31.10.07

SARTRE, EL ESCRITOR Y SU LENGUAJE


Mis subrayados...
Sobre el oficio de escribir


.

Decir la Verdad. Es el sueño de todo escritor que envejece. Él piensa que no lo ha dicho jámas – y no ha hecho más que decirla-, está desnudo. Pongamos que se atenga a su propio strip-tease. Los libros en espera son órdenes. Yo siempre hice literatura de circunstancias , he producido bajo órdenes . Naturalmente: el empleador no es ya el Estado , es todo el mundoo cada uno: un medio político del que formo parte, una circunstancia particular. Le ventaja de esas órdenes es que obligan al escritor a no “preferirse” nunca . Y además, al mismo tiempo, el público está definido.

Sobre el compromiso

“ ...La literatura pura es un sueño. Si la literatura no es todo, no vale perder en ella ni una hora. Eso es lo que entiendo por “compromiso”. La literatura se muere si se la reduce a la inocencia, a canciones. Si cada frase escrita no resuena en todos los niveles del hombre y de la sociedad, no significa nada. La literatura de una época, es la época digerida por su literatura. Su belleza es querer ser todo, y no buscar estérilmente la belleza. Solo un todo puede ser bello. Los que no han comprendido –digan lo que hayan dicho- no me han atacado en nombre del arte: me han atacado en nombre su compromiso particular.. Un espejo crítico. Mostrar, demostrar, representar. Eso es el compromiso. Después de eso, la gente se mira y hace lo que quiere. En el siglo XVIII los escritores fueron sostenidos por la Historia. Hoy eso se terminó: son sospechosos. Trataremos de conservar ese papel. ¿Qué sería de una sociedad sino no hubiera más sospechosos? La escritura o la política no se eligen. La situación decide. A los hombres del Frente de Liberación Nacional, por ejemplo, el problema político se les planteó inmediatamente, con violencia: es toda una generación que, desde la primera infancia, fue arrojada a la guerra. El recurso a la violencia no representa una opción, en este caso, sino una orientación por la situación. Después de esto, cuando la guerra termine, se encontrarán entre ellos, quizá, personas que escriban. Pero la política y la guerra habrán sido su herencia primero...El verdadero trabajo del escritor comprometido y se lo he dicho: mostrar, demostrar, desmitificar, disolver los mitos y los fetiches en un pequeño baño de ácido crítico. Con un poco de suerte, los otros inventaran nuevos mitos a través de él; o bien, como se produjo con Pushkin o en la época isabelina, el estilo puro o más resplandeciente será el equivalente de una acción política, porque el escritor hará descubrir su lengua a la nación, como momento último de su unificación. Esas oportunidades no nos han sido dadas. Temo que los motivos de orientarse hacia la literatura, se hagan más y más raros actualmente. En mi tiempo, se pensaba en morir en mi cama: yo me aseguraba una larga vida mirando a mi abuelo –muy viejo- siempre fresco. Tenía el derecho de entrar en la religión literaria. Tenía sesenta años de fe y de deseos ante mí. Después de la guerra fría, se educa a los jóvenes para que crean que la muerte puede llegar mañana: Dios le saca ventajas a la literatura; puede salvar en el momento. Mi Dios, más cruel ¡exigía una obra completa!...Así recomienza la mistificación: hay torbellinos en la historia. Todo esto para decirle que esas motivaciones, por la debilidad o por la fuerza – o por cualquier otra motivación subjetiva- son simultáneamente justas superficialmente y demasiado simples. No olvide que un hombre es toda la época, como una ola es todo el mar...


