27.12.09

Charla de café

En las infinitas búsquedas de material sobre lo literario, hallé esta sesuda conversación, donde se habla a conciencia de lo que deben constituir los libros hoy, que ya vivimos en la era del internet.fUENTE Eterna cadencia Editorial

GB: Un buen libro con un mal final, ¿es un buen libro?

P: Para mí, La piedra lunar de Wilkie Collins no tiene buen final…

PZ: ¡Cómo! ¡Es buenísimo! Tiene el final que tiene que tener.

P: Para mí no.

GB: Coincido.

P: Y es un gran libro. Para mí un buen libro con un mal final afecta mínimamente su calificación. De uno a diez puede afectar uno o dos puntos.

GB: ¿Qué tipo de final te gusta?

PZ: ¿Buscás el final feliz? Cuando pedís un masaje, ¿pedís con final feliz?

[Risas]

P: A mí los finales felices no me importan. No me importan los finales, tampoco. En un policial puede ser, pero yo no soy un lector de policiales. Soy más lector, si querés, de novelas psciológicas, y en los finales en las novelas psicológicas el histérico sigue siendo histérico, el mambeado sigue siendo mambeado, con lo cual en un momento el escritor dice “acá lo corto”. Se puede terminar la novela, pero sabés que va a volver a tener una historia de amor totalmente neurótica, entonces no hay un final.

PZ: Vos lo decís por Nina eso.

P: Lo digo por Nina. Gran libro de Guebel.

GB: Yo acabo de terminar un libro de cuentos…

P: [Interrumpe] Pará: yo quiero la respuesta de ustedes dos.

PZ: Un libro que me gusta y que tiene un final malo me da muchísima bronca. Si se nota el apuro porque el escritor se emboló o se aburrió, porque lo corrieron de la editorial… Me da bronca.

P: Aira.

PZ: ¿Aira?

P: Aira tiene finales abruptos.

PZ: Un final abrupto no es un mal final.

P: El otro día en ADN decía “me empiezo a aburrir del libro porque ya tengo otra idea para otro nuevo y medio que lo termino a los ponchazos”. El mismo lo dijo. Que hable el Doctor GB de Aira.

GB: Yo creo que ser escritor es una profesión como cualquier otra. Y si vos fabricás mesas, tenés que fabricarla toda buena a la mesa. Si sos un escritor profesional, sabés que el final lo tenés que trabajar. Que la novela cierre. O el cuento. ¿Cuáles son los mejores cuentos? Los que en las últimas dos líneas te dejan desconcertado, con la boca abierta. Yo creo que el escritor profesional le presta atención al final. Después se ve cómo lo resuelve.

P: O sea: vos sos de la teoría que un libro si tiene mal final no es un buen libro.

GB: Tiene un defecto.

P: ¿Puede llegar a ser un buen libro?

GB: Puede llegar a tener buenos personajes, puede tener una trama interesante…

P: En tu calificación nunca podría llegar a ser excelente.

GB: Cada caso es distinto. Hay que ver qué te deja. Cuando vos cerrás el libro y tenés la sensación de haber perdido o ganado el tiempo, eso es lo que en realidad determina. Nosotros somos lectores voraces, sabemos que no vamos a leer todo lo que queremos leer en nuestra vida. Yo tengo angustia, se me va la vida y ahora que me dedico a esto tengo que leer cosas que a lo mejor no compraría. Es el momento en que cerrás el libro y sopesás todo. A lo mejor no tiene un buen final y es un buen libro. La piedra lunar es clarísimo.

P: Para mí tiene un “buencito” final, podría ser mucho mejor para lo que venía siendo el libro. Pero no me importa nada porque es un libro que disfruté leer. ¡Cuando se pone a dialogar Wilkie Collins con vos a través de los personajes! “Lector, espere que voy a hacer una digresión acá.” Aunque sea el típico recurso de esa época, está buenísimo. Es un libro tremendo.

GB: Además no te olvides que fue publicado por entregas. A lo mejor el final no era tan importante…

P: Como mantener cautivos a los lectores durante tanto tiempo. Para mí, en un punto, es una novela de amor.

GB: Es de todo. Eso es lo maravilloso de la novela oceánica, que es de un montón de cosas.

P: “Novela oceánica”.

PZ: El otro día, en una entrevista, le dije a un entrevistado equis, que veía que su libro era una historia mínima. Y hoy hay muchos novelistas que se dedican a las historias mínimas. ¿Se abandonó la gran novela latinoamericana, la gran novela universal decimonónica, por novelas de historias chicas, pequeñas? Una historia de amor, breve. Una historia de amigos, breve. Un capítulo en la vida de una persona. Como si la novela oceánica, para usar la palabra que está buena, se perdió.

