vida y felicidad son las dos palabras con que se abre y se cierra el libro. Empieza con Kemal recordando el momento más feliz de su vida. Y acaba así. La primera frase pasa sin problemas, todo el mundo la considera probable. La última ya es más problemática, porque se lee en un contexto en que muchos considerarían que Kemal ha llevado una vida de lo más infeliz. Y desde determinados puntos de vista lo es, muchos de sus antiguos amigos burgueses se apiadan de él. El lector decidirá si ha sido feliz o no.

Hace años que la escribe, pero es la primera novela tras el Nobel, ¿ha cambiado su vida?

En el discurso dije que no me cambiaría, pero sí. Tengo más lectores. Se ha incrementado la cuenta bancaria y los e-mails. Pero en mi dedicación a la literatura tengo también un compromiso mayor. El premio me hizo un hombre feliz, y ocupado.

¿Desde el escándalo por la condena del genocidio armenio, no vive en Turquía?

Sigo en Turquía, sí, pero paso mucho tiempo dando clases en el extranjero, tengo que resignarme a llevar guardaespaldas. Pero creo que no se deba a tanto a mis posicionamientos políticos como al hecho de ser premio Nobel y tener tanta visibilidad.

¿No habla de política?

Seguiré hablando de política siempre que me parezca, en eso no soy como Kemal, y me alegro. A Kemal sólo le interesa, sólo busca la felicidad. Yo no soy así. Yo creo que la felicidad no lo es todo en la vida. Hay personas para las que lo importante en la vida es cumplir unos objetivos antes que sentirse felices.

Usted escribe que los museos son la esencia de la cultura occidental...

En 1975, que es cuando empieza la novela, en Turquía no había museos que no fueran los del Estado, muy aburridos. Desde entonces se ha progresado mucho, los ricos han empezado a coleccionar y a exponer. Si esto es una prueba de modernidad, también se ha de decir que Europa ha continuado modernizándose.

Turquía y Europa, ¿una relación imposible?

Las puertas se han cerrado y las perspectivas son malas, la oleada conservadora en Europa, con Merkel en Alemania y Sarkozy en Francia, o la misma Turquía que no ha hecho los deberes en materia religiosa y libertad de expresión... Y más allá de gobiernos, hay una cuestión cultural.

fuente:lavanguardia.es http://jmarconsusescribanias.blogspot.com

Se publica en Internet un cuento inédito de Bolaño

SIN FINES DE LUCRO. La revista 60watts no pretende nada más que difundir el cuento del autor chileno tan de moda. El director de "60watts" pensó desde el principio que era "un descubrimiento que había que compartir" y también "en los problemas con los derechos del autor que podían surgir".


La revista digital "60watts" publica El cortorno del ojo, un cuento sobre un oficial del Ejército chino y poeta que se recupera de una enfermedad en un pueblo campesino y plasma sus inquietudes en un diario, con el cual Bolaño (1953-2003) obtuvo el tercer puesto del I Premio Alfambra de Cuentos, organizado por el Ayuntamiento de Valencia en 1983.
El contorno del ojo", un cuento que Roberto Bolaño presentó a un concurso literario en España obligado por la necesidad de conseguir algún dinero en los años 80, ha sido publicado por primera vez en un sitio web, la Revista digital 60watts.
El director de "60watts", el joven escritor Diego Zuñiga, quiso compartir el "descubrimiento" con otros lectores del autor de Los detectives salvajes aun a riesgo de tener problemas legales.Gracias a haber presentado "El contorno del ojo" al Premio Alfambra, según cuenta el propio Zuñiga 60watts, Bolaño conoció al escritor argentino Antonio di Benedetto (1922-1986), que ganó el segundo premio del concurso y con quien a partir de entonces el autor de Los detectives salvajes entabló una relación de amistad por correspondencia.
A partir de la historia real del joven escritor que merece una mención en un premio literario y descubre que entre los ganadores está un autor al cual admira, Bolaño escribió después otro cuento, Sensini, que forma parte del libro Llamadas telefónicas.El contorno del ojo, que lleva como subtítulo "Diario del oficial chino Chen Huo Deng, 1980", es por tanto la "historia detrás de la historia" de "Sensini", que es el nombre de ficción que Bolaño dio a Di Benedetto, autor entre otras obras de Zama.En Sensini, el personaje homónimo que representa a Di Benedetto considera de "primer orden" el cuento de su nuevo amigo y le insta a no abandonar los concursos literarios.
Hoy no hay dudas de que Bolaño persistió, pero cuando Di Benedetto murió, en 1986, el chileno era aún un desconocido, sin imaginar, quizás, la universalidad que hoy ha alcanzado su obra, ni que sería considerado, aún después de su muerte, el escritor que renovó la literatura latinoamericana después de la llamada "Generación del Boom".
Zúñiga se decidió a publicar el cuento en 60watts tras comprobar que no había sido incluido en ninguna de las recopilaciones póstumas de Bolaño.Es el primer texto inédito del también autor de 2666 que es puesto a disposición de los lectores desde "El secreto del mal", que publicó Ignacio Echevarría en 2007, con el que se quiso dar por acabada la divulgación de la herencia literaria de Bolaño.Zuñiga leyó El contorno del ojo, según relata en "60watts", en casa de un amigo que había traído de España fotocopias de textos de Bolaño, "principalmente poemas, textos huachos (huérfanos) que, sin saber por qué, no están en sus libros publicados"."Comencé a leerlo y, por supuesto, no pude abandonarlo a medio camino. No estoy seguro si eso ocurrió por la calidad del texto o por la fascinación de sentir que estaba leyendo algo que muy pocos conocían.
El placer del descubrimiento. Un secreto", dice Zuñiga en un artículo que acompaña al cuento en la revista digital.El director de "60watts" pensó desde el principio que era "un descubrimiento que había que compartir" y también "en los problemas con los derechos del autor que podían surgir".
Finalmente se decidió a publicar El contorno del ojo después de encontrar en un foro sobre Bolaño en internet un comentario de un participante que incluía el cuento íntegro."Acá está. Lo que suceda no lo intuimos. 60watts no va a ganar plata con esto (nunca hemos tenido fines de lucro), pero nos arriesgamos. Buen provecho", subraya Zuñiga.
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El 'dream team' de las letras le canta el cumpleaños feliz a Anagrama

