23.11.07

¿HA MUERTO LA NOVELA?


Don Carlos Fuentes contribuyó con sus reflexiones como novelista a una pregunta recurrente, que de tanto en tanto, y casi sin oficio, se hacen los enterradores del género, que expiden partidas de defunción del arte de la novela. Mejor los dejó con sus propias palabras.


“Sin embargo, ¿qué es la imaginación sino la transformación de la experiencia en conocimiento? ¿no requiere esa transformación un tiempo, una pausa y un deseo?...Los escritores, por serlo y para serlo, siempre se han sentido solos, incompletos, enajenados- Catulo como Proust-, seducidos y abandonados por el contacto directo con el público –Flaubert y James y sus incursiones en el teatro-, quebrantados por su aislamiento –Poe- o alegremente desafiantes de las fuerzas de la publicidad y el dinero-Balzac-.
La verdadera tiranía de nuestro tiempo es la alianza de la información y el poder, una alimentando la razón de ser del otro; ambos, simulacros- cito de nuevo a Braudillard- en los que la circularidad masiva se instala, identificando al emisor con el receptor en una forma de comunicación irreversible, sin respuesta...
El problema se desplazó de la pregunta “¿Ha muerto la novela?”, a la pregunta ¿”Qué puede decir la novela que no puede decirse de ninguna otra manera?”.¿Le toca al novelista decir lo que no dicen los medios de información? Esto sí debe inquietarnos a todos y muy particularmente al escritor que vive en el tiempo lento, sedimentado, que la información feliz nos niega pero que la escritura y la lectura novelesca reclaman...¿Vale la pena, por imposible que parezca, intentar múltiples proyectos de comunicación narrativa a fin de diseminar las excepciones a la tiranía circular y simulada de la información y el poder? ¿Puede la literatura contribuir, junto con los medios de información que pueden ser mejores y más libres, a un orden de socialización creciente, democrático, crítico, en el que la realidad de la cultura creada y portada por la sociedad determine la estructura de las instituciones que deberían estar al servicio de la sociedad y no al revés? Tiempo y deseo. Pausa para transformar la información en experiencia y la experiencia en conocimiento. Tiempo para reparar el daño de la ambición, el uso cotidiano del poder, el olvido, el desdén. Tiempo para la imaginación. Tiempo para la vida y para la muerte...Necesita tiempo para morir su vida...El autor de novelas continuaría enfrentándose al territorio de lo no-escrito, que siempre será, más allá de la abundancia o parquedad de la información cotidiana, infinitamente mayor que el territorio de lo escrito. Lo sabía Tristam Shandy, cuyo problema era escribir diez veces más rápido de lo que había vivido y cien veces más rápido de lo que estaba viviendo a fin de admitir su vida en su obra: así, se condenaba a escribir como un esclavo y a dejar de vivir. Pero lo sabe también cualquier ciudadano del mundo actual: Lo no-dicho sobrepasa infinitamente a todo lo dicho o mal dicho en el discurso cotidiano de la información y de la política. ¿Qué puede decir la novela que no puede decirse de otra manera? ¿Cuántas veces, en nuestros países, la realidad más vasta, la que incluye no sólo al mundo objetivo, sino a la individualidad subjetiva y a la individualidad colectiva, no fue sacrificada al documento chato, sin imaginación ni realidad- objetiva, subjetiva o colectiva-por miedo a la fantasía, el sueño, el delirio y otros pecados contra el canon realista? ¿Cuántas veces se entendió que el nacionalismo era una especie de calendario de fiestas patrias y ofrendas florales, que no al pie de las letras, olvidando la saludable advertencia de Wole Soyinka: Ejercer la crítica de la nación es una forma de optimismo; solo el silencio es pesimista; y la crítica , como la caridad, empieza por casa? Cuántas veces, en fin, el compromiso político, se entendió como triunfo fehaciente de las buenas intenciones? La exigencia realista nos decía que la novela debía ser el reflejo fiel de una supuesta realidad que, de serlo, debería bastarse a sí misma sin necesidad alguna de libros. La exigencia progesista proponía que el arte debería avanzar junto con el progreso de la sociedad, la política, las ideas y el desarrollo material. La literatura habría de ser el postre de un bamnquete de “anagnórisis”, buenos sentimientos, grandes ilusiones respecto al futuro y promesas de felicidad en la historia. Los grandes novelistas del siglo XIX, está de más decirlo, siempre frustraron este programa bienhechor. Más que nadie, Dostoievski.
Una violencia acumulada sobre violencia, exigió a la novela someterse a una ideología política y servir como medio para los fines totalitarios. Otra, en el extremo opuesto de la frivolidad, consignó a la novela la función de entretener, de alimentar a lo que Wright Mills llamó “the cheerful robot”, el alegre robot de la sociedad consumista, dispuesto a morirse de la risa, a divertirse hasta la muerte. En fin, corriendo el riesgo del nihilismo, una tercera posición se atrevió a mirar el rostro de la novela y encontró en él un espejo vacío: la nada. El sujeto era un espacio vacío. “Yo no existo” dice el personaje de Beckett. “El hecho es evidente.”
