30.9.09

Manifiesto de Adolf Hitler

La adaptación manga del manifiesto escrito por Hitler, ha levantado estos días polémica en Japón.



La vida de un Adolf Hitler que paso de estética manga (garabatos, dibujos informales típicos de la animación japonesa) en la adaptación de "Mein Kampf" ("Mi lucha") al popular formato de cómic japonés, ha levantado estos días mucha polémica en la red y ha disparado, a la vez, las expectativas de ventas de la editorial.


Según dijo hoy a Efe Kosuke Maruo, el editor de esta versión, "la intención es que un libro tan famoso como ese sea accesible y que la gente lo lea más fácilmente", aunque matiza: "No queremos hacer apología de unas ideas que condujeron a una tragedia, sino que cada uno se forme una opinión".


Maruo admitió que, cuando el diario Asahi se hizo eco hace días del éxito de la adaptación del libro de Hitler, recibieron correos electrónicos pidiendo la retirada del manga, argumentando que no es bueno que se publique esa obra con el formato favorito de los niños.


Desde su publicación el pasado noviembre, las ventas de ese relato autobiográfico de Hitler se dispararon en los primeros seis meses en el mercado y ya superan los 50.000 ejemplares, por encima de las previsiones iniciales de la editorial East Press.


A pesar de que el éxito del libro es modesto comparado con otros mangas, la publicación de "Waga Toso", como se titula en japonés "Mein Kampf", ha reabierto esta semana el debate en internet y en los medios nipones sobre la legitimidad moral de publicar un libro que en su edición original ensalza ideas totalitarias y antisemitas.


En las páginas de venta on-line de Japón, los internautas se muestran mayoritariamente favorables a su publicación, como quien asegura que "es bueno conocer el hecho para no repetirlo", mientras otro opina que "no lo habría leído si no fuera ilustrado".


"Mein Kampf" ha superado en ventas a otros mangas de la misma colección, como "La metamorfosis" de Franz Kafka o "El mercader de Venecia" de William Shakespeare, aunque no ha alcanzado la popularidad de la obra de otro germano, "El capital", de Karl Marx, que ha vendido 120.000 ejemplares.


El libro está prohibido en Alemania desde la caída del régimen nazi aunque en 2015 el Ministerio de Finanzas del estado de Baviera, que retiene los derechos del manifiesto de Hitler, perderá la potestad para evitar su reproducción.


Maruo se ha encargado de compilar la historia de la fundación del Nacionalsocialismo, la llegada de Hitler al poder y el genocidio cometido durante su mandato en un manga de 190 páginas para dar una visión "humana, a pesar de que fue un monstruo", según asegura.


Con trazos en blanco y negro y una estética muy similar al manga japonés de corte realista, recuerda la transformación del joven Hitler en un líder de masas y un genocida responsable de la muerte de millones de judíos durante una guerra en la que Alemania fue aliado de Japón.


La intención de la editorial nipona es publicar grandes clásicos de la literatura universal que por su extensión o densidad no son muy conocidos por el gran público nipón, como "El Quijote" de Cervantes, "Los hermanos Karamazov", de Dostoievski, o "Fausto", de Goethe, entre otros.


El manga, un formato de gran popularidad en Japón, ha sido desde hace siglos una manera muy extendida de extender la cultura y contar historias a través de viñetas.


Como dijo a Efe Keiichi Makino, profesor de la Universidad de Manga Kioto-Seika, "el japonés aprende y retiene mejor a través de información visual pues han sido educados con ideogramas, por lo que el manga es considerado un formato tan importante como la literatura escrita".


Esta no es la primera vez que la obra de Hitler genera debate en Japón, donde desde 1973 existe una edición de bolsillo.


Hace diez años, la Embajada alemana pidió a la editorial de esa traducción de "Mein Kampf" que dejara de publicarla, pero en virtud de la Convención de Berna para la protección de las obras literarias, Japón puede publicar obras extranjeras anteriores a 1970 si no se tradujeron en los primeros diez años de su lanzamiento.


Además, en 2004 se intentaron exhibir acuarelas del dictador alemán en Tokio, algo que generó tanta controversia mundial que obligó a la suspensión del evento.


José Antonio Muñoz Rojas

El poeta malagueño José Antonio Muñoz Rojas (Antequera, Málaga, 1909), que falleció anoche en Antequera. El poeta, que el próximo 9 de octubre hubiera cumplido cien años

Foto: EFE/Archivo/Rafael Díaz


El poeta y escritor español que el próximo 9 de octubre hubiera cumplido 100 años, falleció.

Premio Nacional de Poesía (1998) por "Objetos perdidos" y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2002) por el conjunto de su obra, Muñoz Rojas era una de las voces más importantes de la lírica española contemporánea.

Formó parte del grupo de poetas de la Generación del 36 y fundó, junto a José Antonio Maravall, Leopoldo Panero y José R. Santeiro, la "Nueva Revista", además de colaborar con otras muchas relacionadas con la literatura y la poesía.

Comenzó su andadura como poeta en 1929 con el libro "Versos del retorno", al que siguieron otros a lo largo de los años como "Ardiente jinete", "Cantos a Rosa", "Lugares del corazón" y "Objetos perdidos", entre otros.

Fue lector de español en la universidad de Cambridge y tradujo al castellano a varios autores en lengua inglesa, entre ellos William Wordsworth, John Donne y T. S. Eliot. Es autor también de obras en prosa, entre las que destacan "Historias de familia", "Las cosas del campo" y "Las musarañas".

29.9.09

Paulo Coelho, entre las virtudes y los defectos

EL MAGO. Con el Festival de Cannes de fondo, El vencedor está solo de Coelho narra la insatisfacción de los ricos con tristeza.


Fue elogiado por Kenzaburo Oé y Umberto Eco reconoció el impacto que le produjo uno de sus libros. Sin embargo, el autor de El Alquimista sigue siendo cuestionado por la crítica. Aquí, dos miradas sobre El vencedor está solo, su última novela, donde aborda los males del lujo y la fama. Los lujos de un jugador experto
Paulo Coelho es uno de los es­critores más populares de las últimas décadas. A los 62 años, este bestseller global publica su nueva novela, donde intenta reflexionar sobre la fuerza de los sueños y la fascinación por la fama.

Por Hernán Vanoli

Muchos prejuicios van a derrumbarse después de la lectura de El ven­cedor está solo, última novela del mega-fenómeno Paulo Coelho. Otros van a confirmarse: Coelho, de hecho, no reniega del género que representa –la autoayuda– ni ofrece sutilezas en el plano litera­rio. Sus personajes son trillados e inverosímiles, el uso del lenguaje es apenas convencional. Pareciera que el lector ideal se construye co­mo señalaba un famoso productor sobre las características del típico espectador televisivo: un niño de doce años, cansado, sin ganas de que lo molesten. La novela, jus­tamente, está montada sobre los géneros televisivos. Mientras que las historias se cruzan en capítu­los divididos de acuerdo al tiempo cronometrado de un reality show , los protagonistas parecen sacados de un programa de chimentos so­bre ricos y famosos.

Sin embargo, las lecturas que condenan de antemano a los li­bros de autoayuda como hechos "no artísticos" y comerciales, mu­chas veces no tienen en cuenta que ni el escritor ni los lectores pretenden una experiencia estéti­ca al acercarse a esos textos. Las expectativas van desde el mero entretenimiento a la obtención de una ética práctica, y esta segunda dimensión es la que los hace in­teresantes. Aunque es cierto que los consejos de la autoayuda casi siempre son conservadores y tri­llados, los lectores hacen múlti­ples usos de los mismos, y creer que los textos van a obtener una reacción mecánica es subestimar a esos lectores de un modo simi­lar al que estos mismos textos muchas veces los subestiman. Los usos que se hacen de las novelas del género autoayuda, a veces per­versos, otras comunitarios, otras meramente lúdicos, van mucho más allá de la función entreteni­miento que se le asigna mayorita­riamente a la televisión. Porque, en primer lugar, la cultura escrita permite un nivel de reflexividad mayor. Estos libros no sólo pue­den habilitar otras lecturas más complejas, sino que, en algunos casos, se plantean como el pri­mer paso que habilita un acceso posterior a otro tipo de literatu­ras. Antes que condenarlos, en­tonces, entenderlos sería mucho más interesante. Y no olvidar que los libros, a fin de cuentas, son dispositivos de movilización de conciencias.

El vencedor está solo es un libro sobre la ambición, sobre la falta de amor, sobre la locura y la manipulación de los sueños por parte de la industria de la moda. De un modo más simplista que la inolvidable Super Cannes de Ballard, pero con muchos pun­tos en común, Coelho intenta diseccionar la superficialidad, el vacío existencial y la decadencia de la industria del cine que rodea al glamoroso festival de la costa francesa. El villano, un millonario ruso dueño de una compañía de comunicaciones que combatiera en la guerra contra Afganistán, es la versión edulcorada del Patrick Bateman de Psicópata americano (Bret Easton Ellis). Pero, en lugar de hablar sobre los yuppies, Coel­ho carga contra la que denomina "Superclase" contemporánea, cer­cana a la industria del lujo y los grandes negocios globales.

Nutrido de parábolas que ali­mentan un inconsciente político a fin de cuentas individualista, y sin grandes recursos intelectuales, el libro carga contra el materialis­mo, contra las modelos, contra las compañías de aviación, con­tra la industria del diamante que subvenciona matanzas en Africa, contra la monogamia, contra las marcas (así se emparenta con No logo ), contra la primacía de la dis­tribución por sobre la producción de los bienes culturales, contra el uso de los teléfonos móviles, con­tra el narcotráfico que se blanquea a través del mercado del arte, con­tra la filantropía de los ricos, con­tra la justicia por mano propia, contra el movimiento ecologista, contra la avidez de novedades y el deseo de visibilidad de los pú­blicos, contra el periodismo de espectáculos y contra los estudios de mercado y de tendencias, a los que, citando a Deleuze, cataloga como los verdaderos amos de la subjetividad contemporánea. También contra los adolescentes que "en vez de conocer los valo­res de la fe y la esperanza, sueñan con convertirse en artistas". Todo esto, y muchas de sus paradojas, como el hecho de que también se critique al yoga, a la autoayuda y a los artistas que eligen nombres con seis letras para ser recorda­dos por el público, convierten a El vencedor está solo en un libro que no debería ser tomado a la ligera.

