Hacete hombre habla de una sociedad en la que quizás hombres y mujeres hayan quedado igualados como sujetos del consumo
Hombría y masculinidad
son algunas de las categorías en crisis que pone en escena este libro
en el que Gonzalo Garcés parte de un episodio autobiográfico para
abrirse a diversos registros narrativos, de la crónica de viaje a las
notas fragmentarias.
“Una
mañana de 2010 recibí un mensaje de texto de mi padre. ‘Tengo que pagar
una multa en Tupungato. ¿Me llevás?’ Tupungato está en la provincia de
Mendoza. Allá, si te confiscan el carnet, tenés que pagar la multa en el
lugar donde te lo sacaron. Como no tenés permiso para manejar, tenés
que usar el transporte público o hacer que alguien te lleve.” Gonzalo
Garcés está a punto de realizar junto a su padre y una hermosa y joven
mujer chilena uno de los viajes más intensos y determinantes de su vida.
“Tengo treinta y siete años, carajo. No puede ser que a estas alturas
tenga que competir con mi padre. ¿Pero hay competencia? Sí, hay
competencia. Obligarme a hacerte de chofer mientras viajamos por la Ruta
9 con una puta es lo más cercano –lo más parecido que permiten nuestras
costumbres– a comerse crudo a tu hijo.” Quizás sea el momento de hacer
una aclaración para que no se desprenda una primera impresión equívoca:
ni la palabra puta ni el verbo obligar pecan de inocencia o desatino.
Para entender cómo una palabra puede cambiar el rumbo de las cosas es
preciso llegar al final de esta historia que se impone desde su título
como una obligación, un imperativo que debiera estar sustentado sobre la
base de lo existente o lo posible. Y ése es justamente el punto de
partida de un libro que comienza con todo el tono de una crónica de
viaje pero es mucho más que eso, o para decirlo en los términos del
poeta Juan Ramón Jiménez: no corras, ve despacio, que al único lugar al
que tienes que ir es a ti mismo.
Hacete hombre es el título del nuevo libro de Gonzalo Garcés. Bien,
¿pero qué es un hombre? La respuesta, mejor dicho su búsqueda, no se
encuentra sólo en el viaje que emprenden los Garcés en compañía de una
mujer sino en su regreso. Si es cierto que comprender algo te cambia
para siempre, lo que hay que imaginar es el regreso de ese viaje; el
momento no está escrito en Hacete hombre pero surge de su composición:
el instante preciso en que el narrador y personaje Gonzalo Garcés se
encuentra solo en su casa, rodeado de sus libros, su música, su
computadora con archivos de series de televisión y mails nunca enviados,
escribiendo para intentar desentrañar algo más que la relación
problemática que mantiene con su padre, ya nunca más idealizada como en
la infancia ni caprichosamente cuestionadora como en la adolescencia
sino desde una mirada adulta, frontal, y muchas veces desgarradora como
una verdad que te persigue por herencia. “Yo tenía ocho años. Cuando
llegaste, una hora después, dije que tenía frío y hambre. Entonces te
pusiste furioso y gritaste. Cuando estábamos en la calle siempre me daba
mucha vergüenza que gritaras. Me daba miedo que viniera un policía y te
llevara. Gritaste que no aguantabas más mis exigencias. Gritaste que la
gente (en esos casos yo me convertía en un plural) no te dejaba vivir
tu vida.” Y lo que se hereda es la masculinidad mientras que la hombría
se define por la acción; al igual que la paternidad –dejar embarazada a
una mujer no te convierte en padre–: la paternidad hay que justificarla
constantemente en actos. Ahora bien, fuera de lo que podría parecer, no
hay tono de confesión ni mucho menos una intención de reproche. El hijo
mira a su padre como quien intenta desentrañar dónde estuvo la falla que
hace que ya no lo considere un hombre, lo ama y le reconoce íntimamente
un montón de virtudes pero también sabe que el último aprendizaje que
podrá recibir como hijo deberá encontrarlo él mismo y es de esa manera
que surge lo más importante de Hacete hombre, un libro concebido como
una interesante mezcla de géneros discursivos, desde la crónica al
ensayo, formatos de mail, reseñas y apuntes de historia y notas para una
novela, como un modo de reconstruir el universo intelectual y emocional
de un escritor que es al mismo tiempo hijo y padre y sobre todo un
ciudadano que se resiste a aceptar que “marcar los abdominales en el
gym, manejar un auto grande o cogerse a muchas mujeres es ser un hombre.
No se le ocurría verse a sí mismo como representante de una sociedad”.Rigurosamente escrito y con notables cambios de registro, en su libro Gonzalo Garcés reflexiona fuertemente sobre la concepción de la hombría separándola para siempre de la simple masculinidad. La hombría guarda una relación directa con la libertad. La hombría es acción y se traduce en un poder prometido (puede ser económico, moral, sexual, etc). Ahora se trata de rastrear de qué modo las distintas representaciones ponen en evidencia esa concepción ideológica y cultural, mudable con el correr de la historia, y ahí están los mitos griegos, las ficciones literarias, las series televisivas, las publicidades y las canciones, porque “la hombría no existe. No existe como fenómeno natural. Igual que los arquetipos de la mujer, las formas de la hombría son obra de la imaginación colectiva”. ¿Podría desaparecer la hombría? En este punto es donde estriba una de las ideas más interesantes que propone Hacete hombre: en la medida en que desaparezca la libertad orientada a un proyecto común, quedará reducida la concepción del hombre tal como se ha entendido hasta la irrupción del capitalismo. Si el hombre históricamente ha dominado y obligado a la mujer a desarrollarse bajo su tutela, al punto de ser representada y obligada a verse ella misma como objeto de contemplación, Gonzalo Garcés dialoga con Simone de Beauvoir y postula que hay en la libertad conquistada por la mujer una coartada falsa: ahora una pequeña elite dueña del poder económico ha reducido tanto a la mujer como al hombre al mismo nivel de tutelaje histórico (aquel sólo destinado a la mujer), ofreciendo una falsa idea de libertad y por lo tanto de elección bajo el nombre de consumidores. Esta es una de las claves de un libro intenso, que busca recuperar el verdadero sentido de la palabra libertad en un mundo donde casi no quedan valores que no hayan sido reducidos a meras mercancías.
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