GB: La novela oceánica es la emperatriz de la literatura.

P: ¿Pero no es así la vida? Antes iban de un pueblo a otro y tardaban dos meses. La gente estaba acostumbrada a esa espera. El caballero que iba a buscar a su dama tardaba en llegar y ella estaba enamorada de alguien que había visto en un baile alguna vez. La gente no tiene más esa paciencia. Y si no es la novela de este hijo de mil putas de Wilkie Collins, yo no tengo paciencia para leer algo tan largo escrito por un tipo que no es un genio.

PZ: Hay una frase de Caparrós que a mí me gusta mucho. Él es el escritor que escribe libros enormes. Entonces le preguntan siempre por eso, alguna vez cansado dijo “un buen libro largo, te acompaña, no querés que termine; un mal libro largo lo abandonás en la página 4”.

GB: Corto también.

PZ: Claro.

GB: Pero de hecho, se siguen escribiendo este tipo de novelas. Que no se escriban en la Argentina no significa que no se sigan escribiendo.

P: Pero quiénes la escriben. Más los bestsellerianos que otros.

GB: No: John Irving, por ejemplo. Hasta que te encuentre: 1000 páginas. Las benévolas, de Jonathan Littell: 700 páginas.

P: No: mil y pico.

GB: Bueno, mejor. El último de Salman Rushdie tiene 350, pero las novelas de él no bajan de las 400. Vargas Llosa, otro. ¿Por qué no hay estas novelas en Argentina?

P: ¿Pero cuántos escritores hay que escriben tan largo? Sumo un ejemplo: Bolaño escribía largo.

GB: Javier Marías hizo una trilogía. Pamuk: ahí tenés novelas clásicas. Lo que hay que preguntarse es por qué la Argentina no genera esa clase de novelas.

P: ¿Porque hay menos tiempo? No tengo ni idea. ¿Porque somos impacientes? Viste que si te dormís un segundo en un semáforo te cagan a bocinazos.

GB: Yo creo que es porque hay una urgencia por publicar. Hay una urgencia grande por publicar en 5 años 5 novelas, en vez de en 5 años sacar una buena novela.

PZ: Yo lo veo más por el lado del mercado que por el del escritor. La espera hace perder visibilidad.

GB: ¿Leíste la Vida de Pi?

PZ: Sí, de Yaan Martel. Una novela excelente.

GB: Es excelente. Pasó dos años investigando cómo es la interacción de los humanos y animales en los zoológicos. E investigando también cómo es la supervivencia en alta mar en un bote. Dos años investigando becado por Canadá.

P: Claro: becado. Acá hay una cosa interesante. Becado, acá no hay muchas becas.

GB: Además es hijo de diplomáticos. Uno puede suponer que no tiene que luchar por el sustento.

PZ: Bueno, pero, si el tipo se toma dos años y vende 500 libros, ¿qué come acá?

P: Acá, el escritor que publica un libro por año o un libro cada cinco años, no va a hacer diferencia. Ponele que publique un libro por año de 1500 ejemplares, pongamos que cobra 6000 pesos: son 500 pesos por mes. O sea que el escritor, por más que venda uno por año…

GB: ¿Por qué el escritor tiene que vivir de la literatura? Rulfo era empleado público y nadie puede decir que Rulfo no era uno de los grandes.

P: ¿Y por qué no?

GB: Oscar Wilde decía que el arte es 10% de inspiración y 90% de transpiración.

PZ: (¿No lo decía Picasso?)

GB: A mí me parece que en la Argentina se invierten los términos: se creen que es 90% inspiración y 10% de transpiración. Me parece que falta…

PZ: Sos muy crítico y me parece que hay buenos escritores en Argentina.

GB: No me cabe la menor duda, pero también me parece que hay malos ejemplos.

PZ: Bueno, no te vamos a pedir nombres…

P: Ya los ha puesto en su blog, así que no hay ningún problema. Estoy leyendo a Saer: El río sin orillas. Es como un ensayo que cuenta, por lo menos en las 90 páginas que voy, cómo se va formando Buenos Aires a partir del Río de la Plata. Es muy interesante. Empieza él llegando a Buenos Aires, que se va al Aeroparque y señala lo pegado al río que está. Y se va para atrás: habla de Pedro de Mendoza, de Juan de Solís, habla de los gauchos. Mete comentarios: a Güiraldes le pega un palito. Muy interesante. Saer es un tipo tranquilo, para leer manso.

