Gestores y creadores afrontan sin complejos la reducción de presupuestos
Ahora que la Canción de Navidad de Dickens vuelve a estar de moda, el mundo de la cultura regresa al pasado: en 2010 la Biblioteca Nacional tendrá el mismo presupuesto que en 2005, mientras el Ministerio de Cultura intenta justificar el recorte de 11 por ciento de sus presupuestos. Museos, teatros y bibliotecas tensan la imaginación para lograr el dinero que les permita seguir subsistiendo. Pero ¿por qué parece vergonzante invertir en cultura?¿Debe estar subvencionada? ¿Por quién y hasta qué límite? ¿Qué frontera están dispuestos a cruzar los gestores de centros como el Reina Sofía o La Casa de América para ser rentables? Directores de museos y compañías, intelectuales y creadores, toman la palabra en El Cultural...
Inversión, no subvención
En períodos de crisis económica como el que vivimos, los presupuestos públicos de la cultura tienen también que apretarse el cinturón. A nadie le gusta ver sus recursos disminuidos (el presupuesto de la BNE se verá recortado en un 10% el próximo año y nos retrocederá a 2005) pero soy de los que creen que las crisis deben ser abordadas como una oportunidad de gestionar mejor poniendo a prueba la creatividad, que tiende a aletargarse en tiempos de bonanza, y, de asegurar que nada fundamental se quede en la cuneta de la crisis. En mi opinión, la rentabilidad de la cultura no se puede medir sólo en términos de PIB estrictamente económico. ¿Cuál es el ingrediente fundamental del tan famoso I+D+i sino la creatividad, ese recurso natural tan bien repartido que es además renovable y no contamina? Soy una convencida de que el nuevo modelo de desarrollo en el siglo XXI será fruto de la creatividad, o no será.
En la era de la globalización todos los países compiten en todos los terrenos. También en el de las industrias culturales. La dificultad estriba en que no todos salen a la palestra compitiendo con las mismas armas. Es, pues, no sólo lógico sino deseable que los Estados apoyen a sus industrias culturales, con el fin de crear las condiciones que permitan a sus protagonistas desarrollar su musculatura creativa e intelectual, asegurando una vibrante diversidad cultural a nivel global. La pinza “globalización + tecnologías” debe encontrar respuesta en las políticas públicas de cultura. Hay una voluntad unánime de los Estados a favor de sus industrias culturales, que quedó expresada en la Convención sobre la Diversidad de los Contenidos Culturales (UNESCO, 2005). Tras 16 años de trabajar por esta causa desde la UNESCO, no ha dejado de sorprenderme que el público español no parezca ser consciente de esta necesidad y, en vez de apostar por nuestra literatura, nuestro cine, etc., es decir, por nuestro propio universo imaginario, parezca preferir los cantos de sirenas y hasta se escandalice de las ayudas públicas a la cultura. Claro está, es de vital importancia que la acción de apoyo estatal a las industrias culturales responda a una clara estrategia de inversión en las mismas y se desarrolle en un marco de total transparencia, ajeno a toda tentación de clientelismos. El apoyo de los Estados a la cultura debe tener la consideración de inversión y no de subvención. La inversión estimula porque incita al sector a asumir riesgos. Por el contrario, la subvención adormece y, a la larga, crea adicción. MILAGROS DEL CORRAL (Directora de la Biblioteca Nacional)
La cultura solapada con el cine
En los enfoques más dinámicos la cultura es el mejor embajador de un país, de una nación, de una lengua. Eso es lo que hace que Francia se halle tan presente en todas partes aunque no se halle en el mejor momento. El problema es que en nuestro país nunca se ha acabado de entender este carácter que toda cultura dinámica tiene. Se inició un proceso distinto con el anterior Ministerio, pero fue truncado por razones que no acaban de explicarse. Hoy podemos asegurar que la cultura se solapa con el cine, lo cual es una perspectiva pobre, limitada. Recortar la cultura significa amputar posibilidades de proyección de España en el extranjero. La idea de que la cultura tiene que ser rentable nos lleva inevitablemente a tratarla con el mismo baremo que otros productos comerciales. Pero la cultura es sui generis. No puede ser que sólo estén vigentes criterios de rentabilidad, con total indiferencia respecto a la calidad. Además, la cultura posee instituciones que requieren ayudas privadas y públicas, como la ópera o la música clásica, especialmente la música contemporánea. EUGENIO TRIAS (Filósofo)
Cambiar la ley de mecenazgo
Como artista y director de una compañía de ballet clásico, y como español, pienso que si el país está en crisis y es necesario hacer recortes, éstos deberían ser más equilibrados: si se hacen recortes se hacen a todos. La mayoría de las veces los proyectos se ven apoyados única y exclusivamente por las Comunidades Autónomas, que con gran esfuerzo quieren que estas iniciativas sigan en pie, sin llegar a entender por qué desde el Gobierno Central no se les da la importancia que, no sólo a nivel regional, sino también nacional e internacional, están generando. Creo que los responsables de la política cultural deberían tener suficiente conocimiento de cada proyecto y valorar su apoyo dependiendo de su calidad y de su repercusión cultural, social y educativa. Desde luego cambiaría la ley de mecenazgo; a muchas personas físicas y entidades les gustaría colaborar en proyectos culturales, pero en la situación actual, si lo apoyan es de forma altruista, sin ningún tipo de compensación a cambio. Y también creo que los medios de comunicación tienen en sus manos buena parte de la solución, si difundieran más el arte habría más demanda, por lo que sería más rentable. ÁNGEL CORELLA (Bailarín y director del Corella Ballet)
¿Juntos la excelencia y lo popular?
¿Tiene que ser la cultura rentable? No obligatoriamente. Para muchos, es una forma de seguir educándonos. ¿Se pueden dar juntos la excelencia y lo popular? A veces. Lo que está claro es que tiene que estar al alcance de todos. Desde lo público hay que defender la democracia cultural. Y ahí es donde entran los poderes públicos. Son éstos los que tienen que dar un abanico más amplio de posibilidades a sus ciudadanos. ¿Tiene riesgos la cultura pública/protegida? Por supuesto, porque está siempre en movimiento, y lo que hoy tiene necesidad de ser acogido/ayudado puede ser que mañana sea una manifestación, una lengua o una costumbre que en un futuro no necesite ayuda. La defensa de la cultura pública tiene que ser siempre maleable y estar siempre vigilante. Porque al acompañarla estás accionando sobre ella de una forma subjetiva. Por eso las personas responsables de su protección tienen que ir cambiando con periodicidad.
Si en estos momentos dependiéramos sólo de lo que es rentable, la mayor parte de la educación que recibiríamos nos haría personas más simples y, por tanto, más vulnerables a los poderes económicos. Cuanta menos riqueza cultural, menos posibilidad de razonamiento diferente, menos pensamiento y, finalmente, menos rechistar. ÁLEX RIGOLA (Director teatral)
Dirigir es elegir
Amparados por la crisis, los recortes presupuestarios en materia cultural están siendo brutales para todos, particularmente, en nuestro caso, los de la Comunidad de Madrid. Pero no nos engañemos, no se trata de una cuestión ideológica sino de una situación económica general, dramática, en la que nos encontramos, desde Parla o Bombay a Nueva York, y que parece justificarlo todo. Aún así, nuestro enfoque, el del Círculo de Bellas Artes, es por entero distinto al de otras instituciones culturales grandes o pequeñas, ya sean el Prado o la Casa de América, el Reina, la Residencia o el Teatro Real, porque nosotros somos una institución privada que recibe tan sólo un 22 por ciento de su presupuesto en ayuda pública y que tiene claro qué fronteras no ha de traspasar. Aquí no montaríamos jamás, como propuesta del Círculo, una exposición descaradamente comercial y sin el menor interés intelectual o estético como la del MoMA sobre Tim Burton: antes cerraríamos las exposiciones, porque eso responde a un distinto modelo cultural, el que confunde, intencionadamente, lo que es la cultura con la industria. Y en España se empiezan a dar casos
En el caso de Europa, y de uno u otro modo, la cultura siempre ha estado “subvencionada”, aunque ése no fuera el término a emplear, y por ello somos herederos de Atenas y la polis, de la Sixtina, los principados alemanes y las grandes colecciones y tesoros reales hoy reconvertidos en museos, como también de quienes hace ya dos mil quinientos años, sin apenas estudios, incluso sin saber leer, elegían una vez al año entre Esquilo, Sófocles y Eurípides, gracias a los cuales hoy disfrutamos de las tragedias griegas sufragadas por la ciudad-estado.