La cárcel del realismo es que por sus rejas sólo vemos lo que ya conocemos. La libertad del arte consiste, en cambio, en enseñarnos lo que no sabemos. El escritor y el artista no saben: imaginan. Su aventura consiste en decir lo que ignoran. La imaginación es el nombre del conocimiento en literatura y en arte. Quién sólo acumula datos veristas. Jamás podrá mostrarnos, como Cervantes o como Kafka, la realidad no visible y sin embargo tan real como el árbol, la máquina o el cuerpo.
La novela ni muestra ni demuestra al mundo, sino que añade algo al mundo, refleja el espíritu dl tiempo...
Lo cierto es que el proceso de saturación de noticias quizás atentó contra la voz de la novela, pero acaso, también contribuyó a darle una nueva voz a la novela. Abrió un nuevo capítulo de la historia de la novela: también inauguró una nueva geografía de la novela, disolviendo la frontera artificial entre “ realismo” y “fantasía” y situando a los novelistas, más allá de sus nacionalidades, en la tierra común de la imaginación y la palabra. De nueva cuenta, ¿ qué le proporciona un escritor a su nación, sino lo mismo que se exige a sí mismo: imaginación y lenguaje? ¿Puede una nación existir sin una u otro? Su compromiso carece de importancia literaria si no llega acompañado de imaginación y lenguaje. Pero la ausencia de una militancia política no sustrae el valor social o político a una obra narrativa, pues ésta , mientras más valores literarios reúna, mejor cumple la función generosa que Milan Kundera le atribuye: redefinir perpetuamente a los seres humanos como problemas, en vez de entregarlos, mudos y atados de pies y manos, a las respuestas prefabricadas de la ideología.
Dicho de otro modo: el punto donde la novela concilia sus funciones estéticas y sociales se encuentra el descubrimiento de lo invisible, de lo no-dicho, de lo olvidado, de lo marginado, de lo perseguido, haciéndolo, además, no en necesaria consonancia, sino, muy probablemente, como excepción a los valores de la nación oficial, a las razones de la política reiterativa y aun al progreso como ascenso inevitable.¿es separable el contenido de una novela de la forma en que responde a la pregunta acerca de cómo traducir la experiencia de la realidad en formas específicas? ¿No es la historia de toda novela una evocación de la historia más que una correspondencia con la historia?
La novela siempre se ha dirigido hacia el porvenir. La novela de mundos que se están haciendo o por hacerse. La novela es la voz de un mundo nuevo en proceso de crearse. Esta noción dinámica de la novela es, por otra parte, idéntica a la naturaleza incompleta del género: Arena del lenguaje en la que nadie ha dicho la última palabra. La historia no ha concluido. El reino de la justicia aún no se alcanza. Abierta hacia el futuro, la novela exige, para serlo plenamente, idéntica “apertura hacia el pasado”. ..La tradición y el pasado sólo son reales cuando son tocados- y a veces avasallados- por la imaginación poética del presente...Pero lo es, sobre todo, de su apertura simultánea hacia el futuro y el pasado a través de la imaginación verbal... ¿Qué es entonces, aquello que la novela dice y que no puede decirse de ninguna otra manera? La relación con el pasado es fundamental en este proceso de novelar simplemente porque todos los nuevos novelistas nos dicen lo que esperaba ser dicho, pero no sólo lo que es nuevo, como quería la vanguardia; no sólo lo que es real, ni lo que es políticamente correcto, o religiosamente aceptable, o nacionalmente glorificable, o sentimentalmente reconfortante Sí, otra vez ha triunfado Don Quijote: Todo es relativo, y la novela proclama la universalidad de lo posible.
La literatura potencial y conflictiva de nuestro tiempo trata de darnos, pues, la parte no escrita o no leída del mundo. Pero, como lo dijo y comprendió supremamente Borges, las grandes obras del pasado son parte del futuro. Están siempre esperando ser leídas por primera vez Don Quijote y Tristam Shandy son novelas que aguardan a sus lectores porque, aunque fueron escritas en el pasado, fueron escritas para ser leídas en el presente. La nueva novela, igualmente, nos dice que el pasado puede ser la novedad más grande de todas.El cruce de la novela potencial, crítica, omnívora que ha dado nueva vida a un género que se consideraba moribundo, se encuentra, acaso, en este mestizaje del tiempo con el acto de escribir, y del tiempo con el acto de leer.
El tiempo de la escritura es finito.
Pero el tiempo de la lectura es infinito.
Y así, el significado de un libro no está detrás de nosotros: su cara nos mira desde el porvenir...La novela es una pregunta crítica acerca del mundo, pero también acerca de ella misma. La novela es, a la vez, arte del cuestionamiento y cuestionamiento del arte. No han inventado las sociedades humanas instrumento mejor o más completo de crítica global, creativa, interna y externa, objetiva y subjetiva, individual y colectiva, que el arte de la novela. Pues la novela es el arte que gana el derecho de criticar al mundo sólo si primero se critica a sí misma. Y lo hace con la más vulgar, gastada, común y corriente de las monedas: La verbalidad, que es de todos o no es de nadie. ¿Qué dice la novela? Búsqueda de la novela, búsqueda de la segunda historia, del otro lenguaje, del conocimiento mediante la imaginación; búsqueda, en fin, del lector y de la lectura: Vicio impune, dijo Gide, admirador de las novelas que crean lectores.
Leer una novela: Acto amatorio, que nos enseña a querer mejor.
Y acto egoísta también, que nos enseña a tener conversaciones espléndidas con nosotros mismos.