27.10.07

Los mitos de Cthulhu


Roberto Bolaño que estás en los cielos*

Permitidme que en esta época sombría empiece con una afirmación llena de esperanza. ¡El estado actual de la literatura en lengua española es muy bueno! ¡Es inmejorable! Es óptimo!
Si fuera mejor incluso me daría miedo.
Tranquilicémenos, sin embargo. Es bueno, pero nadie debe temer un ataque al corazón. No hay nada que induzca a pensar en un gran sobresalto...
Los escritores actuales no son ya, como bien hiciera notar Pere Gimferrer, señoritos dispuestos a fulminar la respetabilidad social ni mucho menos un atajo de inadaptados sino gente salida de la clase media y del proletariado dispuesta a escalar el Everest de la respetabilidad, deseosa de respetabilidad. Son rubios y morenos hijos del pueblo de Madrid, son gente de clase media baja que espera terminar sus días en la clase media alta. No rechazan la respetabilidad. La buscan desesperadamente. Para llegar a ella tienen que transpirar mucho. Firmar libros, sonreír, viajar a lugares desconocidos, sonreír, hacer de payaso en los programas del corazón, sonreír mucho, sobre todo no morder la mano que les da de comer, asistir a ferias de libros y contestar de buen talante las preguntas más cretinas, sonreír en las peores situaciones, poner cara de inteligentes, controlar el crecimiento demográfico, dar siempre las gracias.
No es de extrañar que de golpe se sientan cansados. La lucha por la respetabilidad es agotadora. Pero los nuevos escritores tuvieron y algunos aún tienen(y Dios se los conserve por muchos años) padres que se agotaron y gastaron por un simple jornal de obrero y por lo tanto saben, los nuevos escritores, que hay cosas muchos más agotadoras que sonreír incesamente y decirle sí al poder. Claro que hay cosas mucho más agotadoras. Y de alguna forma es conmovedor buscar un sitio, aunque sea a codazos, en los pastizales de la respetabilidad. Ya no existe Aldana, ya nadie dice que ahora es preciso morir, pero existe, en cambio, el opinador profesional, el tertuliano, el académico, el regalón del partido, sea éste de derecha o de izquierda, existe el hábil plagiario, el trepa contumaz, el cobarde maquiavélico, figuras que en el sistema literario no desentonan de las figuras del pasado, que cumplen, a trancas y barrancas, a menudo con cierta elegancia, su rol, y que nosotros, los lectores o los espectadores o el público, el público, el público, como lo decía al oído Margarita Xirgu a García Lorca, nos merecemos...
Enfermedad y Kafka
Cuenta Canetti en su libro sobre Kafka que el más grande escritor del siglo XX comprendió que los dados estaban tirados y que ya nada lo separaba de la escritura el día en que por primera vez escupió sangre.¿Qué quiero decir cuando digo que ya nada le separaba de su escritura? Sinceramente, no lo sé muy bien. Supongo que quiero decir que Kafka comprendía que los viajes, el sexo y los libros son caminos que nos llevan a ninguna parte, y que sin embargo son caminos por los que hay que internarse y perderse para volverse a encontrar o para encontrar algo, lo que sea, un libro, un gesto, un objeto perdido, para encontrar cualquier cosa, tal vez un método, con suerte: lo nuevo lo que siempre ha estado allí.


*Roberto Bolaño (1953. 2003)Chileno, poeta y escritor trashumante y uno de mis autores de culto. Para quien desee ampliar sobre su obra puede ir a www.sololiteratura.com/bol/bolanoprincipal.htm

Los calvarios de un escritor

Por Germán Espinosa*

El destino de quien aspira a edificar una obra literaria es de los más inescrutables y probablemente duros que quepa concebir. Nadie toma en burla, que yo sepa, a alguien decidido a triunfar en la pintura, en la escultura, en la música...Menos a quien se proyecta hacia profesiones liberales: medicina, ingeniería, abogacía...O a quien estudia sistemas o desea ser submarinista o boxeador o jugador de fútbol.
En cambio, quien anuncia su deseo de convertirse en escritor suele padecer idéntico rechazo, idéntico cúmulo de consejos disuasivos, idénticas chirigotas que aquel que aspira a llegar a ser un gran actor o, pobre de él, un payaso genial.
Acaso obre en ello la certidumbre de que un futbolista ya fracasado puede esperar un poco de piedad y hasta de admiración; un escritor fracasado sólo consigue cosechar desprecio, o bien burlas, cuando no crueles, apenas disimuladas.
Una experiencia bastante rica en esta materia acumulamos quienes como yo padecimos por largo tiempo el ultraje del anonimato, la indiferencia del público lector.
Pero cuando, como en mi caso, algunos triunfos en el extranjero no se concedían con los apabullantes fracasos en mi patria, donde nadie me aceptaba ni siquiera como mediano escribiente. “olvídese de eso, hombre, no insista”, me decían; “no sirve usted para la literatura.
Ello en momentos en que ya había publicado novelas como Los cortejos del diablo o La tejedora de coronas .Todavía a cinco años de la aparición de esta última, al serme presentada una señora y oí esta, la, para mí, temible frase: “El escritor Germán Espinosa”; me miró con insolencia y le preguntó en tono peor que desdeñoso: “¿Escritor? ¡Y usted qué escribe?”
He comprobado con tristeza cómo escritores noveles, que apenas hacen sus primeras armas, albergan resentimientos hacia quienes hemos obtenido así sea un mínimo prestigio, imaginando que desde el comienzo contamos con la aceptación de las editoriales y el favor del público.
Para algunos, en efecto, ha sido así más no para la mayoría. Cuando Óscar Wilde propuso a una editorial El abanico de lady Windermere, la respuesta que obtuvo rezaba: “Estimado señor: hemos leído ya la obra que nos remitió. Ay, estimado señor...” ¿Cómo olvidar los rechazos de que fue objeto James Joyce con Ulyses ¿Cómo olvidar que Cien años de soledad fue rechazada por Seiz Barral, cuya colección Biblioteca Breve jabía lanzado ya a escritores como Mario Vargas Llosa?
Esos jóvenes resentidos suelen suponer que, para publicar nuestros libros, nos valemos de influencias, acaso políticas, o de nuestras colmadas bolsas de millonarios.
No sospechan siquiera los calvarios que debimos sufrir, las burlas que tuvimos que soportar. Acababa de publicar yo un libro con cierta importante editorial bogotana, cuando un escritor barranquillero, ya no muy joven, me preguntó cómo podría hacer para acceder a ella. Le aconsejé que enviara su libro a determinada persona(el director editorial) y que aguardara el fallo de los lectores designados para resolver si se publicaba o no.
Así lo hizo, en efecto. A la vuelta de unos seis meses, regresaba un día a casa cuando, al activar el archivo de mensajes en mi teléfono, hallé una retahíla de insultos, aquí irreproducibles, endilgados a grito herido por el escritor en cuestión, pues su obra había sido rechazada. Quizás había acariciado la ilusión de que fuera yo a intervenir para que se publicara, en el supuesto de poseer yo influencias de tal género.
Jámas, por cierto, he detentado en editorial alguna el poder de hacer publicar por mi solo consejo. Por eso siempre digo a quien me consulta: envíe su obra, la someterán al juicio de lectores... Nada más puedo hacer.
* Germán Espinosa falleció el pasado 17 de octubre, pero nos dejó su inmensa obra literaria, donde vivirá siempre en nosotros, sus fervientes lectores. Requiéscat in pace