Por eso hay que decir: no todo vale. Porque dirigir es elegir. Si nos rindiésemos a lo comercial daríamos paso a una sociedad más pobre, más simple y más violenta. Además, no es razonable pensar que las estadísticas siempre tienen razón: no es cierto que la cultura aporte tan sólo un 5 por ciento al PIB de un país; aporta algo infinitamente superior, ya que de ella depende nuestro sistema de vida, nuestras creencias y valores, las bases de la civilización y del progreso, que como se ve en la historia de Occidente es producto de ella. ¿Cómo se puede poner precio a eso?
La partida que nos dedicaba el Ministerio de Cultura disminuyó en el pasado ejercicio, antes de los recortes y la crisis, en un 8 por ciento, siendo ministro César Antonio Molina, ex director del Círculo, que sólo nos dedicaba una centésima parte de la del Reina, un dato similar respecto al Real, o una cuarta parte de la del MACBA. Pero aún más grave nos resulta la disminución de las subvenciones de la Comunidad de Madrid, que en poco más de un año han descendido un 35 por ciento. Pero resistiremos, como lo están haciendo, y en algún caso de manera ejemplar, otros grandes centros de cultura. JUAN BARJA (Director del Círculo de Bellas Artes)
El público como razón de ser
Los museos de arte no son rentables. Si pretendieran serlo, su misión fundamental, que es la conservación, estudio y difusión de sus colecciones, podría verse comprometida. No obstante, los museos que en mayor o menor medida dependen de las subvenciones estatales deben procurar reducir su déficit al mínimo. Una fórmula que en el Thyssen ha funcionado con éxito es la colaboración con la Fundación Caja Madrid. Es preciso persuadir a las empresas de la rentabilidad simbólica que puede reportar la asociación con las actividades museísticas.
Ah! El público... El público es nuestra razón de ser; sin él, el museo sería sólo una cámara del tesoro. En nuestra programación siempre cuenta como condición fundamental el interés que un proyecto pueda provocar en el público. El problema de “hasta dónde llegar por el público” no se me ha planteado nunca; nuestro público no espera de nosotros espectáculos deportivos o circenses. Espera brillantes exposiciones monográficas, fascinantes exposiciones temáticas y exquisitas exposiciones de contexto en torno a nuestra colección. Y eso es exactamente lo que vamos a ofrecerle. GUILLERMO SOLANA (Director del Museo Thyssen)
La excesiva subvención castra
Vaya por delante que la cultura bien hecha y que llega a la mayoría de la sociedad siempre es rentable; una sociedad sin cultura es una sociedad muerta a todos los niveles, incluido el económico. Desarrollo cultural y económico rara vez no han ido ligados. Ahora bien, sí es necesario que el mundo de la cultura haga un esfuerzo mayor por ser independiente económicamente. La excesiva política de subvenciones está castrando a la mal llamada industria cultural, porque en la mayoría de los casos no es industria. Lo que no se puede consentir es que el dinero del erario público siga pagando cientos de miles de euros a artistas que en ningún caso obtendrían esas cantidades en taquilla. Hay quien se aprovecha de su condición de artista para abusar de las arcas públicas. Parte de la solución es no reducir las subvenciones públicas a la cultura pero sí evitar que éstas paguen sueldos millonarios a unos pocos. Conclusión: mantener unas subvenciones mejor repartidas y forzar la autofinanciación. PATRICK ALFAYA (Director de la Quincena Musical)
Ni mercantilismo ni privilegios
El problema no reside tanto en que la cultura tenga o no que ser rentable sino en cómo medimos dicha rentabilidad. Si lo hacemos de acuerdo a parámetros meramente económicos, estamos abocados a una cultura al servicio del turismo y la gentrificación urbana. En estos términos la cultura tiene poco que ver con la creación de nuevas formas de conocimiento y se asocia, en cambio, con el consumo. Así vista, la cultura es un mero órgano de propaganda. ésta, a diferencia de la que dominó las dictaduras de los años treinta, ya no intenta convencernos sobre las bondades o no de un determinado régimen, sino que constituye un fin en sí misma: ahora se venden y compran marcas.
La cultura, al igual que la educación y la sanidad, es un derecho inalienable. Todo ciudadano ha de tener acceso a la misma. Ahora bien, una política indiscriminada de ayudas puede ser muy problemática, especialmente cuando confundimos cultura con industrias culturales.
Vivimos en una época de crisis sistémica. Si el paradigma económico centrado en el dinero fácil y la especulación no se sustenta, es también evidente que la cultura basada en el predominio del espectáculo sobre el programa ha dejado de tener sentido y que la necesidad de inventar otros modelos es imperiosa. Y estos deben generarse a través de la reconsideración de la esfera de lo Común, esto es, un espacio que va más allá de lo institucional, y que no es público ni privado, aunque mantiene dimensiones de ambos. MANUEL BORJA-VILLEL (Director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía)
La subvención como herramienta de trabajo
Como responsable de una unidad de producción del Ministerio de Cultura, no tengo aún confirmación del presupuesto del año próximo, aunque trabajamos con una estimación de que los recortes, si los hay, se parecerán a lo que se ha anunciado en diversos medios. En cualquier caso no me parece grave, una buena “cultura” del ahorro puede absorber esa cifra sin especial quebranto. Las cuestiones que aquí se plantean parecen incidir en una suerte de dilema respecto al modo de financiación de la cultura, y con este debate se están colando no pocos sinsentidos, cuando no disparates. Estoy convencido de que la cultura de un país debe ser de la máxima calidad posible, si además es total o parcialmente rentable, mejor. Si no lo es, la necesitamos por igual si no queremos empobrecernos como colectividad. Si en algunos casos se necesitan subvenciones, no veo por qué hay que demonizar ese concepto. ¿Por qué la cultura debe ser más puritana que otros sectores? La subvención es una herramienta de trabajo, y hay que aprender a usarla. El resto son tonterías, demagogia o miedos que, curiosamente, en España son siempre graves cuando se trata de dinero. Hasta que no aprendamos a usar el dinero como un medio, en lugar de entenderlo como una sustancia maléfica o contaminante, no miraremos los problemas de financiación con sensatez. JORGE FERNÁNDEZ GUERRA (Compositor y director del CDMC)
Ayudas e independencia
La cultura es un sector en el que ayudas públicas y privadas y rentabilidad no son incompatibles. Hay proyectos que por su naturaleza van a ser deficitarios desde el punto de vista económico y otros que pueden ser rentables sin atentar ni contra su calidad ni contra su independencia creativa. En el caso de los primeros, los que nunca serán rentables, hay que buscar fórmulas para que lo sean desde el punto de vista social, pedagógico, educativo, patrimonial, etc. ¿Por qué la ópera o ciertas producciones teatrales o musicales que son propias de centros públicos se mantienen en cartel tan poco tiempo, sin que puedan disfrutarlas más espectadores?, ¿por qué en el caso del cine español si hay apoyo a la producción no se contemplan más ayudas a su difusión para que todo lo que recibe ayuda pueda verse? Si hasta la industria del automóvil que ha sido tradicionalmente la INDUSTRIA con mayúsculas, necesita ayudas públicas para subsistir ¿por qué ahora está de moda el discurso de que toda la industria cultural tiene que ser rentable y autosuficiente? ¿Es que los trabajadores de la cultura merecen menos apoyo que los de otros sectores? JOSÉ GUIRAO (Director de La Casa Encendida)