Tras leer la novela podría de­cirse que Coelho utiliza el eterno morbo que despierta la intimidad de los famosos a los que intenta destruir; que cercado por sus tí­tulos anteriores, donde da con­sejos para conseguir riqueza, su estrategia comercial es criticar a la sociedad de consumo y a los su­puestos "vencedores". Es posible. Pero también podemos ponerla junto a Slumdog Millionaire . Al igual que El vencedor está sólo , la película de Danny Boyle se cons­truye sobre dos géneros televisi­vos: de un lado, los programas de preguntas y respuestas, de otro, los documentales con estética MTV que construyen una pobre­za para cómodos turistas visuales ( Ciudad de Dios ). Esta mezcla liga a ambas producciones con ciertos "procedimientos de vanguardia" fagocitados, como se sabe, por la industria cultural: Coelho mezcla thriller, autoayuda y reality show .

Sin embargo, mientras que la película es una fábula obvia y fata­lista sobre el destino que además busca una complicidad cínica de un espectador que debe resignar­se ante el final feliz, la novela del autor de El Alquimista deja una visión poco reconciliada con el mundo. En lugar de mostrar la epopeya del pobre con suerte que logró salvarse, Coelho elige na­rrar la insatisfacción de muchos ricos con tristeza. Ni nihilista ni esperanzador, el único amor realmente existente, al final del libro, se produce entre dos mu­jeres que prefieren refugiarse en una cama antes que sumergirse en los destellos de frivolidad del mundo del espectáculo. Todo el resto es incomprensión, soledad, impunidad, sinrazón y muerte. ¿Rudimentario? Puede ser: a fin de cuentas, todas las profecías lo son, y Coelho nunca se aleja de esa profesión entre mística y clientelar. Aunque, a diferencia de Boyle, el brasileño se ubica "a la izquierda" de sus clientes po­tenciales, mostrando la tranqui­lidad de un jugador experto que, con más de mil batallas sobre sus espaldas, puede permitirse ciertos lujos.


Ataque de furia bienpensante

Por Flavio Lo Presti

En El Mago, Fernando Mo­raes cuenta que Coelho ha pasado por una infancia desgraciada ("dostoievskiana", según el biógrafo), y por una madurez "descontrolada" si se la considera bajo la mirada de una hipotética medianía burguesa (traduzcamos: adicción a las dro­gas, tres internaciones en institu­ciones psiquiátricas, coqueteos con el satanismo). Para Moraes, sin embargo, el detalle más im­presionante de la personalidad de Coelho es una fijación constante más "patológica" que cualquie­ra de sus desbordes: la obsesión por la fama literaria. Después de leer El vencedor está solo , hay que decir que no sólo es increí­ble que Coelho haya sobrevivido al tembladeral de excesos que ha sido su vida: también es increíble que haya alcanzado el deseo de ser un escritor de fama mundial, a pesar de escribir como escribe. El mismo Moraes, embrujado por su personaje y repelido por sus libros, ha tratado de responder a la pregunta sobre las razones del éxito de Coelho, y ha llegado a respuestas por lo menos equí­vocas. Para Umberto Eco (quien reconoce que hay libros de Coelho que le gustan) el brasileño escribe "para los que creen, para los que tienen fe". Para el propio Coelho, su éxito se trata de "un milagro de Dios", un milagro al que él mis­mo ayudó poniendo velas a San José, haciendo promesas y man­dando a rezar misas.

El vencedor está solo obedece a un giro que su obra ha dado hace rato: de la ficción gnómica que lo hizo mundialmente famoso a una literatura que entronca con géne­ros populares, en este caso con el thriller. Pero la sola exposición del argumento (con los nombres de plástico de sus personajes y con sus roles temáticos de opereta) advierte sobre sus chirridos: el personaje central, Igor, es un self made man ex combatiente en Afganistán, devenido magnate de las telecomunicaciones gracias a su olfato, su tenacidad y al apo­yo de la mafia rusa; su ex mujer, Ewa, se ha unido a Hamid, un self made man árabe que ha crecido bajo el apoyo de un Gran Señor de Oriente y ha decidido impul­sar su cultura a escala global por medio de la moda. Un día en el festival de Cannes es el marco en el que los personajes se dan cita: Hamid está ahí para impulsar su primer proyecto como productor cinematográfico; Igor, en cambio, para enviar a Ewa mensajes en forma de cadáveres, recordándo­le con dudosa sutileza la idea de que es capaz de extinguir el uni­verso completo (un universo por víctima) si eso hace falta para que vuelva con él. De fondo, pero bien en primer plano, la descripción de un mundo sumergido en la deca­dencia del lujo, la inhumanidad y la amenaza de descalabro que un mundo así genera como un efecto "natural", en la forma de un inve­rosímil asesino serial.

En alguno de los textos que in­tegran El mundo como supermer­cado, Michel Houellebecq aludía a la comparación que ha sufrido su propia obra con la del "insegu­ro Coelho". Leyendo este panfleto contra el mundo del lujo y el con­sumo, la comparación vuelve a la cabeza, pero a partir una distancia clara: en sus mejores novelas, los personajes de Houellebecq están definidos siempre por escenas concebidas dentro de los pará­metros de inteligencia exigibles a la literatura, y las pseudoteo­rías por las que el francés se ha hecho famoso son una forma en sí mismas, de una violencia que conmociona por su articulación inédita. Coelho, en cambio, pare­ce alimentar la conformación de las identidades de sus personajes con escenas genéricas, robadas de la peor televisión yankee. Así, el gran trauma de la competiti­va Gabriela (una actriz que da el batacazo mientras Igor se mueve por Cannes barriendo con todo) es haberse quedado muda en una obra escolar. "Por cada golpe que recibía, Gabriela pensaba: 'Voy a ser una gran actriz. Y todos, ab­solutamente todos, se van a arre­pentir por lo que han hecho'". Por su parte, esto piensa el pobre Igor después de matar a su primera víctima: "Del vientre de esa chica, Olivia (...) podría haber salido un genio que descubriera una lucha contra el cáncer, o cómo llegar a un acuerdo para que el mundo pudiera vivir en paz". Y esto el po­licía que ausculta el cadáver: "Oli­via era bonita, incluso después de muerta. Cejas espesas, aspecto in­fantil, pechos... 'No puedo pensar esto, soy un profesional'".
Estas marionetas le sirven a Coelho para jugar a describir ca­tegóricamente el mundo en un ataque de furia bienpensante: la totalidad de la especie (como el propio Coelho) está obsesionada con la fama y el dinero y es capaz de entregar el alma a cambio; la Superclase (un término pseudo sociológico con el que Coelho está contentísimo y que repite hasta el hartazgo) vive en una inhumana lejanía del resto de sus congéne­res, alimentando el deseo de las masas olvidadas con el espejismo de un mundo de falso glamour (no todo lo que brilla es oro: hay modelos pobres, actrices muertas de hambre, etc.); finalmente, el camino del vencedor (el exitoso asesino Igor) es la soledad y el hielo de un misticismo espanto­so (¿será una confesión del espi­ritual Coelho?), mientras que las almas caritativas y puras (un par de chicas envueltas en una rela­ción homoerótica) subsisten en el desierto de lo humano gracias al amor sincero. Coelho traduce a una imaginaria koiné del best-séller (una lengua que ni siquiera domina) clichés monolíticos del resentimiento contra la riqueza y el poder, sin la ventaja de un mí­nimo hallazgo literario.

Es difícil saber cuánto inves­tigó sobre el mundo que rodea a Cannes (del que no queda ni una descripción memorable) y cuánto fantaseó a partir de conversacio­nes con sus compañeros de la Su­perclase; lo cierto es que su impe­ricia tiene el mérito de hacer que, sin importar la verdad (y a despe­cho de sus intenciones: escribir "un crudo retrato del mundo en que vivimos"), todo en la novela parezca hecho de cartón pintado.

Coelho Básico
Río de Janeiro, 1947. Escritor. Hijo de un ingeniero y de un ama de casa, a Paulo Coelho le gusta contar que nació el mismo día que Borges, un 24 de agosto. Su juventud estu­vo marcada por la trilogía del sexo, droga y rock & roll, con todos sus excesos y un poco más: practicó la magia negra y el esoterismo. Tuvo una fa­ma incipiente como letrista del músico Raul Seixas, y a principios de los 80 partió a recorrer Europa. En 1986 realizó un viaje por el Camino de Santiago que le cambió la vida. Al año siguiente publicó "El Peregrino de Compostela" y luego "El Alquimista", dos li­bros que lo convirtieron en un bestseller mundial. Autor de más de una decena de títulos, muchos lo consideran como el escritor emblemático del género de autoayuda.
fuente:Revista Ñ

Genio y figura de la modernidad

OTRA VUELTA DE TUERCA. Sin saberlo, Henry James les abrió el camino a autores como Joyce, Proust y Virginia Woolf.




Por Virginia Cosin
Novelas que toman a Henry James como personaje y nuevas traducciones y reediciones del autor de Otra vuelta de tuerca actualizan su importancia en la historia de la novela moderna. Aquí, un recorrido por el fenómeno y el análisis del escritor Carlos Gamerro sobre su legado.
A poco de comenzar ¡El autor, el autor!, novela del inglés David Lodge sobre la vida de Henry James, Henry personaje se lamenta, luego de que sus novelas El Americano y Daisy Miller fueran un éxito rotundo, del inevitable declive que sufre el interés suscitado por su obra. Retrato de una dama había sido considerablemente bien recibida, pero no lo suficiente y las sumas de dinero que su editor le ofrecía a modo de adelanto por las futuras ediciones no llegaban a rozar siquiera las grandes expectativas del escritor. Pero lo más lamentable era ver cómo su aspiración a dejar de ser "la mayor promesa de la novela en el mundo de habla inglesa" para convertirse en una verdad irrefutable, se hundía en la posibilidad del fracaso. La novela de Lodge, publicada en el 2004, gira alrededor de aquel lamentable episodio en el que el escritor es largamente abucheado luego de la representación de la pieza teatral Guy Domeville y se interna en las vicisitudes de un personaje tan talentoso y brillante como irremediablemente humano. La reciente andanada de libros que toman a James como figura central, así como de reediciones y traducciones de sus textos, películas sobre sus relatos y publicaciones inéditas, dan cuenta de que la fama póstuma es –Arendt dixit– la suerte de los inclasificables.

En nuestro país, a la sistemática tarea de Edgardo Russo, de El Cuenco de Plata, que desde el año 2004 viene editando gran parte de la obra de James –entre rarezas inéditas en nuestro idioma (La otra casa), hasta sus obras más famosas y encumbradas (Las alas de la paloma)– se suma la reciente aparición de El punto de vista, un librito pequeño y muy poco conocido que escribió en 1882 y que ahora la editorial La Compañía, dedicada a rescatar perlas olvidadas de grandes autores, tradujo por primera vez al castellano.

Para fin de este año El Cuenco de Plata tiene programada la edición de Lo que Maisie sabía y para el año próximo, la edición de La princesa Cassamasima, a la que seguirán Otra vuelta de tuerca en la traducción de José Bianco con extenso prólogo de Octave Mannoni, y otra antología de cuentos.

