Una llovizna tierna (1)
Por Marcelo Del Castillo
Bogotá 39 giró alrededor de 39 escritores menores de 39 años, que vinieron para cumplir durante cuatro días maratónicas jornadas en el marco de Bogotá Capital Mundial del Libro 2007.
Por ver la nueva sangre literaria latinoamericana, que seguirá la carrera de larga travesía que es la literatura, seguí un periplo literario que me interesaba, con varios eventos, empezando por los programados en la Tadeo Lozano. Al público universitario lo sentí sin interés y desinformado. Además, estaba ahí porque se regó como pólvora- para usar un lugar común muy efectivo para ilustrar esta glosa. Afuera en la plazuela central caía una llovizna tierna, escribió alguien; y era mejor pasarse adentro para oír a unos escritores desconocidos quienes muy juiciosos estaban ya sentados en el panel, viéndose muy atentos en la presentación que incluía sus fotos acorde a los tiempos con el uso del computador, con todos los 39 convocados, que se repitió en todas las sesiones a las que pude asistir como seguramente pasaría en aquellas que me perdí. La moderadora Marinne Ponsford risueñamente nerviosa entró en el tema que tocaba: Cómo y sobre qué escribimos. La más conocida, la cubana Wendy Guerra, que escribe en forma de diarios algo que a ella le pasó como adolescente pero inmersa en una ficción de lo que ella cree tratarse como una novela, dijo que nunca abandonará Cuba, porque es su tierra y no va a sentirse bien al estar en otra ajena, si tomara el camino del exilio. Sus palabras me hicieron recordar una vieja frase de José Martí, que fue muy popular en los primeros días de la revolución, que decía: nuestro vino de plátano es amargo, pero es nuestro vino. Ilustró con la expresión de su mirada la gran nostalgia que sintió cuando estaba en Barcelona, en la oficina de la agencia literaria que la representa con motivo de su premio Bruguera, al ver en la pared la foto inmensa de Cabrera Infante, recordando que él jamás pudo volver a Cuba, y que sus libros no se editan, y por supuesto, no circulan; con eso les digo todo, agregó con los ojos aguados. Contó, de las duras condiciones de clandestinidad, que su premiado libro circula fotocopiado de mano en mano en la isla cuyos textos dicen verdades incómodas; que el régimen sabe de ellas, pero que aún no permite ampliar a una total libertad de expresión de ciertos temas, por más que sean cotidianos y comunes a todos los cubanos, constituyendo eso que se llama dictadura.
En un español sin tropiezos, la visión del brasileño Cuenca, bajito y barbado; cuando escribe es sentirse como un extranjero, de cómo se sobrevive en Río de Janeiro; y otra vez se volvió a cruzar la realidad política de Lula y su régimen , al que acusó de haberse corrompido. Dijo cómo todo Brasil vivió un carnaval de ilusiones durante dos días con su elección, pero después llegó el desencanto.
El paraguayo Pérez Reyes denunció los problemas serios que tiene su país, que vive una democracia en transición, con una fuerte tara social por el lastre de la dictadura de Strossner, porque no se lee, y la poca gente le pregunta qué hace después con el libro que ha leído. En su escritura ha integrado expresiones del idioma guaraní y su derivación, que se le llama yoruba, en sus textos urbanos con una aguda crítica al uso atrabiliario y compulsivo de las nuevas tecnologías, caso del celular en la gente, que le inspiró escribir su libro Clonsonante. La sesión terminó sin preguntas del público universitario, bien desinteresado además.
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