Ni descuentos ni mercadillos
Creo que la cultura siempre es rentable pues proporciona a la sociedad conocimiento y comprensión de la realidad e influye en la calidad de vida. Si de lo que hablamos es de la industria y del comercio cultural, nos encontramos en un momento crítico de cambio que nos obliga a revisar nuestras posiciones y estrategias. Esto es tan interesante como angustioso y requiere dosis de energía y atención difíciles de encontrar en una sociedad tan adormecida como la nuestra. La crisis económica y la modificación de las formas de consumo que produce la sociedad tecnológica están teniendo un efecto devastador sobre los medios habituales de producción cultural. Ello nos obliga a adoptar la vieja fórmula vanguardista de poner en cuestión lo que tenemos para buscar lo que imaginamos, pues detrás de lo que acaba aparecen las señales de lo que viene. Ni descuentos, ni mercadillos de feria pueden dar solución a algo que no tenga valor ni suscite un interés. Promover que esos intereses se encuentren con las propuestas artísticas de una manera crítica puede ser un objetivo de la acción pública. La subvención cultural debería evitar la subsistencia de formas obsoletas de producción. LOLA MORIARTY (Galerista)
Responsabilidad del Estado
Creo que los países se hacen grandes gracias a su dimensión cultural. Es fundamental saber que la cultura no se puede considerar rentable en parámetros solamente económicos. La cultura es la savia de los pueblos y hace falta invertir mucho dinero para hacerla lo más fuerte posible. Sólo así el país podrá desarrollarse en plenitud. Otra cosa es que se consiga que la sociedad civil participe de la manera más intensa posible en todo el desarrollo cultural. Pero, al final, es responsabilidad directa del estado potenciar al máximo sus distintos proyectos culturales.En último término eso es lo que diferencia a un país grande de otro que no lo es. En época de crisis económica, como la actual, los estados tienen que hacer un esfuerzo por apoyar la cultura de forma irrenunciable.Valoro positivamente el esfuerzo habitual del gobierno Zapatero, pero el objetivo sería tender a igualarnos a los presupuestos culturales de países sólidos como Francia y Alemania. XAVIER GÜELL (Director artístico de Musicadhoy y Operadhoy)
Las pequeñas redes, en peligro
La cultura nunca fue rentable y no tiene por qué serlo. Es un bien social del que los gobiernos no pueden desentenderse. Lo que hay que intentar es mantener un equilibrio presupuestario, en el que las instituciones aporten dinero, otra parte salga de la taquilla y conseguir que las empresas privadas se involucren y se conviertan en patrocinadores. Para facilitarlo, las empresas deberían poder beneficiarse de deducciones y desgravaciones fiscales. Si un teatro tiene que vivir exclusivamente de la taquilla, es imposible que se mantenga, y tendría que hacer siempre cosas de bajo nivel y de alta acogida. O disparar el precio de las entradas a favor de un público exquisito, renunciando a una programación equilibrada. El problema de la reducción presupuestaria para la Cultura afecta, sobre todo, a las pequeñas redes culturales. Los teatros con un presupuesto grande tendrán que apretarse el cinturón, pero sobrevivirán. En cambio, ponen en peligro redes e iniciativas culturales que han costado muchísimo trabajo y la energía de muchas personas. Por tener subvenciones públicas no se debería pagar ningún precio. Sería maquiavelismo político que un gobierno se metiese a decidir la programación o fijase que se contrate a determinados profesionales o se programasen determinadas obras. La cultura es libre. Las instituciones deben subvencionar la cultura y los directores de los centros culturales programarla. Así deben funcionar también los patrocinadores. Lo contrario sería una inmoralidad. EMILIO SAGI (Director artístico del Teatro Arriaga de Bilbao)
Descalabro sin precedentes
Es difícil que la mayor parte de las manifestaciones culturales sean económicamente rentables. En materia de espectáculos y exposiciones, el precio de venta de las entradas debería elevarse tanto para cubrir los gastos que su disfrute pasaría a ser un privilegio social. Hay que concebir la rentabilidad en otros términos: educativos, formativos, ciudadanos. Incluso políticos, de prestigio. Las cuestiones de fondo son: ¿qué importancia otorgamos a las artes en esta sociedad? y ¿se puede cuestionar que el acceso a la cultura es un derecho de los ciudadanos y es responsabilidad de las administraciones públicas? Claro que éstas deben financiar las actividades culturales. Y deben hacerlo no persiguiendo el menor gasto sino la mayor calidad. Para que haya un gran nivel cultural en un país debe existir un tejido de base fuerte. Eso significa que hay que ayudar a los creadores, a las escuelas, a los centros de producción, a las pequeñas y medianas empresas culturales... Estaremos subvencionando producciones que no siempre son excelentes pero estaremos asegurando el futuro. Los recortes actuales van a significar, para las artes plásticas, un descalabro sin precedentes. En los países anglosajones existen desde hace años grupos o asociaciones que desarrollan campañas de lo que se conoce como “Arts Advocacy”. Es triste que haya que abogar por las artes, pero ha llegado el momento en que los amantes de unas y otras manifestaciones culturales, y somos muchísimos, vamos a tener que hacernos oír. ELENA VOZMEDIANO (Presidenta del Instituto de Arte Contemporáneo y crítica de arte)
Estricto control del erario público
El auténtico debate sería a la inversa, esto es: ¿es rentable invertir en cultura? Y a esa pregunta respondo de forma absolutamente afirmativa, sería lo mismo que poner en duda si es rentable invertir en educación o en sanidad. La cultura necesita inversiones públicas para que pueda existir. Sin estas aportaciones que han de cubrir aquellas necesidades que la actividad privada no puede asumir el panorama cultural de un país se empobrecería enormemente de forma general y en muchas de sus facetas desaparecería por completo. Por ello mi apuesta es por un fuerte apoyo institucional hacia las diferentes manifestaciones culturales pero, eso sí, con un estricto control sobre las aportaciones económicas que proceden del erario público, esto es, de todos los ciudadanos. ENRIQUE GONZÁLEZ MACHO (Distribuidor, productor y exhibidor)
Siempre hay un precio que pagar
Si simplificamos mucho, veremos que hay un modelo de financiación anglosajón, donde son las empresas y donaciones de particulares más los ingresos por venta de entradas los que sostienen el grueso de la actividad cultural de instituciones públicas y privadas, y un modelo de financiación europeo o latino en el que es el Estado quien se encarga de financiar casi el 100% de las instituciones públicas y un gran número de iniciativas privadas. Lo ideal es un sistema a medio camino, pero es muy complejo implantarlo porque hay que establecer criterios no sólo cuantitativos sino cualitativos, de rentabilidad y pertinencia.