Entrados ya al siglo XXI, otra generación de lectores tiene la oportunidad de asomarse a una considerable cantidad de obras del prolífico escritor, con la ventaja de contar con nuevas y cuidadosas traducciones.

Los dos mundos

Henry James nació en Nueva York en 1843 y creció en el seno de una familia de buena posición económica y grandes aspiraciones intelectuales. Uno de sus hermanos, William, fue otra personalidad relevante en el mundo del pensamiento: autor del famoso volumen Principios de psicología, elaboró la doctrina del empirismo radical. Su padre, a sabiendas de que una buena educación no podía excluir estudios en Europa, envió a sus hijos a Francia primero y a Inglaterra después. James inició –tal vez sin sospecharlo– el giro hacia la novela moderna, abriendo camino a los nombres decisivos de la literatura del siglo XX como los de James Joyce, Marcel Proust y Virginia Woolf. Cultivó con celo su vida privada e hizo del secreto y la ambigüedad un estilo inconfundible. Vivió entre dos mundos: nació en Estados Unidos pero fue en Inglaterra donde afirmó su vocación indeclinable por las letras y donde se radicó adoptando, hacia el final de su vida, la nacionalidad inglesa. En la agitación de ese vaivén vislumbró el choque entre la tradición (Europa) y la novedad (Estados Unidos) y lo plasmó en la mayoría de sus obras. Indagó la doble naturaleza del fantasma y produjo uno de los relatos más inquietantes en la historia de la literatura. Otra vuelta de tuerca es un texto que diferentes generaciones intentaron desmenuzar con el objeto de hallar la verdad que se oculta en sus intersticios. ¿Son reales, entonces, los fantasmas que acosan a la institutriz? ¿O se trata, tal vez, de los desvaríos de una persona perturbada? "Nadie ha querido comprender –escribe Borges en su Introducción a la literatura inglesa– que James, al escribirlo, buscó esas distintas interpretaciones sin comprometerse con ninguna". Se apasionó por el teatro, pero el intento de triunfar como autor dramático fue infructuoso. Paradójicamente, el cine convertiría sus textos –tiempo después de su muerte– en guiones de películas cuyo vastísimo público rebasaría las salas y trocaría los abucheos por ovaciones y aplausos.

El novelista moderno

En una escena de la comedia romántica Notting Hill, estrenada en 1999, Hugh Grant –haciendo lo que mejor sabe: mostrarse irresistible como el tipo algo torpe y sensible que destila acidez británica– le recomienda a Julia Roberts, que interpreta a una famosísima actriz de Hollywood (es decir: a ella misma) que deje de hacer porquerías taquilleras y demuestre que es mucho más que una muñequita de la industria: "Deberías hacer una película de Henry James", le dice, como si se tratara de un género cinematográfico en sí mismo.

Lo cierto es que las más de cien realizaciones –entre telefilmes, series para televisión y películas– que sus relatos inspiraron en todas las épocas y a tan diversos creadores, dan cuenta de que su iluminadora obra debía aguardar, aún, la llegada de un arte nuevo: el de la imagen en movimiento. La apuesta que tan rotundamente había perdido con el teatro se transformó en el gran triunfo que le deparó la posteridad. Un paso en falso que, lejos de hundirlo, lo proyectó hacia delante, convirtiéndolo en nuestro contemporáneo. La clave está en la mirada y en el manejo del tiempo. Su técnica narrativa, que más se afiló cuanto más se obcecaba por escribir piezas dramáticas, fue ciñéndose alrededor de las descripciones minuciosas y "en tiempo real" de los escenarios por los cuales desfilaban sus personajes. Personajes que, a su vez, no pueden mirarse a sí mismos nunca, sino que sólo pueden ser narrados a partir de la mirada de los otros. En este punto, La protesta, una de sus últimas obras, escrita después de la saga de Las alas de la paloma, Los embajadores y La copa dorada, es determinante. Allí, como señala Silvio Mattoni en el prólogo de la edición de El Cuenco de Plata, la descripción física del millonario norteamericano, que está dispuesto a comprar un valioso retrato (sí: un retrato del cual, por otro lado, no se hace ninguna descripción), es un verdadero "catálogo de ausencias". Como esas figuras de madera apostadas en ciertos lugares turísticos, que reproducen una silueta, y en cuyo rostro se abre un agujero para que los viajeros lo rellenen con el suyo propio para ser fotografiados. Somos nosotros, los lectores, esos viajeros que prestamos nuestros rostros. Y es la cámara de cine, que tiene que ubicarse siempre en un punto para tomar una imagen, y que en virtud del montaje unirá los diversos puntos para construir un relato, el dispositivo que se apropió de aquella profética forma de narrar.

Si hubiera que mencionar un director de cine que se hizo cargo del espíritu anglófilo del escritor americano y cumplió con rigor el mandato de poner en escena sus mundos imaginarios, ese sería James Ivory que, junto con el productor Ismail Merchant y la guionista Ruth Prawer Jhabvala, llevó tres de sus novelas a la pantalla grande. Por otro lado, más de diez versiones –para cine y televisión– se filmaron sobre Una vuelta de tuerca, acaso el más famoso de todos los relatos de James. Y directores de la talla de William Wyler, F. Truffaut, Peter Bogdanovich y Agnieszka Holland, filmaron sus propias versiones de obras como Washington Square, El altar de los muertos y Daisy Miller.

No resulta extraño que la posibilidad de ubicar la mirada detrás de la lente para retratar a las mujeres de James, resulte atractivo para las directoras de cine. Una de las últimas adaptaciones más resonantes de los últimos años fue la de Retrato de una dama, la película de Jane Campion, que aborda el libro con una mirada completamente contemporánea y, a la vez, fiel a la del autor. La historia de Isabel Archer, encarnada aquí por la bella Nicole Kidman es, para Campion, la historia de la aparición del lado oscuro de una mujer; un viaje iniciático. El vínculo que la obra de James entabla, para la directora, entre el tiempo victoriano y la actualidad, es representado por las voces del comienzo del filme; mujeres que hablan en tiempo presente sobre una serie de inquietudes comunes; la búsqueda de una identidad, las renuncias, los deseos, las elecciones, los miedos.

La gran bestia pop

Pero el "boom James" rebasó el espacio de las salas de cine cuando, en 1996, año en que se estrenó la película de Campion, Nicole Kidman posó para la portada de la revista Vogue americana caracterizada como el personaje que la elevó al podio de "actriz seria". Ahora, el legado de Henry James constituía mucho más que un estilo narrativo inimitable. Era, también, el creador de una tendencia fashion.

Parte de la responsabilidad de que todas las miradas se dirigieran al mundo jamesiano a partir de la mitad del siglo XX fue del crítico estadounidense León Edel que en el año 1953 publicó el primer tomo de una obra monumental: la biografía de Henry James. Los cinco extensos volúmenes que la conformaron fueron fruto de una exhaustiva investigación para la cual entrevistó a personas cercanas al escritor, como su mayordomo Burgess Noakes, y de un rastrillaje meticuloso de los documentos del archivo James guardados en la Universidad de Harvard, al que tuvo acceso con el aval de la familia. El último tomo fue publicado en 1972. Vida de Henry James constituyó la fuente principal de dos novelas que aparecieron simultáneamente en Inglaterra –la ya mencionada ¡El autor, el autor! y The Master. Retrato del novelista adulto, de Colm Toibim– en el año 2004. La vida del escritor –que él mismo había menospreciado en virtud de una entrega completa al arte– como esas embarcaciones pesadas que durante decenios guardan un tesoro, emergió por fin a la superficie.

Pero lo cierto es que, como afirma el periodista de La muerte del león, uno de los relatos que conforman La lección del maestro y otros relatos (El Cuenco de Plata): "La vida del artista es su obra, y su obra, es el mejor lugar para observarlo".

Graham Greene dijo que James era, en la historia de la novela, como Shakespeare en la historia de la poesía. En ambos casos la condición de clásico es otorgada por la capacidad –que sólo el genio posee– de producir una obra que admita una cantidad inagotable de lecturas.

Sería posible imaginarnos a nosotros, lectores contemporáneos, como aquellos fantasmas que se inmiscuyen en sus relatos y sobre los cuales no terminamos de conocer su verdadera naturaleza; apariciones que lo visitan desde un futuro remoto y se apoderan de su obra.

O quedan, al leerla, atrapados en ella.


James Básico
Estados Unidos, 1843-1916. Escritor.Es uno de los precursores del monólogo interior y el autor de una obra intensa y magistral. Hermano del distinguido filósofo William James estudió en Nueva York, Londres, París y Ginebra. Entre sus obras puede mencionarse Otra vuelta de tuerca (1898), Retrato de una dama (1881), Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y, entre otros, La copa dorada (1904).
fuente: Revista Ñ

27.9.09

Jaime Mejía Duque. In Memoriam

Jaime (a la derecha) junto al escritor cubano Edel Morales.