Geografía de la novela. Carlos Fuentes. México. Fondo de Cultura Económico. 1993.178 páginas.

BOLAÑO AL CUBO



HOMENAJE
Tres de las personas más cercanas al chileno Roberto Bolaño, reconstruyen la historia de su última novela,2666

“Largo tiempo hemos vivido sin saber que existía un chileno perfecto para nosotros: barroco pero breve, erudito sin ser pedante, trágicamente metafísico y auténticamente bromista, loco por la poesía pero dotado de una eficacia narrativa sin falla alguna. Una especie de fenómeno entre Woody Allen y Lautréamont, Tarantino y Borges” Así describe Fabrice Gabriel a Roberto Bolaño en la revista francesa Les inrockuptibles con motivo de su muerte.
Desafortunadamente, como destaca su editor y amigo Jorge Herralde, Bolaño no sólo era desconocido para los lectores franceses, también lo era para muchos lectores en español por lo menos hasta finales de los 90, cuando primero el mismo Herralde, al otorgarle el Premio Herralde de Novela en 1998, y luego los jurados del Premio Rómulo Gallegos en 1999 advirtieron de la presencia de un escritor latinoamericano excepcional.
Sin embargo, con la clara excepción de Los detectives salvajes, la obra que mereció los dos galardones ya nombrados, todavía había muchos que no habían leído a este escritor chileno, pero tras la conmoción que causó su muerte, no menos repentina por anunciada, las antenas de críticos y lectores de todo el mundo se han dirigido hacia su obra. Lo que no es, en últimas, una casualidad pues póstumamente se han publicado tres libros suyos: El gaucho insufrible, Entre paréntesis y 2666.
Bolaño tenía la idea de escribir una novela que se llamara 2666 desde hace muchos años. Ya en 1999 la menciona en sus entrevistas y habla constantemente de su deseo de escribir "una novela de ciencia ficción", que es una de las maneras como define a 2666. Sin ir más lejos, en los detectives salvajes, cuando Ulises Lima y Arturo Belano(los protagonistas) se encuentran, por fin, con Cesárea Tinajero, ésta habla del año dosmil seiscientos y pico y en Amuleto, Auxilio Lacouture, la protagonista, habla de “un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o no nato”.Bolaño se sentó a redactar esta novela, calcula Ignacio Echavarría, hacia el año 2000. En su estudio quedaron quedaron varios manuscritos, notas, posibles desarrollos de la trama de la novela que atestiguan su trabajo, cada vez más apresurado, en la carrera contra el tiempo que ya se ha vuelto un tópico citar. Pero, a pesar de su “escritura nocturna y lanzada al abismo”(Fresán), cuando hablaba de su novela nunca decía mucho, “me hablaba por ejemplo, -Comenta Herralde- de sus númerosas consultas vía “mail” a Sergio González Rodríguez, el escritor mexicano que investigó los crímenes de Ciudad Juárez
, y que también aparece como personaje en la cuarta parte de la novela”. “Le gustaba discutir más sobre lo que leía, y lo que escribía era una discusión íntima y esporádicamente en voz alta”-
dice por otra parte el escritor argentino Rodrigo Fresán-. “Mi relación con 2666 es modesta. Bolaño me llamó un par de veces para hacerme un par de preguntas”: Ignacio Echavarría, crítico literario de El País y amigo íntimo de Bolaño, cuenta que con él hablaba de la novela pero no de su contenido: “Es verdad que un momento dado se comenzó a preocupar por la envergadura y empezó a trabajar de una manera cada vez más intensa. Sufrió un poco el agobio de que las páginas de la novela siguieran aumentando, las pocas veces que hablábamos de eso decía “va a tener mil” y esto por un lado le asustaba un poco porque la escritura se hacía ingobernable. De hecho él se concedió varios descansos entre tanto y fue así como surgieron “El gaucho insufrible” y otra serie de trabajos de descomprensión”.Bolaño que sufrió en carne propia lo que era la pobreza y que sabía que su muerte era muy próxima (“Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro” le dijo con bastante humor negro a la revista Playboy en la última entrevista que concedió), no quería que sus hijos, Lautaro y Alexandra, pasaran por lo mismo. Por eso, previendo que su estado de salud se complicara, dio por bueno un manuscrito que entregó a su esposa Carolina López, y le comunicó a ella y a su editor su intención de dividir la novela en cinco partes-los cinco capítulos- para que cada una fuera publicada de manera independiente. “Sin embargo –dice Herralde- su idea inicial había sido que 2666 se publicara en un solo tomo. Analizando pros y contras con Ignacio Echavarría, la desición fue publicarla según dicho próposito, para subrayar lo que Echavarría (en su Nota a la primera edición) define como su “insensata vocación de totalidad”. Decidimos publicarla, pues, en un tomo contundente, inapelable”:
El manuscrito estaba muy limpio, yo prácticamente no tuve que decidir nada”- dice Ignacio Echavarría, a quien Bolaño nombró como una especie de albacea literario-. “Aunque el manuscrito que entregó a Carolina lo dio por bueno, esto no significa que de haber vivido no hubiera continuado escribiendo. Es una novela relativamente terminada, pero de todas maneras, es una novela inacabable”. Destaca. Evidentemente 2666 es una obra abierta como, por otra parte, es la obra completa de Bolaño, pero también es una novela inacabada. Y es que después de leer 2666 sólo se puede envidiar a todos aquellos que no han empezado a leerla, porque todavía les quedan por delante las maravillosas últimas páginas de Bolaño, “el broche de oro” de su literatura. “Leyendo 2666 uno vuelve a ser ese lector absoluto e inocente y sin red que fue cuando era un niño, cuando la literatura era ese otro planeta que estaba en este, y en el que uno no dejaba de preguntarse una y otra vez “¿qué va a pasar ahora?”Los días 20, 21 y 22 de octubre la revista Lateral de Barcelona llevó a cabo el primer congreso académico que se organiza sobre la figura de Roberto Bolaño.Los tres días de conferencias coincidieron con el lanzamiento de 2666 y el certamen resultó ser una especie de inauguración de “los bolananianos”: académicos, críticos, escritores y jóvenes estudiantes congregados para hablar sobre Bolaño, para buscar a Bolaño, de la misma manera en que Pelletier, Espinosa, Norton y Morini se reúnen para encontrar a Archimboldi en 2666. Y aunque queda claro que ante Bolaño lo único que se puede hacer es leer a Bolaño, hubo en ese congreso dos trabajos, dos lecturas, sorprendentes entre todas la lecturas posibles de 2666: las de Rodrigo Fresán E Ignacio Echavarría. El primero, de quien Bolaño hace una mención en la primera parte del libro, “La parte de los críticos, cierra así conferencia con la pregunta que nos tiene a todos atrapados:
“Hace mucho que no se publica una novela en español tan trascendente y asombrosa. Y poco y nada importa – salvo porque una página más de Bolaño siempre será motivo de alegría- el perfil inacabado de su fachada: 2666 es uno de esos libros que han llegado para quedarse, para permanecer. Bolaño, para nuestra felicidad, y con modales de faraón todopoderoso pero mortal, ha erigido esta pirámide que lo sobrevive y lo honrará por siempre y que- como suele suceder con las pirámides- nosotros, afortunados testigos, turistas privilegiados, no dejaremos nunca de preguntarnos, una y otra vez, cómo cuernos fue que lo hizo”