Escritores y editores durante la celebración del 40 aniversario de Anagrama Q. García

Laura Fernández

Martin Amis le llama tío Jorge. Para Ian McEwan estar con él es como «estar en casa». Cumplir años rodeado de amigos «tan queridos» como los que acudieron ayer al 40 aniversario de Anagrama, «no tiene precio», en palabras de Jorge Herralde, padrino de la edición independiente en España y, a juzgar por el nutrido grupo de editores de altísimo prestigio literario que acudió ayer a la fiesta de cumpleaños del sello catalán, de respeto y admiración planetaria. «La cultura española debería estar orgullosa de Anagrama. Representa una biografía, en formato editorial, de la historia de España», apuntó el escritor norteamericano Jon Lee Anderson, uno de los ilustres invitados a la fiesta de cumpleaños.
Para Alessandro Baricco, el catálogo del sello constituye «una armada invencible», dirigida, «al viejo estilo» por un editor, «que a la vez es propietario». «Con Herralde puedes hablar de todo. Es una especie en extinción», añadió Roberto Calasso. Para Antonio Tabucchi, una de las joyas de la corona de la editorial, Herralde «es una persona magnífica» que está «en los buenos y los malos momentos» y con el que «no sólo se puede hablar de literatura». «¿Qué sería yo sin él?», se pregunta el escritor italiano, a lo que añade, entre risas, «¿y qué sería de él sin mí?».
«Cuando me conoció dijo que le parecí una monja. Acababa de leer mi libro y no podía creerse que alguien con la pinta que yo llevaba en aquella reunión de editores hubiese escrito algo tan erótico. Fue muy divertido», explica Catherine Millet, autora de La vida sexual de Catherine M.
Y para sentimental, McEwan. El autor de Expiación no podía creerse que Herralde demostrase tanto entusiasmo por un escritor joven, como era él, cuando le conoció, allá en los 70. «Me impresionó muchísimo», dice. Y añade: «Siempre me he sentido muy arropado por él y veo Anagrama como mi hogar en España». Hogar que visitará más a menudo a partir de ahora, pues su hijo ha empezado a estudiar en una universidad madrileña, como él mismo señaló.
Algo que para su editor, el homenajeado en cuestión, es un placer. «Como editor soy portavoz de un catálogo cuyos protagonistas son los autores», manifestó el veterano y admirado fundador de Anagrama, rodeado de colegas como Anne-Solange Noble, de la legendaria Gallimard, Pete Ayrton, de la inglesa Serpent's Tail («la única capaz de hacer frente a los grandes grupos británicos», en palabras del propio Herralde) y Antje Kunstmann, la primera editora de Roberto Bolaño en Europa. «Herralde es un ejemplo a seguir para todos. Lo conozco desde hace 30 años y su trabajo nunca ha dejado de sorprenderme. Está al corriente de todo lo que pasa tanto dentro como fuera de su país», indicó Paul Otchakovsky, de la editorial francesa P.O.L.
Tom Sharpe, Melania Mazzucco, Claudio Magris, Yasima Reza, Jean Echenoz y la señora de Martin Amis, Isabel Fonseca, reciente fichaje del sello, completaban la lista de ilustres invitados publicados por Herralde, que se paseaba orgulloso entre su «armada», aquella que «tantas alegrías me ha dado» y por la que espera seguir siendo conocido dentro de, por qué no, «un millón de años». «Siempre digo que un editor es su catálogo porque es lo que va a quedar de él, lo que los estudiosos podrán analizar y juzgar, lo que hicimos, en lo que trabajé», expuso el propio Herralde, al que acompañaba su mujer, Lali Gubern.
«Durante el final de la dictadura, luchamos por la llegada de la luz y la razón, en los 80 hicimos posible un bolsillo de calidad, con la implantación de la colección Compactos y desde entonces hemos intentado que no se nos escape nada», dijo el editor. Y ha cumplido.