Si te pagan, siempre hay un precio a pagar . ¿o no? ¿Alguien puede demostrar que es más independiente una producción pagada con dinero público que con dinero privado ? Se pueden mirar iniciativas como el UBS Long Weekend de la Tate (la Tate es privada, y UBS un banco ), con programaciones impecables que cualquier centro cultural público del mundo quisiera reclamar para sí ? En un mundo ideal los patrocinadores públicos y privados estarían dispuestos a pagar por asociar su marca a una programación tan interesante. Otro concepto que se ha perdido en nuestro ámbito es el de pagar por la cultura. La culpa es NUESTRA, de la gente de la cultura. O ponemos en valor lo que hacemos, o empezamos a hablar del dinero y el empleo que esto genera, o va a dejar de generarlo. Hay una cultura muy extendida de “Tú me pagas y yo te pongo el logo”. Hay que acabar con eso. La escuela que más admiro es la del Arts and Business británico. No digo que haya que hacer lo mismo, pero tenemos un futuro brillante en patrocinio cultural y marketing, si nos ponemos. IMMA TURBAU (Directora de Casa de América
La sobriedad es buena amiga
Las reducciones de presupuesto, las vacas flacas, los tiempos de inflexión hacen temblar a quienes carecen de talento. Sin embargo, las épocas de escasez nunca han sido las peores para desarrollar la imaginación entre artistas verdaderos. El problema surge normalmente en épocas de vacas gordas: ahí es dónde se enmascaran las deficiencias a golpe de talón, son momentos de grandes despliegues de inanidades que apabullan a los públicos menos exigentes. De esto hemos aprendido mucho estos últimos años. En cultura la sobriedad es buena amiga. No es asunto de desproteger o de mirar a otro lado, sino de medir y aprender a elegir proyectos, a comprar calidad y, sobre todo, a aprender a gastarse el dinero. Propongo que ese 11 % menos a Cultura sea aprovechado para aumentar el presupuesto de Educación, concretamente para que el Ministerio lo dedique a la formación de espectadores. Ahí está la piedra de toque, y no en el lamento continuo de que falta presupuesto para cultura. FERNANDO PALACIOS (Director de Radio Clásica)
Buenas cosas para cuantos más, mejor
La crisis es una pesadez. Se ha convertido en un argumento, una coartada... sirve para todo. En La Fábrica llevamos 15 años poniendo en marcha proyectos culturales. Y desde el principio lo hemos hecho defendiendo que, además de dinero público hay que movilizar dinero privado para la cultura. Creemos en la colaboración entre lo público y lo privado y llevamos ya bastante tiempo comprobando que no sólo es posible, sino que es necesario y funciona.
La cultura no se puede medir por su rentabilidad económica; es mucho más. Forma parte de nuestro proyecto y de nuestra realidad de país. Nos une, nos hace mejores. Es un bien social. Por eso tiene sentido que el Estado, las comunidades, los ayuntamientos, pero también las fundaciones , las empresas, los mecenas... se impliquen en la cultura.
Los gestores tienen la obligación de hacer llegar la cultura al ciudadano ; de despertar su interés. Pero también, de tener una filosofía, un proyecto, creer en determinadas cosas y luchar por ellas. El éxito de la cultura no se puede medir con los mismos ratios que los programas de televisión: el prime time, la sal gorda, el escándalo... Nada de eso. Estamos en contra de las tonterías.
En La Fábrica trabajamos con la obsesión de que los proyectos de calidad -los festivales, las exposiciones, los libros...- lleguen al público. ésa es nuestra obligación. Pero no creemos que para conseguirlo haya que hacer proyectos de mala calidad o hacerlos mal. Al contrario: la fórmula es hacer muy buenas cosas para cuantos más, mejor. Eso es lo que nos anima a trabajar.
El presupuesto de La Fábrica en 2009 es de 8.5 millones de euros. Este año, las 60 personas de nuestro equipo han trabajado mucho para seguir haciendo cosas. El resultado es que en un año muy difícil, vamos a bajar la facturación únicamente un 7.2 por ciento de nuestro presupuesto. Naturalmente, la sangría ha sido enorme para la cuenta de resultados. Pero nuestro principal objetivo era mantener bien las actividades. 2010 parece el fin del mundo, pero creo que tenemos que intentar que no lo sea, y nuestro presupuesto (que todavía no tenemos cerrado) intentará acercarse al de este año. En cuanto al porcentaje de inversión pública que tenemos en nuestro presupuesto, no llega al 20 por ciento. ALBERTO ANAUT (Director de LA FÁBRICA)
Un proceso de prueba y error
Buscarle una rentabilidad determinada a la cultura no es muy cultural. Esto es un proceso de prueba y error, y, a veces, sencillamente los resultados no valen para nada, son un fracaso. Ni tan poco vale el éxito. Pero Creonte tiene que gobernar, y tomar decisiones y hacer rentable la inversión. (Cada vez que gobierna un filósofo la cosa termina en desastre) Así que bajamos en picado y, muy a ras de suelo, contestamos que no se trata tanto de cuánto baja o sube un presupuesto anual (hay inversiones, como los espacios públicos, que son a largo plazo) sino cómo se aplica la asignación de recursos. Por ejemplo, el presupuesto anual del Fondo de Cinematografía equivale al presupuesto anual del Museo Reina Sofía. Lo primero suele ser muy criticado, lo segundo ni siquiera se debate en los medios. Se acepta mejor el gasto si se aplica al patrimonio, si se emplea en crearlo, se acepta menos. Picasso y Buñuel tuvieron que hacer sus obras fuera de España. Hoy ya son patrimonio y se celebran sus centenarios con gran pompa y regocijo de sus herederos. MANUEL GUTIÉRREZ ARAGÓN (Director de cine y escritor)
Ayudas que frenan el desarrollo
Desde un punto de vista económico, no cabe duda de que el sector cultural debería estar en constante renovación aunando esfuerzos para mejorar la oferta y atraer al público gracias a la calidad. Es indispensable para mantener su independencia y para garantizar la calidad por encima de cualquier otro criterio. Respecto a las industrias culturales no creo acertada la dinámica de subvenciones que se ha desarrollado en nuestro país; ayudas que en campos como el arte o la moda han frenado su correcto desarrollo y su competencia en la escena internacional. En el caso de las ferias de Arte Contemporáneo como el caso de ARCOmadrid, rentabilizar este evento cultural propiciando una plataforma de mercado que genere negocio e intercambios, así como apoyar el papel difusor que ejercen las galerías es nuestro principal objetivo. En cuanto a la labor del gobierno y las instituciones, son imprescindibles para el desarrollo competitivo de un país y, muy especialmente, para la democratización de las artes. Su papel de apoyo y promoción debería servir para velar por un patrimonio que nos resume a todos y además para fomentar la iniciativa privada. LOURDES FERNÁNDEZ (Directora de ARCOmadrid)
El público lo crea la propia obra
Tengo la impresión de que la cultura sí es rentable. Aunque probablemente pedirle una rentabilidad inmediata es como pedírselo a la ciencia, a la investigación o a la educación. Tengo la impresión de que el público, en cierta medida, lo crea la propia obra. Hay ciertas posibilidades de que un espectador que escucha a Shakespeare, engulla una buena porción de necedades unas horas más tarde. Hay determinadas obras que tienden a eclipsar todo atisbo de inteligencia y otras que nos desafían. El límite -la responsabilidad- lo pone cada contador de historias. La cultura tiene que ser protegida, mimada, porque el riesgo de convertirnos en un ejército de zombies no es pequeño, y la aventura de un individuo -un artista- explorando la realidad nos preserva en cierta medida de ello. Los riesgos son obvios. A veces, sin duda, podríamos emplear los recursos disponibles con mayor eficacia. ANTONIO ÁLAMO (Escritor y director del teatro Lope de Vega de Sevilla)
¿Por qué ser rentables?