Por Carolina Vallejo. Editora colombiana. Tomado de Semana Libros. 2.

14.11.07

CANONICEMOS A LAS PUTAS



Santoral del sábado: Betty, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires
provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.

Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas
miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los
lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la
reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno
a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente,
Experta, atribulada, sabia, sin rencor.

No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no
discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las
agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes,
estímulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los
desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho
del que no tiene reposo.

Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes
vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido,
dócil a las maneras del amor.

Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos
ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.

En el lugar que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel
elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y
un vaso de agua y un pan.
Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te
canonizo a un lado de los hipócritas y de los perversos, te doy todo mi dinero, te corono
con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo.




JAIME SABINES (México, 1926-1999)

12.11.07

Discurso de William Faulkner al recibir el Nobel


Don William desgrana unos consejos muy útiles para los escritores.
Pienso que este premio no se otorga a mi persona sino a mi trabajo; el trabajo de una vida en el sudor y la agonía del espíritu humano, no por la gloria, y menos que nada por la ganancia, sino por crear, a partir de los materiales del espíritu humano, algo que no existía antes. Así que este premio sólo se me confía. No será difícil encontrar un destino a su parte monetaria que sea adecuado al propósito y significado de su origen. Pero quisiera hacer lo mismo con la proclama, al emplear este momento como una cumbre desde la cual pueda ser escuchado por los hombres y mujeres jóvenes que ya se dedican a la misma labor y angustia, entre los cuales se encuentra ya aquel que ocupará el lugar que ahora ocupo yo. Nuestra tragedia hoy es un miedo físico general y universal, sostenido por tanto tiempo que incluso podemos sopesarlo. Ya no hay más problemas del espíritu. Sólo existe la pregunta: ¿Cuándo me barreran? Por este motivo, el hombre o mujer joven que escribe hoy ha olvidado el problema del conflicto del corazón humano consigo mismo, que es lo único que puede lograr la buena escritura porque es lo único sobre lo que vale la pena escribir; sólo eso merece el sudor y la agonía. Él debe aprenderlo otra vez. Debe enseñarse así mismo que tener miedo es lo más bajo que hay; y al enseñarse eso, olvidar el miedo para siempre, y no dejar espacio en su taller a nada que no sean las viejas verdades y realidades del corazón; las viejas verdades universales sin las cuales una historia es efímera y está condenada a morir: amor y honor y caridad y orgullo y compasión y sacrificio. Mientras no haga eso, trabajo bajo una maldición. No escribe de amor sino de lujuria, de derrotas en las que nadie pierde nada de valor, de victorias sin esperanza, y lo peor de todo, sin caridad ni compasión. Sus aflicciones no se duelen en huesos universales, no dejan cicatrices. No escribe del corazón sino de las glándulas. Hasta que vuelva a aprender estas cosas, escribirá como si asistiera al fin del hombre y lo contemplara. Me rehuso a aceptar el fin del hombre. Es bastante fácil decir que el hombre es inmortal simplemente porque perdurará: prevalecerá. Es inmortal, no porque sea el único espíritu capaz de compasión y sacrificio y resistencia. El deber del poeta, del escritor, es escribir acerca de éstas cosas. Es un privilegio aligerar el corazón del hombre para ayudarlo a resistir, al recordarle el valor y honor y orgullo y esperanza y compasión y caridad y sacrificio que han sido la gloria de su pasado. No es necesario que la voz del poeta sea un mero registro del hombre, puede ser uno de los apoyos, de los pilares para ayudarlo a perdurar y prevalecer.