25.10.07

Cómo se escribe una novela negra


¿Se puede freír un huevo sin romperlo?

Mariano Sánchez Soler

Aunque, como autor, he reflexionado poco sobre el acto creativo y sobre la técnica narrativa que utilizo al escribir mis novelas, me veo en la obligación, debido a las intensas pesquisas realizadas desde la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de mostrar la flor de mi secreto: cómo se escribe una novela negra. Bien, la suerte está echada. Como dijo Jack el Destripador: «Vayamos por partes».
1. La búsqueda de la verdad. Si el objetivo de cualquier aventura, de cualquier creación artística, es la búsqueda de la verdad (y si no, que se lo pregunten a Alonso Quijano), la novela negra es la expresión más nítida de esta indagación literaria. Su objeto narrativo nace de la necesidad de desvelar un hecho oculto/misterioso que nos mantiene sobre ascuas. A través de sus páginas, el autor se propone, además, desentrañar el impulso escondido que mueve a los personajes y que justifica la existencia del relato desde el principio al fin.
2. La intriga: del quién al cómo. Una novela negra debe escribirse con esa voluntad de intriga, de revelación; cada capítulo, cada página, tiene que conducir al lector hasta la conclusión final sin concederle el más mínimo respiro. Sin embargo, a diferencia de la novela rompecabezas clásica (Christie, Conan Doyle...), que cimentó la gloria de la novela policíaca desde los inicios de la era industrial, en la novela negra escrita a partir de Hammett, con la corriente hard-boiled (duro y en ebullición), tanto o más importante que saber quién o quiénes cometieron un hecho criminal es descubrir cómo se llega hasta la conclusión. Ahí está Cosecha roja, del gran Dashiell, cualquiera de las novelas de Chandler o el Chester Himes de Un ciego con una pistola como ejemplos del cómo. También es importante el por qué, aunque su respuesta puede resultar secundaria en una sociedad como la nuestra, en la que, como todo el mundo sabe, es más rentable fundar un banco que atracarlo.
3. La acción esencial. Si en la definición clásica de Stendhal «una novela es un espejo a lo largo de un camino», la novela negra es una narración itinerante que describe ambientes y personajes variopintos mientras se persigue el fin, la investigación, la búsqueda. La acción manda sobre los monólogos interiores, y la prosa, cargada de verbos de movimiento, se hace imagen dinámica y emocionante. Es un camino urbano, ajeno a las miradas primarias y a las mentes bienpensantes, donde la creación de personajes y la descripción de ambientes resulta fundamental y exige al autor una planificación previa a la escritura. Aquí radica uno de los rasgos esenciales de la novela negra, que la convierte, de este modo, en novela urbana, social y realista por antonomasia.
4. El argumento. Veamos: aventura indagatoria, intriga, realismo, crítica social, espejo en movimiento... Sin embargo, como diría Oscar Wilde, para escribir una novela (negra) sólo se precisan dos condiciones: tener una historia (criminal) que contar y contarla bien. ¿Y qué debemos hacer para conseguirlo? Antes de empezar a escribir, es preciso tener un argumento desarrollado, una trama en ciernes, un esquema básico de la acción por la que vamos a transitar. Saber qué historia queremos contar: su tema central. Después, al correr de las páginas, los acontecimiento marcarán sus propios caminos, a veces imprevisibles, pero el autor siempre sabrá hacia dónde dirige su relato. Un buen mapa ayuda a no perderse.
5. Lo accesorio no existe. La voluntad de contar una historia y atrapar con ella al lector permite pocas florituras y ningún titubeo. Toda la narración ha de estar en función de la historia que pretendemos escribir. Si leemos 1280 almas, de Jim Thompson, por ejemplo, descubrimos que el novelista escribió una historia exacta, ajustada, sin ningún pasaje prescindible. No en vano, es una obra maestra de la narrativa moderna. Es cierto: una novela criminal puede contener todo tipo de elementos disgregadores de la trama, divagaciones caprichosas, puede cambiar de espejo a lo largo del camino; pero entonces no nos encontraremos ante una novela negra, aunque se mueva alrededor de la resolución de un crimen o se describa un proceso judicial. En la novela negra, como en la poesía, lo accesorio no existe. Un poema puede ser bellísimo, pero si quiere llamarse soneto tendrá que escribirse, como mínimo, en endecasílabos. Es una regla fundamental del juego. Lo mismo ocurre con la novela negra: hay que elaborarla en función de unas reglas (que aquí estoy disparando a quemarropa) aceptadas a priori por el autor. Y para que sea buena literatura, hay que escribirla bien.