Por: Germán Uribe
En los años sesenta, cuando mi generación vivió la más espectacular y alucinante experiencia cultural registrada en Colombia y el mundo durante los últimos tiempos, Jaime Mejía Duque (Aguadas, Caldas, 5 de agosto de 1932) comenzó a ocupar en medio de aquella febril fiesta su tarea de crítico literario haciéndose rápidamente con el papel protagónico en dicho campo.
Manco y casi ciego, lector voraz, hombre de izquierda pero independiente y siempre reacio a las famosas 'roscas' que han inducido a tanta banalización en la cultura y especialmente en la narrativa y la poesía colombianas, de hablar tan alto y recio con la voz como con la pluma (se enfrentó a García Márquez denunciando la "desmesura" del 'Otoño del Patriarca', por ejemplo), este abogado, crítico, narrador, poeta, catedrático y ensayista, denso y provocador, murió víctima de un paro respiratorio a la edad de 76 años el pasado 24 de julio en Santa Marta a donde se había trasladado por recomendaciones médicas y en donde su familia esparció sus cenizas en el eterno mar de su bahía.
Jaime Mejía Duque, quien influyera de manera definitiva a las letras colombianas durante varias décadas, publicó durante su intelectualizada existencia centenares de artículos, reseñas y críticas en periódicos y revistas nacionales y extranjeras y, quizás con excesiva generosidad, aceptó ser jurado de un sinnúmero de concursos literarios, incluido el prestigioso Premio Casa de las Américas de Cuba en diversas ocasiones. Escribió, igualmente, una buena cantidad de libros y folletos a través de los cuales sentaba con precisión y sin concesiones de ningún tipo su opinión de crítico implacable, curtido como lo sabemos en la aplicación de métodos marxistas para los análisis que abordaba. Algunas de estas publicaciones fueron 'Literatura y realidad' (1969); 'Vanguardismos en América Latina' (1970); 'Mito y realidad en Gabriel García Márquez' (1970); 'El otoño del patriarca o la crisis de la desmesura' (1975); 'Narrativa y neocoloniaje' (1977); 'Textos censurados' (1978); 'Ensayos, Casa de las Américas' (1979); 'Momentos y opciones de la poesía en Colombia' (1979); 'Literatura y realidad' (1979); 'Isaac y María: el hombre y su novela' (1979); 'Tomás Carrasquilla, imagen de un mundo' (1983), y 'Bernardo Arias Trujillo: el drama del talento cautivo' (1990).
De él dijo recientemente Benhur Sánchez que, como don Quijote perdió la razón por la lectura de tantos libros, Jaime Mejía Duque había perdido en 1985 el ojo izquierdo y casi la totalidad de su vista porque el derecho apenas le servía, empeñado como vivía en leer sin descanso ni sosiego en buses, taxis, trenes, aviones y cuanto medio de trasporte utilizara.
Y ahora se me ocurre pensar que, también como Cervantes, manco y todo, no paraba de practicar con su brazo útil el ejercicio noble pero arriesgado de la escritura.
Cuando averiguamos por su inexplicable silencio de los últimos años supimos por su esposa Cecilia Villazón Zubiría que desde los años 90 su producción pública se fue apagando en virtud a las ya conocidas espaldas que algunos periódicos y no pocas editoriales suelen mostrarles a aquellos a quienes esgrimen algún tipo de independencia política "peligrosa", o a quienes ya creen haber exprimido por tantos años lo suficiente.
"Nunca arrodilló su pluma -concluyó Cecilia Villazón, la viuda de Jaime en declaraciones a un medio- dijo lo que tenía que decir y eso lo marcó porque era un hombre de pensamiento moderno... a Jaime no le perdonaron lo cáustico; sus ensayos críticos en los que decía de manera vertical su pensamiento. Pero nunca lo doblegaron. Por eso prefirió un bajo perfil".
Se ha ido, pues, uno de los más importantes críticos literarios que ha dado Colombia y para él, el intelectual intachable y el magnífico amigo, va nuestro conmovido homenaje.
guribe@cable.net.co


Mejía Duque Básico

Abogado, narrador, es uno de los críticos literarios más importantes que tiene Colombia. Sus obras han sido publicadas en el país y en el extranjero y es ampliamente conocido en América Latina. Autor de los libros: Literatura y realidad, Bogotá, 1969; Medellín, 1976; Mito y realidad en Gabriel García Márquez, folleto, Oveja Negra, 1970; Narrativa y neocoloniaje en América Latina, Medellín, 1972, Bogotá, 1977, Buenos Aires, 1978; El otoño del patriarca o la crisis desmesura, folleto, Bogotá, Oveja Negra, 1975, París, Cial, 1978; Contraseña, Textos censurados, Medellín, 1978. Ensayos, Casa de las Américas, 1979; Momentos y opciones de la poesía en Colombia, 1979; Isaac y "María", el hombre y su novela, Medellín, 1979, La Habana, 1980; Tomás Carrasquilla, imagen de un mundo, 1983; Ensayos, Manizales, 1980; Nueve ensayos literarios, 1986; Tomás Carrasquilla. Procultura 1990; Bernardo Arias Trujillo: el drama del talento cautivo, Manizales, 1990.


25.9.09

Bolaño: un mito en construcción.

Los críticos de Estados Unidos lo transformaron en la gran marca de la literatura latinoamericana. Su novela Los detectives salvajes destronó a Cien años de soledad . Gael García Bernal lo interpretará en el cine. Quién era y qué peligros enfrenta su obra en la era del marketing .