Palabras que William Faulkner pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1950


11.11.07

MIS SUBRAYADOS ERÓTICOS (4)


.

“Nuestro primer encuentro, en mi piso, fue algo dantesco. Yo estaba loco de deseo y ella me miraba con los ojos muy abiertos, pasmada y jadeante. Tuve que quitarle la ropa y tumbarla desnuda en la cama, suntuosa, el pelo negro y la piel blanca relucientes, y entonces ocurrió algo aterrador: mi pene quedó inerte, se encogió. No puede ocurrirle al hombre desgracia mayor. Empecé a sudar de pánico, besándola, acariciándola de una manera angustiosa que no hacía más que aumentar mi impotencia. Ella intentó ayudarme, pero se puso también nerviosa, y se asustó, pues pensaba, como me dijo luego, que había alguien oculto bajo la cama. Se levantó y fue al cuarto de baño. Me quedé en la cama, manoseándome desesperado el pene, inútilmente, durante largo tiempo, hasta que me eché a llorar. Imagínate, un hombre gordo y desnudo llorando tendido en la cama, intentando afanosamente que se le enderece el cacharro. Al fin, enjugue los ojos, me puse la bata y fui a ver qué estaba haciendo en el cuarto de baño.
Estaba sentada en la tapa del retrete, con las piernas cruzadas, desconsolada, mirándose las uñas, medio acurrucada; hasta una barriguita adiposa surgía en su vientre impoluto; se le había corrido la pintura de los ojos y se me quedó mirando patéticamente. Encendí el gas del calentador, pensando quizá que un baño nos purificaría, nos haría olvidar aquel horror y volvería a llenar de sangre mi pene. Súbitamente, el calentador explotó (véase Fonseca). Me tiré sobre ella para protegerla, caímos al suelo y, en aquel infierno de fuego y humo, nuestros cuerpos se conciliaron en una cópula excelsa y delirante. Hasta la noche no me di cuenta de que tenía el cuerpo lleno de quemaduras. Creo que fue entonces cuando decidí, al comprobar la superioridad del orgasmo sobre el dolor, escribir Bufo & Spallanzani. Hasta con el cuerpo embadurnado de picrato, dejando jirones de piel en las sábanas, empecé a encontrarme con ella todos los días, mas potente yo que Simenon y Maupassant juntos.
Diariamente hacia la una de la tarde, llegaba a mi casa , tras pasar por el gimnasio, donde hacía sus ejercicios. Mientras no llegaba, yo iba y venía ansioso de un lado a otro, sintiendo con los dedos la erección de mi pene, hablando solo. Cuando aparecía, yo agarraba su cuerpo con fervor demente y jodíamos en pie, en el hall, sin que se hubiera quitado la ropa, metiéndosela por la pernera de las bragas mientras la alzaba sujetándola por el trasero, aplastándola contra la pared. Luego, la llevaba a la cama y nos pasábamos jodiendo. Hasta entonces no había tenido un orgasmo en su vida. En las pausas le leía poemas. Le gustaba particularmente uno de Baudelaire que habla de un cunilingus: “la très-cherè était nue, et, connaissant mon coer”ª, etc. Siempre le leía el poema cuando acabábamos de echar un polvo, exactamente como hago contigo, amor mío. Ahora, déjame dormir”



ª. “Ella, la que más quiero, estaba desnuda y, puesto que conoce mi corazón...”



Pasado negro (Bufo & Spallanzani). Traducción de Basilio Losada. Circulo de Lectores. Rubem Fonseca. 1985.

7.11.07

MIS SUBRAYADOS ERÓTICOS (3)