6. La construcción de los personajes. Cuestión clave: antes de comenzar a escribir, conviene saberlo todo sobre ellos. Su pasado, su psicología, su visión del mundo y de la vida... Si conocemos a los personajes principales (y muy especialmente al narrador o conductor de la historia, si es uno), el relato discurrirá fácilmente, se deslizará a través de las páginas como el jabón sobre una superficie de mármol y el lector no podrá abandonar el libro hasta el párrafo final. Para ello se aconseja realizar una biografía resumida de los personajes principales, como si se tratara de una ficha policial o un currículum para obtener trabajos basura, dos instrumentos de la vida real muy útiles en la creación literaria.
7. La fuerza de los diálogos. Cuando hablan, los personajes deben utilizar la jerga precisa, sin abusar, con palabras claves, pero sin caer en un lenguaje incomprensible y cambiante. Vale la pena utilizar de manera comedida palabras profesionales. Por ejemplo, si habla un policía, cuando vigila a un sospechoso está marcándole; un confidente es un confite; cuando matan a alguien, le dan matarile... Cada diálogo cuenta una historia, y muchos personajes que desfilan por la novela negra se muestran a sí mismos a través de sus palabras. El diálogo es un vehículo para mostrar su psicología y sus fantasmas. Un ejemplo clásico: Marlowe, en El sueño eterno, se disculpa ante la secretaria de Brody, a la que ha golpeado:
-¿Le he hecho daño en la cabeza? -pregunta el detective.
-Usted y todos los hombres con los que me he tropezado -contesta la mujer.
8. Documentarse para ser verosímil. Para que el lector se crea el relato que se está contando, el autor debe documentarse con el objetivo de no caer en mimetismos fáciles (especialmente cinematográficos). Por ejemplo, en España los jueces no usan el mazo, como los anglosajones, sino una campanita; los detectives españoles no investigan casos de homicidio ni llevan pistola (salvo rarísimas excepciones). Hay que conocer las cuestiones de procedimiento, no para convertir la novela en un manual, sino para no caer en errores de bulto. La verosimilitud lo exige para que el lector se crea nuestra historia. Hay que saber de qué se está hablando. Por ejemplo, de qué marca y calibre es la pistola reglamentaria de la policía española, ¿una pistola es lo mismo que un revólver?, cómo se realiza en España un levantamiento de cadáver..., y tantas otras dudas que surgen a lo largo de la acción.
9. El mundo del crimen. Si la trama que mueve una novela negra ha de ser creíble, los métodos del crimen también. La conclusión de un hecho criminal ha de llegar por los caminos de la razón. En el siglo XXI, los enigmas rocambolescos, los venenos exóticos y las conspiraciones insólitas han sido reemplazados por la corrupción institucional, las mafias, los delitos económicos vestidos de ingeniería financiera o el crimen de Estado. Vivimos en una era post-industrial donde la novela negra es un testigo descarnado de las cloacas que mueven el mundo, más allá del agente moralizador de la burguesía que campaba en las páginas de las novelas-enigma tradicionales. Los tiempos han cambiado y no hay retorno posible. El realismo y la denuncia imponen su rostro literario. Los mejores personajes de la novela negra actual son malas personas, pero, como diría Orwell, algunas son más malas que otras.
Y 10. Advertencia final: nada de trucos. Poe, en "El doble crimen de la calle Morge", inauguró el género policíaco y el género negro posterior al crack de 1929, porque, al escribir esta historia, planteó al lector el juego de descubrir una verdad, en apariencia sobrenatural, con las armas de la razón, a través de una investigación detectivesca. Esa voluntad del novelista, esta complicidad con el lector, exige al escritor no hacer trampas en la construcción de sus historias criminales y plantea, al mismo tiempo, una relación privilegiada con el receptor de sus novelas. Divertir, entretener, emocionar, escribir para ser leído... ¿No es este el objetivo de la Literatura? Hay que jugar limpio con el lector. ¡Las manos quietas o disparo! Para freír un huevo, es preciso romper la cáscara. Siempre.


FIN

Leído...

en la camiseta de un ebrio:"Es mejor ser un borracho famoso que un alcohólico anónimo"

24.10.07

CITA, CITABLE...

Para Eliza:

"El destino puede seguir dos vías para causar nuestra ruina: rehusarnos al cumplimiento de nuestros deseos o cumplir a plenitud"

AMIEL

MIS SUBRAYADOS ERÓTICOS (2)


"El culo de Ismenia, abajo, en la curva inferior, donde se unía a las piernas, presentaba un doblez desanimador. Me pareció ver una marca rosada, del tamaño de una espina. El color de la piel no era homogéneo. Yo no sabía que era difícil encontrar una coloración firme en esa parte del cuerpo, pero era optimista y esperaba encontrar, únicamente culos que parecieran de loza, a la vista, y de goma consistente, al tacto"


El caso Morel. Rubem Fonseca.