Por Leonardo Tarifeño
La tarde del 7 de febrero del 2003 hablé con Roberto Bolaño por última vez. Yo vivía en México DF y era coeditor de El Ángel , la revista cultural del diario Reforma , para la que él colaboraba con cierta regularidad. Esa tarde había muerto Augusto Monterroso, y mi jefe me ordenó reunir testimonios de distintos escritores sobre el gran cuentista guatemalteco, exiliado en México desde 1944. Bolaño era amigo de la casa, admiraba cierta literatura exquisita emparentada con la de Monterroso, conocía de primera mano la cultura mexicana y también sabía, como el autor de "El dinosaurio", lo que significaba vivir y escribir muy lejos del país natal. Para mí, llamarlo era una buena idea; para él, no tanto. Me atendió con afecto y franqueza, como siempre, y muy amablemente declinó la invitación. "Además, la próxima necrológica que te toque escribir va a ser la mía", me dijo, con un tono que entonces no supe si era de tristeza o ironía. No lo tomé en serio y le pedí que, si estaba tan seguro, la escribiera él y me ahorrara el trabajo (y el disgusto, debí agregar). Él insistió, entre risas, y ambos prometimos pensar en el artículo de su muerte. Menos de seis meses después, el 14 de julio de ese mismo año, Bolaño moría en España, víctima de una larga enfermedad hepática.
No sé por qué, esa tarde de julio, mi jefe no volvió a pedirme que reuniera opiniones de escritores, en ese caso acerca del creador de Los detectives salvajes . Yo no cumplí mi palabra, no escribí su necrológica (me gusta y me da miedo pensar que lo estoy haciendo ahora). Bolaño sí cumplió la suya, y de sobra, con 2666 , su monumental novela inconclusa, toda una necrológica enloquecida y brutal cuya última palabra es "México". En otra de las conversaciones que sostuvimos, siempre por vía telefónica, le reclamé que nunca apareciera por su teóricamente queridísimo Distrito Federal. Hasta donde yo sabía, lo más cerca que había estado de volver al país al que le debía, según sus palabras, su "formación intelectual" había sido en 1999, cuando Chile fue el invitado de honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Bolaño ya tenía su pasaje y había comprometido su participación en varias mesas literarias, pero a último momento prefirió quedarse en casa y pidió que en su lugar se invitara a Pedro Lemebel. "¿Por qué no vienes, si aquí se te admira, tienes amigos y la ciudad te encanta?", llegué a preguntarle alguna tarde. "Porque no se regresa al lugar del crimen", me respondió, otra vez, con un tono entre irónico y triste. Y otra vez, como si fuera un destino o simple irresponsabilidad, en aquella ocasión yo tampoco lo tomé en serio. Hasta ahora, cuando pienso que "México" fue la última palabra que escribió e intento ver allí una pista que delate al prófugo imposible de atrapar.
Pero, ¿cuál es el "crimen" cometido por Roberto Bolaño? ¿A quién o a quiénes afecta su "delito"? ¿Y qué huellas conviene seguir para absolverlo o condenarlo? En las calles de Barcelona, el esténcil con su retrato compite con los grafitis hiphoperos o las pintadas en favor del nacionalismo catalán. El pasado jueves 10 se presentó en Pekín la traducción al chino mandarín de Los detectives salvajes . En Estados Unidos, 2666 recibió el National Book Critics Award, y Time la eligió como la novela del 2008. Por esos días, la dirección de la cárcel de Huntville, en Texas, le negó el pedido de Los detectives salvajes al preso número 1.385.412, ya que el libro "transgrede el manual de orientación para reos". Un año antes, The New York Times y The Washington Post destacaron a Los detectives salvajes entre las diez mejores novelas de 2007. En octubre pasado, el temido agente literario Andrew Wylie, actual encargado de los derechos de la obra del escritor chileno, dio a conocer la aparición de El Tercer Reich , novela oculta e inédita de Bolaño, de quien su editor español, Jorge Herralde, nunca había tenido noticias. Y hace apenas tres meses se anunció que Gael García Bernal podría interpretar a Arturo Belano (álter ego de Bolaño) en la versión cinematográfica de Los detectives salvajes , dirigida por el mexicano Carlos Sama. El extraño y heterogéneo caudal de noticias a su alrededor y la creciente mitificación de su figura confirman que Bolaño se ha convertido en un fenómeno global de la literatura latinoamericana, un impacto que en términos de aceptación crítica en otras lenguas sólo parece comparable al que en su día conquistó Gabriel García Márquez con Cien años de soledad (1967). Si lo de Bolaño fue un crimen, hay motivos para pensarlo como un crimen perfecto.
¿Y sus huellas? Para aquella FIL de 1999, Bolaño rechazó el viaje a Guadalajara pero no la invitación a escribir un artículo en una edición especial del suplemento cultural Hoja por Hoja , en ese momento la principal publicación de la feria, de distribución gratuita. El motivo de su artículo era José Donoso, por cierto uno de los escritores ampliamente homenajeados en aquel encuentro. El texto de Bolaño, "El misterio transparente de José Donoso" (compilado en Entre paréntesis ), empieza de la siguiente manera:
Me cuesta escribir sobre Donoso. En casi todo estoy en desacuerdo con él. Cuando agonizaba, leí que pidió que le recitaran "Altazor", de Huidobro, y la imagen de Donoso en una cama de la que ya no iba a salir, escuchando los versos de "Altazor", me pone enfermo. No tengo nada contra Huidobro, me gusta Huidobro, pero ¿cómo alguien que se está muriendo puede querer que le lean ese poema?
Sigue así:
La herencia de Donoso es un cuarto oscuro. En el interior de ese cuarto oscuro pelean las bestias. Decir que él es el mejor novelista chileno del siglo es insultarlo. No creo que Donoso pretendiera tan poca cosa. Decir que está entre los mejores novelistas de lengua española de este siglo es una exageración, se lo mire como se lo mire.
Y concluye:
Sus seguidores, los que hoy portan la antorcha de Donoso, los donositos, pretenden escribir como Graham Greene, como Hemingway, como Conrad, como Vonnegut, como Douglas Coupland, con mayor o menor fortuna, con mayor o menor grado de abyección, y desde esas malas traducciones llevan a cabo la lectura de su maestro, la lectura pública del mayor novelista chileno.
Tal vez valga la pena aclarar que los "donositos" a los que se refería en ese párrafo eran muchos de sus colegas presentes en la FIL. Con semejante artículo-bomba, el autor no necesitó ir a la feria para estar allí y en boca de todos. El tono, el gesto y el sentido de la oportunidad visibles en "El misterio transparente de José Donoso" manifiestan los intereses de un escritor para el que la intervención y la ética literaria eran tan importantes como la obra (y de alguna manera la complementaban). Si Donoso encarnaba el rol del padre de la narrativa chilena, ahí aparecía Bolaño para dar, con tantos argumentos como recelos, la nota discordante. En sus años de joven promesa había hecho lo mismo en México, por entonces contra Octavio Paz, de quien saboteaba sus lecturas públicas junto a su amigo Mario Santiago (Ulises Lima en Los detectives salvajes ). "Bolaño tuvo una clara estrategia de solitario que impone su ley, repudia la convención, descree de la gloria y sus poderes. La condición única era su signo", escribió Juan Villoro en el prólogo a Bolaño por sí mismo . En una ya célebre entrevista para la edición mexicana de Playboy , la periodista argentina Mónica Maristain le preguntó por qué le gustaba llevar siempre la contraria, a lo que él respondió, magistral: "Yo nunca llevo la contraria". Y a Eliseo Álvarez le confesó que se hizo trotskista porque no le gustaba "la unanimidad sacerdotal, clerical, de los comunistas. Siempre he sido de izquierda y no me iba a hacer de derechas porque no me gustaban los clérigos comunistas, entonces me hice trotskista. Lo que pasa que luego, cuando estuve entre los trotskistas, tampoco me gustaba la unanimidad clerical de los trotskistas, y terminé siendo anarquista [...]. Ya en España encontré muchos anarquistas y empecé a dejar de ser anarquista. La unanimidad me jode muchísimo".
Sus ídolos eran los "pistoleros, exploradores, gambusinos, gauchos, hombres apartados de la ley común pero que se asignan a sí mismos una moralidad severa, determinada por las arduas condiciones de su oficio", recuerda Villoro. En una entrevista donde se le preguntó de qué forma regresaría a la Tierra después de muerto, Bolaño contestó que lo haría convertido en "colibrí, que es el más pequeño de los pájaros y cuyo peso, en ocasiones, no llega a los dos gramos. La mesa de un escritor suizo. Un reptil del desierto de Sonora". Como los francotiradores, el detective salvaje en persona sólo era tal si actuaba en soledad (a lo mejor por eso disfrutaba tanto la presencia de los amigos, como han asegurado Rodrigo Fresán, Antoni García Porta y Villoro, entre otros compañeros de ruta). Hijo de un boxeador, parecía creer que sus palabras sólo tenían sentido si las pronunciaba desde el ring. Lo curioso es que sus provocaciones y desmesuras, hoy transformadas en la marca registrada de una rebeldía neobeatnik, tienen más de guanteo con un sparring que de pelea por el título mundial. Años después de atacar a Octavio Paz en su propio territorio, comentó en más de una oportunidad que admiraba algunos de sus ensayos y al menos "cuatro poemas" suyos. La crítica a Donoso termina por orientarse a sus probables discípulos. Y de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, prohombres del boom a los que alguna vez miró con desconfianza, en 1999 afirmó que "son superiores, y no creo que el tiempo vaya a perjudicar sus obras". En cada escaramuza del hombre que trabajó como descargador de barcos (en Francia) y sereno de un camping (en España) no late el dogma concluyente del gurú, sino la búsqueda permanente de quien no ignora que "la literatura no se hace sólo de palabras". La misma búsqueda que realizan Ulises Lima y Arturo Belano en pos de Cesárea Tinajero en Los detectives salvajes , la aventura que recorre la esquiva identidad de Benno von Archimboldi en 2666 .
Tal vez el crimen no tan perfecto de Bolaño haya sido sostener que el oficio literario exige algo más que destreza lingüística, sin ser nunca lo suficientemente explícito con lo que trataba de decir. Es posible que no haya manera de ser explícito en esas cuestiones; quizás en la literatura y el arte hay ciertos asuntos importantes que no se pueden explicar. No parece exagerado afirmar que el escritor chileno murió en el intento por ser lo más claro posible en este asunto, y que de veras lo fue gracias a la insólita potencia que vibra en 2666 . "Muchas pueden ser las patrias de un escritor, se me ocurre ahora, pero uno solo el pasaporte, y ese pasaporte evidentemente es el de la calidad de la escritura -dijo, en voz alta, en su discurso de agradecimiento por el premio Rómulo Gallegos a Los detectives salvajes -. Que no significa escribir bien, porque eso lo puede hacer cualquiera, sino escribir maravillosamente bien, y ni siquiera eso, pues escribir maravillosamente bien también lo puede hacer cualquiera. ¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso." En sus libros, en especial Estrella distante y La literatura nazi en América , da la impresión de que el mayor peligro de la literatura consiste en la formación de eruditos inmorales, torturadores ilustrados, "dandys del horror", en palabras de Villoro. En Bolaño, la cultura no salva, y por el contrario, muchas veces es garantía de exquisita sordidez. Como en los cuentos de Llamadas telefónicas , el narrador -de fuerte impronta autobiográfica- advierte que el mundillo de escritores y críticos es de lo más turbio y dudoso que se pueda imaginar, y allí sospecha que la presunta nobleza del arte debe de estar en otro lado. Ante ese panorama, el detective salvaje busca, y en su investigación descubre que tal vez aprenda a saltar al vacío si es fiel a una fuerte ética literaria y personal. El escritor sube al ring, y ahí descubre que enfrente lo esperan los enigmas de su oficio. La ética y la estética son lo mismo. Por eso es que salir a dar batalla es tan importante como escribir un gran libro.
Con razón, el crítico español Ignacio Echevarría ha señalado que la figura dominante en la obra de Bolaño es el poeta. El prosista consagrado se veía a sí mismo como poeta, y los poemarios Tres , Los perros románticos y La universidad desconocida son algo más que la bitácora del narrador clandestino. En su mirada, el poeta es aquel donde ética y estética consuman su particular matrimonio, lo más parecido a un superhéroe de la literatura. En alguna entrevista, el autor dijo que si tuviera que asaltar el banco más seguro del mundo lo haría en compañía de poetas, y el relato "Enrique Martín" comienza con un enunciado que también es una declaración de principios: "Un poeta lo puede soportar todo. Lo que equivale a decir que un hombre lo puede soportar todo. Pero no es verdad: son pocas las cosas que un hombre puede soportar. Un poeta, en cambio, lo puede soportar todo". Durante una cena, a Villoro le dijo: "Soy un marine; donde me pongas, resisto". Y en el formulario con el que pidió la beca Guggenheim, a la hora de rellenar el apartado de "trabajos realizados", Bolaño anotó: "Todos los oficios". La extraordinaria candidez que recorre a los jovencísimos Ulises Lima y Arturo Belano en la búsqueda de los secretos de la poesía (y de la vida) parece asomar en ese formulario indiscreto. Con la candidez no se va muy lejos, pero el mundo no se cambia si no se es un poco cándido. ¿Qué seriedad hay en el escritor que pide una beca y se define como trabajador de "todos los oficios"? La insobornable seriedad del cándido. En esa línea, quienes lo conocieron recuerdan que le gustaba considerarse "cazador de cabelleras". La frase aparece en el relato "Sensini" y apunta a los escritores que, como el propio Bolaño, vivían de alzarse con los jugosos e ignotos premios literarios de provincias. Pero el premio máximo del "cazador de cabelleras" es conquistar la del rival más poderoso (Paz, Donoso) y cuidar la propia, tarea para la cual quizá no haya nada mejor que haberse ejercitado en "todos los oficios". Aunque el mundo lo entienda y lo valore por eso, o no lo entienda y lo desprecie por la misma razón.
Hoy resulta difícil saber si el éxito de Bolaño es una huella que lo condena o lo absuelve en su peculiar aventura literaria y vital. Es el escritor en lengua española más reconocido de su generación, y la unanimidad que tanto despreciaba comienza a amenazarlo. A mí me gusta creer que la clave de su presente y futuro está escondida en una escena de La pista de hielo (1993), novelita muy menor si se la compara con Los detectives salvajes o 2666 . El fragmento en el que pienso es cuando Nuria, campeona de natación, entra en el mar, y uno de los personajes masculinos, enamoradísimo de ella, la sigue. Nuria avanza y se mete cada vez más adentro entre las olas; el hombre da su mejor esfuerzo para alcanzarla y cuando llega advierte que no tendrá energías para volver. Para él, cada brazada es algo que lo conduce a la felicidad o al abismo, y lo único seguro es que el momento es un mal momento; sin embargo, y aun en contra de las evidencias, las da igual, simplemente porque es algo que no puede dejar de hacer. A lo lejos, desde el mar, la playa es un horizonte alucinado e imposible, pero la mujer se acerca y lo ayuda para que pueda regresar. Del mismo modo, Bolaño y su literatura fueron más llá de donde creían poder ir, y serán algunos de sus nuevos lectores -no el marketing ni el cine- los que ubiquen sus libros, ilusiones y salidas de tono en su justa dimensión. De eso se trata el verdadero crimen perfecto.

24.9.09

La monstruosa vida de sir Vidia Naipaul

UN MATRIMONIO POCO FELIZ. "Puede decirse que yo la maté. Yo me siento algo responsable de lo sucedido", confiesa Naipul en la biografía sobre la enfermedad que terminó con la vida de su ex su mujer.

Tras recibir el Nobel, Naipaul pensó que necesitaba una biografía "como Dios manda", y se la pidió a Patrick French, que presenta la cara más cruel del escritor indio.

"Mi misión no ha sido sacar conclusiones, sino exponer el sujeto a los ojos tranquilos del lector", afirma flemáticamente Patrick French, el inglés de 43 años que ha culminado El mundo es así (Duomo), la biografía autorizada de V. S. Naipaul, premio Nobel de Literatura 2001, presentada el jueves en Madrid.

Al repasar la infancia y juventud del escritor en Trinidad, en una familia de emigrantes indios, French describe un entorno que hoy definiríamos, al menos, como disfuncional. Naipaul era un joven genial, depresivo y arrogante, y con serios problemas para desenvolverse en un entorno social y para relacionarse con las chicas. Consiguió una beca en Oxford e intentó suicidarse una vez. Su noviazgo con otra estudiante, Pat, le ayudó a salir del pozo.

Tras recibir el Nobel, Naipaul pensó que necesitaba una biografía como Dios manda, y se lo pidió a French, a quien conocía por haber leído su libro sobre el explorador Younghusband. "Dudé", confiesa French, quien ha pasado cinco años en archivos, entrevistando a gente y escribiendo.

La paradoja es que el hombre que ha retratado magistralmente la vida cotidiana en Trinidad abjura de sus orígenes. Le dice a su madre: "Trinidad es un sitio demasiado pequeño, sus valores están todos equivocados y su gente es mezquina". Sobre las revelaciones del libro, Naipaul piensa: "No me afecta en lo más mínimo lo que la gente piense de mí". De hecho, confiesa French, "de toda la gente con la que he hablado para este libro - unas 80 entrevistas-él ha sido el más sincero".

