Don William desgrana unos consejos muy útiles para los escritores.
Pienso que este premio no se otorga a mi persona sino a mi trabajo; el trabajo de una vida en el sudor y la agonía del espíritu humano, no por la gloria, y menos que nada por la ganancia, sino por crear, a partir de los materiales del espíritu humano, algo que no existía antes. Así que este premio sólo se me confía. No será difícil encontrar un destino a su parte monetaria que sea adecuado al propósito y significado de su origen. Pero quisiera hacer lo mismo con la proclama, al emplear este momento como una cumbre desde la cual pueda ser escuchado por los hombres y mujeres jóvenes que ya se dedican a la misma labor y angustia, entre los cuales se encuentra ya aquel que ocupará el lugar que ahora ocupo yo. Nuestra tragedia hoy es un miedo físico general y universal, sostenido por tanto tiempo que incluso podemos sopesarlo. Ya no hay más problemas del espíritu. Sólo existe la pregunta: ¿Cuándo me barreran? Por este motivo, el hombre o mujer joven que escribe hoy ha olvidado el problema del conflicto del corazón humano consigo mismo, que es lo único que puede lograr la buena escritura porque es lo único sobre lo que vale la pena escribir; sólo eso merece el sudor y la agonía. Él debe aprenderlo otra vez. Debe enseñarse así mismo que tener miedo es lo más bajo que hay; y al enseñarse eso, olvidar el miedo para siempre, y no dejar espacio en su taller a nada que no sean las viejas verdades y realidades del corazón; las viejas verdades universales sin las cuales una historia es efímera y está condenada a morir: amor y honor y caridad y orgullo y compasión y sacrificio. Mientras no haga eso, trabajo bajo una maldición. No escribe de amor sino de lujuria, de derrotas en las que nadie pierde nada de valor, de victorias sin esperanza, y lo peor de todo, sin caridad ni compasión. Sus aflicciones no se duelen en huesos universales, no dejan cicatrices. No escribe del corazón sino de las glándulas. Hasta que vuelva a aprender estas cosas, escribirá como si asistiera al fin del hombre y lo contemplara. Me rehuso a aceptar el fin del hombre. Es bastante fácil decir que el hombre es inmortal simplemente porque perdurará: prevalecerá. Es inmortal, no porque sea el único espíritu capaz de compasión y sacrificio y resistencia. El deber del poeta, del escritor, es escribir acerca de éstas cosas. Es un privilegio aligerar el corazón del hombre para ayudarlo a resistir, al recordarle el valor y honor y orgullo y esperanza y compasión y caridad y sacrificio que han sido la gloria de su pasado. No es necesario que la voz del poeta sea un mero registro del hombre, puede ser uno de los apoyos, de los pilares para ayudarlo a perdurar y prevalecer.
Palabras que William Faulkner pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1950
3 comentarios:
Hola! En la traducción del discurso de Faulkner al recibir el Nobel, hay un importante error: al comentar sobre el miedo al principio, dice no tener miedo y en el oroginal dice: "He must teach himself that the basest of all things is to be afraid"... Él tiene que enseñarse a si mismo que las bases de todas las cosas es el miedo" y luego olvidarlo para asi escribir... Saludos!!
"Él tiene que enseñarse a sí mismo que la cosa más infame de todas es tener miedo (o de forma más literal, "estar asustado")"; esa sería la correcta traducción a lo que dice el comentario anterior. Gracias por esta entrada. Saludos.
Hermoso discurso, siempre me hace retornar al mundo. Quería, sin ganas de polemizar, decir que "basest" está bien traducido (todo el discurso está bien traducido). Es un adjetivo que viene del latín, no del griego (como base), y tiene una connotación necesariamente negativa. Lo pueden buscar en el diccionario. Me parecía importante comentarlo porque esa palabra cambiaría todo el sentido del discurso.
Gracias.
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