Hay sectores culturales que son muy rentables, por ejemplo, los ingleses han hecho de determinado género teatral un gran éxito, pero no toda la cultura es rentable y, además, por qué tiene que serlo. Yo no creo que esa deba ser la filosofía. Lo que ha ocurrido en estos años atrás es que las instituciones dependientes del Estado no se han preocupado de buscar fondos distintos a los percibidos vía Adminsitraciones, ni siquiera de plantearse una autonomía de gestión. Hoy, se habla de crisis, de reducción bestial de los presupuestos culturales pero yo me pregunto por qué nadie cuestiona las subvenciones que se dan a los clubs de fútbol en crisis, o los miles y miles de millones que se han destinado al Plan E. Esto ¿cómo se come? Para nosotros, los del teatro, la crisis nos afecta directamente, por la dependencia que tenemos de los ayuntamientos. Qué van a hacer los municipios con las miles y miles de instalaciones que tienen a su cargo, pero sin dinero para mantenerlas. Pienso que deberían plantearse un contrataque, porque los artistas somos demasiado ácratas para hacerlo. ANDREA D'ODORICO (Escenógrafo y productor de teatro)
fuente:elcultural.es
Inversión, no subvención
En períodos de crisis económica como el que vivimos, los presupuestos públicos de la cultura tienen también que apretarse el cinturón. A nadie le gusta ver sus recursos disminuidos (el presupuesto de la BNE se verá recortado en un 10% el próximo año y nos retrocederá a 2005) pero soy de los que creen que las crisis deben ser abordadas como una oportunidad de gestionar mejor poniendo a prueba la creatividad, que tiende a aletargarse en tiempos de bonanza, y, de asegurar que nada fundamental se quede en la cuneta de la crisis. En mi opinión, la rentabilidad de la cultura no se puede medir sólo en términos de PIB estrictamente económico. ¿Cuál es el ingrediente fundamental del tan famoso I+D+i sino la creatividad, ese recurso natural tan bien repartido que es además renovable y no contamina? Soy una convencida de que el nuevo modelo de desarrollo en el siglo XXI será fruto de la creatividad, o no será.
En la era de la globalización todos los países compiten en todos los terrenos. También en el de las industrias culturales. La dificultad estriba en que no todos salen a la palestra compitiendo con las mismas armas. Es, pues, no sólo lógico sino deseable que los Estados apoyen a sus industrias culturales, con el fin de crear las condiciones que permitan a sus protagonistas desarrollar su musculatura creativa e intelectual, asegurando una vibrante diversidad cultural a nivel global. La pinza “globalización + tecnologías” debe encontrar respuesta en las políticas públicas de cultura. Hay una voluntad unánime de los Estados a favor de sus industrias culturales, que quedó expresada en la Convención sobre la Diversidad de los Contenidos Culturales (UNESCO, 2005). Tras 16 años de trabajar por esta causa desde la UNESCO, no ha dejado de sorprenderme que el público español no parezca ser consciente de esta necesidad y, en vez de apostar por nuestra literatura, nuestro cine, etc., es decir, por nuestro propio universo imaginario, parezca preferir los cantos de sirenas y hasta se escandalice de las ayudas públicas a la cultura. Claro está, es de vital importancia que la acción de apoyo estatal a las industrias culturales responda a una clara estrategia de inversión en las mismas y se desarrolle en un marco de total transparencia, ajeno a toda tentación de clientelismos. El apoyo de los Estados a la cultura debe tener la consideración de inversión y no de subvención. La inversión estimula porque incita al sector a asumir riesgos. Por el contrario, la subvención adormece y, a la larga, crea adicción. MILAGROS DEL CORRAL (Directora de la Biblioteca Nacional)
La cultura solapada con el cine
En los enfoques más dinámicos la cultura es el mejor embajador de un país, de una nación, de una lengua. Eso es lo que hace que Francia se halle tan presente en todas partes aunque no se halle en el mejor momento. El problema es que en nuestro país nunca se ha acabado de entender este carácter que toda cultura dinámica tiene. Se inició un proceso distinto con el anterior Ministerio, pero fue truncado por razones que no acaban de explicarse. Hoy podemos asegurar que la cultura se solapa con el cine, lo cual es una perspectiva pobre, limitada. Recortar la cultura significa amputar posibilidades de proyección de España en el extranjero. La idea de que la cultura tiene que ser rentable nos lleva inevitablemente a tratarla con el mismo baremo que otros productos comerciales. Pero la cultura es sui generis. No puede ser que sólo estén vigentes criterios de rentabilidad, con total indiferencia respecto a la calidad. Además, la cultura posee instituciones que requieren ayudas privadas y públicas, como la ópera o la música clásica, especialmente la música contemporánea. EUGENIO TRIAS (Filósofo)
Cambiar la ley de mecenazgo
Como artista y director de una compañía de ballet clásico, y como español, pienso que si el país está en crisis y es necesario hacer recortes, éstos deberían ser más equilibrados: si se hacen recortes se hacen a todos. La mayoría de las veces los proyectos se ven apoyados única y exclusivamente por las Comunidades Autónomas, que con gran esfuerzo quieren que estas iniciativas sigan en pie, sin llegar a entender por qué desde el Gobierno Central no se les da la importancia que, no sólo a nivel regional, sino también nacional e internacional, están generando. Creo que los responsables de la política cultural deberían tener suficiente conocimiento de cada proyecto y valorar su apoyo dependiendo de su calidad y de su repercusión cultural, social y educativa. Desde luego cambiaría la ley de mecenazgo; a muchas personas físicas y entidades les gustaría colaborar en proyectos culturales, pero en la situación actual, si lo apoyan es de forma altruista, sin ningún tipo de compensación a cambio. Y también creo que los medios de comunicación tienen en sus manos buena parte de la solución, si difundieran más el arte habría más demanda, por lo que sería más rentable. ÁNGEL CORELLA (Bailarín y director del Corella Ballet)
¿Juntos la excelencia y lo popular?
¿Tiene que ser la cultura rentable? No obligatoriamente. Para muchos, es una forma de seguir educándonos. ¿Se pueden dar juntos la excelencia y lo popular? A veces. Lo que está claro es que tiene que estar al alcance de todos. Desde lo público hay que defender la democracia cultural. Y ahí es donde entran los poderes públicos. Son éstos los que tienen que dar un abanico más amplio de posibilidades a sus ciudadanos. ¿Tiene riesgos la cultura pública/protegida? Por supuesto, porque está siempre en movimiento, y lo que hoy tiene necesidad de ser acogido/ayudado puede ser que mañana sea una manifestación, una lengua o una costumbre que en un futuro no necesite ayuda. La defensa de la cultura pública tiene que ser siempre maleable y estar siempre vigilante. Porque al acompañarla estás accionando sobre ella de una forma subjetiva. Por eso las personas responsables de su protección tienen que ir cambiando con periodicidad.
Si en estos momentos dependiéramos sólo de lo que es rentable, la mayor parte de la educación que recibiríamos nos haría personas más simples y, por tanto, más vulnerables a los poderes económicos. Cuanta menos riqueza cultural, menos posibilidad de razonamiento diferente, menos pensamiento y, finalmente, menos rechistar. ÁLEX RIGOLA (Director teatral)
Dirigir es elegir
Amparados por la crisis, los recortes presupuestarios en materia cultural están siendo brutales para todos, particularmente, en nuestro caso, los de la Comunidad de Madrid. Pero no nos engañemos, no se trata de una cuestión ideológica sino de una situación económica general, dramática, en la que nos encontramos, desde Parla o Bombay a Nueva York, y que parece justificarlo todo. Aún así, nuestro enfoque, el del Círculo de Bellas Artes, es por entero distinto al de otras instituciones culturales grandes o pequeñas, ya sean el Prado o la Casa de América, el Reina, la Residencia o el Teatro Real, porque nosotros somos una institución privada que recibe tan sólo un 22 por ciento de su presupuesto en ayuda pública y que tiene claro qué fronteras no ha de traspasar. Aquí no montaríamos jamás, como propuesta del Círculo, una exposición descaradamente comercial y sin el menor interés intelectual o estético como la del MoMA sobre Tim Burton: antes cerraríamos las exposiciones, porque eso responde a un distinto modelo cultural, el que confunde, intencionadamente, lo que es la cultura con la industria. Y en España se empiezan a dar casos
En el caso de Europa, y de uno u otro modo, la cultura siempre ha estado “subvencionada”, aunque ése no fuera el término a emplear, y por ello somos herederos de Atenas y la polis, de la Sixtina, los principados alemanes y las grandes colecciones y tesoros reales hoy reconvertidos en museos, como también de quienes hace ya dos mil quinientos años, sin apenas estudios, incluso sin saber leer, elegían una vez al año entre Esquilo, Sófocles y Eurípides, gracias a los cuales hoy disfrutamos de las tragedias griegas sufragadas por la ciudad-estado.