Aunque la obra es un estudio minucioso, lo que ha hecho las delicias de la prensa británica son sus correrías sexuales, con todos los ingredientes necesarios. "Para él fue una catarsis - revela French-,porque no había hablado antes de estos temas". La cosa empieza ya con el abuso sufrido por parte de un primo cuando era niño y prosigue con alguna que otra vaga experiencia homosexual entre brumas de alcohol. Asu esposa, Pat, no sólo le fue infiel, sino que le minó su autoestima, le hizo abandonar su incipiente carrera en el teatro - "ese capricho"-y la sometió a enormes frustraciones. La fue alternando con su gran amante, la argentina Margaret, incluso en sus viajes. "Tenía lo que quería, una madre en casa y una puta en Sudamérica".

La atracción por Margaret fue intensamente sexual, con un perfil sadomasoquista. "Su relación duró 25 años. Margaret se sentía esclavizada por un hombre al que se había hecho adicta sexual y emocionalmente.

"Aunque Vidia parecía tener el control, también estaba atrapado". Una vez, la reacción celosa del escritor fue monstruosa: "La traté con extrema violencia durante un par de días, se me fue la mano; me empezó a doler la mano, pero a ella le daba lo mismo. Tenía la cara en mal estado. La verdad es que no podía dejarse ver en público. Yo tenía la mano hinchada".

En 1989 a Pat se le declaró un cáncer. Tras diversos tratamientos, parecía que la enfermedad ya no se iba a reproducir más. Hasta que, un día de 1994, en una entrevista, Naipaul declaró que durante su matrimonio se había convertido "en un gran putero". Su esposa se enteró de semejante anécdota leyendo la revista y, al poco, como relata el propio Naipaul, "enfermó de nuevo, la gente dice que eso del cáncer puede volver a la carga con el dolor y las desdichas". Pat murió y Vidia carga con la culpabilidad desde entonces: "Puede decirse que yo la maté. Yo me siento algo responsable de lo sucedido". También dejó a Margaret porque "alcanzó la mediana edad, era casi una vieja". En un viaje a Pakistán conoce a Nadira, una periodista 24 años menor. Se acuesta con ella, le cuenta su vida y en 1995, tras morir Pat, se casan.

French también se detiene en su relación con otro escritor, Paul Theroux, autor del furibundo retrato La sombra de Naipaul. Theroux aparece como un servil adulador, fascinado por un Naipaul que cada vez le hace menos caso. "No se dio cuenta de que le veía como una mezcla de ayudante de campo y bufón, con lo que su rechazo final era inevitable".

El mundo es así supone, hasta ahora, la mayor aportación realizada sobre la vida de Naipaul. Para French, "se aplica el mismo rigor que él aplica a los demás. Si en algo cree es en decir la verdad aunque duela".

Naipaul Básico
1933-Trinidad. Escritor.Cuando en 2001 recibió el Nobel de Literatura, la Academia justificó la elección por "la simplicidad, belleza y poderío de la elegante prosa con que habla de la esclavitud, el victimismo, la revolución, la guerrilla, la opresión, la pobreza y el fundamentalismo religioso, en un difícil equilibrio tragicómico".

© La Vanguardia y Clarín

http://jmarconsusescribanias.blogspot.com

23.9.09

Leonardo Padura:"En Cuba se libra una lucha contra el tiempo"

El escritor cubano Leonardo Padura reflexiona sobre la "perversión" del socialismo en 'El hombre que amaba a los perros', su última novela
MAURICIO VICENT -
La entrevista se celebra en su casa habanera del barrio de Mantilla, donde Leonardo Padura ha vivido desde que nació, hace 54 años, y donde ha escrito las nueve novelas que ha publicado hasta ahora. La última, El hombre que amaba a los perros, recién salida en España, revive el crimen de Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky, y reflexiona sobre la perversión del socialismo como gran utopía de la humanidad en el siglo XX. Una utopía que, desde luego, tuvo consecuencias en Cuba.

Pregunta. ¿Qué tiene de actualidad esta historia?
Respuesta. Mercader es un hombre que estuvo alrededor de uno de los acontecimientos históricos más dramáticos, simbólicos y reveladores del siglo XX. Su historia, además, es permanente: un hombre que renuncia a todo por una fe, que se inmola por una ideología cargada de escolástica y trascendentalismo, como sin duda fue el socialismo soviético. Mercader es un símbolo de cómo el fanatismo es capaz de pervertir y utilizar a los humanos, y pocas realidades pueden ser más actuales.
P.¿Qué cosas descubrió durante la investigación que no sabía?
R. Durante cinco años consulté las fuentes más diversas. En todo ese proceso lo que más me impresionó fue descubrir lo poco que sabíamos los cubanos de mi generación de lo que había sido la verdadera historia soviética y comprender por qué ese país y esa sociedad debían desaparecer: eran criaturas falsas y enfermas desde hacía muchísimo tiempo que, incluso, practicaron la traición y el crimen de Estado.
P. Uno de los protagonistas de su libro dice: "sintió pena por él mismo y por todos los que, engañados y utilizados, alguna vez creyeron en la validez de la utopía fundada en el desaparecido país de los Soviets". ¿Compartes esta reflexión?
R. Sí. Nuestro conocimiento de lo que ocurrió en la URSS fue parcial y seleccionado, se nos hizo creer en algo de lo que no conocíamos las entrañas más oscuras, que eran muchísimas. Creímos -o trataron de que creyéramos- que cada soviético era un hermano, que el futuro de la humanidad pertenecía por completo al socialismo y otras frases así. Y con aquellas frases iba toda una historia falsificada por Stalin, sus cómplices y sus seguidores, una ideología que se presentaba como la consumación del humanismo pero que en realidad arrastraba la sangre de diez, quince millones de víctimas. Y el sudor y la esperanza de otros muchísimos millones de creyentes.
P.El protagonista de la novela casi llega a perdonar a Mercader. ¿Y usted?
R.Yo he tratado de entenderlo, de buscar sus razones. No niego que su final, casi abandonado, sabiendo que había sido utilizado y engañado, llega a provocar una cierta compasión. Pero no lo perdono, eso no. Siempre queda, incluso en el totalitarismo más férreo, un resquicio ético que el individuo puede manejar desde sus propias convicciones y que te permite decir que no ante lo inadmisible y no convertirte en parte de algo reprobable, como el crimen, la delación, la traición.
P.¿Cuál fue la principal estafa del socialismo?
R. El estalinismo, sin duda;. Las proporciones de la perversión política, económica, filosófica, ética y hasta estética que implicó la apropiación por parte de Stalin de una idea y de una revolución que pretendían crear una sociedad con la mayor equidad social y con las máximas posibilidades de realización humana, fue la mayor traición. El estalinismo se exportó y se convirtió en legado y, con otros métodos y rostros, frustró la realización del gran sueño utópico de los hombres: la sociedad de los iguales.
P.¿Qué ha dejado en Cuba la copia del modelo socialista soviético?
R. Creo que Cuba, desde que se anunció el carácter socialista de la revolución, trató de crear su propio modelo. Y en buena medida lo logró: solo así se entiende que haya desaparecido el socialismo soviético y europeo y que Cuba, sola y con un embargo y la hostilidad norteamericana, haya mantenido su estructura política y social... Pero, claro, quedaron cosas importantes, como la economía centralizada, la mayoritaria propiedad estatal de los medios de producción (incluida la tierra) y otras que hoy se discuten y que, quizás, pronto sean cambiadas. En Cuba, solo con transformaciones esenciales del viejo modelo puede empezar a pensarse en un socialismo posible, en una sociedad más equitativa y que económicamente sea un proyecto viable.
P. En esta novela y en otras suyas muchos personajes son gente decepcionada y arrepentida. Gente que se quiere ir del país, que está cansada de anteponer los sueños individuales a los colectivos, harta de que el Estado se meta en todo...
R. Desde los años finales del siglo pasado en la narrativa cubana se ha trabajado lo que se ha dado en llamar la literatura del desencanto, que no es solo un reflejo de la crisis que vive el país desde entonces, sino y sobre todo, del cansancio de los individuos. El exilio al que se han ido tantos cubanos es una de las manifestaciones de ese desencanto. Pero también lo es la opción por la crítica y el debate de muchos de los que nos hemos quedado a vivir en la isla.
P.¿El socialismo cubano puede reinventarse o ya está agotado?
R.Yo no soy un político y no sé si el modelo está agotado, porque de hecho se ha sostenido veinte años después de la caída del muro de Berlín. Pero como ciudadano que he vivido muchas de las carencias, vicisitudes y dogmatismos que nos han asediado por años. Como escritor y hombre de pensamiento, creo que se necesita refundar una utopía y no solo para Cuba, sino para todo el mundo.
P.Al llegar al poder Raúl mucha gente albergó expectativas de cambio. Han pasado casi tres años...
R. En Cuba se libra una lucha contra el tiempo, y cada vez hay menos tiempo. Hay lastres muy pesados y peligrosos para la estabilidad y el futuro del país: la ineficiencia y la asfixia de una economía que no acaba de encontrar cauces productivos; el crecimiento de la marginalidad y la corrupción (y corruptos son, sobre todo, quienes tienen algún poder); el burocratismo agobiante y parasitario; la acumulación de necesidades muy diversas (vivienda, alimentación, la relación desquiciada entre salario y costo real de la vida, etc.); la desorganización... Hace falta ver si todavía hay capacidad para cambiar todo lo que debe ser cambiado, introducir esos cambios estructurales y conceptuales que se mencionan pero no se definen.
P.Todo sigue estando en manos de los históricos...
R.Los cubanos llevamos casi veinte años viviendo en medio de una crisis económica propia, y antes vivimos todas las carencias y sacrificios de los años sesenta y setenta -incluida en ese tiempo la más férrea ortodoxia política que marginaba a religiosos, homosexuales, y condenaba cualquier desacuerdo y que, por respuestas como las que le doy ahora, me hubieran caído encima años de marginación intelectual-. Por esa persistencia de las crisis hay tantos que emigran o se agotan: pero precisamente por haber soportado tantos sacrificios y necesidades, creo que la gente en Cuba se merece un futuro mejor y el derecho a la crítica. Entonces, ya sean los 'históricos' o los emergentes, el deber de los que gobiernan es responder a esa necesidad e introducir los cambios que preserven lo aprovechable y que procuren soluciones a lo no resuelto.
P.¿Qué le pareció el concierto de Juanes en la Plaza de la Revolución?
R.Me pareció muy bien. Un concierto sin consignas políticas, en el que el mensaje principal es la paz y la comprensión, eso en Cuba me parece una cosa extraordinaria y necesaria. El concierto tuvo un mensaje renovador, fue un revulsivo de cosas que están anquilosadas... Todo lo que sea apertura, en cualquier sentido, es importante.
P.¿Cuál es el mayor reto de Cuba hoy día?
R.Preservar el sueño de una sociedad mejor es, sin duda, una de las responsabilidades históricas. El mayor desafío sería sostener en la realidad un proyecto que incluya a todos los cubanos, que evite un desplome social catastrófico y que garantice una vida digna a todos: la República Martiana que se construiría "con todos y para el bien de todos".