El Museo Británico pregunta: ¿Quién mató a Moctezuma?

DIOS DEL SOL. Máscara de mosaico turquesa (1400-1521), uno de los objetos de la exposición Moctezuma: Emperador azteca, que representa probablemente a Tonatiuh, como se denominaba el dios del sol.


El Museo Británico revisa las circunstancias de la muerte del último emperador azteca.

Por: Rafael Ramos

El Museo Británico dedica la temporada de otoño al revisionismo histórico. Con su amplio bagaje de conocimientos en materia colonial - buena parte de su maravillosa colección no estaría en Londres de no haber sido gracias al imperio-,ha decidido investigar a través del arte la relación entre españoles y aztecas, la conflictiva figura de Moctezuma y las misteriosas circunstancias de su muerte.

La recién inaugurada exposición es casi más intrigante que un thriller de Stieg Larsson. ¿Fue apedreado el líder mexica por su propio pueblo después de una matanza de nobles, acusado de colaboracionismo con los invasores? ¿Se suicidó con el orgullo herido, incapaz de soportar su vergüenza, ansioso de redención? ¿O acaso lo mataron los españoles una vez que les había servido el poder en bandeja y ya carecía de toda utilidad?

El British abre de par en par las puertas a esta última teoría conspiracionista, aunque - como diría un abogado defensor norteamericano-basándose exclusivamente en indicios y pruebas circunstanciales, suficientes para elaborar una teoría pero no para pronunciar un veredicto. Ni siquiera se sabe a ciencia cierta qué pasó con su cuerpo.

El principal museo público del Reino Unido - y uno de los más importantes del mundo-se conforma con plantear preguntas sin esperar una respuesta, y lleva a cabo su juicio con la ayuda de manuscritos del siglo XVI, procedentes de Ciudad de México y Glasgow, con ilustraciones que describen a un Moctezuma encadenado y con una soga en torno al cuello, subido a un balcón, cautivo en apariencia del invasor. Es sólo uno de los testimonios, dentro de una ambiciosa exposición que pretende reivindicar la figura del guerrero azteca, denostado como el Chamberlain de su época, que ya fuera por indecisión o error de juicio colaboró con el enemigo y se convirtió en marioneta de Hernán Cortés en vez de luchar contra la agresión imperial que venía de allende los mares.

La fabulosa exposición tiene dos lados, el político y el meramente artístico, que interaccionan y se complementan. El primero, apoyado en documentos como el Códice Durán de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid o el Código Mendoza de Oxford (así nombrado en honor del primer virrey de Nueva España), explora el contexto histórico, las siniestras premoniciones que precedieron a la llegada de los españoles, la importancia de Tenochtitlán como una ciudad de doscientos cincuenta mil habitantes a principios del siglo XVI - algo que no existía en Europa-,el papel del linaje y la religión en la cultura azteca, el expansionismo militar de Moctezuma, los ambiciosos proyectos arquitectónicos...

El segundo son casi un centenar y medio de piezas procedentes de veintitrés museos de todo el mundo, más la propia colección del British. Máscaras, cráneos, una serpiente de dos cabezas con incrustaciones de turquesas, ornamentos rituales, armas, libros, mosaicos, maquetas arquitectónicas (como la del Gran Templo), piezas de orfebrería y la pirámide de piedra volcánica conocida como el Teocalli de la Tierra Sagrada - símbolo del poder de Moctezuma y que por primera vez ha viajado fuera del país-enriquecen una exposición organizada en colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Catorce objetos de oro hallados hace poco en el curso de unas excavaciones han sido interpretados como ofrendas de oro a los dioses a la entrada de una tumba real. "Moctezuma es una figura trágica con una reputación muy ambivalente - dice Colin McEwan, el comisario de la exposición-.Pero nosotros hemos querido mostrar su otra cara, la de un gobernante que reinó durante casi veinte años una sociedad sanguinaria pero enormemente sofisticada para su época, expandió el imperio mexicano con un poderoso ejército, y llevó a cabo un gran programa de monumentos públicos hasta que por mar llegaron unos extraterrestres con yelmos, armaduras y trajes brillantes, y su mundo se vino abajo".

Cobarde o valiente, héroe o villano, colaboracionista o resistente, traidor o mártir, Moctezuma provenía de una tradición imperial y tenía una agenda de poder que chocó frontalmente con la de Hernán Cortes y los ejércitos españoles. Fue una colisión titánica cuyas chispas han llegado siglos después a Londres, y prenden ahora en el Museo Británico.


El Museo Británico mostrará a Moctezuma tal como lo vieron sus súbditos
© La Vanguardia y Clarín

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