MIS SUBRAYADOS ERÓTICOS (1)

"Mónica se quitó el kimono y comenzó a bailar como si tuviese un abanico en las manos.Su cuerpo era tan perfecto y sus movimientos tan naturales, que él, fascinado, no conseguía quitarle los ojos de encima.¡Las nalgas de Cila! Nalgas, nates, nática. Observando en qué parte de su cuerpo se fijaban más los ojos de Lima Prado, Mónica se detuvo, se le acercó y, volviéndose de espaldas, le preguntó:
"¿Quieres pasar la mano?"
Sus músculos dorsales se delineaban formando un hueco vertical por donde corría la columna vertebral hasta terminar en la fisura que separaba los firmes glúteos. Aquella parte del cuerpo podía, como ninguna otra, representar la decadencia, la fragilidad, la fealdad del cuerpo, o bien la belleza, la energía, el hartazgo.
A excepción de Cila, él siempre había encontrado, en mayor o menor cantidad, espinillas, bultos, asperezas en los culos que había contemplado y acariciado. Delicadamente pasó la yema de sus dedos por la piel templada y lustrosa. Separó tiernamente los dos rígidos hemisferios musculares y admiró el surco claro, el dorado vello que iluminaba el esfinter rosado. Se acordó de un inmenso campo de girasoles difuminado en el horizonte, que había visto en su primer viaje a España, cuando aún era adolescente. Luego, poblaron su mente imágenes de colores de Goya, de Toledo.
"Métela despacio", la muchacha volvió el cuello mirándole a los ojos. Estaban ahora en la cama. La incisión. La cripta. Lentamente penetró en el cuerpo de Mónica hasta sentir que la masa dura de los grandes glúteos le presionaba el pubis. "Toda", Mónica. Uno de sus senos se anidó en la palma de su mano mientras le besaba y lamía el cuello fino y diáfano, balanceando el cuerpo hacia atrás y adelante, sintiendo la fragancia de flor y resina de árbol de su pelo, que le rozaba la nariz. Una vez, muchos años atrás, al asistir a un desfile militar el siete de septiembre, una estudiante, vestida con la falda azul y la blusa blanca de las escuelas públicas, se colocó frente a él exhalando un agradable olor que ahora sentía en la nuca de Mónica. Recuerdos como relámpagos. Mónica dijo entonces una frase que hizo temblar su cuerpo como una descarga eléctrica. Siempre había tenido asco de los desechos humanos. Ahora, un misterio revelado creaba un nuevo misterio y un nuevo asombro. Deseó y temió que Mónica repitiese la frase. ¿Humanum nihil a me alienaum puto? Él, el hombre de letras, siempre había considerado este axioma como una ingenua apología de los vicios y debilidades humanas, y ahora, en la tumultuosa exaltación en que la frase de Mónica le envolvía, el aforismo era visto bajo una nueva luz. (¡Siempre hay un secreto detrás de un descubrimiento!) Annete Bouvignon de la Porte. La caverna. Pidió ansioso que lo dijera de nuevo: "Ah, voy a llenar tu verga de mierda", repitió Mónica. Su cuerpo tembló de pasión y gozo con un placer que nunca había sentido antes. Se quedó un rato agarrado a Mónica, como alguien que despierta en medio de un sueño. Después, a pesar de que ella le pedía que no se apartase, reculó, desenganchó su cuerpo, se levantó de la cama. En el cuarto de baño se sentó en el bidé, sintiendo expandirse de su verga un olor de tierra húmeda y profunda que nunca recibió la luz del sol, y cerró los ojos. Se lavó cuidadosamente, con los ojos cerrados, aún sin valor de mirar, pareciendo que el olor cavernoso nunca se disiparía, como si brotase de una inagotable fuente del recipiente donde estaba sentado. Finalmente, tras lavarse con jabón de manos durante largos minutos, se levantó del bidé. Había una toalla doblada sobre el borde de la bañera y se la llevó a la nariz verificando que aún no había sido usada, notando el agradable olor de la plancha caliente sobre el tejido.
Mónica seguía acostada, boca abajo.
"Las mil y una noches fueron en Bagdad", dijo él.
El timbre sonó. Mónica saltó de la cama.
"Es tu secretario", dijo la muchacha, después de mirar por la mirrilla de la puerta.

El gran arte. Rubem Fonseca.

23.10.07

"Nulla dies sine línea "

"El objetivo de los poetas épicos radica en cada punto de su emoción; por ello no nos apresuremos impacientemente hacia la meta, sino detengámonos con amor en cada paso"


Schiller
"ni un día sin una línea"

22.10.07

Cuando escribir es vivir...

Escribir es una función batalladora con las palabras; mejor, con el lenguaje concentrado asir la imaginación por tanto que refleja la realidad, que la trasmuta, la transforma en "otra" realidad formalizada mediante estereotipos ceñidos a formatos literarios para lograr captarla, aprehenderla, como la novela, el cuento y la poesía.
Escribir exige un esfuerzo disciplinado, casi como si fuese su personal religión; en constante ejercicio con el lenguaje...
La inspiración: esa invocación a las musas de que tanto hablaron los viejos griegos y así la llamaron ; no es más que una chispa instantánea, iluminadora sobre una condición inédita de las acciones humanas.