“No olvidemos que mamá veía muy mal: Las piedras que marcaban el borde del camino le parecían una aldea, confundía a Eva con la señora Nora. Pero bastaba con entrecerrar los ojos y el propio Karel podía creer que las piedras eran casas. ¿Es que no le había envidiado a mamá su perspectiva durante la semana? Cerró por lo tanto los ojos y vio delante suyo, en lugar de Eva, a la antigua beldad.
Guardaba de ella un recuerdo secreto e inolvidable. Tenía unos cuatro años, mamá y la señora Nora estaban con él en algún balneario (no tiene ni idea de cuál era el sitio) y él tenía que esperarlas en un vestuario vacío. Se quedó allí pacientemente, abandonado entre los vestidos femeninos. Entonces entró en la habitación una hermosa y alta mujer desnuda, le dio la espalda al niño y se estiró para alcanzar su traje de baño que colgaba de la pared. Era Nora.
Nunca se le borró de la memoria la figura de ese cuerpo desnudo estirado, visto desde atrás. Él era pequeñito, lo miraba desde abajo, desde la perspectiva de una rana, como si hoy mirase desde abajo una estatua de cinco metros de alto. Estaba al lado suyo y sin embargo inmensamente lejano. Doblemente lejano. Lejano en el espacio y en el tiempo. Aquel cuerpo se erguía sobre él más lejos en la altura y estaba separado de él por una cantidad inescrutable de años. Aquella doble distancia le producía vértigo a un muchacho de cuatro años. Ahora volvía a sentirlo de nuevo dentro de sí, con una enorme intensidad.
Miraba a Eva ( seguía de espaldas a él) y veía a la señora Nora. Estaba de él a una distancia de dos metros y de uno o dos minutos.
-Mamá –dijo-, has sido muy amable con nosotros. Pero las chicas tienen que irse a la cama.
Mamá se marchó humilde y obediente y él enseguida les contó a las dos mujeres su recuerdo de la señora Nora. Se agachó delante de Eva y volvió a darle vuelta para que quedara de espaldas y poder así seguir las huellas de la antigua mirada del muchacho.
De repente el cansancio había desaparecido. La arrastró al suelo. Ella estaba acostada boca abajo y el agachado junto a sus pies dejando deslizar la mirada con sus piernas hacia arriba, hacia el culo, entonces se lanzó encima de ella y le hizo el amor.
Y sintió como si ese salto hacia su cuerpo hubiese sido un salto sobre un tiempo inmenso, el salto de un muchacho que se lanza de la edad de la infancia a la edad del hombre. Y cuando se movía encima de ella, hacia atrás y hacia delante le pareció que seguía haciendo ese movimiento desde la infancia a la madurez y vuelta, el movimiento desde el muchacho que mira desvalido el enorme cuerpo de una mujer hasta el hombre que abraza y doma ese cuerpo. Ese movimiento que por lo general mide apenas quince centímetros, era largo como tres decenios.
Las dos mujeres se adaptaron a su ferocidad y él pasó enseguida de la señora Nora a Marketa y luego otra vez a la señora Nora y de vuelta otra vez. Llevaba mucho tiempo así y tuvo que descansar un rato. Tenía una sensación maravillosa, se sentía fuerte como nunca. Se tumbó en el sillón mirando a las dos mujeres que delante suyo yacían en el ancho sofá. En ese corto rato de pequeño descanso no veía delante suyo a la señora Nora sino a sus dos viejas amigas, testigos de su vida, Marketa y Eva, se veía a sí mismo como un gran ajedrecista que acaba de derrotar a sus contrincantes en dos tableros. Esa comparación le encantó y no fue capaz de callarse:
­-Soy Boby Fischer, soy Boby Fischer- gritó riéndose.”

“El bueno de Hugo llevaba ya un rato moviéndose furiosamente encima de ella y Tamina se daba cuenta ahora de que al hacerlo se levantaba de un modo extraño, apoyando los brazos y moviendo de un lado a otro las caderas. Comprendió que estaba descontento con las reacciones de ella, que le parecía poco excitada y que se esforzaba por penetrar dentro de ella desde distintos ángulos, para encontrar en algún sitio de sus profundidades el punto secreto de la sensibilidad, que se escondía ante él.
No quiso ver su trabajoso esfuerzo e inclinó la cabeza. Intentó imponer disciplina a sus pensamientos y llevarlos de vuelta a sus diarios. Repitió para sus adentros la sucesión de sus vacaciones, tal como había conseguido reconstruirla, por el momento sólo en parte: las primeras vacaciones en un pequeño lago checo; después Yugoslavia y otra vez el pequeño lago checo y un balneario checo, pero el orden de estas vacaciones es poco claro. En 1964 estuvieron en los montes Trata y al año siguiente Bulgaria y después la huella se pierde. En 1968 se quedaron durante todo el verano en Praga, al año siguiente fueron a un balneario y luego ya la emigración y el último verano en Italia.
Hugo se había salido ahora e intentaba dar vuelta a su cuerpo. Ella comprendió que quería que se pusiese a cuatro patas. En ese momento se dio cuenta de que Hugo era más joven y sintió vergüenza. Pero intentó acallar dentro de sí todas las sensaciones y obedecerle con total indiferencia. Después sintió los duros golpes del cuerpo de él sobre su culo. Comprendió que quería impresionarla con su persistencia y su fuerza, que estaba manteniendo una especie de combate decisivo, haciendo una especie de examen final en el que tenía que demostrar que podía más que ella y la merecía.
No sabía que Hugo no la veía. Y es que una rápida mirada al culo de Tamina (al ojo abierto de su maduro y hermoso culo, al ojo que lo miraba implacable) lo había excitado de tal modo hace un momento, que inmediatamente cerró los ojos, sus movimientos se hicieron más lentos y comenzó a respirar profundamente. Él también intentaba ahora pensar en otra cosa (eso era lo único en lo que se parecían el uno al otro) para poder ser capaz de hacerle el amor un rato más.
Y ella veía en la pared blanca del armario de Hugo la gran cara de su marido y entonces cerró rápidamente los ojos y repitió la sucesión de las vacaciones, como si fueran verbos irregulares: primero las vacaciones junto al lago; después Yugoslavia, el lago y el balneario o el balneario, Yugoslavia y el lago; después los Trata, después Bulgaria, después se pierde la huella; después Praga, el balneario, al final Italia.
La violenta respiración de Hugo interrumpió sus recuerdos. Abrió los ojos y en el armario blanco vio la cara de su marido.
También Hugo abrió de repente los ojos. Vio el ojo del culo de Tamina y el placer lo atravesó como un rayo"

El libro de la risa y el olvido. Milán Kundera. 1987. Seix Barral. Biblioteca Breve.