Por eso hay que decir: no todo vale. Porque dirigir es elegir. Si nos rindiésemos a lo comercial daríamos paso a una sociedad más pobre, más simple y más violenta. Además, no es razonable pensar que las estadísticas siempre tienen razón: no es cierto que la cultura aporte tan sólo un 5 por ciento al PIB de un país; aporta algo infinitamente superior, ya que de ella depende nuestro sistema de vida, nuestras creencias y valores, las bases de la civilización y del progreso, que como se ve en la historia de Occidente es producto de ella. ¿Cómo se puede poner precio a eso?
La partida que nos dedicaba el Ministerio de Cultura disminuyó en el pasado ejercicio, antes de los recortes y la crisis, en un 8 por ciento, siendo ministro César Antonio Molina, ex director del Círculo, que sólo nos dedicaba una centésima parte de la del Reina, un dato similar respecto al Real, o una cuarta parte de la del MACBA. Pero aún más grave nos resulta la disminución de las subvenciones de la Comunidad de Madrid, que en poco más de un año han descendido un 35 por ciento. Pero resistiremos, como lo están haciendo, y en algún caso de manera ejemplar, otros grandes centros de cultura. JUAN BARJA (Director del Círculo de Bellas Artes)
El público como razón de ser
Los museos de arte no son rentables. Si pretendieran serlo, su misión fundamental, que es la conservación, estudio y difusión de sus colecciones, podría verse comprometida. No obstante, los museos que en mayor o menor medida dependen de las subvenciones estatales deben procurar reducir su déficit al mínimo. Una fórmula que en el Thyssen ha funcionado con éxito es la colaboración con la Fundación Caja Madrid. Es preciso persuadir a las empresas de la rentabilidad simbólica que puede reportar la asociación con las actividades museísticas.
Ah! El público... El público es nuestra razón de ser; sin él, el museo sería sólo una cámara del tesoro. En nuestra programación siempre cuenta como condición fundamental el interés que un proyecto pueda provocar en el público. El problema de “hasta dónde llegar por el público” no se me ha planteado nunca; nuestro público no espera de nosotros espectáculos deportivos o circenses. Espera brillantes exposiciones monográficas, fascinantes exposiciones temáticas y exquisitas exposiciones de contexto en torno a nuestra colección. Y eso es exactamente lo que vamos a ofrecerle. GUILLERMO SOLANA (Director del Museo Thyssen)
La excesiva subvención castra
Vaya por delante que la cultura bien hecha y que llega a la mayoría de la sociedad siempre es rentable; una sociedad sin cultura es una sociedad muerta a todos los niveles, incluido el económico. Desarrollo cultural y económico rara vez no han ido ligados. Ahora bien, sí es necesario que el mundo de la cultura haga un esfuerzo mayor por ser independiente económicamente. La excesiva política de subvenciones está castrando a la mal llamada industria cultural, porque en la mayoría de los casos no es industria. Lo que no se puede consentir es que el dinero del erario público siga pagando cientos de miles de euros a artistas que en ningún caso obtendrían esas cantidades en taquilla. Hay quien se aprovecha de su condición de artista para abusar de las arcas públicas. Parte de la solución es no reducir las subvenciones públicas a la cultura pero sí evitar que éstas paguen sueldos millonarios a unos pocos. Conclusión: mantener unas subvenciones mejor repartidas y forzar la autofinanciación. PATRICK ALFAYA (Director de la Quincena Musical)
Ni mercantilismo ni privilegios
El problema no reside tanto en que la cultura tenga o no que ser rentable sino en cómo medimos dicha rentabilidad. Si lo hacemos de acuerdo a parámetros meramente económicos, estamos abocados a una cultura al servicio del turismo y la gentrificación urbana. En estos términos la cultura tiene poco que ver con la creación de nuevas formas de conocimiento y se asocia, en cambio, con el consumo. Así vista, la cultura es un mero órgano de propaganda. ésta, a diferencia de la que dominó las dictaduras de los años treinta, ya no intenta convencernos sobre las bondades o no de un determinado régimen, sino que constituye un fin en sí misma: ahora se venden y compran marcas.
La cultura, al igual que la educación y la sanidad, es un derecho inalienable. Todo ciudadano ha de tener acceso a la misma. Ahora bien, una política indiscriminada de ayudas puede ser muy problemática, especialmente cuando confundimos cultura con industrias culturales.
Vivimos en una época de crisis sistémica. Si el paradigma económico centrado en el dinero fácil y la especulación no se sustenta, es también evidente que la cultura basada en el predominio del espectáculo sobre el programa ha dejado de tener sentido y que la necesidad de inventar otros modelos es imperiosa. Y estos deben generarse a través de la reconsideración de la esfera de lo Común, esto es, un espacio que va más allá de lo institucional, y que no es público ni privado, aunque mantiene dimensiones de ambos. MANUEL BORJA-VILLEL (Director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía)
La subvención como herramienta de trabajo
Como responsable de una unidad de producción del Ministerio de Cultura, no tengo aún confirmación del presupuesto del año próximo, aunque trabajamos con una estimación de que los recortes, si los hay, se parecerán a lo que se ha anunciado en diversos medios. En cualquier caso no me parece grave, una buena “cultura” del ahorro puede absorber esa cifra sin especial quebranto. Las cuestiones que aquí se plantean parecen incidir en una suerte de dilema respecto al modo de financiación de la cultura, y con este debate se están colando no pocos sinsentidos, cuando no disparates. Estoy convencido de que la cultura de un país debe ser de la máxima calidad posible, si además es total o parcialmente rentable, mejor. Si no lo es, la necesitamos por igual si no queremos empobrecernos como colectividad. Si en algunos casos se necesitan subvenciones, no veo por qué hay que demonizar ese concepto. ¿Por qué la cultura debe ser más puritana que otros sectores? La subvención es una herramienta de trabajo, y hay que aprender a usarla. El resto son tonterías, demagogia o miedos que, curiosamente, en España son siempre graves cuando se trata de dinero. Hasta que no aprendamos a usar el dinero como un medio, en lugar de entenderlo como una sustancia maléfica o contaminante, no miraremos los problemas de financiación con sensatez. JORGE FERNÁNDEZ GUERRA (Compositor y director del CDMC)
Ayudas e independencia
La cultura es un sector en el que ayudas públicas y privadas y rentabilidad no son incompatibles. Hay proyectos que por su naturaleza van a ser deficitarios desde el punto de vista económico y otros que pueden ser rentables sin atentar ni contra su calidad ni contra su independencia creativa. En el caso de los primeros, los que nunca serán rentables, hay que buscar fórmulas para que lo sean desde el punto de vista social, pedagógico, educativo, patrimonial, etc. ¿Por qué la ópera o ciertas producciones teatrales o musicales que son propias de centros públicos se mantienen en cartel tan poco tiempo, sin que puedan disfrutarlas más espectadores?, ¿por qué en el caso del cine español si hay apoyo a la producción no se contemplan más ayudas a su difusión para que todo lo que recibe ayuda pueda verse? Si hasta la industria del automóvil que ha sido tradicionalmente la INDUSTRIA con mayúsculas, necesita ayudas públicas para subsistir ¿por qué ahora está de moda el discurso de que toda la industria cultural tiene que ser rentable y autosuficiente? ¿Es que los trabajadores de la cultura merecen menos apoyo que los de otros sectores? JOSÉ GUIRAO (Director de La Casa Encendida)