18.10.07

IDEA

Cierta gente evita a cierto escritor, que los trata, porque saben que los escritores escriben sobre sus vidas, o las trasmutan; a través de su literatura. Quienes les interesa aparecer o figurar, querer ser los heroes de quienes el escritor se valerá para escribir; lo hacen de tratarlo sólo por esto. Pero se complican la vida cuando él ni siquiera los mira, lo cual aquellos se angustian de que no les sirva porque se creen más que gente ordinaria y mediocre.
Entonces, el escritor decide auscultar, sondear, explorar, husmear en sus vidas y se da cuenta que no alcanzan la media de mediocridad, lo cual lo hace pensar que definitivamente no alcanzan a llegar a ser siquiera un remedo para alcanzar ser heroes de sus posibles novelas. Decide esperar para ver cómo evolucionan, para usar un frecuente termino sacado de la jerga de los médicos, pensando como si los posibles heroes se convitieran en pacientes de un hospital todos enfermos y están tan perdidos como él...en el laberinto de sus vidas...

8.10.07

La belleza de lo simple

Cambió notablemente el lugar: de tercio, como en las corridas de toros tan vilipendiadas por estos tiempos de Internet y globalización a un auditorio con el alto y amplio techo de su sede colonial y pero igualmente frío del Instituto Caro y Cuervo.
El tema era el mismo ya repetido para mí: Los escritores que nos formaron. Por supuesto, los autores fueron el venezolano Slavko Zupcic (el más divertido e irreverente, pues se le siente que le brota en su personalidad el lado caribe por el desenfado de sus expresiones cargadas de su repentismo de burla y chacota). El peruano Alarcón ( taciturno y muy tímido, casi acorde a la geografía de donde viene, escribe en inglés y se lo traduce al español con la aguda colaboración de su traductor y amigo, Jorge Cornejo). Se repitió en el discurso literario el paraguayo Pérez Reyes, que no varió en su tesis crítica al uso compulsivo de la tecnología. El paso arrasador del huracán Katrina, a Gabriela Alemán le puso un torbellino a su vida de errancia de su Loja ecuatoriana y le inspiró a escribir sobre ese desastre natural que le tocó sufrir a la ciudad del jazz, Nueva Orleáns, muy querida por ella. El moderador Andrés Hoyos no dijo nada de la ausencia de Junot Díaz, el dominicano que también escribe en inglés y que estaba convocado en la programación. El moderador, también escritor cambió tópicos al tema de los escritores que nos formaron y en cambio habló de los poetas formadores. Pero lo inolvidable de esta charla literaria fue que al final, en la tanda de preguntas por parte del público, la celadora, la guardiana como le dijo el moderador, una mujer joven de ascendencia campesina, que ha sufrido el desplazamiento, dijo que les lee a sus hijos en las noches las historias de los libros que el Instituto le regala. Para mí, eso opacó todo lo dicho por los escritores con sus variaciones sobre el mismo tema. Y me recordó con alegría cómo la belleza está escondida en la vida, en lo simple.

Por qué la literatura es inútil

Por la tarde del viernes, se sentaron, en el mismo frío auditorio de El Tintal, los escritores Ivan Thays del Perú, Rodrigo Hasbún de Bolivia; Ricardo Silva, de Colombia, dijo que jugaba de local y Rodrigo Blanco Calderón de Venezuela. Se excusó la ausencia de Yolanda Arroyo Pizarro de Puerto Rico porque el moderador Mauricio Vargas dijo: la altura la afectó. El soroche, diría ella el sábado por la tarde en otra sesión. El moderador adaptó la pregunta: Qué los motiva a escribir y por qué lo hacen. Thays escribe porque la literatura le ayudó a liberarse de tensiones personales y le permitió hacer una transmutación de sus vivencias duras del amor contrariado; ahora mucho más porque dijo que está recién separado. Agregó que escribe para conocerse mejor y mediante esa tarea conocer al otro. El colombiano Silva dijo que los temas lo llevan de la mano, el no los escoge, éstos lo escogen a él. El caraqueño Blanco escribe porque es realmente una actividad placentera. Recordó que cuando leía Plata quemada, del argentino Ricardo Piglia, sintió, que esta novela de algún modo lo ha influido desde el lenguaje y empató el tema que trata con la historia que le contó un amigo siquiatra: el caso de una violación que un padre comete contra sus hijas. Supo conectar esos dos elementos y escribió Una larga fila de hombres, conjunto de cuentos por el que recibió un premio en su Caracas natal. Después reflexionaron sobre los escritores del boom y coincidieron que no los ha influido, porque son como ver los retratos de sus antepasados mayores, como los de los abuelos, expresó Thays. Ante la pregunta del moderador, si el oficio los afectaba ante la angustia de la hoja en blanco, coincidieron en que escribían sin revisar ni corregir mucho ( sobre todo el colombiano Silva), que cuando publicaban ya no volvían a leer sus textos, porque definitivamente estaban con la pulsión y el interés de otros temas, de otros asuntos igualmente literarios. El moderador comentó que metía la cucharada para decir que él; que también es escritor, corregía mucho, y cuando está como ahora, trabajando en una novela, se apartaba del mundo, de oír radio, leer el periódico, y que por eso dejó el periodismo para dedicarse enteramente a la literatura. Hacia el final un señor del público los interrogó sobre por qué la literatura es tan inútil. Todos a una comentaron que realmente no servía para nada y que ahí radicaba su belleza, precisamente en eso: su inutilidad: no obstante, agregaron que es muy necesaria en un mundo cada vez más plagado de intereses tan mercantilizados por la productividad y el lucro incesante.