6.11.07

DEL CULTO DE LOS LIBROS




Jorge Luis Borges

En el octavo libro de la Odisea se lee que los dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar; la declaración de Mallarmé: El mundo existe para llegar a un libro, parece repetir, unos treinta siglos después, el mismo concepto de una justificación estética de los males. Las dos teleologías, sin embargo, no coinciden íntegramente; la del griego corresponde a la época de la palabra oral, y la del francés, a una época de la palabra escrita. En una se habla de contar y en otra de libros. Un libro, cualquier libro, es para nosotros un objeto sagrado: ya Cervantes, que tal vez no escuchaba todo lo que decía la gente, leía hasta “los papeles rotos de las calles”. El fuego, en una de las comedias de Bernard Shaw, amenaza la biblioteca de Alejandría; alguien exclama que arderá la memoria de la humanidad, y César le dice: Déjala arder. Es una memoria de infamias. El César histórico, en mi opinión, aprobaría o condenaría el dictamen que al autor le atribuye, pero no lo juzgaría, como nosotros, una broma sacrílega. La razón es clara: para los antiguos la palabra escrita no era otra cosa que un sucedáneo de la palabra oral.
Es fama que Pitágoras no escribió; Gomperz (Griechische Denker, I, 3) defiende que obró así por tener más fe en la virtud de la instrucción habladaDe mayor fuerza que la mera abstención de Pitágoras es el testimonio inequívoco de Platón. Este, en el Timeo, afirmó: “Es dura tarea descubrir al hacedor y padre de este universo, y, una vez descubierto, es imposible declararlo a todos los hombres”, y en el Fedro narró una fábula egipcia contra la escritura (cuyo hábito hace que la gente descuide el ejercicio de la memoria y dependa de símbolos), y dijo que los libros son como las figuras pintadas, “ que parecen vivas, pero no contestan una palabra a las preguntas que les hacen”. Para atenuar o eliminar este inconveniente imaginó un diálogo filosófico. El maestro elige al discípulo, pero el libro no elige a sus lectores, que pueden ser malvados o estúpidos; este recelo platónico perdura en las palabras de Clemente de Alejandría, hombre de cultura pagana: “Lo más prudente es no escribir sino aprender y enseñar de viva voz, porque lo escrito queda” (Stromaleis), y en éstas del mismo tratado: “Escribir en un libro todas las cosas es dejar una espada en manos de un niño”; que derivan también de las evangélicas: “No deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, porque no las huellen con los pies, y vuelvan y os despedacen”. Esta sentencia es de Jesús, el mayor de los maestros orales, que una sola vez escribió unas palabras en la tierra y no las leyó ningún hombre (Juan, 8: 6).
Clemente Alejandrino escribió su recelo de la escritura a fines del siglo II; a fines del siglo IV se inició el proceso mental que, a la vuelta de muchas generaciones, culminaría en el predominio de la palabra escrita sobre la hablada, de la pluma sobre la voz. Un admirable azar ha querido que un escritor fijara el instante (apenas exagero al llamarlo instante) en que tuvo principio el vasto proceso. Cuenta San Agustín, en el libro seis de las Confesiones: “Cuando Ambrosio leía, pasaba la vista sobre las páginas penetrando su alma, en el sentido, sin proferir una palabra ni mover la lengua. Muchas veces –pues a nadie se le prohibía entrar, ni había costumbre de avisarle quién venía-, lo vimos leer calladamente y nunca de otro modo, y al cabo de un tiempo nos íbamos, conjeturando que aquel breve intervalo que se le concedía para reparar su espíritu, libre del tumulto de los negocios ajenos, no quería que se lo ocupasen en otra cosa, tal vez receloso de que un oyente, atento a las dificultades del texto, le pidiera explicación de un pasaje oscuro o quisiera discutirlo con él, con lo que no pudiera leer tantos volúmenes como deseaba. Yo entiendo que leía de ese modo por conservar la voz, que se le tomaba con facilidad. En todo caso, cualquiera que fuese el propósito de tal hombre, ciertamente era bueno.” San Agustín fue discípulo de San Amrosio, obispo de Milán, hacia el año 384; trece años después, en Numidia, redactó sus Confesiones y aún lo inquietaba aquel singular espectáculo: un hombre en una habitación, con un libro, leyendo sin articular las palabrasª.
Aquel hombre pasaba directamente del signo de escritura a la intución, omitiendo el signo sonoro; el extraño arte que iniciaba, el arte de leer en voz baja, conduciría a consecuencias maravillosas. Conduciría, cumplidos muchos años, al concepto del libro como fin, no como instrumento de un fin. (Este concepto místico, trasladado a la literatura profana, daría los singulares destinos de Flaubert y de Mallarmé, de Henry James y de James Joyce.) A la noción de un Dios que habla con los hombres para ordenarles algo o prohibirles algo, se superpone la del Libro Absoluto, la de una Escritura Sagrada. Para los musulmanes, el “Alcoran” (también llamado El Libro, Al Kitab), no es una mera obra de Dios, como las almas de los hombres o el universo; es uno de los atributos de Dios como Su eternidad o Su ira. En el capítuloXIII, leemos que el texto original, La Madre del Libro, está depositado en el Cielo. Muhammad-alGhazali, el Algazel de los escolásticos, declaró: “ el Alcoran se copia en un libro, se pronuncia con la lengua, se recuerda en el corazóny, sin embargo sigue perdurando en el centro de Dios y no lo altera su pasaje por las hojas escritas y por los entendimientos humanos”. George Sale observa que ese increado Alcorán no es otra cosa que su idea o arquetipo platónico; es verosímil que Algazel recurriera a los arquetipos, comunicados al Islam por la Enciclopedia de los hermanos de la Pureza y por Avicena, para justificar la noción de la Madre del Libro.
Aún más extravagantes que los musulmanes fueron los judíos. En el primer capítulo de su Biblia se halla la sentencia famosa: “Y Dios dijo; sea luz; y fue la luz”, los cabalistas razonaron que la virtud de esa orden del Señor procedió de las letras de las palabras. El tratado Sefer Yetsirah ( Libro de la Formación), redactado en Siria o en Palestina hacia el siglo VI, revela que Jehová de los Ejércitos, Dios de Israel y Dios Todopoderoso, creó el universo mediante los números cardinales que van del uno al diez y las veintidós letras del alfabeto. Que los números sean intrumentos o elementos de la Creación es dogma de Pitágoras y de Jámblico; que las letras lo sean es claro indicio del nuevo culto de la escritura. El segundo párrafo del segundo capítulo reza: “Veintidós letras fundamentales: Dios las dibujó, las grabó, las combinó, las pesó, las permutó, y con ellas produjo todo lo que es y todo lo que será.” Luego se revela qué letra tiene poder sobre el aire, y cuál sobre el agua, cuál sobre el fuego, y cuál sobre la sabiduría, y cuál sobre la paz y cuál sobre la gracia, y cuál sobre el sueño, y cuál sobre la cólera, y cómo (por ejemplo) la letra kaf , que tiene poder sobre la vida, sirvió para formar el sol en el mundo, el miercóles en el año y la oreja izquierda en el cuerpo.
Las lejos fueron los cristianos. El pensamiento de que la divinidad había escrito un libro los movió a imaginar que había escrito dos y que el otro era el universo. A principios del siglo XVII, Francis Bacon declaró en su Advancement of Learning que Dios nos ofrecía dos libros, para que no incidiéramos en error; el primero, el volumen de las Escrituras, que revela Su voluntad, el segundo, el volumen de las criaturas, que revela Su poderío y que éste era la llave de aquél. Bacon se proponía mucho más que hacer una metáfora; opinaba que el mundo era reducible a formas esenciales (temperaturas, densidades, pesos, colores), que integraban, en número limitado, un abecedarium naturae o serie de las letras con que se escribe el texto universalº. Sir Thomas Browne, hacia 1642, confirmó: “Dos son los libros en que suelo aprender teología: La sagrada escritura y aquel universal y público manuscrito que está patente a todos los ojos. Quienes nunca Lo vieron en el primero, Lo descubrieron en el otro” (Religio Medici, 1, 16) .En el mismo párrafo se lee: “Todas las cosas son artificiales, poirque la Naturaleza es el Arte de Dios.” Doscientos años transcurrieron y el escocés Carlyle, en diversos lugares de su labor y particularmente en el ensayo sobre Cagliostro, superó la conjetura de bacon; estampó que la historia universal es una Escritura sagrada que desciframos y escribimos inciertamente, y en la que también nos escriben. Después, León Bloy escribió: “No hay en la tierra un ser humano capaz de declarar quién es. Nadie sabe qué ha venido a hacer a este mundo, a qué corresponden sus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cuál es su nombre verdadero, su imperecedero Nombre en el registro de la Luz...La historia es un inmenso texto litúrgico , donde las iotas y los puntos no valen menos que los versículos o capítulos íntegros, pero la importancia de unos y otros es indeterminable y está profundamente escondida” (L’ame de Napoleón, 1912). El mundo, según Mallarmé, existe para un libro; según Bloy, somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo.