Para Salman Rushdie la muerte de la novela "está predicha desde su nacimiento"

El escritor angloindio Salman Rushdie señaló este martes que la novela está condenada a muerte desde los tiempos de Cervantes y apuesta a que Internet contribuirá en la defunción del género literario más leído en la actualidad.
Rushdie, que esta mañana inauguró el X Congreso Internacional de Semiótica en A Coruña del que también participarán Umberto Eco o Erik Landowski, dio una conferencia sobre "La novela en la era de la revolución comunicativa global", y reconoció en una rueda de prensa reseñada por EFE que hoy en día es "casi imposible" imaginar el mundo sin Google y se sintió afortunado de vivir el nacimiento de lo que considera una revolución.
El escritor, autor de títulos como La sonrisa del jaguar, Hijos de la medianoche o Versos satánicos, se mostró confiado de que la irrupción del libro electrónico no supondrá la desaparición del libro en papel, ya que la fortaleza de éste último reside en que la comunicación con el lector es "muy íntima y muy inusual", lo cual asegura su durabilidad.
"Me gusta el papel y me gusta la sensación de tener un libro en mis manos", afirmó, aunque apuntó que emplea también el formato electrónico, sobre todo en sus viajes, para leer y también para documentarse para la elaboración de sus novelas.
En este sentido, vaticinó que ambos formatos coexistirán y bromeó argumentando que el libro electrónico no te lo puedes llevar a la playa, porque se llena de arena; ni al baño, porque se puede mojar con el agua.
Durante su intervención aseguró estar "harto" de la política y "muy interesado" en el campo de lo público y habló de su relación con la religión.
"Hubo un tiempo en el que a la religión le interesaba mucho yo, aunque nunca pensé que fuese persona religiosa. Ni siquiera es un tema fundamental para mí", agregó.
Para Rushdie, la religión o la manifestación política de la religión "se ha convertido en el centro de la historia".
Reconoció que la publicación Versos satánicos fue el inicio de un período "muy difícil" para él, pero celebró que "desde que la tormenta pasó, la gente está empezando a leerlo como novela y no para encontrar el motivo del follón".
En este sentido, Salman Rushdie apuntó que la literatura "dura mucho más que el escándalo" y rechazó el calificativo de controvertido, que espera que se pueda retirar de su nombre pronto, ya que cree que el problema radica en que "vivimos en una era en la que la gente está asustada y cuando alguien tiene una opinión fuerte es un personaje controvertido".
El escritor angloindio acaba de publicar en España su novela La encantadora de Florencia, en la que trata sobre el inicio de las comunicaciones entre Occidente e India en el siglo XV, lo que calificó como el inicio de la comunicación global.
En la actualidad trabaja en la continuación de un libro para jóvenes que escribió hace 20 años para su hijo mayor y que ahora dedica al pequeño bajo el título "Luca y el fuego de la vida", que saldrá publicado en inglés el año que viene.
También está inmerso en la adaptación al cine de su novela Hijos de la medianoche, dirigida por la indo-canadiense Deepa Mehta, una novela que abrió las puertas a los escritores indios y paquistaníes y que consideró "interesante" revisarla después de tantos años.

Rushdie Básico
Bombay, India, 1947. Escritor y ensayista británicoHijo de una rica familia musulmana de Bombay, Salman Rushdie se educó en Cambridge, donde estudió historia. Su literatura debe mucho al realismo mágico latinoamericano, a la cultura europea e hindú. Con su novela Hijos de la medianoche ganó en 1981 el prestigioso premio británico Booker. En 2001 fue investido Caballero por la reina Isabel II. Algunas de sus obras: Grimus (1975), Vergüenza (1983), La sonrisa del jaguar (1987), Los versos satánicos (1988), El suelo bajo sus pies (1999) y Furia (2001).

21.9.09

Noticias frescas sobre Barba Jacob

Un libro de reciente aparición descubre el talento de prosista del gran poeta antioqueño.


"Durante siete años estuve trabajando en México y logré crearme una buena posición; pero vino después la guerra y yo, metido en el torbellino de la política, tuve que correr la suerte del país y salir huyendo a Guatemala... En la fuga perdí todo lo que tenía, es decir, mis libros, que eran más de cinco mil, que me habían costado tantísimo dinero y que representaban mi tesoro". Así escribía el poeta Ricardo Arenales a su hermana en 1916.
"En Nicaragua, una noche, un tal Ricardo Arenales, su homónimo, cometió un asesinato. El poeta fue llevado a la cárcel y escarnecido. Al día siguiente, con la intervención del cónsul de Colombia y sus amigos escritores y periodistas fue aclarado el grave error y capturado el verdadero asesino. Ricardo, enfurecido con el suceso, renegó de su nombre y se bautizó con otro inconfundible: Porfirio Barba Jacob". Así recordaba J. B. Jaramillo Meza en 1960 el episodio que motivó el nacimiento de Porfirio Barba Jacob.
"Se encierra bajo llave. Ha pedido una escalera. Nadie entra a la habitación. No se le ha podido hacer la cama, cambiar la ropa, mudar el agua de beber. Todo el día con la luz eléctrica encendida... Parece espiritista. Cuando está en la habitación se oye la escalera trasladarse de un punto a otro apoyada aquí y allá en las paredes". Así describía Miguel Ángel Asturias la vida de Barba Jacob en Guatemala hace 103 años.
"A las siete de la mañana estaba en pie, borroneaba algunas cuartillas para el periódico y así que se había preparado hojas en infusión, tequila y miel, una pócima rara, se volvió al lecho a dormir cuatro horas más". Así narraba Rafael Heliodoro Valle lo que era la vida de Emigdio Paniagua en México hacia 1911.
"He sido agente de publicidad de una compañía de seguros, secretario de un gobernador, autor de monografías y hasta de poemas mercenarios". Así se definía Maín Ximénez en carta al director de El Espectador, Gabriel Cano, en 1941.
"Sea casto. Luche, sangre, fatíguese, pero no se entregue jamás en brazos de la concupiscencia. Nada hay peor, nada hay más feo, nada hay más indigno de un alma. Solo en la castidad están la inteligencia y la fuerza". Así aconsejaba el bohemio Juan Azteca desde Monterrey a su amigo Alfonso Mora Naranjo en 1916.
"Puesto de pie, tosió repetidamente varias veces y de manera estudiada y declamó solemnemente poniendo énfasis a su palabra en una corta estrofa, intrascendente desde el punto de vista poético, que constaba de dos renglones mínimos en su extensión y vacuos en su contenido. En su mefistofélico rostro una sarcástica sonrisa acompañó la acción. Y salió majestuoso, altivo, agitando acompasadamente sus largas y descarnadas manos." Así recordaba Antonio Osorio Isaza un recital remunerado de Almafuerte en un club social de Cali en 1928 ante una audiencia expectante que quedó en profundo silencio tras el desplante del poeta.
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Siete escenas diferentes, siete momentos curiosos, siete personas distintas y un solo hombre verdadero: Miguel Ángel Osorio Benítez, nacido en Santa Rosa de Osos (Antioquia) en 1883 y fallecido en México D. F. en 1942.
Ricardo Arenales, Porfirio Barba Jacob, Emigdio Paniagua, Maín Ximénez, Juan Azteca, Almafuerte... Todos ellos son seudónimos (o, más precisamente, heterónimos) del poeta, ensayista, columnista, bohemio, provocador y andariego antioqueño. Su más célebre firma fue la de Porfirio Barba Jacob, inspirada en un hereje italiano del siglo XVI que se consideraba igual a Cristo. El primer Barba Jacob "fue un pastor sin ninguna cultura, nacido en Cremona -escribió en 1982 Pedro Gómez Valderrama, experto en brujas, herejes y yerbamalas parecidas-, y fue también pastor de almas, según significaba el apelativo de Barba".
Este autor extraño y genial que utilizó numerosos nombres para firmar sus artículos forma parte de la curiosa legión de grandes escritores colombianos que han vivido y desarrollado su obra en México. La pasada Feria del Libro de Bogotá, en la que México fue país invitado, olvidó reservar una agenda especial para estudiar y destacar el fenómeno de que Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Fernando Vallejo y Barba Jacob hubieran escrito lo mejor de su obra en tierras de Emiliano Zapata y Jorge Negrete. A ellos se suman otros autores colombianos que allí vivieron: Germán Pardo García, Antonio Montaña, Octavio Amórtegui, Laura Victoria, Laura Restrepo, Hugo Chaparro, Hugo Latorre Cabal...
El más famoso, por supuesto, Gabo. Pero el más extravagante y enigmático, Barba Jacob. Han sido pocos y tardíos los homenajes bibliográficos a quien sigue siendo uno de los grandes poetas colombianos, pese a que el paso del tiempo ha pelado en muchos de sus versos un oropel cursi.
En 1962, un libro editado por Rafael Montoya y Montoya en 1962 (del que tomo algunas de las citas que encabezan esta nota) fue una primera venia importante a Osorio. Veinte años después, Fernando Vallejo publicó su espléndida biografía Barba Jacob o el Mensajero. Y ahora acaba de aparecer una jugosa y juiciosa recopilación de artículos, cartas, crónicas y reportajes del autor de "Canción de la vida profunda". Se trata de Porfirio Barba Jacob: escritos mexicanos, fruto del trabajo investigativo, clasificatorio y analítico del manizalita Eduardo García Aguilar. Menos sucinta que el título es la denominación del prólogo del mismo García Álvarez: "Orientaciones para violar el sarcófago periodístico de Porfirio Barba Jacob en México".
¿Mejor prosista que poeta?
Noventa años después del arribo de Barba a Ciudad de México, y 25 desde la publicación de la biografía de Vallejo, tenemos ahora nueva información sobre este compatriota que padeció varios exilios, conoció la fama, rozó la riqueza y se hundió en la miseria. Se trata de uno de los libros más interesantes que ofreció la Feria, producto de años de husmear en hemerotecas y bibliotecas, perseguir pistas perdidas, buscar recortes amarillentos y registros microfilmados, descifrar nombres supuestos y deducir autorías, acopiar trabajos publicados a lo largo de más de tres décadas, clasificarlos y ofrecerlos en una edición mexicana del Fondo de Cultura Económica, donde se echa de menos una bibliografía final.García Álvarez, nacido en Manizales en 1953, autor de varias novelas, poemas y ensayos, realizó la investigación y escribió el prólogo hace un cuarto de siglo, con motivo del centenario del nacimiento de Barba Jacob, pero su trabajo había permanecido inexplicablemente inédito.
Además del estudio previo, el tomo de casi 600 páginas abarca una recopilación de 148 piezas periodísticas de Osorio. Hay entre ellas una inmensa mayoría de columnas políticas, algo que sorprende a quienes conocen el Barba Jacob lírico, el de las canciones y las baladas. Pero también es posible encontrar notas ligeras, crónicas y reportajes. En suma, un acopio de prosas de Barba Jacob escritas durante sus muchos años de vida y trabajo en México.
La opinión del prologuista sobre el autor no resulta muy positiva. "Pocas prosas literarias de Barba Jacob valen verdaderamente la pena -dice-: son acartonadas como la mayoría de sus poemas." Pero considera que las que forman parte de la antología son algo diferente. "Estos textos que hemos rescatado del sarcófago adonde fueron condenados por los hinchas que los consideraban basura dan otra imagen de nuestro poeta. Es casi como descubrir el otro lado de la luna. Es rescatar a un gran hombre colombiano: ponerle otra estrella a nuestra nacionalidad".
El juicio resulta un poco contradictorio. Pero parece serlo aún más si nos atenemos a otro párrafo de García Aguilar donde dice que "Porfirio Barba Jacob hacía de su prosa tal vez un reino más importante y trascendental que su propia poesía, convirtiéndose en uno de los más lúcidos, modernos y divertidos prosistas colombianos de todos los tiempos". Cuesta trabajo estar de acuerdo con ambas afirmaciones. Por una parte, que Barba Jacob hubiese sido mejor prosista que poeta y, por otra, que hay sido uno de los mejores prosistas colombianos de todos los tiempos. Lo importante, sin embargo, es leer las notas y reportajes de Barba Jacob. Solo así podrá formarse cada uno su propia idea sobre la obra.
Años de destrucción
García Aguilar tuvo el buen cuidado de señalar las épocas que atravesó Miguel Ángel Osorio y cómo se reflejaron estas en sus escritos. En tal sentido, el aspecto biográfico del prólogo adquiere un interés especial. Allí nos cuenta cómo en 1922 el gobierno mexicano lo expulsó del país a Guatemala, donde inició un penoso periplo centroamericano del que regresa diez años después tuberculoso, sifilítico y en la miseria. Tras un rosario de hospitales, consigue que le contraten un artículo diario en el periódico derechista Últimas noticias. En México, Barba Jacob era conservador y en Colombia, liberal. Cuando escribe en México, muy rara vez se ocupa de temas colombianos.
"Serán años difíciles -dice García Aguilar--, pues lo que gana apenas le alcanza para vivir al ritmo de su bohemia. Fuma marihuana por las calles, se declara públicamente homosexual y es llevado por eso a la comisaría, escandaliza, viste mal, se emborracha en las cantinas, insulta, hiere, humilla, se hunde en una amargura incontenible provocada por el terrible fracaso de su vida".
El 11 de enero de 1942 Barba Jacob entró en agonía. Uno de los últimos amigos que lo vio con vida fue otro poeta colombiano, Germán Pardo García, quien describió en El Tiempo de febrero de ese año la muerte de su colega y compatriota. "A las nueve de la noche lo vimos por última vez. Salimos de su cuarto para darle aviso al maestro mexicano Enrique González Martínez de la muerte inminente de Porfirio, cuyo rostro, al alejarnos de su alcoba y mientras en el umbral dudábamos, presa como lo éramos de una pena extraordinaria, se volvió para mirarnos fijamente, cubiertos ya los ojos por una fría neblina y el pecho en trágica agitación, incapaz de resistir los golpes final de una larga enfermedad que le arrasó los pulmones".
Falleció tres días después. Tenía 59 años. Pasó fuera de Colombia más de la mitad de ellos.
Fue tan copiosa su producción que aún siguen saliendo versos y prosas que permanecían sepultados en otros países, como lo demuestra el libro de sus escritos mexicanos. ¿Cuántos más habrá?
Por: Daniel Samper Pizano