Ni descuentos ni mercadillos
Creo que la cultura siempre es rentable pues proporciona a la sociedad conocimiento y comprensión de la realidad e influye en la calidad de vida. Si de lo que hablamos es de la industria y del comercio cultural, nos encontramos en un momento crítico de cambio que nos obliga a revisar nuestras posiciones y estrategias. Esto es tan interesante como angustioso y requiere dosis de energía y atención difíciles de encontrar en una sociedad tan adormecida como la nuestra. La crisis económica y la modificación de las formas de consumo que produce la sociedad tecnológica están teniendo un efecto devastador sobre los medios habituales de producción cultural. Ello nos obliga a adoptar la vieja fórmula vanguardista de poner en cuestión lo que tenemos para buscar lo que imaginamos, pues detrás de lo que acaba aparecen las señales de lo que viene. Ni descuentos, ni mercadillos de feria pueden dar solución a algo que no tenga valor ni suscite un interés. Promover que esos intereses se encuentren con las propuestas artísticas de una manera crítica puede ser un objetivo de la acción pública. La subvención cultural debería evitar la subsistencia de formas obsoletas de producción. LOLA MORIARTY (Galerista)
Responsabilidad del Estado
Creo que los países se hacen grandes gracias a su dimensión cultural. Es fundamental saber que la cultura no se puede considerar rentable en parámetros solamente económicos. La cultura es la savia de los pueblos y hace falta invertir mucho dinero para hacerla lo más fuerte posible. Sólo así el país podrá desarrollarse en plenitud. Otra cosa es que se consiga que la sociedad civil participe de la manera más intensa posible en todo el desarrollo cultural. Pero, al final, es responsabilidad directa del estado potenciar al máximo sus distintos proyectos culturales.En último término eso es lo que diferencia a un país grande de otro que no lo es. En época de crisis económica, como la actual, los estados tienen que hacer un esfuerzo por apoyar la cultura de forma irrenunciable.Valoro positivamente el esfuerzo habitual del gobierno Zapatero, pero el objetivo sería tender a igualarnos a los presupuestos culturales de países sólidos como Francia y Alemania. XAVIER GÜELL (Director artístico de Musicadhoy y Operadhoy)
Las pequeñas redes, en peligro
La cultura nunca fue rentable y no tiene por qué serlo. Es un bien social del que los gobiernos no pueden desentenderse. Lo que hay que intentar es mantener un equilibrio presupuestario, en el que las instituciones aporten dinero, otra parte salga de la taquilla y conseguir que las empresas privadas se involucren y se conviertan en patrocinadores. Para facilitarlo, las empresas deberían poder beneficiarse de deducciones y desgravaciones fiscales. Si un teatro tiene que vivir exclusivamente de la taquilla, es imposible que se mantenga, y tendría que hacer siempre cosas de bajo nivel y de alta acogida. O disparar el precio de las entradas a favor de un público exquisito, renunciando a una programación equilibrada. El problema de la reducción presupuestaria para la Cultura afecta, sobre todo, a las pequeñas redes culturales. Los teatros con un presupuesto grande tendrán que apretarse el cinturón, pero sobrevivirán. En cambio, ponen en peligro redes e iniciativas culturales que han costado muchísimo trabajo y la energía de muchas personas. Por tener subvenciones públicas no se debería pagar ningún precio. Sería maquiavelismo político que un gobierno se metiese a decidir la programación o fijase que se contrate a determinados profesionales o se programasen determinadas obras. La cultura es libre. Las instituciones deben subvencionar la cultura y los directores de los centros culturales programarla. Así deben funcionar también los patrocinadores. Lo contrario sería una inmoralidad. EMILIO SAGI (Director artístico del Teatro Arriaga de Bilbao)
Descalabro sin precedentes
Es difícil que la mayor parte de las manifestaciones culturales sean económicamente rentables. En materia de espectáculos y exposiciones, el precio de venta de las entradas debería elevarse tanto para cubrir los gastos que su disfrute pasaría a ser un privilegio social. Hay que concebir la rentabilidad en otros términos: educativos, formativos, ciudadanos. Incluso políticos, de prestigio. Las cuestiones de fondo son: ¿qué importancia otorgamos a las artes en esta sociedad? y ¿se puede cuestionar que el acceso a la cultura es un derecho de los ciudadanos y es responsabilidad de las administraciones públicas? Claro que éstas deben financiar las actividades culturales. Y deben hacerlo no persiguiendo el menor gasto sino la mayor calidad. Para que haya un gran nivel cultural en un país debe existir un tejido de base fuerte. Eso significa que hay que ayudar a los creadores, a las escuelas, a los centros de producción, a las pequeñas y medianas empresas culturales... Estaremos subvencionando producciones que no siempre son excelentes pero estaremos asegurando el futuro. Los recortes actuales van a significar, para las artes plásticas, un descalabro sin precedentes. En los países anglosajones existen desde hace años grupos o asociaciones que desarrollan campañas de lo que se conoce como “Arts Advocacy”. Es triste que haya que abogar por las artes, pero ha llegado el momento en que los amantes de unas y otras manifestaciones culturales, y somos muchísimos, vamos a tener que hacernos oír. ELENA VOZMEDIANO (Presidenta del Instituto de Arte Contemporáneo y crítica de arte)
Estricto control del erario público
El auténtico debate sería a la inversa, esto es: ¿es rentable invertir en cultura? Y a esa pregunta respondo de forma absolutamente afirmativa, sería lo mismo que poner en duda si es rentable invertir en educación o en sanidad. La cultura necesita inversiones públicas para que pueda existir. Sin estas aportaciones que han de cubrir aquellas necesidades que la actividad privada no puede asumir el panorama cultural de un país se empobrecería enormemente de forma general y en muchas de sus facetas desaparecería por completo. Por ello mi apuesta es por un fuerte apoyo institucional hacia las diferentes manifestaciones culturales pero, eso sí, con un estricto control sobre las aportaciones económicas que proceden del erario público, esto es, de todos los ciudadanos. ENRIQUE GONZÁLEZ MACHO (Distribuidor, productor y exhibidor)
Siempre hay un precio que pagar
Si simplificamos mucho, veremos que hay un modelo de financiación anglosajón, donde son las empresas y donaciones de particulares más los ingresos por venta de entradas los que sostienen el grueso de la actividad cultural de instituciones públicas y privadas, y un modelo de financiación europeo o latino en el que es el Estado quien se encarga de financiar casi el 100% de las instituciones públicas y un gran número de iniciativas privadas. Lo ideal es un sistema a medio camino, pero es muy complejo implantarlo porque hay que establecer criterios no sólo cuantitativos sino cualitativos, de rentabilidad y pertinencia.