GB: Gran escritor. El último gran novelista…. Hay una novela muy buena, El enigma de Herbert Hjortsberg de Hugo Correa Luna. Se publicó en 2005, yo le hice la crítica en el blog. Me pareció que iba a ser la novela de la que todo el mundo iba a hablar y pasó inadvertida. En La Nación le hicieron una buena crítica. La publicó en Barcelona. Si yo tengo que decir cuál es la mejor novela argentina de los últimos 10 años es esa. Un noruego que vive en la Patagonia, mezcla la ficción con lo fantástico y hay una cueva donde se oculta un secreto y vienen los servicios de inteligencia ingleses y Buenos Aires manda a un tipo que en realidad es el diablo. Es una novela fantástica, excepcional.

P: ¿Pero está acá en Buenos Aires?

GB: Yo la recibí en La Prensa en 2005.

P: Bueno, vamos a leerla. Otro más: otro ladrillo más para la mesa de luz.

PZ: Hablando de eso, yo me traje una pregunta. ¿Ustedes en quién tienen confianza cuando les recomiendan un libro?

GB: En él. [Señala a P.]

P: Yo sé que no todos los libros que le gustan a él me van a gustar, pero sí entiendo cómo lee –porque estoy empezando a entender cómo lee– y le tengo confianza. Yo sé que hay libros que a mí me gustaron pero que no se los daría a él. No sé si a él le gustaría Nina, por ejemplo.

PZ: No está mal lo que decís, porque habla de cierto conocimiento. No es que el libro que a mí me gusta te tiene que gustar. Es el libro que yo te recomiendo te va a gustar.

P: Por eso, yo confío en que también el otro me entienda mi gusto. Yo confió en gente que conozco. Yo a vos [a PZ] te confío. Vos sabés que este me va a gustar y este no. También tiene que ver con el conocimiento que tenga cada uno, con el haber compartido lecturas.

GB: Tiene que ver con sensibilidades. A lo mejor tenemos sensibilidades parecidas. Nos llegan las mismas cosas, que no a todos les llegan.

P: Sin duda.

PZ: Es curioso que la recomendación termine siendo personal, uno a uno. Entonces, ¿la reseña del diario para qué sirve?

GB: No sirve. [Se ríe]

P: No sirve y sí sirve, porque si yo leo todos los domingos el suplemento de cultura de La Prensa y entiendo cómo lee él, por ahí me sirve. Pero te doy el ejemplo más concreto de todos, yo puedo estar en la librería atendiendo ocho horas y a cada uno que entra, supongamos en un mundo perfecto en el que conozco a cada uno cómo lee, les voy a recomendar un libro distinto.

PZ: Bueno, esa es la tarea del buen librero.

P: Eso. El primer día, el librero que te recomienda bien, es de casualidad. O es un genio y vos te explicaste muy bien. Pero la recomendación llega a medida que te vas conociendo, hablando de tus gustos. Va por ese lado. Yo confío en determinada gente que son “anónimos”, no es que confío en lo que dice, por decirte, Alan Pauls, un tipo conocido. Porque no sabe lo que leo yo ni nada. Lo que por ahí él recomienda no me gusta.

GB: Además, hay una cuestión que hay que decirla: está la cuestión de los compromisos. Creo que uno le da un principio de autoridad a una persona cuando demuestra que no está comprometido. O sea: que tiene la menor cantidad posible de compromisos. Todos tenemos compromisos, es inevitable. Tal vez el hecho de trabajar en un diario chico, con poca tirada, que no tiene presión editorial… Yo creo que por eso prosperan los blogs, porque mucha gente no cree en la crítica, no solamente literaria, sino en la crítica artística en general, los espectáculos, el cine. En los diarios de gran tirada es muy difícil que encuentres una crítica negativa de una película argentina. Por lo general son todas buenas.

PZ: En muchos diarios hay una posición editorial que sólo publican reseñas positivas, sólo reseñas de libros que le hayan gustado a los reseñadores.

P: Eso a mí no me parece una mala política.

PZ: A mí tampoco. Yo hago eso acá: leo un montón de libros pero reseño el que me gustó. Diferente es en el caso de las entrevistas, pero ahí ya no es mi mirada la que importa, sino lo que tiene para decir el entrevistado. Entonces cae con otro peso.

GB: Yo creo que en los diarios no es así: se nota claramente cuando no le gustó el libro y no lo quiere decir.

P: ¿Te cuenta la trama y nada más?

GB: Es que en definitiva, lo que no quiere es herir una susceptibilidad, porque después tenés que encontrarte con esa persona, se puede generar una situación tensa, nos vemos en todos los cócteles.

P: Y hay mucho ego dando vueltas. Es complejo. Hay gente que se enoja y gente que lo toma bien. Hay gente que lo toma re mal que no te guste el libro. Igual, si la crítica está sustentada, se nota que hay buena leche, por más que no te guste… yo creo que nadie se enoja realmente. O se enoja por un rato y después no se enoja más. El tema es cuando es artera, cuando se nota que es una operación para bajar a un tipo.