Perder el tiempo

En la mesa del auditorio de la biblioteca El Tintal estaban los cuatro escritores: Antonio García, colombiano; Álvaro Bisama, chileno; Eduardo Halfon, guatemalteco; Santiago Nazarían, brasileño y la cubana Ena Lucía Portela convocados para discutir el tema: Cómo y sobre qué escribimos. El moderador Luis Fernando Afanador, comentarista bibliográfico de Semana abrió el debate. Arrancó Bisama. El robusto y joven escritor chileno decía que su prosa le venia de la cultura pop, pero que también se nutre de la ciencia ficción, la mala, enfatizó. Mientras tanto García, el colombiano, primero se sacó su chaqueta ante el frío pero después se la puso otra vez y se interesó más en realizar dibujitos sobre la tapa de un libro que no logré identificar. Su actitud le daba un elocuente desinterés a lo que decía su colega. Halfon, el guatemalteco, que viene de una carrera considerada árida y opuesta supuestamente a la literatura: ingeniería dijo que descubrió su vocación leyendo mucho, casi accidentalmente. García, ya más interesado en la pregunta que le tocaba contestar, dijo que se inicio leyendo a Daniel Samper Pizano, de cuyos textos le viene su gusto y estética por el humor y la irreverencia de su narrativa. Refirió que Vargas Llosa (quien fue su tutor en la beca Rolex que se ganó para escribir su novela Recursos humanos) sí posee un buen sentido del humor. Santiago Nazarian, el brasileño, dijo que vive hondamente abrumado con una constante angustia existencial ante la idea obsesiva de que está envejeciendo, y que aún no escribe la obra maestra o su obra maestra. Fue locuaz y supo alternar ( el portuñol enrevesado y difícil de entenderle) a veces con el portugués traducido eficientemente al español por una voz grave masculina para expresar mejor las pulsiones de su oficio.
La cubana Ena Lucía Portela se mantuvo monosilábicamente parca en el extremo de la mesa, temblando y contestando que si y que no. Yo creí que se debía al frío lacerante del auditorio, y pensé también que tenía pánico ante el público presente, miedo escénico que llaman los actores. No, nada de esto: me sorprendió saber que sufre del mal de Parkinson.
No puedo precisar qué fue lo que pasó en esta sesión con los autores que la encuentro del más bajo nivel entre todas a las que asistí. Sin demeritar en ello el deseo de cada uno de los escritores por acercarse al público lector, pues el moderador supuso que los lectores ya conocían a los escritores a través de la página web sabía de quién se trataba Puedo decir que fue la única sesión donde me sentí profundamente aburrido, perdiendo mi tiempo y viendo desperdiciar el de los autores presentes. Me conformé recordando que la literatura en sí misma es una soberana perdida de tiempo.

Una llovizna tierna 2

Muy puntuales ya estaban otros tres escritores: el argentino Pedro Mairal, autor de Una noche con Sabrina Love, su novela premiada por un jurado de lujo: Augusto Roa Bastos, Adolfo Bioy Casares y Guillermo Cabrera Infante en 1998: El venezolano Rodrigo Blanco Calderón, comprobado el más joven de todos(26); y la bella brasileña Verónica Stigger con sus profundos ojos azules. Me cuando me senté para la segunda sesión programada con el interrogante ¿Qué está pasando en la literatura de América Latina? Pero el moderador Jaime Monsalve no se ciñó al instructivo con la pregunta, sino que abrió con ¿Tiene una edad la literatura?, citando la nota publicada en el semanario El Espectador con motivo de Bogotá 39. Cada uno dijo que eso no era una condición per se para escribir, o alcanzar la calidad literaria. Se recordó a Saramago que ya en su senectud empezó a publicar. El moderador volvió a recordar la pregunta esencial del panel: el debate se hizo más jugoso y se entró en verdadera substancia literaria. Coincidieron en que prácticamente estaban escribiendo casi de lo mismo: “las intimidades que nos pasan son iguales a todos”, señaló Mairal. Además, dijo que este evento se le hacía algo histórico para romper con lo que llamó una balcanización que se vive en la literatura (y por supuesto en muchos aspectos de las realidades latinoamericanas) de nuestros países por culpa de las editoriales, donde para poder publicar en toda Latinoamérica extrañamente se debe publicar primero en España. Que no se sabía si de este grupo, volviendo a Bogotá 39, iría a salir una gran obra maestra, y que si salía se alegraría por ello. Y contaron que el acto de escribir a veces se vuelve placentero, que nunca pensaba en una obra betsellera para dedicarse por completo al oficio, y que se entrega ritualmente a escribir medio tiempo y que para sobrevivir, coordina un taller de narrativa. El oficio en sí mismo no se le complica cuando escribe, sino cuando tiene que buscar el tono y el ritmo que tendrá su nuevo libro. Esto lo llena de una ansiosa preocupación constante. El venezolano Blanco Calderón ha escrito de una forma mercenaria desde manuales de autoayuda pasando por folletos de belleza y diccionarios para “redondear la arepa” porque la literatura aún no le permite vivir de ella. Además oficia de catedrático para ganarse la vida. En un portugués de ráfagas rápidas a la brasileña Sttigger le oí en la traducción decir que el acto de escribir no la llenaba de pánico ante la hoja en blanco, y aplicó una vieja premisa de Borges, según la cual conoce el principio y el final de su cuento y sólo debe rellenar el trasunto del qué sucede entre esas dos orillas del relato. Al final casi todo el público universitario había abandonado el hemiciclo. Quedaba un exiguo número de participantes, sobresaliendo una mujer madura y de lentes, que dijo ser profesora de una comunidad bogotana y que se desató en las desdichas que ha sufrido por la indiferencia con que la trata la burocracia con los proyectos que ha presentado a las diversas entidades distritales. El moderador, con total educación, la dejó hablar y le recordó formular la pregunta a los escritores. Mairal, muy educado, comentó( para salir todos rápidamente después) que en la provincia argentina sucede frecuentemente y es una practica de la burocracia en todas las latitudes del planeta. Afuera el cielo estaba en ese característico color gris bogotano y ya no caía esa llovizna tierna que alguien escribió en una novela que es una crónica.