Si te pagan, siempre hay un precio a pagar . ¿o no? ¿Alguien puede demostrar que es más independiente una producción pagada con dinero público que con dinero privado ? Se pueden mirar iniciativas como el UBS Long Weekend de la Tate (la Tate es privada, y UBS un banco ), con programaciones impecables que cualquier centro cultural público del mundo quisiera reclamar para sí ? En un mundo ideal los patrocinadores públicos y privados estarían dispuestos a pagar por asociar su marca a una programación tan interesante. Otro concepto que se ha perdido en nuestro ámbito es el de pagar por la cultura. La culpa es NUESTRA, de la gente de la cultura. O ponemos en valor lo que hacemos, o empezamos a hablar del dinero y el empleo que esto genera, o va a dejar de generarlo. Hay una cultura muy extendida de “Tú me pagas y yo te pongo el logo”. Hay que acabar con eso. La escuela que más admiro es la del Arts and Business británico. No digo que haya que hacer lo mismo, pero tenemos un futuro brillante en patrocinio cultural y marketing, si nos ponemos. IMMA TURBAU (Directora de Casa de América
La sobriedad es buena amiga
Las reducciones de presupuesto, las vacas flacas, los tiempos de inflexión hacen temblar a quienes carecen de talento. Sin embargo, las épocas de escasez nunca han sido las peores para desarrollar la imaginación entre artistas verdaderos. El problema surge normalmente en épocas de vacas gordas: ahí es dónde se enmascaran las deficiencias a golpe de talón, son momentos de grandes despliegues de inanidades que apabullan a los públicos menos exigentes. De esto hemos aprendido mucho estos últimos años. En cultura la sobriedad es buena amiga. No es asunto de desproteger o de mirar a otro lado, sino de medir y aprender a elegir proyectos, a comprar calidad y, sobre todo, a aprender a gastarse el dinero. Propongo que ese 11 % menos a Cultura sea aprovechado para aumentar el presupuesto de Educación, concretamente para que el Ministerio lo dedique a la formación de espectadores. Ahí está la piedra de toque, y no en el lamento continuo de que falta presupuesto para cultura. FERNANDO PALACIOS (Director de Radio Clásica)
Buenas cosas para cuantos más, mejor
La crisis es una pesadez. Se ha convertido en un argumento, una coartada... sirve para todo. En La Fábrica llevamos 15 años poniendo en marcha proyectos culturales. Y desde el principio lo hemos hecho defendiendo que, además de dinero público hay que movilizar dinero privado para la cultura. Creemos en la colaboración entre lo público y lo privado y llevamos ya bastante tiempo comprobando que no sólo es posible, sino que es necesario y funciona.
La cultura no se puede medir por su rentabilidad económica; es mucho más. Forma parte de nuestro proyecto y de nuestra realidad de país. Nos une, nos hace mejores. Es un bien social. Por eso tiene sentido que el Estado, las comunidades, los ayuntamientos, pero también las fundaciones , las empresas, los mecenas... se impliquen en la cultura.
Los gestores tienen la obligación de hacer llegar la cultura al ciudadano ; de despertar su interés. Pero también, de tener una filosofía, un proyecto, creer en determinadas cosas y luchar por ellas. El éxito de la cultura no se puede medir con los mismos ratios que los programas de televisión: el prime time, la sal gorda, el escándalo... Nada de eso. Estamos en contra de las tonterías.
En La Fábrica trabajamos con la obsesión de que los proyectos de calidad -los festivales, las exposiciones, los libros...- lleguen al público. ésa es nuestra obligación. Pero no creemos que para conseguirlo haya que hacer proyectos de mala calidad o hacerlos mal. Al contrario: la fórmula es hacer muy buenas cosas para cuantos más, mejor. Eso es lo que nos anima a trabajar.
El presupuesto de La Fábrica en 2009 es de 8.5 millones de euros. Este año, las 60 personas de nuestro equipo han trabajado mucho para seguir haciendo cosas. El resultado es que en un año muy difícil, vamos a bajar la facturación únicamente un 7.2 por ciento de nuestro presupuesto. Naturalmente, la sangría ha sido enorme para la cuenta de resultados. Pero nuestro principal objetivo era mantener bien las actividades. 2010 parece el fin del mundo, pero creo que tenemos que intentar que no lo sea, y nuestro presupuesto (que todavía no tenemos cerrado) intentará acercarse al de este año. En cuanto al porcentaje de inversión pública que tenemos en nuestro presupuesto, no llega al 20 por ciento. ALBERTO ANAUT (Director de LA FÁBRICA)
Un proceso de prueba y error
Buscarle una rentabilidad determinada a la cultura no es muy cultural. Esto es un proceso de prueba y error, y, a veces, sencillamente los resultados no valen para nada, son un fracaso. Ni tan poco vale el éxito. Pero Creonte tiene que gobernar, y tomar decisiones y hacer rentable la inversión. (Cada vez que gobierna un filósofo la cosa termina en desastre) Así que bajamos en picado y, muy a ras de suelo, contestamos que no se trata tanto de cuánto baja o sube un presupuesto anual (hay inversiones, como los espacios públicos, que son a largo plazo) sino cómo se aplica la asignación de recursos. Por ejemplo, el presupuesto anual del Fondo de Cinematografía equivale al presupuesto anual del Museo Reina Sofía. Lo primero suele ser muy criticado, lo segundo ni siquiera se debate en los medios. Se acepta mejor el gasto si se aplica al patrimonio, si se emplea en crearlo, se acepta menos. Picasso y Buñuel tuvieron que hacer sus obras fuera de España. Hoy ya son patrimonio y se celebran sus centenarios con gran pompa y regocijo de sus herederos. MANUEL GUTIÉRREZ ARAGÓN (Director de cine y escritor)
Ayudas que frenan el desarrollo
Desde un punto de vista económico, no cabe duda de que el sector cultural debería estar en constante renovación aunando esfuerzos para mejorar la oferta y atraer al público gracias a la calidad. Es indispensable para mantener su independencia y para garantizar la calidad por encima de cualquier otro criterio. Respecto a las industrias culturales no creo acertada la dinámica de subvenciones que se ha desarrollado en nuestro país; ayudas que en campos como el arte o la moda han frenado su correcto desarrollo y su competencia en la escena internacional. En el caso de las ferias de Arte Contemporáneo como el caso de ARCOmadrid, rentabilizar este evento cultural propiciando una plataforma de mercado que genere negocio e intercambios, así como apoyar el papel difusor que ejercen las galerías es nuestro principal objetivo. En cuanto a la labor del gobierno y las instituciones, son imprescindibles para el desarrollo competitivo de un país y, muy especialmente, para la democratización de las artes. Su papel de apoyo y promoción debería servir para velar por un patrimonio que nos resume a todos y además para fomentar la iniciativa privada. LOURDES FERNÁNDEZ (Directora de ARCOmadrid)
El público lo crea la propia obra
Tengo la impresión de que la cultura sí es rentable. Aunque probablemente pedirle una rentabilidad inmediata es como pedírselo a la ciencia, a la investigación o a la educación. Tengo la impresión de que el público, en cierta medida, lo crea la propia obra. Hay ciertas posibilidades de que un espectador que escucha a Shakespeare, engulla una buena porción de necedades unas horas más tarde. Hay determinadas obras que tienden a eclipsar todo atisbo de inteligencia y otras que nos desafían. El límite -la responsabilidad- lo pone cada contador de historias. La cultura tiene que ser protegida, mimada, porque el riesgo de convertirnos en un ejército de zombies no es pequeño, y la aventura de un individuo -un artista- explorando la realidad nos preserva en cierta medida de ello. Los riesgos son obvios. A veces, sin duda, podríamos emplear los recursos disponibles con mayor eficacia. ANTONIO ÁLAMO (Escritor y director del teatro Lope de Vega de Sevilla)
¿Por qué ser rentables?
Hay sectores culturales que son muy rentables, por ejemplo, los ingleses han hecho de determinado género teatral un gran éxito, pero no toda la cultura es rentable y, además, por qué tiene que serlo. Yo no creo que esa deba ser la filosofía. Lo que ha ocurrido en estos años atrás es que las instituciones dependientes del Estado no se han preocupado de buscar fondos distintos a los percibidos vía Adminsitraciones, ni siquiera de plantearse una autonomía de gestión. Hoy, se habla de crisis, de reducción bestial de los presupuestos culturales pero yo me pregunto por qué nadie cuestiona las subvenciones que se dan a los clubs de fútbol en crisis, o los miles y miles de millones que se han destinado al Plan E. Esto ¿cómo se come? Para nosotros, los del teatro, la crisis nos afecta directamente, por la dependencia que tenemos de los ayuntamientos. Qué van a hacer los municipios con las miles y miles de instalaciones que tienen a su cargo, pero sin dinero para mantenerlas. Pienso que deberían plantearse un contrataque, porque los artistas somos demasiado ácratas para hacerlo. ANDREA D'ODORICO (Escenógrafo y productor de teatro)
fuente:elcultural.es
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