Por la tarde del viernes, se sentaron, en el mismo frío auditorio de El Tintal, los escritores Ivan Thays del Perú, Rodrigo Hasbún de Bolivia; Ricardo Silva, de Colombia, dijo que jugaba de local y Rodrigo Blanco Calderón de Venezuela. Se excusó la ausencia de Yolanda Arroyo Pizarro de Puerto Rico porque el moderador Mauricio Vargas dijo: la altura la afectó. El soroche, diría ella el sábado por la tarde en otra sesión. El moderador adaptó la pregunta: Qué los motiva a escribir y por qué lo hacen. Thays escribe porque la literatura le ayudó a liberarse de tensiones personales y le permitió hacer una transmutación de sus vivencias duras del amor contrariado; ahora mucho más porque dijo que está recién separado. Agregó que escribe para conocerse mejor y mediante esa tarea conocer al otro. El colombiano Silva dijo que los temas lo llevan de la mano, el no los escoge, éstos lo escogen a él. El caraqueño Blanco escribe porque es realmente una actividad placentera. Recordó que cuando leía Plata quemada, del argentino Ricardo Piglia, sintió, que esta novela de algún modo lo ha influido desde el lenguaje y empató el tema que trata con la historia que le contó un amigo siquiatra: el caso de una violación que un padre comete contra sus hijas. Supo conectar esos dos elementos y escribió Una larga fila de hombres, conjunto de cuentos por el que recibió un premio en su Caracas natal. Después reflexionaron sobre los escritores del boom y coincidieron que no los ha influido, porque son como ver los retratos de sus antepasados mayores, como los de los abuelos, expresó Thays. Ante la pregunta del moderador, si el oficio los afectaba ante la angustia de la hoja en blanco, coincidieron en que escribían sin revisar ni corregir mucho ( sobre todo el colombiano Silva), que cuando publicaban ya no volvían a leer sus textos, porque definitivamente estaban con la pulsión y el interés de otros temas, de otros asuntos igualmente literarios. El moderador comentó que metía la cucharada para decir que él; que también es escritor, corregía mucho, y cuando está como ahora, trabajando en una novela, se apartaba del mundo, de oír radio, leer el periódico, y que por eso dejó el periodismo para dedicarse enteramente a la literatura. Hacia el final un señor del público los interrogó sobre por qué la literatura es tan inútil. Todos a una comentaron que realmente no servía para nada y que ahí radicaba su belleza, precisamente en eso: su inutilidad: no obstante, agregaron que es muy necesaria en un mundo cada vez más plagado de intereses tan mercantilizados por la productividad y el lucro incesante.
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