Una llovizna tierna 1

Una llovizna tierna (1)

Por Marcelo Del Castillo

Bogotá 39 giró alrededor de 39 escritores menores de 39 años, que vinieron para cumplir durante cuatro días maratónicas jornadas en el marco de Bogotá Capital Mundial del Libro 2007.
Por ver la nueva sangre literaria latinoamericana, que seguirá la carrera de larga travesía que es la literatura, seguí un periplo literario que me interesaba, con varios eventos, empezando por los programados en la Tadeo Lozano. Al público universitario lo sentí sin interés y desinformado. Además, estaba ahí porque se regó como pólvora- para usar un lugar común muy efectivo para ilustrar esta glosa. Afuera en la plazuela central caía una llovizna tierna, escribió alguien; y era mejor pasarse adentro para oír a unos escritores desconocidos quienes muy juiciosos estaban ya sentados en el panel, viéndose muy atentos en la presentación que incluía sus fotos acorde a los tiempos con el uso del computador, con todos los 39 convocados, que se repitió en todas las sesiones a las que pude asistir como seguramente pasaría en aquellas que me perdí. La moderadora Marinne Ponsford risueñamente nerviosa entró en el tema que tocaba: Cómo y sobre qué escribimos. La más conocida, la cubana Wendy Guerra, que escribe en forma de diarios algo que a ella le pasó como adolescente pero inmersa en una ficción de lo que ella cree tratarse como una novela, dijo que nunca abandonará Cuba, porque es su tierra y no va a sentirse bien al estar en otra ajena, si tomara el camino del exilio. Sus palabras me hicieron recordar una vieja frase de José Martí, que fue muy popular en los primeros días de la revolución, que decía: nuestro vino de plátano es amargo, pero es nuestro vino. Ilustró con la expresión de su mirada la gran nostalgia que sintió cuando estaba en Barcelona, en la oficina de la agencia literaria que la representa con motivo de su premio Bruguera, al ver en la pared la foto inmensa de Cabrera Infante, recordando que él jamás pudo volver a Cuba, y que sus libros no se editan, y por supuesto, no circulan; con eso les digo todo, agregó con los ojos aguados. Contó, de las duras condiciones de clandestinidad, que su premiado libro circula fotocopiado de mano en mano en la isla cuyos textos dicen verdades incómodas; que el régimen sabe de ellas, pero que aún no permite ampliar a una total libertad de expresión de ciertos temas, por más que sean cotidianos y comunes a todos los cubanos, constituyendo eso que se llama dictadura.
En un español sin tropiezos, la visión del brasileño Cuenca, bajito y barbado; cuando escribe es sentirse como un extranjero, de cómo se sobrevive en Río de Janeiro; y otra vez se volvió a cruzar la realidad política de Lula y su régimen , al que acusó de haberse corrompido. Dijo cómo todo Brasil vivió un carnaval de ilusiones durante dos días con su elección, pero después llegó el desencanto.
El paraguayo Pérez Reyes denunció los problemas serios que tiene su país, que vive una democracia en transición, con una fuerte tara social por el lastre de la dictadura de Strossner, porque no se lee, y la poca gente le pregunta qué hace después con el libro que ha leído. En su escritura ha integrado expresiones del idioma guaraní y su derivación, que se le llama yoruba, en sus textos urbanos con una aguda crítica al uso atrabiliario y compulsivo de las nuevas tecnologías, caso del celular en la gente, que le inspiró escribir su libro Clonsonante. La sesión terminó sin preguntas del público universitario, bien desinteresado además.