GB: Absolutamente.

P: Ahí es donde creo que vale el enojo. Sinceramente, GB, no importa cómo escribas, si leés bien, si escribís bien: pero vos tenés una línea de conducta en tus reseñas, no tenés compromiso con nadie, decís lo que te parece. Si uno sigue las reseñas ve una línea de lectura. Si yo fuera escritor y no te gustara mi libro, no me enojaría. De hecho, Piro no se enojó con tu regular. Me parece que no se enojó.

PZ: Pero sí se enojó con las reseñas que fueron malas lecturas.

P: Por el tipo de lector que es GB, de alguna manera era medio obvio que no le iba a gustar. Porque le gustan otras cosas.

GB: Pero por que no me haya gustado esa novela, no voy a dejar de reconocer que escribe muy bien. Lo que pasa es que ese tipo de libro no es el que yo recomendaría a un amigo. Como tampoco recomendaría uno de Aira. Hay una cuestión humana, más allá de la competencia para poder hacer una crítica: si vos conocés a un escritor personalmente, si lo conocés cara a cara y compartiste algo con él, lo mejor es no hacerle una crítica. Si vos escribís un libro, yo trataría de no criticarlo, porque estaría contaminado con la relación personal. Es el caso de Incardona, que decían “no sé por qué lo atacan si es un pibe buenísimo”. Pero no se lo ataca a él: en todo caso, se habla del libro. Lo mejor es no conocer a nadie. No tener contacto con nadie, vivir en un feliz aislamiento. Si te dedicás profesionalmente a hacer crítica.

P: Es un buen punto. Si sos íntimo amigo de un autor cómo hacés para poner un regular.

PZ: Yo puedo decir –lo dijimos en un dialoguito y se lo dije a Terranova personalmente– que Los amigos soviéticos no me gustó. No lo voy a reseñar porque no me gustó.

GB: ¿No se enojó?

PZ: Creo que no, quiero creer que no. Tenemos confianza y sí hay otros libros de él que me gustaron mucho más.

P: No lo digas de una tercera vez porque va a parecer que es personal.

PZ: Noooo. No me da para reseñar el libro porque yo esperaba más, esperaba otra cosa.

P: A mí sí me gustó, pero no se lo recomendaría a GB.

GB: No me lo dieron en el diario, se lo dieron a un colega. Lo estaba esperando ansiosamente, pero no me lo dieron.

PZ: Por ahí lo leí para el orto.

GB: Es una cuestión de gustos, no una cuestión de intelecto. Entre personas más o menos entrenadas, o ilustradas, el término que quieras, en el fondo es una cuestión de gustos. Ahí se bifurcan los senderos. Hay cosas que te gustan y cosas que no te gustan.

P: Y, a pesar de que no te guste, podés reconocer que escribe bien.

PZ: Por supuesto.

GB: Yo lo que trato de hacer cuando comento un libro es tratar de explicar por qué me gustó, por qué no. Qué es lo que tiene.

PZ: Pero muchas veces cuando estás reseñando descubrís finalmente si el libro te gusta o no. Si es una lectura placentera te das cuenta. Pero cuando es una lectura “profesional” le estás poniendo tu laburo a la lectura. Yo estoy leyendo ahora un libro de Rafael Gumucio. Lo entrevisto el viernes, voy por la página 80, igual. Pero no puedo decirte si me gustó o no.

GB: El domingo sale la crítica del libro. Lo acabo de terminar.

PZ: ¿Qué te pareció?

GB: La novela no es mala. Es interesante. Hay autores que saben cómo desollar una clase social. Como, por ejemplo, Cheever en los suburbios estadounidenses. Aquí se ve lo que hay detrás del milagro chileno. Tengo un amigo que vive en Chile y todo lo que me cuenta él de lo que es el chileno promedio, digamos, lo cuenta bien. Ahora, en ese libro hay una burrada tremenda: dice que “lo que los argentinos llaman cono urbano”.

P: Uno de mis parámetros para saber si un libro me gustó es si a los tres meses me acuerdo o no de la historia. Si no me acuerdo nada es que, en definitiva, no me gustó. Y hay libros que no me acuerdo nada y en su momento dije que me gustaron. Es uno de mis parámetros.

GB: Excelente parámetro. El mío es si el libro consigue la suspensión del tiempo. Por ejemplo, hoy vine en colectivo: si estoy leyendo y levanto la cabeza y digo “uy, ya llegué”, ese libro es bueno.

PZ: A mí los libros que más me gustaron son los que no me dejaron empezar otro al día siguiente.

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