20.9.09

Philip Roth: "La mejor literatura de los últimos 50 años es la de Estados Unidos"

ORGULLOSO. Faulkner, Hemingway, Bellow, Don DeLillo, E. L. Doctorow, Cynthia Ozick, Joyce Carol Oates y Toni Morrison. "Me siento en compañía de colegas excelentes", afirma Roth.
Un encuentro con Philip Roth en su casa de Upper West Side, un departamento de una elegancia ascética e inesperadamente lleno de aparatos tecnológicos. Acaba de llegar de su otra casa, en Connecticut, donde pasó el verano terminando una nueva novela, que pronto saldrá en los Estados Unidos con el título The Humbling, y a iniciar uno nuevo, que todavía no tiene nombre.

En el curso de este encuentro me explicó que siente el peso de la vejez y un vacío por los sueños traicionados y las personas que desaparecieron. Esta producción constante de libros pareciera responder antes que nada a un sentimiento de falacia, pero también es la manera orgullosa de definirse a sí mismo y de trascender a través de la creatividad la propia concepción de la existencia.

Le digo que quiero hablar de la polémica acerca del presunto aislamiento de la cultura norteamericana y él reacciona con una sonrisa estupefacta. "No logro entender cuáles son los argumentos de esta polémica", me dice moviendo de un lado a otro la cabeza. "A veces hay que preguntarse cómo es posible que se discuta una cosa así. Pero prefiero hablar de aquello sobre lo que escribo y ya verás que terminaremos incluso tocando ese tema que tanto te importa", promete.

Indignación nace de un desencanto amargo. Roth es un escritor demasiado lúcido para ceder a la debilidad de la añoranza, pero las páginas dejan traslucir un anhelo vehemente para que la vida sea un misterio doloroso. "Muchos me preguntaron por qué escribí de pronto sobre un joven", dice sin concluir la oración y enseñándome una foto que lo muestra con uniforme militar, tomada en la época de la Guerra de Corea. Es justamente el período en el que está ambientada la novela y en la foto Roth, tiene la edad del protagonista Marcus Messner.

"En los últimos tiempos escribí siempre sobre personas ancianas", cuenta mientras guarda en su lugar la foto. "Ya estaba un poco cansado. Esta vez quería contar la historia de inexperiencia y desesperación en una época que tendemos a olvidar. Yo me enrolé para aquel terrible conflicto, pero por suerte, la guerra terminó antes de que partiera.

-¿Por qué quiso contar otra vez la iniciación erótica y los conflictos en el ambiente académico?
-Me interesaba contar la represión sexual que existía antes de los años 60. Ambientar la novela en un college ofrece también otros elementos de represión y conflicto, incluso si quiero contar que como docente he tenido una experiencia interesante.

-Dudo que alguien haya osado crearle problemas.
-No quisiera comentarlo. Sólo te digo que tuve total libertad cuando decidí encaminar un curso sobre Bellow y Kafka, dos escritores analizados por contraste. Y lo mismo con respecto a los cursos de los autores franceses como Mauriac, Celine y Gide.

-En el encuentro con el decano de la universidad, usted define "indignación", como la palabra más bella del inglés.
-No es algo con lo que yo necesariamente coincida, pero sostengo que le cabe a la psicología de mi protagonista y para ese momento particular de tensión.

-Marcus es un hebreo que se encuentra en un ambiente protestante y conservador en el corazón del midwest y que se enamora de un "shiksa", una mujer bien.
-Olivia es en primer lugar una mujer hermosa, fascinante, de espíritu libre. Cuando comencé a escribir no tenía en mente que pudiera tener elementos así de dramáticos. El personaje se desarrolló junto a la novela y llegó a la desesperación.

-¿La madurez, crecer, es siempre un punto de inflexión y de ruptura?
-No soy así de categórico. Depende de cada uno, de los padres y de los hijos.

-Usted sostiene que es fundamental luchar e indignarse, pero en sus libros las experiencias acarrean también dolor.
-Indignarse es fundamental para luchar por la libertad, que es un valor irrenunciable, pero, como tal, trae consigo problemas, heridas y dolor. Sin embargo, las experiencias también conllevan placer, aunque la vida cotidiana nos enseña también lo contrario; que muchas personas no luchan para nada y parecen felices de no cambiar.

Marcus se mete en problemas cuando rechaza la posibilidad de ejercer una función religiosa, al explicar que la elección no nace del hecho que el es un judío observador, pero un ardiente ateo. ¿Es una definición que también le cabe bien a usted?
-Yo soy ateo, pero no siento la necesidad de usar el término ardiente. El joven Marcus evidentemente sí lo necesita.

-En "The Humbling", la novela que acaba de entregar, el protagonista es otra vez una persona madura.
-Es un actor teatral de 64 años que descubre que ya no sabe recitar. Es una historia sobre el drama de descubrir que ya no se tiene un talento.

-Otra historia amarga, signada por la pérdida.
-¿Querés que te diga que así veo yo la vida?

-Bastan sus primeros libros para hacer esa afirmación. ¿Puedo preguntarle ahora qué piensa sobre el aislamiento cultural de los Estados Unidos?
-Es una polémica tan ridícula que no logro ni siquiera entender. Sostengo que la literatura norteamericana de la posguerra hasta ahora es la más importante del mundo, con autores como Faulkner, Hemingway y Bellow. Y todavía hoy tenemos autores de primer orden, como Don DeLillo, E. L. Doctorow, Cynthia Ozick, Joyce Carol Oates y Toni Morrison. Me siento en compañía de colegas excelentes.

-Usted no escondió jamás su desapego respecto de las adaptaciones cinematográficas de sus libros...
-No es un secreto que no soy un entusiasta de aquello que hicieron con mis novelas. Sin embargo, quiero ser claro: sostengo que el cine es una forma de arte no inferior a la literatura, y pienso que existen películas buenas y malas, como las buenas y malas novelas. Por ejemplo, hace poco vi L'heure d'etè di Oliver Assayas que me pareció muy bella.

-Un año atrás me dijo que auspiciaba la victoria de Barack Obama. ¿Está satisfecho con este año de gobierno?
-Estoy muy satisfecho con Obama. Estoy estupefacto con aquello que está haciendo y que está intentando hacer.

Roth Básico
Newark (Nueva Jersey, EE.UU.) - 1933. Escritor Se dio a conocer con Goodbye, Columbus (National Book Award de 1960), retrato del éxodo interno de los jóvenes judíos en EE.UU. Diez años y dos novelas después publicó El lamento de Portnoy , una grotesca comedia de educación sentimental que fue su primer gran éxito de público. Entre 1979 y 1983 lanzó Zuckerman encadenado , trilogía portagonizada por un novelista neurótico, libidinoso y cínico. Otra novela de Zuckerman, Pastoral Americana , ganó el Pulitzer en 1998. En novelas como La mancha humana (2000), El animal moribundo (2001) o Elegía (2006) revisita temas rothianos como la sexualidad vista como camino de liberación sin salida, el poder de la decadencia física y la idea de la identidad de las personas como una ficción caótica.