ªLos comentadores advierten que, aquel tiempo, era costumbre leer en voz alta, para penetrar mejor el sentido, porque no había signos de puntuación, ni siquiera división de palabras, y leer en común, para moderar o salvar los inconvenientes de la escasez de códices. El diálogo de Luciano de Samosata. Contra un ignorante comprador de libros, encierra un testimonio de esa costumbre en siglo II.
º En las obras de Galileo abundan el concepto del universo como libro. La segunda sección de la antología de favaro ( Galileo: Pensieri, motti e sentinze, Firenze, 1949) se titula Il libro della Natura . Copio el siguiente párrafo: “La filosofía está escrita en aquel grandísimo libro que continuamente está abierto ante nuestros ojos (quiero decir, el universo), pero que no se entiende si antes no se estudia la lengua y se conocen los caracteres en que está escrito. La lengua de ese libro es matemática y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas.”

2.11.07

DESENGAÑO DE LAS MUJERES






Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.

Puto es el gusto y puta la alegría
Que el rato putatil nos encarece;
Y yo diré que es puto a quien parece
Que no sois puta vos, señora mía.

Mas llámenme a mi puto enamorado,
Si al cabo para puta no os dejaré;
Y como puto muera yo quemado,

Si de otras tales putas me pagare;
Porque las putas graves son costosas,
Y las putillas viles, afrentosas.

QUEVEDO